Álvaro García Linera: bailar al ritmo del tiempo

Mario Bravo Soria

En un ya lejano mes de febrero del año 2020, el periodista Mario Bravo Soria charló con Álvaro García Linera, autor de varios libros y un sinfín de artículos periodísticos y académicos. En Intervención y Coyunturarecuperamos esta conversación —originalmente publicada en la sección cultural de Notimex— debido a la trascendencia y vigencia de las reflexiones expresadas por el ya referido marxista boliviano….

Lector, matemático, integrante de una organización clandestina, preso político, profesor de la Universidad Mayor de San Andrés, conductor de un noticiero televisivo, autor de varios libros teóricos (que habitan el terreno de la sociología política), ex vicepresidente de Bolivia… exiliado… lector, siempre lector.

Así, Álvaro García Linera (1962) ha andado por la vida como alguien con una misión (autoimpuesta), la cual se define en comprender para intentar sumarse a la transformación de las injusticias del mundo. A este reportero le interesó charlar con dicho personaje no sólo porque durante tres periodos consecutivos fue el vicepresidente del Estado plurinacional de Bolivia bajo la presidencia de Evo Morales sino, sobre todo, porque García Linera es un intelectual, un hombre de ideas, que busca construir pensamientos finos y reflexiones para interpretar al mundo.

Según relata en esta entrevista, para él es anecdótico el lugar desde donde realiza dicha labor: puede ser dentro de un aula universitaria, en un estudio de televisión, en la soledad de la cárcel, en la oficina del vicepresidente de Bolivia, en las calles al ser integrante de una lucha popular o en el exilio…

Los esfuerzos de una madre

Mario Bravo Soria (MBS).— Nació en el año 1962 en Cochabamba, Bolivia. Según tengo entendido, tuvo una madre que a usted y a sus hermanos los sacó adelante. Esa infancia, ¿cómo estuvo configurada?

Álvaro García Linera (AGL).— Sí, como dices nací en el año 1962, en tiempos en los cuales en América Latina se iniciaba un largo ciclo de dictaduras. Vengo de una familia de cuatro hermanos, con una jefa de hogar porque el padre nos abandonó. Entonces mi madre fue una mujer sola que hizo mucho esfuerzo para sacar a los cuatros hijos adelante. Nos apoyamos en familiares de mi mamá, que nos brindaron alojamiento y algún tipo de oportunidades. Y, claro, la infancia estuvo marcada por la vida entre los cuatro… y cuando uno es el hijo menor, la pasa mejor que el hijo mayor… por lo general.

“Porque siempre te protegen, te permiten más cosas. La recuerdo como una infancia clásica de un niño de clase media baja, pero muy protegido por el entorno familiar. Logramos entrar a estudiar a colegios privados que nos ofrecían mitad de la beca, por lo tanto disminuían los costos y eso se mantuvo hasta el bachillerato. Estudié en un colegio privado católico, de clase media, allí en el lugar donde residíamos.

“Recuerdo un ambiente de laboriosidad: la madre muy trabajadora, siempre buscando unir a los cuatro hermanos, vinculados con la gente. En los barrios, en esos tiempos los amigos jugábamos en la calle, pues era un lugar de distracción y de entretenimiento de la juventud; no era un momento de mucho consumo en general para la sociedad y tampoco para nosotros. Entonces había una fuerte unidad doméstica que generaba los recursos, parte de la alimentación y las distracciones en la calle y en el colegio…”

MBS.— Álvaro, ¿durante esos años hubo un acercamiento a lo que después sería su mundo: los libros y la cultura?

AGL.— Tuve una madre a quien siempre le gustaba comentar. Recuerdo los diálogos que tenía con los amigos de mi hermana mayor (cinco o seis años mayor que yo). Venían a la casa a comentar sobre lo que debatían. Y yo (un pequeño), siempre atento a las reflexiones que ella hacía. A mi madre, más allá de trabajar, le gustaba leer mucho y comentaba de filosofía, algo de ciencias sociales… ante todo de filosofía. Yo oía, era muy pequeño (contaba con ocho años) y escuchaba sus comentarios. En la casa del abuelo tenía una pequeña biblioteca, un pequeño estante de libros: algo de historia, algo de novela… Nuestra madre nos fomentaba que pudiéramos leer primero los libros que estaban en la pequeña biblioteca del abuelo, fundamentalmente para responder a las exigencias de la clase.

 “Luego, cuando yo pasaba los 12 años de edad, comencé a buscar otro tipo de lecturas. La mamá hacía unos esfuerzos inimaginables para que yo pudiera tener libros… ¡aún no se sabe los límites que puede tener el esfuerzo de una madre por los hijos! Ella mantenía a los cuatro hijos con un pequeño trabajo, pero siempre al final del mes o cada dos meses había un poquito de dinero para que yo me pudiera comprar algún libro. Cuando vio esa inclinación mía hacia los libros, mi madre fue quien me dio el impulso e intentaba comentarme lo que a ella le agradaba. Y me decía:

 “—Pero también hay otros autores que no me agradan mucho o que no los conozco. Tú elige el que más te parezca”.

Marx y Lenin, al inicio

MBS.— Con ese dinero que ella le daba ocasionalmente, ¿cuáles fueron los primeros libros que usted compró?

AGL.— Te estoy hablando de cuando tenía 14 años. Me iba a la universidad. Como era tiempo de dictadura y democracia… había golpe de Estado y luego elecciones… así que en esos tiempos venían libreros del Perú: cuando había momento electoral traían sus libros a venderlos a la universidad; pero desaparecían cuando venía el golpe. Entonces me iba a la universidad a buscar libros y lo primero que encontré fueron textos sobre socialismo, de Lenin, obras escogidas y de Marx en un tomito de la Editorial Progreso. Le mostraba a mi mamá lo que había comprado y me decía:

 “—¡Qué bien! Está bien que leas eso, pero también lee otras miradas…”

 “¿Por qué me incliné inicialmente en ello? Debido al ambiente juvenil que estaba marcado por una politización. Aquellos eran los años 1976, 1977, 1978 y 1979. Se salía de la dictadura y en la juventud había posiciones de izquierda. El socialismo estaba de moda entre los jóvenes de clase media y en los sectores populares. Por eso los primeros libros que agarro son estos de ciencias o de política, y a medida que voy leyendo me voy enterando… Hasta la época de mis estudios en bachillerato no había dinero para otras cosas, pero cada dos o tres meses siempre existió un dinero a escondidas que mi madre me entregaba para que fuera a comprarme mis libros. Ahí empecé a irme más hacia el lado de la filosofía, algo de ciencias sociales y economía”.

 “Perdí el tiempo durante mis vacaciones de los 15 años para leer El capital, los tres tomos… No entendí nada, pero tuve la disciplina de acabarlos y hacer anotaciones. Me sirvió como disciplina. Luego volví a leerlo, ya con madurez. Así construí una disciplina acerca de cómo usar tu tiempo y cómo te abocas a una tarea para cumplirla. ¡Y el premio de mi madre era más dinero para más libros!”

Un lugar de afirmación personal

AGL.— Mi madre me fomentó mucho la lectura –subraya García Linera sin titubeos–. En el transcurso de lo que iba leyendo encontraba a autores que citaban en las tesis y yo entonces luego los buscaba, agrandando mi visión sobre los temas. Los jóvenes en mi época leían a Marta Harnecker… Y yo, para ganarles en la batalla, leía a Louis Althusser, y él te llevaba a John Lewis o a Antonio Gramsci, y con éste te ibas a los autores italianos… y luego a autores de filosofía de los siglos XVIII y XIX.

 “Yo iba armando mi propia carrera intelectual. No tenía a alguien que me guiara. Era solamente en el diálogo, en el debate y en las orientaciones que te iban dando los libros o la apertura que te daban los libros con otros autores. Así yo iba escogiendo y seleccionando en función de mis propios criterios”.

MBS.— ¿Durante aquellos años para qué leía…?

AGL.— Inicialmente era el humor del tiempo: ser de izquierda… los jóvenes tienen que ser de izquierda… Leer sobre socialismo era una moda. Si querías tener una relación con un amigo o con una pareja, ¡qué mejor que fuera para hablar de política!

MBS.— ¿Había que llevar a Althusser bajo el brazo?

AGL.— Por lo menos, para poder impresionar… Era el humor de la época. Luego encontré ahí un lugar donde afirmarme en lo personal. Estaba en un ambiente de clase media y los jóvenes ya antes del bachillerato, uno o dos años antes, llevaban movilidad, llevaban una moto, te invitaban a comer fuera de la casa. Yo no podía eso, pero sí podía hablarte muy bien de Hegel y Kant, entonces en el ámbito de la lectura y la filosofía encontré un lugar de afirmación personal para vincularme con la gente. Poco a poco eso me sirvió para comenzar a interpretar o ver lo que estaba pasando a mi alrededor.

 “Es un proceso complejo, ¿no? Y a medida que iba ampliando mis lecturas y podía tener un barrido general de las distintas corrientes, ya comencé a ser más selectivo, más especializado en ciertas áreas y no agarrar tanto lo que aparecía o lo que citaban otros autores. Ahí es cuando acabando el bachillerato y cuando me vengo aquí a México, ya inicié con una lectura más selectiva sobre áreas de mi interés”.

Susurrar en público

MBS.— Antes de llegar a su estancia en México, permítame hacer una pausa. He leído al teórico James Scott, autor del libro Los dominados y el arte de la resistencia [2003]. Ahí el dice que los dominados resisten a través de una dinámica infra-política, la cual el dominador no alcanza a ver pero es un mecanismo que les sirve a los subalternos para resistir. A usted desde niño le tocó padecer (a usted y a su familia) carencias e incluso golpes de Estado y dictaduras. ¿Cómo se resiste durante una dictadura en lo cotidiano?

AGL.— Es curioso, durante toda mi niñez (que fue en tiempo de dictadura) hubo dos cosas: cada vez que surgía un golpe de Estado, el año escolar se clausuraba. Los golpes de Estado iniciaban entre junio a septiembre, por lo general. Entonces, el año escolar finalizaba y pasabas por decreto. Había una vacación muy larga. Te hablo de cuando tenía de siete a 11 años de edad; pero, por otra parte, existían ciertas recomendaciones: regresen antes de las ocho de la noche, no hables de ciertos temas. Y, cuando se hablaba de política, la recomendación de mamá o de los tíos era:

 “—De estos temas no hables en la calle porque puedes tener problemas…”

 “El susurro para ciertas cosas, el hábito de susurrar, de mantener el perfil bajo en ciertos temas cuando tienes que estar en el diálogo con los amiguitos. Por eso, cuando en la adolescencia se dieron estos espacios de apertura democrática (interrumpidos luego por golpes de Estado), representaban en sí mismos como una explosión en donde lo susurrado, aquello que no se comentaba en el diálogo callejero… en el encuentro con amigos… ¡Fueron como una explosión virulenta! Aquello fungió como un destape. Se puede hablar de todo y hasta incluso es un acto de toma de posición: agarrabas un libro y caminabas por la calle con tu libro de Althusser o Lenin. Eso solamente se vivía durante los breves momentos de apertura democrática.

 “Cuando se viene el golpe de Estado, todo el mundo a correr. El último golpe ya tocó con más madurez durante el año 1979, cuando me impresionó la respuesta que dan los campesinos que no se acoplan al movimiento obrero; y el año 1980, cuando el riesgo de detención se vuelve casi inminente simplemente por ser jóvenes que hacíamos grupos de lectura en el colegio. Resumiendo, en la niñez tengo estos dos recuerdos: más vacaciones y cosas que no se hablan con los demás amiguitos ni se comentan con las personas mayores, sino que se susurran nada más al interior de la casa”.

Estudiar matemáticas

MBS.— Luego vino el viaje a México en el año 1981, y arribó a la UNAM…

AGL.— Todos estos años desde los 14 había aprovechado para leer por mi cuenta, para darme una panorámica de las ciencias sociales, de filosofía, y algo de economía. Ya había leído los Grundrisse, El capital, las obras escogidas, Gramsci, Lukacs, Althusser y Balibar… los libros que se editaban en México de Plaza y Valdés y Siglo XXI, distribuidos en toda América Latina. Ahí conocí las corrientes políticas muy intensas: los trotskistas, los socialistas, los comunistas, la izquierda guerrillera… muy intenso el debate público.

“Cuando llego a México vengo con la intención de estudiar matemáticas, física o ingeniería, no lo tenía muy claro. Sí sabía que debía tener mucha matemática porque me gustaba. Veía los programas académicos y allí había la opción de física, matemáticas e ingeniería electrónica, ninguna de las tres se impartían en Bolivia. No fui perseguido, sino que era un joven con el bachillerato concluido, había armado grupos de debates, en fin, no era un perseguido político y decidí ir a México para estudiar algo de ciencias exactas”.

El delito de no leer poesía

MBS.— Usted habla de marxismo, por un lado, y matemáticas por otro… pero lo percibo muy pasional y vehemente, ¿no había espacio para la poesía en sus lecturas?

AGL— No, ese es mi delito: ni poesía ni novela. Sé que es un delito, está mal… Hay una parte del conocimiento humano que no la he trabajado mucho. Cada vez veía tantos libros que me faltaban leer de economía, de ciencia política, de filosofía… entonces, pensaba: “No tengo tiempo para leer estas otras áreas”.

“Desde esa edad tomé la decisión de apresurarme en la lectura de estas otras áreas. Elegí matemáticas porque, ya más o menos después de casi cuatro o cinco años de lectura propia, tenía cierto conocimiento de cómo yo podía guiar mi aprendizaje hacia el futuro, pero en matemáticas necesitaba alguien que me enseñara y fui a rendir examen en el Estadio Azteca, ahí te presentabas con tu número y esperabas tu respuesta que llegaba a donde vivías. Ya en la fila para decidir qué carrera, faltando tres turnos… dos turnos… no sabía si matemáticas, física o química y faltando dos personas antes de que me anotaran, elegí matemáticas.

“Tenía que ser ciencias exactas, me dijeron también que había actuaría, la cual tenía harta matemática y ahí opté por matemática pura. Comenzó una nueva etapa académica de mi vida, me gustó el área de las matemáticas, encontré un ambiente de excelencia académica y de gente muy comprometida políticamente. Asimismo, hallé la continuación de mi formación política siempre con perspectiva de regresar a Bolivia”.

Una razón de vida

MBS.— ¿Qué representó la UNAM para usted? Una universidad con una Biblioteca Central en donde se encuentra cualquier cantidad de material y libros que quizá en Bolivia no se conseguían en aquel entonces.

AGL.— Encontré algo que no podía encontrar en Bolivia: una interlocución para el debate más teórico. No sé si fue un delito nuestro que, por comenzar muy joven en un ambiente de época politizado e “izquierdizado”, yo quería el debate y me preparaba, pero en Bolivia la mayoría de los jóvenes su acercamiento a la lectura era muy superficial, como una moda, y lo que para muchos era moda para mí era casi como una razón de vida. Me aferré mucho a ello.

“Entonces había que debatir sobre Althusser, pero venían ellos con el libro de Marta Harnecker, y yo había leído Para leer El Capital, La revolución teórica, La filosofía, entonces cuando estaba con mis interlocutores encontraba que era un tema temporal, para dialogar 20 minutos y luego ir a tomar una cerveza o ir a bailar. ¡Quedaba muy frustrado! Me refiero a mis estudios en Bolivia.

“Para discutir sobre filosofía o sobre La razón dialéctica de Sartre, me preparaba semanas o hasta meses para tener mis notas y cuando entraba al diálogo que te permitían en el colegio o en los grupos de lectura de izquierda, allí estaban más interesados en la acción política inmediata que en el análisis político, entonces sentí mucha frustración en esta experiencia.

“Y cuando vengo aquí a México en la UNAM, encuentro que existe un ambiente intelectual más sólido, más diverso y mucho más exigente. Veo que hay varios grupos de lectura, intento participar en ellos y anotarme en los cursos o en los seminarios de filosofía que daban también en ciencias exactas: leían a Marx y Althusser, leían El capital, pero como se debe de leer. ¡Yo quedaba fascinado! Encontraba a alguien con quién interactuar y ver mis limitaciones de una lectura muy dispersa, asimismo, hallaba la necesidad de formar tanto estructuras conceptuales como también rigurosidad en la articulación con los otros autores que le precedían.

“El encuentro con el mundo intelectual político y filosófico mexicano le dio a mi pensamiento una mayor consistencia, seriedad y exigencia que no encontré en el nivel de la juventud con la que me vinculaba allá en Bolivia, tanto en La Paz como en Cochabamba”.

Regreso a Bolivia

MBS.— Usted volvió a su país en 1984 y se radicalizó aún más, dio un paso hacia la praxis (lo digo muy rápido, pero fue una cuestión de años). Llegó un momento en que analizar no le bastó…

AGL.— Eso fue muy incentivado por México. Para muchos latinoamericanos ha sido como una escuela (no un lugar de paso) porque aquí tenías a todo el exilio: argentinos, uruguayos, brasileños, bolivianos… con mucha trayectoria política, luego a los salvadoreños y guatemaltecos…

MBS— Y antes a los españoles de la Guerra Civil de 1936-1939…

AGL.— Quienes habían hecho ya toda su presencia, entonces tenías un lugar de mucha intensidad del debate, con vinculaciones prácticas y especialmente en el caso de El Salvador, Nicaragua y Guatemala hubo una presencia de compañeros y solidaridad en torno a ellos, que vinculaban el debate político con la acción y el compromiso. Y te abrían a otro tipo de debates, como por ejemplo la cuestión armada que en el caso de Bolivia se debatía desde el punto de vista de la práctica del movimiento obrero, en cambio en México se debatía desde la práctica de grupos guerrilleros o del movimiento indígena.

MBS.— En Bolivia lo indígena en clave de resistencia no se nombraba tal cual…

AGL.— Estaba recién emergiendo, había todo un proceso de radicalización del movimiento indígena y en Guatemala se debatían cosas en el exilio, que recién se estaban comenzando a discutir en el movimiento indígena boliviano. Eso ayudó mucho en mi lectura.

 

Racismo y el miedo al indio

MBS.— Cuando usted regresó a Bolivia, y optó por una vía de praxis, ¿ya había introyectado el mensaje de Fausto Reinaga con La revolución india, texto escrito en 1970?

AGL.— Sí, de hecho antes a raíz de un acontecimiento que para mí fue muy impactante: me refiero a un bloqueo de caminos en 1979. Era una primavera democrática y el gobierno democrático decreta un alza de precios de los productos urbanos y un congelamiento de precios de productos agropecuarios, eso provoca que se levante el movimiento indígena y bloquea las carreteras… se desata un pavor en las clases medias de La Paz porque viene el recuerdo de un viejo cerco de hace casi 200 años atrás, esto en torno a la ciudad donde los indios la habían cercado para tomarla.

“En las clases medias, las empleadas trabajadoras del hogar se convierten casi en enemigos, tienen miedo de ellas… Se reúnen como se reunían durante noviembre [de 2019] en los barrios porque se rumoraba que los indios iban a venir por los cerros a asaltar las casas, se da un estado de pánico a raíz de este bloqueo a la ciudad de La Paz y eso me impactó muchísimo.

“El racismo brota de una manera brutal, la animalización del otro… Siempre Bolivia ha sido muy racista, pero este era un racismo exacerbado. El miedo al indio, el desprecio, el temor, el cuidado, la protección frente al indio y los indígenas mostrando su autonomía porque la Central Obrera Boliviana (muy prestigiosa en aquel entonces) les pide que no hagan el bloqueo de caminos, debido a que puede afectar al gobierno democrático y el movimiento indígena no les hace caso. Les responde en aymara: mientras unos estaban hablando en castellano, los otros hablaban un lenguaje originario, desconociendo el liderazgo y la dirección de los obreros. Eso para mí fue un momento revelador que articuló otras series de vivencias que yo tenía de niño”.

Encontrar la veta olvidada

MBS.— El marxismo no habla necesariamente de eso, ahí quizás sirva José Carlos Mariátegui, Reinaga o Frantz Fanon quienes nos iluminan…

AGL.— Mariátegui se leía entonces, pero como yo tenía una base del marxismo muy teórico, me propuse desde entonces encontrar la veta olvidada sobre las fronteras difusas o las clases difusas: el campesino, el colonialismo y el mundo indígena. Esta pasión del año 78-79 continúa ahora, pues el año pasado [2019] y por primera vez en el mundo, en Bolivia publicamos la traducción de Marx de los cuadernos de anotación sobre el colonialismo en América Latina, un cuaderno de 300 páginas donde resume su lectura sobre la colonización de México y América del Sur. Nunca fue publicado. Ahora lo hemos traducido.

MBS.— Una veta muy olvidada en el marxismo…

AGL.— Es la culminación de toda una trayectoria que, en lo personal, viene de encontrar en el marxismo esta veta olvidada, desdeñada o contradictoria del propio Marx sobre el colonialismo, los campesinos y acerca del mundo indígena. Entonces, cuando aquí me encuentro con los salvadoreños vinculados al movimiento campesino y con los guatemaltecos vinculados al movimiento indígena, estoy en mi salsa…

“Es un encuentro de un marxismo más teórico y lógico con un movimiento indígena campesino en práctica y una vivencia personal (el bloqueo de 1979) reveladora para mí. ¡Eso es un coctel explosivo! Todo encuentra su justificación y es a raíz de eso que regresamos a Bolivia en la perspectiva de dos cosas: una vinculación directa con el movimiento indígena y el movimiento obrero, trabajar la construcción de un nuevo tipo de articulación no clásica a como lo hacían los otros de manera subordinada (nunca más campesinos cargando en hombros a obreros, sino obreros e indígenas marchando por igual): ¡la veta marxista, la veta de la lucha armada y la veta del movimiento indígena campesino como un motor paralelo al movimiento obrero!

“En Bolivia, la izquierda siempre ha sido muy obrerista por la impronta de los sindicatos mineros, y nosotros desde la década de los ochenta introducimos esta veta de lo indígena-campesino, como un elemento central y entonces este es nuestro aporte a la interpretación de Bolivia. Lo indígena-campesino junto con lo obrero, lucha armada y todo en el marco de una reinterpretación del marxismo”.

Teorizar desde la clandestinidad

MBS.— Y esa puesta en práctica desató represión, repercusiones y la cárcel llegó después en 1992…

AGL.— Bueno, en ese tiempo nos dedicamos a organizar grupos clandestinos en sindicatos mineros, en sindicatos obreros y en comunidades indígenas. De hecho, los jóvenes que en ese tiempo se formaron, luego serían los líderes de las rebeliones de los años 2000, 2002, 2003, y después muchos se convirtieron en autoridades durante estos años que han pasado porque fue el primer instrumento político que se metía al campo.

“Toda la izquierda jamás pisaba el campo, hacía proselitismo y se salía. Esa fue la primera estructura cuya fuerza sería fundamentalmente el campo, el movimiento indígena y un acompañamiento fuerte: el movimiento obrero donde había mucha competencia con todas las corrientes de izquierda.

“Y en ese proceso de restructuración de grupos clandestinos, de ir preparando las condiciones de una sublevación… armamos una estructura clandestina, teorizamos, escribimos sobre esto y vino la represión y la cárcel”.

MBS.— ¿Qué enseña la cárcel?

AGL.— La cárcel fue un lugar donde tenía comida gratis, desayuno, almuerzo, cena gratis; poco pero gratis, y por lo tanto podías tener mucho tiempo para leer…

Encontrar un espacio de libertad

MBS.— Se trataba de una cárcel, me imagino que existían filtros para no hacerle llegar ciertos materiales de lectura…

AGL.— Al principio sí, los primeros tres meses estuve aislado, sin comunicación con nadie. Después tuve comunicación con el resto de los presos; no había radio ni televisión. Logramos a los seis meses que pudieran entrar periódicos y un libro a la vez… nada más un libro y que no fuera muy subversivo. Así comenzaron a entrar los primeros, entonces escogí El capital, La lógica de Hegel, libros que pudiera usarlos mucho tiempo y sacarles jugo…

“Me permitían meter más libros y ya desde el primer año surgió la posibilidad de entrada y salida de libros siempre registrada y fotocopiada. Fue un tiempo en el que aproveché para leer 700 libros porque comenzaba muy temprano: te duchas a las seis, desayunas a las siete y ya estás; a las doce comes como un pollito y tienes hasta las ocho para la cena, como pollito; te cortan la luz a las diez de la noche, entonces tienes de siete a doce, de dos a siete y de ocho treinta a diez y todos los días a leer, leer y leer…”

MBS.— Se dice que el fiscal que estuvo en el juicio al periodista y militante político Antonio Gramsci expresó la frase siguiente: “Debemos evitar que este cerebro piense durante los próximos 20 años…” De eso se trata, me parece: que el preso deje de pensar y analizar.

AGL.— Pero siempre hay fisuras, de hecho ellos hubieran querido que no tuviera ningún libro. Tuvieron que hacer campañas, huelgas de hambre, campañas internacionales. Como caímos presos con una compañera mexicana que siempre tenía el apoyo de su embajada, denunciamos que no se permitía la entrada de libros, preguntábamos si eso era una dictadura. Siempre esa compañera era la punta de lanza que abría huecos para que pudieran entrar libros y el periódico…

“Fue un tiempo de mucha reflexión, de mucha lectura, pero más allá de este aprendizaje que para mí fue enorme, se trató del tiempo en que más leí, de manera ininterrumpida. La enseñanza aprendida es que en la cárcel debes encontrar tus cuatro espacios de libertad, recordando a Scott: estás preso, no tienes libertad de desplazamiento ni siquiera libertad de acción, eso un hecho objetivo, pero ahí tienes que saber encontrar tu espacio de libertad… espacio de libertad era el cerebro, tu mente, tu lectura y tu escritura…

“Escribía mucho y todas mis cartas que salían de la cárcel, una a otra eran leídas, fotocopiadas, revisadas… así aprendí a escribir una letra diminuta, como de hormiga, casi un jeroglífico y muy abstracto para que los carceleros no se enteren de lo que estoy pensando, incluso mis cartas familiares y amorosas tenían un lenguaje que solamente ellos y yo entendíamos de lo que estábamos hablando; transmitiéndole lo que sentía, pero cuando uno leía el texto, era muy abstracto. La persona a quien iba dirigida la carta, sabía la emotividad que estabas transmitiendo”.

Lecciones de la cárcel

AGL.— Encontré ahí ese espacio de libertad en la reflexión, en la lectura y ejerciendo la escritura —enfatiza García Linera—. Escribí varios cuadernos que conservo. Y me dije: “Alguna vez que deje de estar en la vicepresidencia quiero convertir esos cuadernos en un libro”. Escribí cerca de 15 cuadernos.

MBS.—¿Los conserva?

AGL.—No los tengo ahora porque se han quedado en Bolivia, pero están ahí… Más allá de ello, me has preguntado acerca de lo que he aprendido en la cárcel: el tiempo… a dialogar con el tiempo, a entender el ritmo del tiempo, a bailar con el tiempo…

AGL.—¿Cómo es ese concepto de bailar con el tiempo?

MBS.—Hay cosas que tienen su tiempo, cosas humanas y cosas personales que tienen su tiempo de realización, de verdad. En cambio, hay cosas humanas o acciones personales que no tienen su tiempo… y saber entender el sino del tiempo, la disponibilidad del tiempo, el humor del tiempo, es la clave de un ser humano. Suena muy abstracto, pero eso es lo que aprendí, y me dio mucha sabiduría para luego entender mi entorno.

“Ciertas cosas que te propones puedes cumplirlas, pero no en cualquier momento. Saber encontrar las condiciones de posibilidad de lo que te propones, saber entender cuánto te falta para ello o cuándo tienes que arriesgarlo todo para que salga: eso es saber bailar con el tiempo”.

El tiempo actual de Bolivia

MBS.— ¿Cómo lee el tiempo actual? Tengo grabada en mi memoria la imagen de esa gente que de manera muy brutal llegó al poder presidencial en su país, y lo que hicieron con la whipala. Pareciera que Bolivia retrocedió 500 años en un solo día… ¿Hay que saber esperar? ¿Viene algo después?

AGL.—Es complejo, aún no lo tengo muy claro. El golpe de Estado es una venganza violenta, racializada, contra los indios que se atrevieron a ser iguales, a ser presidentes, ministros, diputados, a comprarse un auto, a ser economistas, licenciados, a entrar en los mismos lugares, los mismos hoteles o los mismos lugares de distracción que los otros. Es una venganza contra ese atrevimiento, por eso tal ferocidad.

“Y lo primero que hacen es quemar la wiphala, ahí están quemando al indio. Después han retrocedido en su intención de seguir quemando wiphalas, pero se les sale cuando dicen que son unos salvajes, como lo decían los españoles al llegar en el siglo XVI. Por eso la virulencia y la ferocidad del lenguaje porque es una venganza a lo que las clases medias consideran una ofensa moral: que los indios hayan buscado tener lo que ellos tienen. Es un proyecto de venganza, no es un proyecto de sociedad. Uno no puede construir una sociedad con base al escarnio. El odio te sirve para movilizarte, no sirve para construir a largo aliento”.

MBS.— Ellos están jugando con el racismo colonial enraizado…

AGL.— Pero, aun así, eso no es un proyecto de sociedad, ¿qué vas a hacer con los indios que ya tienen condiciones y derechos? Algo tienes que hacer con eso. Un tiempo puedes aprovechar el desconcierto, la desorganización para imponerte, para abusar… ¿y luego…? Ese es un reto de los sectores golpistas. Nuestra obra, a los 14 años, su verdad no la has de ver ahora… No es su tiempo, no es este tiempo enlodado por el odio desde el Estado. La verdad de lo que se ha hecho se verá de aquí a un tiempo.

“El tiempo para valorar lo que hicimos nosotros no es ahora. Tiene que disiparse toda esta neblina, todo este ambiente enrarecido de desconfianza, odio, resentimientos, y su verdad se verá de aquí a un tiempo. Y para entonces debes tener la capacidad de organización, reflexión y proposición que te permita iniciar un nuevo ciclo de transformaciones”.

Vivimos de nuestro trabajo

MBS.— Usted mencionaba que, en la adolescencia, la lectura era una razón para vivir. Actualmente, Álvaro García Linera, hoy en México, pero exiliado en Argentina, ¿cuál es la razón que le sirve como motivo de vida?

AGL.— Muchas, muchas… nuestra vida siempre ha estado vinculada a la emancipación de las clases menesterosas, siempre ha dado vuelta en torno a ello: leer para actuar, prepararse, pero para accionar. Estar en el gobierno o estar en la cárcel… todo vuelve a lo mismo: un compromiso de vida por la lucha de la gente, del pueblo boliviano, de los pueblos del mundo en general, de América Latina. Y todas nuestras lecturas, nuestros pensamientos, nuestras categorías, y nuestro cuerpo ha estado siempre puesto en función de ese único criterio, nunca he tomado la vida ni como una acumulación de propiedades ni de riqueza ni de títulos ni de cargos… cada cargo siempre ha sido una eventualidad en la vida, un accidente.

“Este objetivo central, la lucha de los pueblos, la igualdad, la emancipación, el socialismo, eso no cambia, lo que cambia son las circunstancias en las que tu compromiso se lleva a la praxis: estás afuera y tienes limitaciones en estar allá, no puedes involucrarte en política donde vives porque es parte de los requisitos de un asilado. Pero puedes comentar de política del mundo, de tu país, reunirte con quien veas conveniente. Tienes más tiempo para leer, debes vivir para alimentarte porque vivimos de nuestro trabajo. Somos gente que no vive ni de cuentas bancarias en el extranjero ni de propiedades. Vivimos de lo que hacemos cada día, entonces hay que trabajar para vivir.

“La Universidad me permite trabajar para alimentarme haciendo cosas que siempre me ha gustado hacer: enseñar, leer, escribir, investigar, entonces voy a continuar con ello… Esperando el tiempo. Quizá sea corto, quizá sea largo, hay que estar preparado para todo: bailar con el tiempo, que es lo que aprendí en la cárcel, bailar con el tiempo sin ningún tipo de sorpresa, ni de desaliento, asumiendo las cosas casi siempre como previsibles…”.

Pétalos de una margarita

MBS. —¿Qué sigue en el futuro de Álvaro García Linera?

AGL.— Existe una invitación de la Universidad Nacional de San Martín [en Argentina, donde está exiliado], daré clases, escribiré, hay muchas cosas que he aprendido. Tengo 14 años de gestión estatal, pocas personas tienen tal oportunidad y quiero convertir eso en categorías conceptuales y en experiencias prácticas. Hay muchas tareas en este periodo corto o largo de exilio. Intentaré sacarle el jugo, todo siempre girando en torno a lo central: la lucha, la emancipación de las clases humildes… es como la periferia de los pétalos de una margarita: te distancias y regresas, te distancias y regresas… Todo vuelve siempre a lo mismo… ¡La lucha de la gente!

MBS.— No sé si desde afuera usted lo mira, pero en su vida pareciera que cambian las circunstancias y los actores, mas el guión pareciera el mismo: siempre está luchando contra algo…

AGL.─ Sí, es verdad. Es como una especie de misión jesuítica, que la asumí desde muy niño, debe tener que ver con mi influencia católica. Siempre he sido un hombre de misiones. La gran misión: vas con tu libro en la mano, con tu cuerpo y nada más que lo que tienes, eso que eres tú… a cumplir el objetivo o a quedar en el camino para llegar a tu objetivo: la emancipación, esa ha sido como un norte de vida. Han cambiado las circunstancias, los protagonismos, los medios, pero el camino siempre ha sido el mismo. No encuentro otra razón más de vida para mí que la de contribuir a ello.

MBS.— A bailar con el tiempo…

AGL.— Si sabes bailar con el tiempo tienes la mitad de la victoria, lo otro será la eficacia de tus herramientas: saber entender el tiempo, la disponibilidad del tiempo, el humor del tiempo para que ni te frustres ni fracases.