Usar los libros para sustituir la pata de un mueble descompuesto

Leonardo Meza Jara

I.- La lectura y los libros pueden tener múltiples usos. En las recientes investigaciones que Roger Chartier y otros intelectuales han desarrollado en el campo de la historia cultural (la historia de la lectura y el libro), se identifican múltiples conceptos y usos que se han hecho de estos objetos culturales. El acto de la lectura y los libros pueden ser concebidos como “dispositivos”. Edgardo Castro identifica cinco cualidades de los “dispositivos” que son abordadas por Foucault:

“Para ser exhaustivos, podemos delimitar la noción foucaultiana de dispositivo como sigue: 1) El dispositivo es la red de relaciones que se pueden establecer entre elementos heterogéneos: discursos, instituciones, arquitectura, reglamentos, leyes, medidas administrativas, enunciados científicos, proposiciones filosóficas, morales, filantrópicas, lo dicho y lo no-dicho. 2) EI dispositivo establece la naturaleza del nexo que puede existir entre estos elementos heterogéneos. Por ejemplo, el discurso puede aparecer como programa de una institución…  3) Se trata de una formación que en un momento dado ha tenido por función responder a una urgencia. EI dispositivo tiene así una función estratégica, como, por ejemplo, la reabsorción de una masa de población flotante que era excesiva para una economía mercantilista… 4) Además de definirse por la estructura de elementos heterogéneos, un dispositivo se define por su génesis. Foucault distingue al respecto dos momentos esenciales: un primer momento de predominio del objetivo estratégico; un segundo momento de la constitución del dispositivo propiamente dicho. 5) EI dispositivo, una vez constituido permanece tal en la medida en que tiene lugar un proceso de sobredeterminación funcional…” (“El vocabulario de Michel Foucault. Un recorrido alfabético por sus conceptos, temas y autores”, 2004, Universidad Nacional de Quilmes Editorial, Argentina).

En síntesis, un dispositivo es una forma de gobierno de los hombres que está formada por discursos y por acontecimientos históricos que son complejos. Hay un cúmulo de discursos que se han producido en torno a los libros y la lectura, que tienen un tono más o menos normativo. ¿Qué, cuándo, dónde, cómo y por qué se debe leer?, son las preguntas que pretenden responder los discursos que producen dispositivos para controlar la lectura.

En días pasados se generó una polémica en torno a una conceptualización de la lectura en una declaración de Marx Arriaga, director de Materiales Educativos de la SEP:

“Siempre entendiendo que no se trata de leer por leer, sino asumiendo que el acto de lectura es un compromiso y genera un vínculo con el texto y el autor, y en la medida que se asume este ejercicio como algo que fomenta las relaciones sociales en donde no se trata de un acto individualista de goce, sino un análisis profundo sobre las semejanzas y diferencias con los demás, se estará formando a sujetos críticos que busquen la emancipación de sus pueblos” (“Marx Arriaga afirma que la lectura debe ser una acción emancipadora, no un puro acto de placer”, El Universal, 28 de julio de 2021).

En el título de la nota del periódico El Universal se identifican indicios de una sobreinterpretación que ha dado lugar a una polémica entre los intelectuales críticos del lópezobradorismo y los intelectuales que son cercanos a la 4T y Morena. El 30 de julio, Malva Flores escribió un artículo en el sitio electrónico de Letras Libres, en el que descalifica la declaración de Arriaga y defiende la libertad de la lectura: “El odio a la literatura y al arte no es nuevo, pues representan la promesa cumplida de la libertad. Y la libertad, que es la mejor defensa del respeto a la vida, es siempre sospechosa”. El 2 de agosto, la pluma de Jesús Silva-Herzog Márquez arremetió en contra de la declaración de Arriaga en el periódico Reforma en un artículo titulado: “El placer como enemigo”.

Respecto al artículo de Malva Flores, habría que dejar en claro que la lectura no es un acto totalmente libre. Como maestra universitaria y como escritora, Flores debe saber que la lectura se controla a través de dispositivos como el currículum y el canon. Los planes y programas de las universidades determinan lo que se debe leer y lo que no debe ser leído. Por supuesto que en los currículos universitarios hay autores y libros vetados. A su vez, el control del canon que se construye en los entrecruces del mercado editorial y del campo intelectual donde los autores ejercen un poder -según Bordieu-, también genera mapas sobre lo leíble y lo no leíble. En las últimas décadas, el pacentrismo ha construido un canon que beneficia a las mafias editoriales que se reúnen en torno a las revistas Letras Libres y Nexos. El pacentrismo late detrás de los artículos publicados en contra de Marx Arriaga.

Esto último queda claro en la figura del “enemigo”, que está presente en el título del artículo de Silva-Herzog Márquez. En los circuitos de poder político y de poder intelectual que son conceptualizados por Ángel Rama como la “ciudad letrada”, Silva-Hérzog Márquez y Flores se asumen como “enemigos” de Arriaga y viceversa. La guerra política emprendida por López Obrador es también una guerra cultural, que en este caso opera sobre los dispositivos de control de la lectura. En el fondo de esta guerra, se dejan ver las luchas por el control del currículum y del canon.

Sobre el artículo de Silva-Herzog Márquez, cabe hacer una anotación. De forma similar a la manera en que la libertad de la lectura no es totalmente libre, el placer de la lectura no es plenamente neutral, ni exclusivamente estético. Incluso, el placer con el que los integrantes del Ateneo de la Juventud leían textos de poesía o filosofía en las veladas literarias a las que asistían Pedro Enríquez Ureña, Alfonso Reyes, Antonio Caso y otros, no fue totalmente neutral, ni exclusivamente estético. Las horas placenteras de lectura de los integrantes del Ateneo de la Juventud en los años finales de la dictadura porfirista, que son descritas en un artículo de Enríquez Ureña (“Días alcióneos”, en: “Estudios mexicanos”, 1984, SEP), están marcadas por un placer en el que se hacen presentes luchas de poder intelectual y de poder político entre los positivistas y los ateneístas.

El de “placer” es un concepto fundamentalmente estético, pero a partir de los aportes de Freud y Lacan, este concepto adquiere dimensiones políticas y económicas que han sido esclarecidas por los teóricos del marxismo posestructuralista como Slavoj Žižek, David Pavón Cuéllar o Jorge Alemán. En la era neoliberal hay un conjunto de usos políticos y económicos del dispositivo del placer que ameritan ser analizados a profundidad. Más allá de la pornografía y de la industria del sexo, el placer se vende y/o se compra. Por ejemplo, cuando en un comercial de Coca-cola se destapa una botella se produce un pequeño ruido que se asocia metonímicamente y/o metafóricamente con el placer de beber un refresco de esta marca. Un ruido producido en un comercial, puede ser convertido en un significante que está atravesado por un mecanismo mercantilista a través del cual se vende y/o se compra el placer de beber un refresco.

En la era neoliberal hay un conjunto de condicionamientos del placer, que politizan y economizan al deseo en los circuitos de producción capitalista donde se venden y compran objetos materiales y objetos culturales. Supongo, que a esto último se refiere Marx Arriaga al conceptualizar el acto de la lectura en la nota de prensa que causó tanta polémica. En todo caso, tendríamos que realizar un análisis empírico minucioso de los dispositivos de la lectura que asumen a esta actividad humana como un acto placentero. Una pregunta elemental a este respecto sería: ¿De qué formas se construyen los dispositivos que pretenden controlar la lectura a través del placer, en un tiempo histórico en el que los territorios del placer y el goce comienzan a ser sometidos a una cuadrícula política y económica neoliberalizante?

En el artículo de Silva-Herzog Márquez se percibe una dulce inocencia o una hábil ignorancia al conceptualizar a la lectura a partir del “placer” en la era neoliberal. El placer de la lectura o el placer que forma parte del disfrute de los objetos culturales -como el acto de mirar un cuadro- están atravesado por variables políticas y económicas que forman parte de una hegemonía neoliberal que ha sido analizada por el último Foucault y, por Christian Laval y Pierre Dardot en el libro: “La nueva razón del mundo. Ensayo sobre la sociedad neoliberal” (2013, Gedisa).

II.- La lectura no es un acto de lucha política o ideológica (tal como afirma Arriaga), tampoco es un acto de libertades plenas (como sostiene Flores) o de placeres neutrales (como afirma Silva-Herzog Márquez). Hay que tomar distancia de los mecanismos que cuadriculan la lectura a través de dispositivos variopintos. Uno de los autores más radicales en la elaboración de una filosofía crítica de la lectura es Borges, que en el cuento “Del rigor de la ciencia” deconstruye de forma explosiva los mecanismos de dominio cultural, político e ideológico que se depositan en diferentes territorios donde se construye el saber, en este caso, la lectura y los libros:

“En aquel Imperio, el Arte de la Cartografía logró tal Perfección que el mapa de una sola Provincia ocupaba toda una Ciudad, y el mapa del Imperio, toda una Provincia. Con el tiempo, estos Mapas Desmesurados no satisficieron y los Colegios de Cartógrafos levantaron un Mapa del Imperio, que tenía el tamaño del Imperio y coincidía puntualmente con él.

Menos Adictas al Estudio de la Cartografía, las Generaciones Siguientes entendieron que ese dilatado Mapa era Inútil y no sin Impiedad lo entregaron a las Inclemencias del Sol y los Inviernos. En los desiertos del Oeste perduran despedazadas Ruinas del Mapa, habitadas por Animales y por Mendigos; en todo el País no hay otra reliquia de las Disciplinas Geográficas.”

Hay veces, en que los mapas del currículo y del canon de la lectura se destruyen por sí mismos al paso de los años. Hay veces, en que esos mapas de dominación de la lectura requieren ser intervenidos y deconstruidos, para mostrar las vísceras de poder cultural y de poder político que los sostienen. Es posible romper de forma radical con los usos y costumbres que se han construido como mecanismos de control de la lectura y de los libros. Sencillamente, los libros también sirven para sustituir las patas de un mueble descompuesto, sobre todo cuando su grosor y su inutilidad van de la mano…