Una década de revistas latinoamericanas (1924-1934)

Roberto Reyes Tarazona

La resonancia de las acciones humanas no marcha de manera uniforme en el tiempo, en un discurrir lineal, sino alcanza picos y depresiones, de acuerdo con las circunstancias históricas. Esto se nota sobre todo en el campo de la política. En ella, lo usual es que solo en determinadas coyunturas surjan movimientos sociales que propician el surgimiento de partidos signados por nuevas ideologías o posturas en su búsqueda de acceder al poder, y en torno a lo cual se producen múltiples manifestaciones de cambio o de resistencia. Estas coyunturas, en algunos casos, pueden repercutir o proyectarse en décadas posteriores.

Algo similar ocurre en el campo cultural, obviamente en función a sus propias expresiones, aunque su repercusión y alcance es bastante menor que el propio de la política, pues, por lo general, su impacto se limita a determinados sectores de la sociedad. Solo en contadas ocasiones ambas expresiones tienden a convergir; cuando esto sucede, la visibilidad y alcance de los hechos es particularmente notoria, tanto que pueden marcar una época.

En Perú, nuestro país, la etapa en que ambos procesos confluyeron corresponde a la década del veinte del siglo pasado. En los años cincuenta se produjo también un movimiento que alcanzó gran trascendencia, protagonizado por la denominada Generación del 50, en el contexto de un proceso de modernización centralizado en lo urbano, pero, a diferencia del mencionado líneas arriba, lo cultural se impuso a lo político. En las dos décadas siguientes se produjo un proceso inverso, pues la gran efervescencia política no tuvo un acompañamiento cultural de la misma magnitud, aunque en la literatura y el arte se produjeron particularmente obras importantes.

En el estudio de Ricardo Melgar Bao, Revistas de vanguardia e izquierda militante. América Latina 1924-1934, el título prefigura que lo ocurrido en el Perú en relación con la producción de revistas es concurrente a estas dos manifestaciones en nuestro continente. Y si bien el título del texto pareciera inclinarse al ámbito político, en el desarrollo del trabajo se advierte cuan ligados estaban los movimientos políticos con los literarios y artísticos de vanguardia en los años fijados como periodo de estudio.

En este sentido, debe tenerse en cuenta que las revistas no son consideradas solo en su rol de medio de difusión de producción intelectual, artística, política y de noticias, sino que ellas son tomadas como símbolos culturales, como órganos periódicos que conllevan no solo un contenido explícito y un tratamiento (científico, artístico, ensayístico, etc.) de los temas tratados, sino que consideran un despliegue de aspectos concurrentes a ellas, como son los aparatos de producción editorial, los mecanismos de difusión, el público lector, las propuestas y políticas explicitadas en la selección del material que compone las revistas, así como los otros medios de difusión complementarios o afines a las revistas, como libros, boletines, periódicos.

En nuestro país, el caso de la aparición de la revista Amauta y otros medios de difusión escrita convergentes a ella son un ejemplo representativo de esta articulación de arte, literatura y política, no necesariamente armónica, pero sí de gran proyección, en la medida que se constituye en un factor esencial en la conformación de la red de publicaciones que buscan dar tribuna a las ideas y manifestaciones del socialismo, el antiimperialismo, la democratización y las reivindicaciones sociales que se dan a lo largo de América Latina en las décadas del veinte y treinta, en paralelo con la búsqueda de lenguajes y expresiones vanguardistas.

Amauta, la revista que fundó José Carlos Mariátegui en 1926, se mantuvo como una publicación de alcance y reconocimiento continental hasta 1930, año en que dejó de salir. En el capítulo 2 del libro, Melgar Bao centra su análisis en la etapa de su aparición y primeros números, titulando su artículo “Revista Amauta(1926-1927) primera época: política cultural y redes artísticas e intelectuales”.

Antes de internarse en las consideraciones del significado, alcances y características que el autor del libro desarrolla sobre Amauta, es necesario advertir que la década de los años veinte en el Perú está signada por la creación del Partido Socialista, el APRA, los movimientos estudiantiles, motivados por la Reforma Universitaria de Argentina, y las expresiones del indigenismo regional. Algo similar, aunque con las particularidades del caso, ocurría en Ecuador, tema del capítulo 1, titulado “Marxismo y socialismo en el Ecuador: la cuestión de los orígenes en la revista La Antorcha (1924-1925)”. En las revistas de los otros países latinoamericanos tratados, salvo la cuestión indígena, el contexto ofrece características comunes con lo ocurrido en el Perú, aunque en ellos serán más destacados los ecos de la Revolución rusa y la Revolución mexicana. Es el caso del capítulo 3, denominado “La revista Atuei (1927 y 1928) y la militancia aprista en Cuba”; y, obviamente, México, en el capítulo 4, el que lleva por nombre “El antiimperialismo de la revista Indoamérica: México, 1928”.

El alcance de lo ocurrido y expresado en la producción política y cultural de América Latina y sus proyecciones en Europa, concretamente en España, se manifiesta en los dos últimos casos abordados por Melgar. En el capítulo 5, “Hispanoamericanismo antiimperialista: Bolívar, 1930-1931”, se trata de una revista publicada en Madrid, lo mismo que la considerada en el capítulo 6, “América Latina en la revista Octubre de Madrid, 1933-1934: redes intelectuales antifascistas”.

En lo que respecta a las ideas que rigen el acercamiento de Melgar al significado y características de las revistas, estas provienen de diversas disciplinas: la historia, las ciencias sociales, la política, la literatura, el arte. Es, pues, un prisma interdisciplinario, como lo califica el autor al final del libro. Esto no implica un encuentro armónico entre ellas, pues en más de un caso, incluso al interior de las revistas, se van a producir contradicciones entre los colaboradores y, con mayor razón, entre los puntos de vista políticos, ideológicos y culturales de quienes se adscriben en torno a una publicación y quienes encarnan la representación de lo establecido en sus diversas facetas. Incluso, como también es de esperar, aún en un periodo tan breve como el dedicado a las revistas de los años delimitados en el estudio, los desencuentros empiezan a evidenciarse, lo cual –fuera ya del ámbito del estudio– va a terminar en un antagonismo cada vez mayor, como es el caso de APRA con el socialismo.

Y ya que se ha mencionado a este partido político, cabe resaltar su presencia a nivel continental en sus inicios, tanto así que no es un movimiento restringido al Perú, como país originario de su fundador, Víctor Raúl Haya de la Torre, sino que su alcance original, en los casos de estudio, alcanza a Cuba, donde, en el capítulo dedicado a la revista Atuei, el autor desarrolla un planteamiento sobre la proyección aprista en el Caribe. De manera similar, en el capítulo sobre el antiimperialismo en la revista Indoamérica (término preferido por los intelectuales y políticos apristas para hablar de América Latina), el autor desarrolla un ítem sobre los apristas y las redes intelectuales. Asimismo, en las revistas editadas en España, la presencia de la concepción aprista, de una u otra manera, se hace presente.

Otra consideración respecto a la época es la referente al papel de las ciudades, que, en general, son consideradas no solo como escenarios de la actividad intelectual y política propiciada por las revistas, sino una condición y un estímulo para la búsqueda de nuevas formas de expresión, en la medida de que ellas eran espacios de reconfiguración de la vida social. De este modo, Melgar considera que las revistas, además de ser un producto que respondía a las exigencias del mundo moderno, en algunos casos eran agentes de cambio.

Un elemento de configuración de las redes de integración generacional, como lo considera el autor del libro, es el exilio. El establecimiento y acción fuera de sus países de origen, en la mayor parte de casos impuesta por las medidas de represión de los gobernantes (aunque el abandono del país de origen en función a intereses personales no era algo raro), constituía una de las principales razones para la presencia de intelectuales de distintos países, principalmente de España y Francia. En general, pronto se sumaban a los grupos de intelectuales y políticos que, coincidiendo en puntos de vista culturales e ideología, formaban núcleos que desarrollaban acciones comunes.

En el caso peruano, la movilidad de Víctor Raúl Haya de la Torre y, al inicio de la década del veinte, de José Carlos Mariátegui, eran las más notorias. En el caso de las revistas motivo del estudio, el autor señala –para continuar con el caso peruano– a intelectuales como Pablo Abril de Vivero, director fundador de Bolívar, y a Xavier Abril, impulsor de la revista Octubre. A ellos se suman César Falcón, Armando Bazán, Palmiro Maquiavelo y César Vallejo, entre otros.

En el caso de Amauta, Melgar asume, como punto de partida, su papel “como pivote de una nueva política cultural”, enfatizando que se trata de una política cultural de izquierda en la historia peruana y continental. Como es usual, esta revista no surge de la nada, pues tiene como antecedentes la revista bibliográfica Libros y Revistas, y las revistas Nuestra Época, La Razón y Claridad, las cuales constituyen el soporte de experiencias personales e intelectuales que aplicará en la conducción de Amauta.

Melgar considera que Mariátegui había previsto que la revista que dirigía debía tener una posición de frente de orientación socialista, constituyéndose en un vehículo de ideas, tanto políticas como culturales y de arte y literatura. En este camino debió deslindar con intelectuales que compartían algunos de sus principios, sobre todos políticos, como el necesario antiimperialismo, la posición socialista o la valoración positiva de la vanguardia cultural, como es el caso de Jorge Falcón. Con este compañero de experiencias políticas disentía de su postura en relación con el indigenismo y el indianismo, considerando que este se inclinaba por el apoyo a una posición universalista cercana al hispanismo.

Pese a que su apoyo al indigenismo constituyó una fuente de discusión con otros intelectuales y políticos con quienes compartía posiciones afines, continuó con su línea de conformación de un frente cultural. A este objetivo dedicó sus mayores esfuerzos, esforzándose en articular el socialismo, el arte vanguardista y el indigenismo, en confrontación con las expresiones decadentes y reaccionarias, propias de la oligarquía, el feudalismo y el imperialismo.

Una vez definido el curso y la posición de Amauta, Mariátegui enrumbó parte de sus esfuerzos a la creación de la imprenta y editorial Minerva, en la medida que, con el respaldo de un aparato de producción de impresos, como revistas, libros, periódicos, folletos, manifiestos, etc. se podrían asumir de manera más sólida los requerimientos de difusión de ideas. Este centro editorial ampliaría el espectro de medios de divulgación de propuestas políticas y culturales, como las conferencias y tertulias en diversos escenarios.

Con estos instrumentos y su permanente prédica política y cultural, Mariátegui consideró estar en condiciones de ser efectivamente “la voz de un movimiento y de una generación”, capaz de integrarse y enriquecer con su aporte nacional a las corrientes de renovación y aspiración popular existentes en el continente. De esta manera, consideraba estar en camino de cumplir con reforzar el polo ideológico, político y cultural de su época.

De manera similar a la desarrollada en la integración de un grupo de intelectuales agrupados en torno a una publicación que respondiera a las demandas de una etapa de cambios, de inquietudes, de búsquedas, de reivindicaciones, Melgar se interna en las distintas respuestas y expresiones de las otras cinco revistas mencionadas en su medio particular, ofreciendo un panorama histórico continental, desde una coherente perspectiva intelectual y política. El resultado es un documento que contribuye de manera significativa a la comprensión de nuestro pasado común, más allá de nuestras fronteras. Además, como en muy pocos casos, el libro de Melgar se constituye en una guía de acercamiento a otras etapas de nuestra historia, tan compleja y a la vez tan parecida en el fondo.

En definitiva, Revistas de vanguardia e izquierda militante, América Latina 1924-1934, además de constituirse en una contribución significativa al conocimiento de nuestra historia latinoamericana en multitud de aspectos, es un legado que pone en evidencia la enorme capacidad intelectual y entrañable personalidad de Ricardo Melgar Bao, una figura que se convertirá en un referente para las futuras generaciones.