Un ganador improbable contra una previsible perdedora

Daniel Kersffeld

1) La victoria de Pedro Castillo en Perú animaría a una izquierda sudamericana cada vez más moderada en cuanto a sus pretensiones y reivindicaciones, y que se notaba desorientada después de la derrota del correísmo en Ecuador frente a la propuesta de Guillermo Lasso.

2) En este sentido para analizar el posible triunfo de Castillo en Perú se debe tomar nota de cuatro elementos: profundidad de la crisis económica, situación de la crisis sanitaria, nivel de protesta social y capacidad de las “élites” gobernantes por reciclarse y conservar el poder.

3) A diferencia de otros casos en la región en los últimos veinte años, Perú en ningún momento tuvo un gobierno que pudiera calificarse de izquierda, progresista o posneoliberal. Lo más cercano podrían ser los primeros tiempos del mandato de Ollanta Humala (2011-2016).

4) Sin embargo, la izquierda triunfante en Perú es diferente a la que resultaba más conocida, la del partido Nuevo Perú que conduce Verónika Mendoza, más a tono con propuestas similares engarzadas en el Grupo de Puebla, y caracterizadas por una mayor presencia estatal para promover derechos sociales de distinta índole.

5) En este sentido, la izquierda de Pedro Castillo se centra en el “Perú profundo”, tiene una estructura de base sindical y un contenido plebeyo y campesino que lo acerca sobre todo al MAS boliviano. En varios sentidos, su ideología es conservadora, sobre todo, en temas de derechos de género y LGBTI.

6) Pedro Castillo y, sobre todo Perú Libre, plantean un signo de interrogación en torno a sus posibilidades de gobernar a una sociedad fracturada al medio, y en la que una mitad se centra en la lucha por “la libertad” y “contra el comunismo”, y que la otra plantea el rechazo a Keiko Fujimori, justamente quien por su pasado personal y la historia de su padre no debía aparecer públicamente.

7) La principal ventaja que tendrá Castillo, sobre todo en sus primeros meses, es el inevitable desgaste de dicho establishment peruano: fue fragmentado en varias opciones en la primera vuelta, debió hacer campaña por su peor candidata, y deberá digerir una derrota histórica. En medio del desconcierto y de los pases de factura, probablemente se responsabilizará a la familia Fujimori por un fracaso que se podría haber evitado. ¿Fin del fujimorismo como corriente política?

8) Pero Castillo tendría enormes problemas para hacer frente a la difícil situación de Perú. Habrá que prestar atención a las tensiones internas de un partido político que hasta hace dos meses ni siquiera se imaginaba como gobierno. Diferencias de enfoque y distintas miradas entre “teóricos” y “prácticos”, podrían provocar serias desavenencias entre el partido y el gobierno, y hacia el interior de este último.

9) Por otro lado, habría que ver cómo los apoyos políticos durante la campaña se traducen en alianzas duraderas para la gestión del gobierno. Por ende, deberá ampliar su base social y, sobre todo, no confiarse demasiado en aquellos que sólo lo vieron como opción frente al fujimorismo. La oposición, mientras se reordena, aprovecha para capitalizar todo error político que cometa el gobierno.

10) El tercer factor al que tendrá que hacer frente Castillo es al propio Estado, una maquinaria burocrática ligada al establishment y que ha sido moldeado por gobiernos de un signo ideológico opuesto y que podrá ofrecer resistencias a sus órdenes y disposiciones a fin de favorecer al conflicto y restarle capacidad de ejecución.

11) El cuarto desafío sería el frente internacional. No es un desafío menor si se piensa que Perú Libre no desarrolló una propuesta propia de política exterior, algo claramente insuficiente frente a Estados Unidos, la Unión Europea y la OEA.

12) Finalmente, el triunfo de Pedro Castillo abriría la posibilidad a un cambio de amplias proporciones en el escenario político peruano. Aun si el candidato fuera desconocido por actas observadas o por acusaciones de fraude, lo cierto es que la mitad de la ciudadanía consideró como un imperativo el cambio radical. Difícil escenario si es que Keiko Fujimori finalmente asume el gobierno en estas condiciones, con una “paz social” garantizada sólo a través del uso de la fuerza.