Taibo II, Harfuch y las tensiones creativas

CE, Intervención y Coyuntura

Hace unas semanas el afamado escritor y hoy director de la editorial del Estado mexicano Paco Ignacio Taibo II dirigió una crítica hacia el partido Morena, haciendo evidente que existían tendencias que horadaban su sentido popular y militante. Los medios que cubrieron el evento señalaron que Taibo II llamó a “leer” para evitar los derrapes que tuvo el Partido de la Revolución Democrática. Vale la pena deslindar algunos elementos de la crítica y el eje central del problema.

Y es que, Taibo II, ha marcado una clara línea en favor de Clara Brugada, la exalcaldesa (antes exdelegada) de Iztapalapa. Aparentemente no hay conexión entre la crítica y el apoyo. Pero en la posición de Taibo II se juega una tensión que debe ser señalada. Y es que buena parte de lo que se ha articulado en torno a Brugada no es otra cosa que el viejo experredismo. Y no sólo por la repetición de nombres como Francisco Chiguil (o en la arena de enfrente René Bejarano o Armando Quintero), sino sobre todo por los métodos de trabajo.

La política partidista de la campaña de Brugada recuerda mucho a los años “hegemónicos” o dominantes –usando el lenguaje de la ciencia política– del PRD en la capital. Al ver el despliegue de las capacidades de redes y operadores, podríamos regresar al año 2009, con la intensa pre-campaña que se convirtió en una “aplanadora” en la ciudad. La gran diferencia es que en ese momento la idea de una política distinta, aliada a lo popular, crítica de la intermediación, no estaba en el ejecutivo. Los métodos de la campaña de la exalcaldesa, quien trae consigo una celebrada gestión, recuerdan y reviven los años del esplendor del aparato perredista. Para salir del círculo, Brugada se ha fotografiado con connotados intelectuales –hombres y mujeres– y con círculos empresariales. Así, los mítines de masas, con gorras, mantas, regalos, se alternan con una política de alianzas no tan clara aún.

Por lo demás, ha entrado en contradicción con la campaña de Harfuch. Básicamente tenemos a las estructuras partidarias que ingresaron a Morena en los últimos años trabajando para él. La suma de personajes como Quintero o Bejarano reviven, de nuevo, el perredismo y sus juegos de alianzas. La diferencia es que Harfuch efectivamente tiene el apoyo del aparato mediático, ya del padre de su expareja (Salinas Pliego), ya de acuerdos empresariales evidentes para todo el mundo. A Harfuch no lo apoyan intelectuales o personalidades semejantes, sino poderes económicos. Hay que decir que el deterioro de su imagen va acompañado de la campaña de presentarlo como el policía malévolo-neoliberal, aunque todo parece indicar que es más un repetidor; análisis que habrá que hacerse.

Finalmente, la tensión creativa la dio Hugo López-Gatell, que aprovechando su capital simbólico –que le genera tanto simpatías como enemistades– pateó el tablero y rompió el eslabón más débil: inauguró una campaña donde puso la palabra en primer orden (a partir de visitar las grandes empresas mediáticas y en donde tiene un fuerte frente a sus competidores) y la austeridad, para deslindarse de la práctica de la política de masas inertes en mítines. Además, aunque no lo ha explotado suficiente, no contaminó visual ni materialmente la ciudad.

La tensión creativa está abierta: o Morena marca una línea hasta ahora similar a la del casi extinto PRD o rompe con el privilegio de los intermediarios y gestores. Si continúa con esa línea, tiene dos formas posibles, la popular y la burguesa (que no son las mismas en muchos aspectos, aunque en sus formas se parezcan); si rompe, apuesta por una política en buena medida inédita en la capital. Taibo ha señalado el posible destino, que no está en una lectura en su sentido literal, sino en una lectura política de mayor anclaje en las posibilidades de la sociedad.