Sobre Patología del ser, de Ramón Martínez Ocaranza
Pável Granados
- Ramón Martínez Ocaranza. Patología del ser (1981), pról. Jorge Aguilera López. México, Malpaís, 2014. (Colección Archivo Negro de la Poesía)
El título de este libro es Patología del ser. En efecto, el Ser está enfermo. Sólo que no tenemos el diagnóstico con claridad. No sabemos si lo extendió el dentista, el neurólogo o, bien, el reumatólogo. En todo caso, ¿cuáles serán los cuidados que deberá tener? Si está condenado a llevar muletas, si se tendrá que poner a dieta o si se trata de algo más grave. De qué se alimentará y qué dirá su familia. Cuándo es la próxima consulta y cuál será el costo para el Ser. De qué se ocupará en su convalecencia para no aburrirse. Son preguntas que haría un poeta, pero más precisamente un poeta de la especie de los poeticistas, aquellos con los que el autor de este libro, Ramón Martínez Ocaranza (1915-1982) tuvo cercanía. A uno de ellos, Enrique González Rojo, le pregunté en qué consistía el Poeticismo, y me respondió: “Era un intento de prolongar las metáforas. Si se habla del aliento de Dios, como dicen los poetas, entonces, Dios también tendría dientes y aparato digestivo…” ¡Ah, entonces, los Poeticistas son una subespecie de los gongorinos! Porque, a contracorriente de las vanguardias, que aparentemente habían terminado con las metáforas para seguir con las imágenes, los Poeticistas seguían con el procedimiento del viejo poeta de Córdoba. Sin embargo, hay otro aspecto de estos poetas, y era que parecía que habían caído en el mundo de los silogismos. Si una cosa es tal cosa, entonces tal cosa es tal otra. Pero a un grado delirante. “Todos los manicomios están locos. / Del uno al cien. Del cien al infinito.” Más adelante: “Todos los locos beben manicomios en la sustancia de sus manicomios.” La muerte de la muerte, la conciencia de la conciencia… En fin, son juegos que se juegan en este poema hecho de puentes entre obras poéticas, de neuróticas referencias a Rimbaud, Dostoyevski y Dante, entre otros. Este poema grita para sí mismo, es un volcán de bolsillo cuya lava cae dentro de sí. ¿Por qué su erupción no irrumpe hacia afuera? Se trata de un poema, al mismo tiempo, lleno de silencio. Yo diría que hay un camino de la crítica literaria que no debería existir sólo para hacer el juicio de una obra, ya que tiene como resultado impedir el diálogo con las obras. Debería de existir un aspecto de la crítica literaria que escuchara a las obras y dialogara con ellas. No sólo decirnos qué es lo que quieren decir, cuando los críticos se convierten en vicarios de las obras. En este caso, el autor del prólogo plantea que la poesía pura (o bien la poesía comprometida) es en general la regla para medir la creación poética. Comparto la idea de que muchas veces se mide la poesía con ideas preconcebidas, con tradiciones rígidas. Se mira a la poesía desde las ideas generales, cuando las opiniones se deberían de construir desde los discursos particulares. Se puede, así, aproximar el oído a este poema que bulle de maldiciones y de silogismos.