Sobre "Fútbol y Teoría Crítica" de Luis Martínez Andrade

  • Luis Martínez Andrade. Fútbol y teoría crítica. España, La Vorágine, 2020.

Jaime Ortega

Dos actitudes han marcado la relación de la intelectualidad con el fútbol. Por un lado, la arrogancia del elitista, que se mantiene al margen de los deportes populares. Rechaza sus giros plebeyos, llenos de violencia, machismo y otros elementos que consideran poco civilizados. Son hijos del Gustav Le bon y Ortega y Gasset: la masa seguidora del fútbol es poco más que despreciable. Pocos, pero abundan aún.

Del otro lado se han colocado los que, ante el refinamiento de los primeros, han optado por subirse a la popularidad de un deporte que deja espacios amplios a las miradas. No han faltado los que, forzadamente, se han vuelto expertos en el fútbol, tratando de sobre-interpretar cada acontecimiento.

Romper esa inercia es difícil, es por eso que cobra gran valía el esfuerzo de Luis Martínez Andrade –mexicano radicado en Bélgica– en su libro Fútbol y teoría crítica. A diferencia de los primeros, Martínez reconoce la identidad plebeya del juego; a diferencia de los segundos, muestra las contradicciones, matices, espacios vacíos. El fútbol es praxis, y como toda ella, se encuentra en medio de relaciones sociales, procesos de mercantilización y subsunción, generando espacios de autonomía y resistencia.

No es un libro que teorice el fútbol. Estamos más bien ante una estrategia benjaminiana de urdir una constelación. A partir de historias breves, Martínez Andrade reconstruye la dinámica compleja del deporte. Atravesado por elementos políticos –por ejemplo en el fútbol soviético–, emancipatorios –como en el caso brasileño– o desgarradores –como en la guerra que destruyó Yugoslavia. No deja de señalar una identidad con personajes espinosos, como Maradona.

A diferencia de otros, lo hace desde un corpus teórico. Recoge la crítica de la economía política, no para teorizar y abstraer la práctica concreta, sino para emplazar una lectura de una multiplicidad de fenómenos que, sin estar al margen de las relaciones mercantil-capitalistas, siempre rehúyen. Más que una razón de la historia, el fútbol muestra que es en esos momentos gregarios y comunitarios, donde encontramos la pasión por la historia.

El subtítulo “Ilusiones del balón y del sujeto abstracto” es representativo de su perspectiva. El balón es la comunidad ilusoria de la que habló Marx, ese momento esporádico en el cual los seres humanos dejan al lado las relaciones sociales que portan más allá de sus decisiones individuales y proceden a construir otro tipo de socialidad. Una que los hermana cuando los enfrenta, que reconoce que la conflictividad es permanente, pero no insalvable. El problema, como bien dice el subtítulo, es que es un sujeto abstracto –el que crea y recrea la valorización del valor– atrapado por unas profundas y sólidas telarañas mercantiles, comerciales e industriales, las que han terminado de romper la comunidad del balón. Parafraseando a Marx, no solo valorizamos el valor, sino también hemos visto la valorización del balón y Qatar es el ejemplo cúspide.

Si los obrerista hablaron, retomando al autor de El Capital, de la “mano rebelde del trabajo”, Martínez Andrade nos habla, en no pocos capítulos de ese pie rebelde que patea el balón, más allá y a pesar del sujeto abstracto. Los ejemplos, elevados a categoría de verdaderos apósteles que redimen los pesares de la masa en 90 minutos se encuentran pro aquí y por allá. Es el Sócrates de la Democracia Corintiana. Es el Maradona anti colonial de México 1986. Es el Zanetti proclive al zapatismo en el Turín industrial. Podríamos agregar al Menotti admirador del Che.

Aun hay mucho trabajo que hacer. Recuerdo ahora como en una sociedad que apostó a la racionalidad instrumental, siempre tuvo en sus jugadores de fútbol a verdaderas encarnaciones del pensamiento mágico, llena de simbolismos en sus cábalas. Pienso en la obligación de reconstruir la historia de Cristiano Lucareli, aquel jugador oriundo del Livorno, que rendía tributo al lugar donde se fundó el Partido Comunista Italiano tributando al Che, mientras su afición cantaba el himno partisano. Pienso en los ejemplos de las protestas urbanas que irrumpen en el tiempo abstracto de las ciudades y cortando las circulaciones inauguran efímeros espacios urbanos de juego.

Martínez Andrade, recogiendo una amplia y vasta bibliografía, en varios idiomas, nos ha dado un pertinente y necesario cambio de juego.