Perspectivas fiscales 2023
Enrique Vera Estrada
El 2022 fue un año de grave turbulencia económica y financiera. Ningún país salió bien librado de esta situación. Por primera vez en 40 años la economía de China acumuló un crecimiento inferior al de la economía mundial. Su crecimiento acumulado fue de tan sólo un 3.3 por ciento, cuando por lo general los crecimientos del gigante asiático superaron el 8 por ciento anual. Y la pandemia económica atacó incluso a países de la Unión Europea, en donde el bajo crecimiento fue acompañado de índices inflacionarios no vistos en casi medio siglo. La inflación en tal zona económica superó el 10 por ciento anual, afectando a economías poderosas como Alemania y Reino Unido. El disparo del precio de los energéticos afectó a millones de consumidores que tuvieron que pagar gasolinas, gas y electricidad a precios alarmantemente altos, a pesar de los cuantiosos subsidios aplicados por sus gobiernos. El resultado del conflicto bélico entre Rusia y Ucrania explica el disparo de los precios de los productos y servicios más consumidos por las clases vulnerables o de menor poder adquisitivo. La inflación hubiese tenido más fuerza si las monedas de los países hubieran experimentado una depreciación mayor.
Aparte del incremento del precio de los energéticos, el precio de alimentos básicos como el maíz, el trigo, el arroz y la cebada castigó a las clase media y baja, que destinan más del 50 por ciento de sus ingresos al consumo de estos alimentos básicos. La clase pudiente salió bien librada de este choque de oferta de materias primas a nivel mundial. Esto se constata por el importante crecimiento de las utilidades de las grandes empresas trasnacionales, que acumularon enormes ganancias por la venta de productos, en especial alimentos básicos y energéticos. En contrapartida, el salario fue castigado, ya que perdió terreno por la aparición de esa inflación. En la mayoría de los países la retribución salarial se quedó a la zaga de la carestía de la vida. Y al mismo tiempo las ganancias o utilidades crecieron en forma desproporcional, provocando con ello una distribución más regresiva de la renta a nivel mundial, es decir, los ricos se hicieron más ricos y los pobres se hicieron cada vez más pobres. La polarización de las clases sociales es cada vez más fuerte en estos momentos. El salario va muy a la zaga de las plusvalías o utilidades de las grandes empresas. Y esto es un serio impedimento para el retorno del crecimiento económico, ya que el consumo privado interno –sobre todo el gasto familiar– se verá estancado por esa heterogeneidad tan marcada en los niveles de ingreso agregados.
Lo importante de hacer notar ello es que tanto la economía real como la economía financiera salieron afectadas en todo el 2022. La galopante inflación afectó el nivel de consumo de millones de familias en todo el mundo. Millones de personas que antes se ubicaban como de clase media ahora están formando parte del ejército de personas en condición vulnerable. La asistencia de los gobiernos sigue siendo vital, a través de subsidios, servicios gratuitos, y en muchas ocasiones a través del reparto de despensas y cheques a cargo de los gobiernos. Y, en ese contexto, se puede mencionar que los presupuestos públicos de muchos países estaban muy desbalanceados, con fuertes déficits originados primero por el surgimiento de la pandemia sanitaria y ahora por el incremento del costo de la vida en todo el mundo. Si bien se ha practicado una política monetaria más restrictiva, con tasa de interés más elevadas, las políticas fiscales, hasta finales de 2022, seguían siendo expansivas en muchos países, por los apoyos públicos necesarios que se han presentado desde hace más de tres años. Sin embargo, los gobiernos ya tendrán que pagar todo ese dinero recibido por préstamos financieros, en especial de instituciones como bancos internacionales y sociedades de inversión, quienes detentan grandes lotes de bonos públicos dentro de sus activos.
Pero lo más importante de mencionar es que quizás se presente una verdadera crisis fiscal en muchos países, la cual también será un freno al crecimiento y el empleo en todo el orbe. Una crisis de deuda como la que se presentó hacer poco más de diez años, y que puso contra la pared no solo a gobiernos sino también a grandes bancos comerciales y fondos de pensiones que tenían en su haber grandes lotes de bonos públicos que no pudieron cobrar o convertirlos en efectivo, por lo cual tuvieron que entrar en un proceso de quiebra o en su defecto fueron rescatados con fondos públicos. Algunos bancos eran “demasiado grandes para quebrar”.
Posteriormente, fue necesario hacer un saneamiento fiscal, en donde se tuvieron que reducir los desembolsos de los gobiernos y al mismo tiempo la presión tributaria debía de ser mayor. En algunos casos, como en Grecia, se llegó al extremo de vender empresas y otros activos de su gobierno. El costo del desendeudamiento fue muy elevado. En otras palabras, se tuvo que pasar de una política de gasto deficitario a uno superavitario para liquidar los pasivos con acreedores internacionales.
Con la aparición de la crisis de suministros internacionales que causaron inflación en todo el mundo no fue posible llevar a cabo el saneamiento fiscal, y ahora, a partir de 2023 el gasto público en muchos países, incluyendo México, estarán muy comprometido. En el caso de nuestro país es importante resaltar que el pago de amortización de la deuda pública exige un gasto anual de más de un billón de pesos. En otras latitudes el endeudamiento es mucho más grave y exigirá hacer enormes sacrificios para que los gobiernos puedan tener un balance fiscal aceptable. La misma situación que se presentaba hace diez años con la crisis de la deuda, en diversos países del globo, ahora se estará presentando. Es de preocupar la situación de la principal potencia económica, que ya está previendo el riesgo de caer en un default, debido a que no tiene liquidez suficiente para hacer los pagos de los poseedores de sus bonos públicos. Simplemente el banco central chino cuenta dentro de sus activos con un monto de bonos del Tesoro estadounidense con un valor de un billón de dólares. Y la misma situación ocurre en muchos países del mundo, donde la gravedad fiscal será un serio obstáculo para el crecimiento de sus economías. El recortar el gasto público –en aras de retomar el equilibro fiscal– en un contexto de recesión es algo que quizá empeore la situación económica en muchos países del globo. Una inflación creciente con gastos públicos más reducidos puede ser una combinación letal para muchos segmentos de las sociedades, en especial las clases vulnerables. Y en muchos países del mundo la única opción que tienen sus gobiernos para pagar a sus acreedores es recurrir a la imprenta de billetes, lo cual sólo acrecentaría más la inflación que padecen, y con ello el castigo a las clases vulnerables sería mayor. Esta situación se dio en México en la década de los años ochenta, en donde Banco de México imprimió toneladas de billetes para liquidar parte del pasivo público, ya que ni la mayor presión fiscal, ni la eliminación de subsidios, ni el incremento en las cuotas de los servicios públicos, y ni siquiera el recorte del gasto público fueron suficientes para conseguir el dinero que se utilizaría para amortizar parte de la deuda.
La inminente crisis fiscal que vendrá implicará grandes costos y sacrificios para gobiernos y sociedades. Como siempre, los perdedores de este desequilibrio económico serán los que menos tienen.