Paracas 2.0*

Raúl Soto

Fue en 1994, cuando Néstor Madalengoitia vio por primera vez varios mantos Paracas en el Museo de Brooklyn, Nueva York. Un manto en particular le llamó la atención, no solo por la riqueza cromática característica de la textilería Paracas, sino por el finísimo tejido de encaje que lo enmarcaba. Mientras algunos de los mantos de la colección tenían flecos, este originalmente ostentaba 90 figuras complejísimas en el borde, de las que se han conservado solo 85. Encaje no es una palabra precisa para describir el trabajo sofisticado y complejo del entretejido Paracas: la mayoría de las figuras representadas son estilizaciones antropomórficas o de seres míticos y algunas de animales y plantas. Todo el diseño del manto tiene una sofisticación y una imaginería asombrosas: parece haber sido elaborado por un programa digital o de la llamada inteligencia artificial. A Madalengoitia le tomó más de dos décadas –mientras continuaba su trabajo pictórico habitual y como muralista– para resolver estéticamente la representación de las 85 figuras del manto. En el caso de las cinco cercenadas por el tiempo –de la 31 a la 35– tuvo que recrear el patrón del encaje siguiendo las piernas incorporadas en el manto mismo. El artista decidió escoger un formato pequeño y, principalmente, la técnica mixta de la acuarela y el acrílico sobre cartulina Arches, adecuados para organizar el conjunto de esta muestra. Todo el proceso de producción de los cuadros le ha tomado varios años y si observamos la exposición detenidamente podremos identificar patrones en la composición y en el uso de las acuarelas y los acrílicos.

En cuanto a la composición, Madalengoitia ha reproducido –en el sentido de vuelto a producir– la complejidad de las 85 imágenes Paracas y ha yuxtapuesto figuras humanas practicando movimientos corporales del taichí o de diversas danzas. He aquí el simbolismo paralelo en juego: el acto lúdico de la producción plástica. El simbolismo indescifrable de la iconografía dinámica del manto Paracas –las figuras no están estáticas– va paralelo con el simbolismo del movimiento corporal de estos cuadros: dos códigos culturales se encuentran en el tiempo y en el espacio. O sea, hay un sincretismo entre estos dos lenguajes y, a la vez, una dualidad simbólica. Madalengoitia logra un efecto tridimensional al fusionar sus imágenes con las figuras Paracas, resaltando el efecto visual de los colores empleados. Además de la intertextualidad visual referida, los cuadros se enriquecen con frases insertadas. Estas inscripciones textuales no siguen una linealidad sintáctica, más bien complementan el trabajo del color y de la significación total. Muchos textos de esta caligrafía son difíciles de seguir y enmarcan las figuras representadas, aunque algunos están escritos en ellas como si fueran tatuajes. Así, el cuadro número 30 es atípico por dos razones: la figura humana es un saxofonista y contiene el vocablo JAZZ, escrito en todo su cuerpo e instrumento musical. En cuadros recientes –los que van del número 76 al 80, específicamente– en vez de textos se insertan íconos universales de índole político: puños en alto y manos enarbolando la V de la paz. Es decir, el artista no es ajeno a las contradicciones sociales del país que lo ha acogido –los EE. UU.– en su exilio voluntario. Es más, los cinco cuadros conforman una serie conectada por rayos luminosos y resalta la profusión de azules en el segundo plano. Otras imágenes muestran paisajes andinos, ruinas precolombinas y ciudades modernas. También encontramos figuras geométricas que nos remiten al cubismo de Gris y Picasso.

Madalengoitia ha optado por la preeminencia de la acuarela como base cromática, agregando toques precisos de acrílico para orquestar los colores en cada cuadro. La aplicación del acrílico en muchas de las figuras semeja a píxeles de diferentes formatos y tamaños, sin duda una técnica perfeccionada por el artista en su trabajo pictórico anterior. Su paleta recorre una gama de tierras y grises –dominantes en el segundo plano– que se complementa con la riqueza cromática de azules, verdes, naranjas y rojos.

Esta es una exposición interactiva y la mejor manera de disfrutarla es cotejando la reproducción del manto Paracas con los cuadros de Néstor Madalengoitia.

* Presentación de la muestra “Taichí Paracas” de Néstor Madalengoitia. Lima, Ministerio de Cultura: edificio Kuelap, sala 1: del 6 de junio al 1º de julio, 2024.