Pandemia y acumulación de capital en México
Erick Mancha Martínez
El 28 de febrero se anunció en México el primer caso de COVID-19; supuestamente un hombre que había viajado a Italia sirvió de mecanismo de transmisión del virus desde Europa hacia México (La Fuente, Javier, “México confirma el primer caso de coronavirus en el país, El País, 28/02/2020). Esto desató una epidemia que dura hasta nuestros días y que ha puesto de manifiesto, una vez más, la fragilidad del sistema social de reproducción de la vida a nivel global, al que llamamos capitalismo. Consecuencia de ello el Producto Interno Bruto (PIB) decreció un 17.3 % de abril a junio con respecto al trimestre anterior según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) (INEGI, 2020). Pero ¿qué se esconde detrás de esta caída?
La pandemia en México vino a presentar una contradicción entre su desarrollo y manejo y la acumulación de capital. De por sí, el sistema capitalista lleva en su seno ciertas contradicciones que propician sus recurrentes crisis, o en palabras de Marx, el sistema “al alcanzar cierto grado de su desarrollo, genera los medios materiales de su propia destrucción” (Marx, 1867, p. 952). Sin embargo, ahora un sujeto externo (el virus SARS COVS-2) puso sobre la mesa otra situación que ha estado obstaculizando la dinámica de acumulación de capital y que parece que tanto a capitalistas como al Estado les es urgente solucionar.
Mientras que la acumulación de capital necesita de la gente dentro del proceso de producción, estamos hablando de introducir la fuerza de trabajo en el proceso productivo con miras a generar plusvalor y con ello la obtención de ganancia capitalista; la pandemia, desde sus inicios, ha obligado al gobierno mexicano a invitar constantemente a la población a dejar de acudir a los espacios de reproducción de capital y quedarse en casa para evitar la propagación del virus. Como consecuencia de la política, no se dejaron esperar los reclamos de un sector de la burguesía nacional, que si bien ocupan la situación como plataforma para descalificar políticamente al gobierno del presidente López Obrador, también dejan ver su desesperación por la interrupción del ciclo de acumulación y su necesidad de regreso de la fuerza de trabajo al proceso productivo.
Otra expresión de la contradicción necesariamente nos lleva al ámbito político, y específicamente al Estado y la forma particular bajo la cual ha querido manejar la epidemia. Bien ha anunciado el subsecretario Hugo López Gatell el deficiente sistema de salud que ha desarrollado México desde principios de la década de los ochenta del siglo pasado, y con ello el imperativo de aplanamiento de la curva epidémica para evitar el colapso en los hospitales derivado de un crecimiento exponencial de los casos graves de COVID-19. Sin embargo, el manejo confuso de los parámetros de la llamada “nueva normalidad” y su termómetro de riesgo expresado en el “semáforo epidémico”, denota la necesidad que nace desde el Estado de lograr una pronta reactivación económica en la que se juega mucho más que la acumulación de capital; también entran dentro de la apuesta las elecciones intermedias de 2021. Una pronta salida de la problemática epidemiológica y económica marcaría una pequeña victoria para el gobierno de Obrador en materia de aprobación con miras al proceso electoral próximo.
Ahora bien, hemos enunciado las expresiones burguesas y estatales que nos permiten ver la gravedad de la contradicción entre pandemia y acumulación de capital. Sin embargo, la historia no estaría completa si no mostráramos sus consecuencias en la clase obrera y en la competencia intercapitalista.
La política de contención del virus en México ha invitado de manera constante a la población a permanecer en casa y solo salir en casos de extrema necesidad; además, ha instaurado un protocolo de dinámica económica dentro de la pandemia que solo permite permanecer en activo a aquellas actividades que se consideren esenciales para la reproducción de la vida. Esto ha empujado a millones de mexicanos de la clase obrera a ser despedidos por los capitalistas al darse la interrupción del proceso de producción y de acumulación, que no resta decirlo, ya venía presentando problemas en su dinámica desde varios años atrás. Se estima que se perdieron casi 12 millones de empleos durante la pandemia hasta principios de julio de este año (Xantomila, Jessica, “Se dispara tasa de desempleo en México en 2º trimestre, reportan, La Jornada, 16/07/2020). Esto es una manifestación de la contradicción expuesta entre acumulación de capital y pandemia que lo que ha generado es un agrandamiento del Ejército Industrial de Reserva.
Una consecuencia más a considerar es la creciente tendencia a concentrarse del capital y a la destrucción o absorción de pequeños capitales dentro de la competencia intercapitalista. El hecho de que plataformas de streaming como Zoom (“Títulos de Zoom crecen casi 330 % y van por más”, El economista, 23/08/2020), Skype y otras hayan elevado su valor en el mercado no es más que consecuencia de su particularidad en sus esquemas de reproducción, que están confinados a una computadora y permiten valorizar el capital desde casa. Ahora bien, esto ha permitido a ciertos capitales acumular en detrimento de otros que se encuentran arraigados a espacios fuera del espacio doméstico y que se especializan en la producción de bienes que no han sido considerados como prioritarios por la política gubernamental mexicana. Esto ha provocado una creciente concentración de capitales y un aumento de la desigualdad entre capitales y, junto con el creciente desempleo, entre los poseedores de la riqueza y los desposeídos que ahora forman parte del lumpen proletariado.
Por último, nos parece importante apuntar una serie de peligros inmediatos que ha puesto de manifiesto la pandemia y, aunque ya se visualizaban, ahora se hace necesario exigir al gobierno su urgente solución. El primero, la deficiencia en el sistema de salud, el cual, debería garantizar el acceso gratuito y universal a la población; el segundo, el proveer a la masa proletaria desempleada del derecho a un trabajo con un salario justo que le permita la reproducción digna de su vida y la de su familia; y por último, la exigencia de regulación del capital para una adecuada redistribución de la riqueza por medio de una reforma fiscal profunda que grave la riqueza en lugar de la renta.