Argumentar lo contingente

Sergio Alan Piña

La intensificación del ruido político desorienta la discusión de momentos puntuales para la vida pública nacional, y es que en la diversidad de cambios que se han suscitado por el actual gobierno en México, da la impresión de que todos los días hay algo qué decir. Y esto lo saben las derechas y las izquierdas que se involucran en la discusión, a veces bajo la dinámica estrambótica de un espectáculo televisivo, a veces en la rigidez del análisis tardío. El tuit, la publicación, la infografía, la imagen y el vídeo se han vuelto herramientas de sentencia rápida, que difícilmente pueden sustituir el contraste de ideas. Los pocos espacios tanto en redes sociales como en televisión o radio que comprenden los procesos de comunicar e informar de una forma más compleja, vinculada a derechos y no a formas mercantiles, cabalgan las contradicciones de la economía del ‘laic’ [1]. Dadas esas condiciones, aunque se presente la discusión, no muchas veces puede profundizar, y en el peor de los casos tanto su tratamiento, distribución, así como su construcción es desde la inmediatez del análisis.

Ahora ¿Hay que responder a cada tuit con un ensayo citado en formato especial y revisado a doble ciego? No, basta con no confundir ni limitar los estratos de las discusiones. Si el ámbito académico de la política pide citas, démoslas, pero comprendamos que la política del ámbito académico (como otras) no se ganan citando. No obstante, renunciar a los elementos de aquellas discusiones sería como si en pleno desierto rompemos un bule con agua. Rescatemos entonces los elementos útiles, como la actitud de análisis que evita la ambigüedad, los esfuerzos argumentativos que precisan la explicación [2]. La actitud de rechazo a la burocratización del pensamiento académico no es y no debería ser la misma que el torpe rechazo del campo teórico, aunque a veces suele ser confundida. No perdamos la idea de que aquello que llamamos teoría, historia, análisis, al englobarlos al fin, nada inocente, de ampliar la perspectiva de nuestra comprensión y práctica política (entendida como acción colectiva), también los situamos como procesos orientadores pero no necesariamente prescriptivos [3].  

Entre los procesos de orientación y los dictados prescriptivos parece haber indirectamente cierta retroalimentación y una gradación. Generar discusiones con mayor o menor grado de profundidad se vuelve un ejercicio necesario pero no suficiente. Desarticular las discusiones que en sus procesos explicativos le son funcionales a la trivialización de las prácticas políticas, parece un terreno fértil para intervenir. Si echamos un vistazo a los campos de discusión política, se suelen presenciar discusiones vanas aunque no menos racionales, regularmente guiadas por un afán de ganar lugar mediático, sus procesos explicativos radican en recurrir al insulto o la defensa abordando de forma superflua elementos significativos, mostrando mermada capacidad para darle relación al tema a discutir.  Las discusiones bajo sus versiones más reflexivas y mediadas, se expresan bajo ciertas preocupaciones en medida que relacionan más de una dinámica sobre el germen del conflicto, es decir se suele recurrir a la crítica puntual, sus procesos explicativos procuran complejizar y ofrecer vías, pero en una especie de maldición, suelen llegar tarde.

Ahora, no hace falta gran exploración para darnos cuenta de que la discusión inmediata tiene más regularidad y presencia que las mediatas, aunque con frecuencia quiera hacer pasar una por la otra. Argumentar lo contingente, es analizar la inmediatez que busca hacerse pasar por reflexiva; es precisamente desarticular lo funcional de una explicación muerta, complejizando el sentido común. Discusiones memorables tienen resoluciones prácticas, no porque la discusión dicte y la práctica acate, sino porqué la discusión pronóstica y la práctica hace posible. Por ello considerar la política exclusivamente como agentes en interacción es limitar los alcances de la misma; considerarla en cambio como acción colectiva nos ayuda a comprender que las discusiones no son de uno solo sino de colectivos complejos que se sintetizan como sujetos, que participan en la discusión bajo premisas históricas, no bajo enunciados . En ese sentido, argumentar lo contingente tampoco pretende ser meramente un ejercicio individual.

Organicemos entonces el examen de aquellas aderezadas discusiones del tratamiento de la inmediatez, demos cuenta del engaño, manipulación y trampa, que aunque encuentren correspondencia con las intenciones del conjunto, no se trata de partir de juicios moralizantes sobre el supuesto análisis presentado, tampoco de traducirlo a visiones filosóficas de la reacción haciéndolo más grande de lo que es, ni mucho menos reducirlo a condiciones psicológicas aminorando los presupuestos de los que parte. Más de un análisis transparenta la búsqueda para editorializar el prejuicio, el esfuerzo por camuflar el privilegio o la generación de ruido para desconcertar la perspectiva. Estas formas parten de un juicio que desde la ambigüedad menosprecia la participación popular, no porque sea inefectiva sino por sus profundas posibilidades. La crítica es la pasión del hígado y el hígado la pasión de esa crítica.

En ese sentido, dicen los que saben, que pensar es también, organizar, que la intuición también se educa y que la historia ejemplifica pero no enseña [6]. El ruido que desconcierta la perspectiva, la saturación de un mensaje, la nulidad de la diversidad de voces no hace más fácil estos ejercicios argumentativos pero se tiene que aprender a pensar con ruido, en medio de la dificultad, argumentar entre el grito, abrirse el paso como colectivo, discriminar los estímulos que saturan nuestra atención y escuchar el ensamble del caos. Es cierto que complejizar el sentido común no viene sólo de mano de un argumento, sino de contrastar creencias, hábitos o, en suma, prácticas; entonces al tener clara la indirecta retroalimentación, el argumento puente al que en la discusión no debe de rehuirse es el que contrasta lo real con lo posible.

[1] Christian Fush tiene vasto arsenal de artículos y textos que resultan materiales útiles para situar una discusión sobre el papel de la comunicación y sus formas de abordaje, pudiendo estar o no de acuerdo con sus premisas, el planteamiento del problema es relevante, intenta retomar el objeto de análisis que comúnmente se asocia a tendencias “postmodernistas” entendiendo el mass media como un institución en cambio, que produce, usa y tiene efectos; la producción, la circulación y el consumo tienen sus circuitos y sus posibilidades (2014; 2016).

[2] Que no se confundan las líneas, un ejemplo es que la distinción entre ricos y pobres, frecuentemente usada, no explica la explotación; en cambio, es el proceso de explotación el que puede explicar esa distinción.

[3] Si nos interesa esta discusión en su corte académico en el texto de Marcelo Starcenbaum, Sobre el concepto de Coyuntura se sintetizan y se construyen las propuestas de este concepto en 2 autores (Gramsci y Althusser) vinculados al realismo de Maquiavelo. Dado que esto no es una discusión académica podemos comprender que leer a estos cuatro autores es deseable pero aún en el ejercicio más drástico de deducción no hay dictados.