Más allá de Trump

Jonatan Romero
La política trumpista es ante todo una política imperialista, es decir las decisiones de un solo hombre no pueden reflejar sus aspiraciones y, por lo mismo, esta era se sostiene por fuerzas más oscuras que los protagonistas de esta puesta en escena. La opinión pública ha encontrado un enemigo en común en México, el empresario ha desafiado la mente humana convencional y, por lo mismo, el diablo se ve representado en el presidente de Estados Unidos. Trump se ha convertido en la creación favorita del estado profundo, en tanto el primero pasa a ser el foco de las críticas y el segundo se oscurece ante el lente analítico de los comentaristas de la historia.
La historia de Trump ha sido en todo caso la historia de Estados Unidos, porque, su aspiración supremacista se encuentra en los propios pilares de su historia y la expansión hacia otros territorios ha sido la marca de su proyecto como país. No es la primera vez que el imperialismo yanqui ha incursionado en expediciones bélicas en el mundo y, por lo mismo, el sometimiento de otras naciones no es de manufactura trumpista. Lo que para muchos se ha convertido en un momento cómico o teatral, pues, para otros, esa puesta en escena solo es una fase más de la política expansionista de este país y Trump, en pocas palabras, viene a ser la cara más cínica de todo un proyecto de civilización específica.
La relación México-Estados Unidos propuesta por Trump no es otra cosa que la línea de colaboración propuesta por la clase dominante en ese país durante varios siglos, es decir la política exterior yanqui no se ha despegado de los principios de sometimiento. Si el comentario extiende sus fronteras, entonces, no sólo esto aplica para la nación mexicana, sino que, toda América Latina ha sufrido en carne propia la experiencia de ser acosado e invadido por la potencia militar del momento. El momento histórico no puede definirse como un momento único e irrepetible como si este tiempo histórico sólo hubiera pasado en este momento y la conclusión política es determinar la ciclicidad de esta coyuntura en tanto es el reflejo de las leyes del imperialismo.
Estados Unidos ha construido un modelo de civilización muy concreto, en donde su sede ha puesto en marcha una política exterior basada en el dominio y, por esto, la región se ha encontrado en todo momento acechada por este país. No hay un momento en la historia en que América Latina no se haya encontrado expuesta a los movimientos intervencionistas o no existe un punto histórico en que las campañas bélicas yanquis no hubieran dominado un pedazo de la zona sur del continente. El águila blanca ha hecho suya los fundamentos del destino manifiesto o la doctrina Monroe, de esta manera su política exterior se ha fundamentado en la campaña imperialista hacia otras regiones y el objetivo siempre ha consistido en no respetar la soberanía de los pueblos no americanos.
La política imperialista sigue los ritmos de una fuerza a un más poderosa que, es este caso, esta se centra en las oligarquías financieras y esta fuerza económica convoca la forma política específica de cada momento histórico. Quién gobierna el imperialismo no son otros que los representantes de los intereses económicos y, en este caso, los intereses pecuniarios se encuentran centrados en el capital industrial, el capital comercial y el capital bancario. Detrás de cada campaña intervencionista está el dinero de los sectores económicos más importantes de cada época, por eso mismo la política burguesa se basa en que el que paga manda y, en este caso, la oligarquía financiera tiene el control de las decisiones gubernamentales.
En ese sentido, las oligarquías financieras no siguen el interés de la sociedad en general, sino que su objetivo es encontrar fuentes de ganancias, porque el sentido del imperialismo es aumentar la producción de ganancia. Si una decisión gubernamental se da en un momento histórico, el sentido de esta decisión está basada por la cantidad de beneficio que se puede obtener en ese momento y, por eso, la base de cualquier campaña política tiene como punto de partida los intereses de la clase dominante. Cualquier cosa que pase en este sentido no puede aislarse del contenido material de esta civilización que se basa en el incremento de la ganancia.
Si el sistema burgués necesita incrementar la tasa de ganancia, entonces necesita abrir nichos de mercado eficientes en el momento histórico y la experiencia muestra en este punto que los tres mecanismos de acumulación de capital como la explotación proletariado, búsqueda de las fuentes de recursos naturales estratégicos y la guerra. El imperialismo no solo es una categoría de la producción de la mente de unos locos, porque sus leyes se pueden plasmar en la actividad concreta y la historia deja claro el sentido destructivo de la civilización actual. El tema central es el movimiento propio del proyecto capitalista, en tanto este no puede basarse en la paz y el humanismo y, por lo mismo, la barbarie nace del propio corazón de las leyes del valor que se valoriza.
El nacimiento, crecimiento y desarrollo capitalista viene de la mano de la explotación del trabajo de la clase proletaria, es decir que el trabajador no recibe el total de su jornada laboral y la parte no remunerada se la queda la clase dominante en la forma social vigente. No es una cosa extraña que la violación de los derechos humanos venga impacte directamente a las clases trabajadoras, porque estas no tienen ninguna garantía de vivir en condiciones humanas en este sistema social y, por ende, el ADN burgués lleva consigo una diplomacia sanguinaria en contra de los productores de la riqueza. Cualquiera que quiera en términos generales determinar la tendencia de este sistema social, pues este analista deberá denunciar la tendencia hacia la socialización de la miseria y la clase trabajadora siempre será sacrificada por una forma de riqueza en abstracto.
Otro carácter de la burguesía pone en el centro el control de recursos estratégicos, en donde estos se encuentran en zonas que no están dentro de las fronteras de las zonas imperialistas y, por ende, los países dueños de materias primas terminan estando en la región colonial. Lo anterior puede generar la siguiente conclusión de que la sociedad capitalista necesita de un modelo de dominación espacial muy concreto y, por lo mismo, pocas naciones imponen su agenda a gran parte de otras naciones en este planeta. Por esta razón, el imperialismo se impone como una necesidad histórica – estructural, ya que su civilización debe poner el énfasis en la idea de que los recursos naturales forman parte de la política de seguridad nacional de las llamadas potencias económicas.
La guerra toma otra cara en este proyecto económico y político, puesto que la sociedad burguesa captura la guerra y, al mismo tiempo, la subsume bajo su propia lógica. La guerra ya no convoca a la toma directa de otros territorios, sino que la campaña bélica debe tener como objetivo encontrar la forma de como aumentar la tasa de ganancia del conjunto de los patrocinadores de esta actividad. El imperialismo debe utilizar siempre a la guerra en su proyecto civilizatorio, porque la tasa de beneficio tiene una relación directa con el gasto militar de un país, es decir si uno sube el otro lo hace también en el mismo sentido y grado y, desde ahí, toda teoría liberal burguesa queda liquidada por las propias dinámicas de esta civilización.
Si el analista toma como punto de partida todo lo vertido en las líneas previas, entonces Trump no ha manifestado nada que el capitalismo no hiciera en el pasado o todo el proyecto trumpista valida las leyes de la propia sociedad burguesa. De ahí que el presidente de EUA no puede explicarse desde su propia particularidad, porque toda su plataforma tiene la validez del sistema social en el cual la humanidad está transitando en estos momentos y, lo más importante, no hay nada de novedad en ninguna propuesta del actual enemigo de la democracia del sur global. En ese sentido, la política trumpista solo es una fase más de la política imperialista, en ese sentido, la tendencia ya está marcada por el propio seno de la sociedad vigente y la historia solo está reeditando la propia época de la sociedad capitalista.
Trump ha demostrado en este momento que la sociedad burguesa no sólo puede sintetizarse en un modelo económico y, todo lo contrario a lo que piensa el marxismo ortodoxo, la economía capitalista es un proyecto de dominación multifacético. La forma de leer esta coyuntura sólo puede ser dentro de una teoría dialéctica, en donde la civilización burguesa toma como punto de partida el tratamiento total de los fundamentos de la vida en general y el caos no solo podrá limitarse a un área específica de las relaciones sociales. En ese sentido, la era trumpista quiere convertirse en un proyecto civilizatorio, por eso mismo su propuesta va en el sentido de fortalecer la llamada modernidad burguesa y, desde ahí, la necropolítica se alza como una frontera en este momento de tanta turbulencia.
Desde el mirador anterior, primero, la política yanqui va a apostar por la liquidación de los derechos laborales de la clase trabajadora, en este caso, los migrantes son el objetivo de este sujeto y la lucha de clases dará un vuelco en la nación más importante en la historia reciente de la economía burguesa. Trump solo quiere reeditar una forma de gobierno clásica de ese país, puesto que las llamadas minorías no han tenido ni un solo avance en sus derechos humanos y, todo lo contrario, la persecución ha sido el eje central de la vida cotidiana de los proletarios dentro de esa frontera. Las deportaciones masivas no pueden sostenerse en el tiempo, por eso mismo esta política gubernamental solo tiene como objetivo una reforma en temas del trabajo que tenga como objetivo liquidar los avances en la legislación laboral y, por eso, el enemigo perfecto son los extranjeros.
En segundo lugar, Trump hizo varias declaraciones en los últimos días sobre el cambio de nombre del Golfo de México al Golfo de América, aquí el tema no se ha puesto la seriedad suficiente sobre el punto, ya que la opinión sigue creyendo que esto es una ocurrencia de un empresario particular. Lo que en realidad está detrás de esta empresa es que la sociedad burguesa busca controlar tres cuerpos geográficos muy concretos y, en ese sentido, el objetivo son las fuentes de las materias primas estratégicas. Más allá de cualquier conducta particular, la política exterior en particular está basada en una política de seguridad interior de Estados Unidos, porque la palanca de acumulación de capital necesita abaratar algunos elementos del capital constante y, por ende, todo está basado en la tasa de ganancia.
Los tres puntos geográficos que quiere la política trumpista son en términos generales los siguientes: Golfo de México, el caribe en América Latina y el triángulo del sol. En las tres regiones particulares se juega específicamente el control del gas, petróleo, metales raros y metales preciosos, en donde los países involucrados van desde México hasta la Patagonia y, en ese sentido, el águila calva tiene fijado sus ojos en estas tierras. En otras palabras, nada de lo dicho por Trump acerca del nombre del golfo de México no es nada que otro presidente de ese país no hiciera en el pasado y la diferencia radica que uno lo está advirtiendo y los demás lo callaron.
Finalmente, todo lo anterior desemboca en la agudización geográfica del capital, en donde la guerra imperialista se va a mostrar una vez más como la salida de este sistema y, por supuesto, el desenlace será el choque entre los dos competidores más grandes en el mercado mundial: Estados Unidos y China. Esto solo deja claro en términos generales que la política trumpista no puede considerarse como un capricho de un sujeto y que el aval lo está dando quién controla la política interior de ese país y, por ende, el origen de todo esto es la tasa de ganancia. El horizonte quedó definido en la potencia militar del momento, las quimeras pacíficas han quedado derribadas por sus propias contradicciones y el desenlace presentado por la sociedad burguesa es la barbarie.