Marginalia para Afganistán: las guerras de la cuarta revolución industrial y la búsqueda por el expansionismo corporativista trasnacional estadounidense ante la contención estatal sino-rusa

Abdiel Hernández Mendoza

[…]Basta con que 20 mil ó 30 mil hombres utilicen métodos inteligentes de guerra irregular, los mismos que quiere emplear Estados Unidos, y esa lucha puede durar 20 años

Fidel Castro Ruz, 2001

Si bien Afganistán representa hoy la derrota más fuerte para Estados Unidos en las últimas fechas, es necesario mantener una distancia en el análisis respecto a lo que está sucediendo en Asia Central y darle un margen más robusto a lo que se desea exponer.

Se propone entonces leer el caso afgano en contextos más amplios no solo temporales sino espaciales y desde la geopolítica crítica que permite ver la producción del espacio  como un proceso donde «la espacialidad de metabolismo material o del trabajo histórico, es decir, del orden o desorden del espacio histórico que se configura globalmente por medio del trabajo tal y como acontece en la sociedad capitalista: dividido, especializado, confrontado, pero a la vez articulado socialmente en un tejido cada vez más complejo de interdependencias, determinaciones mutuas y competencias recíprocas que alcanza la escala planetaria».[1]

Partiendo de estas premisas entonces habrá que partir del pasado reciente. El 11 de septiembre de 2001, tras los atentados terroristas en Estados Unidos (EE. UU.) es un punto de partida para el análisis que esta vez nos compete. En ese momento se observó, por ejemplo, en las academias occidentalizadas una necesidad de explicar más allá de lo que se observaba en los medios audiovisuales sobre los aviones que se estrellaron en el World Trade Center en Nueva York o en el Pentágono en Washington. Comenzó a profundizarse en los estudios regionales y en un ejercicio de sensibilización sobre cómo se comprende el mundo desde aquellas latitudes, todo esto mientras tesis que propugnaron un «Choque de civilizaciones»[2]buscaban expandirse en la arena del conocimiento. Desde ese momento los espacios históricos de Medio Oriente y Asia Central han tenido más eco para explicar la reconfiguración mundial que desde entonces está en marcha.

Consideramos también de suma importancia no echar en saco roto las advertencias que desde la revolución mundial de 1968 se han realizado sobre un sistema-mundo en crisis constante, pero que, a su vez, la complejidad en la que se desenvuelve genera las condiciones para su supervivencia a través de una reinvención cada vez más agresiva no solo con las naciones sobre las que se impone, sino sobre todo lo que representa vida.

Retomar el 11 de septiembre es fundamental para comprender que la guerra contra el terrorismo declarada por EE. UU. tuvo un eco mayor del que se esperaba, sirvió para que Rusia retomara el control de Chechenia y Daguestán bajo la misma justificación estadounidense, pero más allá de eso, le permitió al país de los George Bush iniciar, como señaló en su momento Michel Chossudovsky, el «despliegue de poderío militar más impresionante desde la Segunda Guerra Mundial»;[3] sin embargo, no solo fue militar, sino de todo el complejo científico-tecnológico-industrial-financiero que lo acompaña desde finales de la misma Guerra, pero ahora bajo la doctrina Bush Jr. de observar en la no alineación contra el terrorismo a un enemigo jurado de EE. UU. Hecho que le permitió desde ese momento expandir las tácticas propias de su sociología del imperialismo[4] –un eterno retorno– practicadas en América Latina a todo el mundo.

Es importante señalar también que el presente análisis no representa un estudio historiográfico del problema de Afganistán, se centra en la coyuntura de la salida del ejército estadounidense y de las tropas de la Organización del Tratado Atlántico Norte (OTAN), con la excepción hasta agosto de 2021 de las milicias turcas de este país centroasiático. De la misma manera es importante señalar que el texto solo pretende contribuir al debate geopolítico actual que engloba este acontecimiento en la reconfiguración del orden mundial y que a su vez está en deuda con muchos temas como el del papel de la mujer afgana y su lucha en este escenario; ¡ojalá el presente texto contribuya en algo a los grandes estudios sobre este espacio!

I Parte. Externalidades

Se ha comenzado a comparar la salida de Occidente de Afganistán con dos sucesos del mismo calado: la invasión soviética de 1979-89 y la derrota de EE. UU. en Vietnam. Esto motiva también pensar en aquella frase con la que Karl Marx inicia su texto de El dieciocho brumario de Luis Bonaparte: «Hegel dice en alguna parte que todos los grandes hechos y personajes de la historia aparecen, como si dijéramos, dos veces. Pero se olvidó de agregar: una vez como tragedia y la otra como farsa».[5]

Este punto de partida también se utilizó en un reciente texto titulado Esa farsa llamada Afganistán: la salida estadounidense y la cuarta revolución científico-tecnológica[6] donde se comenzó a vaticinar sobre las salidas que EE. UU. busca en un momento en que su poderío tecnológico se encuentra en franco descenso y que su representación simbólica como la gran potencia mundial también se comienza a poner en duda frente a una dupla sino-rusa que, crea por el lado chino nuevas alianzas como el Acuerdo Regional de Asociación Económica Comprehensivo (RECEP, por sus siglas en inglés) por un lado, mientras en el caso ruso alienta a la resurrección de otras alianzas como el Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC).

Es importante tomar esto como referencia porque la forma fascista estadounidense de ordenar el mundo comienza a ser visible en todos los espacios en donde está presente, desde América Latina hasta en la misma Europa que se opone a más sanciones y embargos que benefician –en la unilateralidad– a EE. UU.

Sí, se está ante el advenimiento de un nuevo orden mundial que no responde a caprichos estatales de una potencia, sino al mismo transcurso de una historia que se confirma más viva que siempre. La competencia mundial por la obtención de recursos crítico-estratégicos que sostengan la era de la digitalidad está muy avanzada, pero no es lo único que está en juego. El reacomodo de fuerzas también es al interior de los diferentes actores internacionales; la apropiación del complejo científico-tecnológico-militar-financiero estadounidense por los mil-millonarios es solo un ejemplo de esto. Mientras el agotamiento de las condiciones de reproducción de vida también se encuentra en situación de franca irreversibilidad.

El tema se complejiza a su vez cuando se comienzan a estudiar a los actores involucrados, desde la relación militar de subordinación que ha tenido EE. UU. sobre la OTAN desde su creación, hasta el papel de los países de Medio Oriente que desean alternativas para que sus hidrocarburos lleguen a India y a China sin pasar por Kazajstán o cualquier aliado ruso o iraní; mientras que los mismos rusos desean lo mismo a través de los proyectos de infraestructura  energética que se quedaron pendientes en la década de los ochenta del siglo pasado y que con la firma Union Oil Company of California (UNOCAL), George Bush hijo trató de recuperar –a todas luces sin éxito–. De igual importancia China participa en este escenario, desde los ejercicios de prospección petrolera hasta su interés por encontrar depósitos de Litio y tierras raras que necesita para los microcomponentes que se volvieron aún más estratégicos durante la Pandemia por SARS-CoV-2. Pakistán igual desarrolla un papel fundamental para impedir que el gas de Turkmenistán (cuarto productor mundial de gas) llegue a India, otros países como México no son ajenos a lo que sucede en este país, más allá de la vocación humanista de asilo impulsada por Lázaro Cárdenas que se mantiene, los mexicanos forman parte de la Organización de Países Exportadores de Petróleo más los demás países que más producen petróleo en el mundo (OPEP+) y son miembros no permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU y desde su embajada concurrente en Irán observan el desarrollo de su posicionamiento político que de manera segura utilizará los principios de política exterior, pese a que aquí no se trata solo de diplomacia sino también de geopolítica. Se observarán distintos comportamientos de los Estados y organismos internacionales es un hecho, en Grecia se instalan vallas para impedir el paso de refugiados, mientras que el G7 prepara un discurso ante su derrota.

En este sentido, el intento de crear a 102 años de su independencia, la creación del Emirato Islámico de Afganistán (EIA) –anunciada por Zabiullah Mujahid– toma especial relevancia al autoconsiderar, a esta, la única nación en el mundo en expulsar de su territorio a los imperios británico, soviético y estadounidense, para comenzar una era que intenta distanciar la imagen que se tenía del que aún forma parte de la lista de agrupaciones terroristas de la Organización de Naciones Unidas (ONU) y mostrar a una agrupación moderna que intentará tener reconocimiento internacional para operar un país que está fragmentado y no por la diversidad sociocultural que le es inherente.

Al reconocer al gobierno que se establezca en Afganistán se comenzará a tener mayor certeza de las reservas monetarias del país en manos estadounidenses y del Fondo Monetario Internacional (FMI); es decir, se observará de dónde comenzará a fluir el apoyo económico para financiar la reconstrucción del país, pero más allá de eso, la creación de infraestructura crítica entre la que habrá que anotar como un deseo para sus vecinos: el gasoducto transafgano.

De ser así, Afganistán se encuentra en la antesala de materializar un proyecto geoeconómico y como es sabido, todo proyecto de este calado está acompañado de la presencia militar. Es evidente que de caer bajo el control de Occidente esta será financiada por empresas privadas, así como de desarrollo de tecnología militar y de vigilancia satelital. Aún así es importante la presencia física del ejército en puntos clave; eso lo tiene cierto EE. UU. al mantener su embajada y el control del aeropuerto internacional. También lo saben los turcos al no sacar a su ejército del país centroasiático y proponerse como mecenas de la reconstrucción.

Por su parte, China y Rusia apuestan a la espera y cautela, implementando un pragmatismo que permita negociar con los otrora muyahidines.[7] En palabras de Serguei Lavrov, ministro de Asuntos del Exterior ruso: «[…] no tenemos prisa por reconocerlos. Ayer mismo hablé con el ministro de Asuntos Exteriores de la República Popular China, Wang Yi. Nuestras posiciones coinciden», y en efecto, su similar chino, Zhao Lijian señaló que: «China establecerá nuevas relaciones diplomáticas con Afganistán solo después de que se forme allí un gobierno tolerante y abierto que represente suficientemente los intereses del país […] Esperaremos y reconoceremos al nuevo gobierno cuando se forme».[8]

Las tres potencias esperan a que el juego de fuerzas internas tome un cauce, pero se evidencia que existen dos proyectos antagónicos de estas hacia Afganistán. Está en juego un punto estratégico de interconexión en toda Asia desde Medio Oriente hasta Asia Pacífico, la península índica, el mar Caspio y China. De resultar un gobierno benéfico a los intereses chinos se verán proyectos de expansión de la Nueva Ruta de la Seda que estuvieron bloqueados durante la intervención estadounidense, entre los más importantes se encuentran la unión vía el gas de Irán y Turkmenistán con la nación de Mao Zedong y el corredor de Xinjiang al puerto de Gwadar; así como de esta última con su aliado, el Estado Pakistán, ambos con animadversiones hacia India y con la intención de consolidar el Corredor Económico China-Pakistán (CPEC). Habrá que señalar que un proyecto de esa magnitud no solo implica infraestructura petrolera, incluye entre otros, un proyecto de comunicaciones de amplio espectro (v. gr. autopista Peshawar-Kabul), mientras eso sucede China se mantiene fiel a sus principios geopolíticos de guerra irrestricta.[9]

Habrá que agregar a ello el tema de los otros minerales crítico-estratégicos necesarios y útiles en la producción de (micro)compontes propios de la Cuarta Revolución Industrial. La prospección de litio, oro y otro tipo de tierras raras también se debe poner en el centro del análisis, pero ningún ejercicio de exploración y mucho menos de explotación de este tipo de recursos funcionará, ni será viable en un país que aún mantiene en tensión a todas las fuerzas políticas internas. Habrá que sumar a ello la existencia de más células de grupos terroristas que han visto en Afganistán un espacio seguro o de acción, como –la agrupación terrorista venida a menos– Al Qaeda, la hermandad musulmana, Movimiento Islámico del Turquestán Oriental (con miras a desestabilizar a China), entre otras que de la misma manera tendrán que ser controladas junto a la producción de opio que continúa siendo la mayor en el mundo.

Al intentar pasar de la oposición rebelde al poder, los Talibán se encuentran en una posición de franco rechazo lo cual garantiza la inestabilidad. De mantenerse en el mediano plazo esta situación Occidente dejaría en Asia Central algo más peligroso que un arma de destrucción masiva, una zona permanente de guerra. Habrá que tener presente que todo país que interviene la nación de los George Bush deja la catástrofe económica y social como resultado. Pero no solo eso, sus tropas se retirán de esta nación, pero se mantienen y de manera segura se reforzarán en otros lugares incluyendo en América Latina, pero en este caso nos referimos a Chipre, Emiratos Árabes Unidos, Filipinas, Irak, Jordania, Kenia, Kuwait, Libia, Qatar, Siria, Somalia, Turquía, Yemen y Yibuti. Su cerco militar sigue intacto y el asedio a los recursos críticos de Asia igual se mantiene.

No es que los rusos y chinos se conviertan en amigos de los Talibán, deben asegurar que esa inestabilidad no estalle en las fronteras de Afganistán donde se encuentran países adversos a los intereses occidentales. El hecho es que esto abre la posibilidad de concretar alianzas que quedaron pendientes: Irán, China, Turquía y Rusia en principio, al lado de sus organizaciones regionales, la OTCS y la Organización de Cooperación Shangai, de la cual habrá que esperar el posicionamiento después de la reunión de septiembre de 2021 en Dushanbe.

II Parte. El vacío de poder como estrategia de confrontación

Una de las razones que más circula en los medios de info-comunicación sobre la salida de EE. UU. gira en torno al tema de la corrupción y de la infiltración del grupo Talibán dentro de las esferas gubernamentales y militares de Afganistán, lo que pondría en cuestión a una superpotencia con herramientas sofisticadas de inteligencia y con el ejército mejor armado en el mundo.

Sin embargo, lo que se concretó fue que el presidente que abandonó a su país y ahora está refugiado en Medio Oriente lo hizo con las carretillas de dinero llenas; es decir, el corrupto siempre estuvo del lado estadounidense, lo mismo sucedió con los funcionarios que eran parte de ese gobierno apoyado por EE. UU. en su momento y que hoy pasa al exilio pese a tener en su poder un ejército «entrenado» y suministrado de armamento por la OTAN durante 20 años con capacidad táctica aérea, el cual perdió posiciones ante un grupo rebelde que no poseía hasta el 16 de agosto de 2021 ningún avión en su poder.

En la idea occidental de mundo los análisis de la reorganización interna del país no se han hecho esperar, cayendo en la despolitización de los y las afganas como tomadoras(es) de decisiones. La inversión estadounidense desde 1979 a los Talibán no cesó y alimentó una forma específica de ver la organización social del país. No solo alimentó a los Talibán de armas ese dinero, también le sirvió para expandir su cosmovisión a través de los mulá en quienes recae la palabra y decisión sobre quién debe vivir y quien morir.

El sistema de castigos al que se teme genera desconfianza extrema a las declaraciones de Zabiullah Mujahid al decir que las mujeres seguirán yendo a la universidad y desarrollando su vida normal, así como la posibilidad de sustituir el burka por el hijab. Los Talibán acostumbraron a verse desde el lado de una violencia que justificaba más violencia, por eso cuando señalan que el Emirato Islámico afgano renuncia a la venganza (presentada en el código pashtunwali, la cual ya fue implementada con el asesinato del jefe de la policía en Kabul), que permitirá la inclusión de las minorías (incluyen a las mujeres y a los chíies), que tolerará la libertad de expresión, que no se convertirán en protectores de otros grupos terroristas y que castigarán el narcotráfico… dejan el espacio para la duda, sobre todo en el momento en que requieren de manera urgente el reconocimiento internacional, a ello responde que una de sus prioridades es proteger las embajadas y las reuniones de alto nivel con los representantes de China, Rusia y Pakistán, al respecto se recomienta ahondar en las declaraciones de Zamir Kabulov, enviado Rusia para tratar los asuntos de Afganistán con el grupo Talibán «desde hace más de siete años».

Lo que es cierto es que hay más claridad por parte de los Talibán sobre el futuro de Afganistán que de Joseph Biden sobre los resultados de esta guerra fallida para EE. UU., que dejó militares muertos hoy (aún más) sin sentido más que el de perpetuar la rivalidad con Rusia en específico desde el fin de la Guerra Fría. Por cierto, tras la salida de Afganistán el gobierno de este país reforzó las sanciones contra Rusia, tras las negociaciones de Angela Merkel con Vladimir Putin al respecto del gasoducto ruso-germano.

A EE. UU. le urge garantizar el espacio de explotación de recursos a sus empresas, el impedimento mayor lo ve en el control estatal que China, Rusia y otros países como Irán han logrado conseguir al lado de sus compañías nacionales en la región. Es de nuevo una confrontación de las trasnacionales occidentales contra los intereses nacionales sino-rusos en específico. Este hecho sin duda pasará por una resolución del Consejo de Seguridad de la ONU en la que se exhorte al gobierno resultante en Afganistán a seguir las normas del Derecho Internacional vigente.

El discurso de Biden sobre la responsabilidad afgana de construir su país llega tarde, desde antes de los ataques terroristas en septiembre de 2001 en su país se tiene registro de que pudieron detener a Osama Bin Laden, no lo hicieron;[10] lo asesinaron en la era del también hiperbélico Barak Obama quien tuvo la oportunidad de terminar la invasión en ese momento, pero decidió no hacerlo y así hacer de su derrota un torbellino mediático con un alcance más amplio de lo que pudo contener en ese momento.

La responsabilidad para proteger como doctrina se pone en duda y seguro comenzará a cambiar con discursos de protección, preocupación y de urgencia a retomar las buenas costumbres occidentales y los valores que se cubren bajo el velo de la democracia y libertad.

Si los Talibán se conservan en el poder del Emirato Islámico de Afganistán ¿Cómo borrará de la historia EE. UU. que culpó a su grupo Talibán por los atentados terroristas de 2001 perpetrados en su territorio? El mantener a Afganistán en un vacío de poder es la respuesta, por eso la descalificación axial es una de las estrategias que no se descarta; así, los Talibán pasarán de ser «un recurso de inteligencia» gringo a «un canalla estratégico». En ello radica la existencia de desconfianza en que se deje a los afganos negociar su propia paz.

Mientras es posible observar que se negociará quién gobernará Afganistán (el mulá Abdul Ghani Baradar, quien regresó de su exilio en Doha, o Haibatullah Akhundzada, considerado el jefe de los talibanes u otro personaje de alto rango del grupo) y cómo enfrentarán a sus resistencias: Ahmad Masoud de la Alianza del Norte, ubicado en Panjshir.

Si el aire no tuviera sangre

Mientras la población afgana se encuentra asediada por todos lados, los asesinatos y represalias siguen pese a los discursos y conferencias de prensa de quienes hoy detentan el poder político de este país, las potencias mundiales se encuentran a la espera de que los Talibán se decidan cómo y quién gobernará para comenzar a negociar con ellos por un lado y desestabilizarlos por el otro.

Si bien, como dice Pepe Escobar,[11] mientras la dupla sino-rusa llama a sus 35 millones y 20 millones de musulmanes a apoyar un proyecto para su reincorporación de Afganistán al proyecto euroasiático, a Occidente le queda provocar inestabilidad.

A EE. UU. no le interesa salirse de Medio Oriente y Asia Central, le interesa controlar ya sin más pérdidas. En el corto plazo veremos la respuesta de este país a sus propias acciones; en el pasado fue imponer el neoliberalismo desde América Latina después de su crisis en Vietnam y con ello instaurar un orden internacional liderado por sus políticas en todo el mundo, habrá que estar preparados esta vez con una respuesta.

Fuentes consultadas: 

Bhadrakumar, M K, “Reflections On Events In Afghanistan| Countercurrents”. Counter Currents (19 de agosto, 2021) [En línea]: https://countercurrents.org/2021/08/reflections-on-events-in-afghanistan/ [Consulta: 22 de agosto, 2021].

Chossudovsky, Michel, Guerra y Globalización. Antes y después del XI-IX-MMI. Siglo XXI, México, 1a., 2002, 142 pp.

Escobar, Pepe, “How Russia-China are stage-managing the Taliban | The Vineyard of the Saker”, en The Saker (18 de agosto, 2021) [En línea]: http://thesaker.is/how-russia-china-are-stage-managing-the-taliban/ [Consulta: 22 de agosto, 2021].

Gopal, Anand, No Good Men Among the Living: America, the Taliban, and the War through Afghan Eyes. Metropolitan Books, New York, 1a., 2014, 320 pp.

Hernández Mendoza, Abdiel, “Esa farsa llamada Afganistán”. América Latina en movimiento (16 de julio, 2021) [Agencia de Noticias] [En línea]: https://www.alainet.org/es/articulo/213105 [Consulta: 21 de agosto, 2021].

Hernández Mendoza, Abdiel y Valdez Robles, Israel B, “China y la disputa por el poder mundial: tecnología, negocios y geopolítica | Iberoamérica Social”. Iberoamerica Social (3 de agosto, 2021) [Revista académica] [En línea]: https://iberoamericasocial.com/china-y-la-disputa-por-el-poder-mundial-tecnologia-negocios-y-geopolitica/ [Consulta: 21 de agosto, 2021].

Huntington, Samuel P, El choque de civilizaciones. Y la reconfiguración del orden mundial. Paidos, Buenos Aires, 1a., 2001, 432 pp.

Ianni, Octavio, Sociología del imperialismo. SEP, Dirección General de Divulgación, México, 1a., 1974, 158 pp. [SepSetentas, 125].

León Hernández, Efraín, Geografía crítica. Espacio, teoría social y geopolítica. UNAM, Ítaca, México, 1a., 2016, 156 pp.

Marx, Karl, El 18 Brumario de Luis Bonaparte (Google-Books-ID: nBjADwAAQBAJ). Greenbooks editore, 2019, 320 pp.

 

[1] Efraín León Hernández, Geografía crítica. Espacio, territorio social y geopolítica. UNAM, Ítaca, México, 1a., 2016, p. 123.

[2] Samuel P Huntington, El choque de civilizaciones. Y la reconfiguración del orden mundial. Paidos, Buenos Aires, 1a., 2001, 432 pp.

[3] Michel Chossudovsky, Guerra y Globalización. Antes y después del XI-IX-MMI. Siglo XXI, México, 1a., 2002, p. 5.

[4] Octavio Ianni, Sociología del imperialismo. SEP, Dirección General de Divulgación, México, 1a., 1974, 158 pp. [SepSetentas, 125].

[5] Karl Marx, El 18 Brumario de Luis Bonaparte (Google-Books-ID: nBjADwAAQBAJ). Greenbooks editore, 2019, 320 pp.

[6] Abdiel Hernández Mendoza, “Esa farsa llamada Afganistán”. América Latina en movimiento (16 de julio, 2021) [Agencia de Noticias] [En línea]: https://www.alainet.org/es/articulo/213105 [Consulta: 21 de agosto, 2021].

[7] Enemigos de los soviéticos en la década de los ochenta y convertidos en Talibán bajo las reglas de la Sharía (el camino claro y bien transitado hacia el agua), una interpretación del Corán que desean mantener de concretar el EIA.

[8] M K Bhadrakumar, “Reflections On Events In Afghanistan| Countercurrents”. Counter Currents (19 de agosto, 2021) [En línea]: https://countercurrents.org/2021/08/reflections-on-events-in-afghanistan/ [Consulta: 22 de agosto, 2021].

[9] Abdiel Hernández Mendoza y Israel B Valdez Robles, “China y la disputa por el poder mundial: tecnología, negocios y geopolítica | Iberoamérica Social”. Iberoamérica Social (3 de agosto, 2021) [Revista académica] [En línea]: https://iberoamericasocial.com/china-y-la-disputa-por-el-poder-mundial-tecnologia-negocios-y-geopolitica/ [Consulta: 21 de agosto, 2021].

[10] Anand Gopal, No Good Men Among the Living: America, the Taliban, and the War through Afghan Eyes. Metropolitan Books, New York, 1a., 2014, 320 pp.

[11] Pepe Escobar, “How Russia-China are stage-managing the Taliban | The Vineyard of the Saker”, en The Saker (18 de agosto, 2021) [En línea]: http://thesaker.is/how-russia-china-are-stage-managing-the-taliban/ [Consulta: 22 de agosto, 2021].