Mano de obra: ¿un contraargumento al mito del buen salvaje?

Karla Portela Ramírez

 Mano de obra

Dirección y guion – David Zonana

Reparto – Luis Alberti, Horacio Celestino, Hugo Mendoza

Productores – David Zonana, Michel Franco y Eréndira Núñez Larios

Género – Drama social

Duración – 82 minutos

México, 2019

Francisco (Luis Alberti) es joven, trabaja como albañil, y como la mayoría de ellos, lo hace de manera informal; es decir con un pago bajo y variable; muchas veces fuera de tiempo o incluso incumplido, obligado a horas extras y expuesto al despido sin justificación, sin previo aviso y carente de recompensación, abreviando; el trabajo de Francisco es inestable, sin prestaciones de ley, pero sobre todo injusto. Desde esta perspectiva el caso de nuestro protagonista, Mano de obra en su totalidad coloca en el ojo del huracán el tema del trabajo como eje configurador de la sociedad, en su injusticia y desigualdad.

Al inicio del filme, de hecho ya desde su título, surge la impresión de que observaremos una obra cinematográfica que aborda la injusticia laboral, la desigualdad social, pero no es sí. Definitivamente el tema del trabajo se queda en el ojo del huracán, en calma total, casi en el vacío. Conviene recordar que el ojo de un huracán o ciclón, es generalmente la región más serena del mismo, mientras que lo que le rodea, la pared del ojo, consiste en un anillo de tormentas; de manera que en el ojo del huracán hay baja presión, a diferencia de lo que sucede en su pared, donde se registra la mayor presión. Así sucede en esta película, si la imaginamos como un huracán, en donde el tema del trabajo y lo que conlleva en su modalidad informal recibe poca atención, se queda en el ojo; la fuerza se fija en lo que rodea, permea a ese tema: la nobleza del pobre, el pobre de corazón noble. Es entonces que comienza la reflexión: ¿el pobre es noble, inherentemente?

Se cuenta que cuando Cristóbal Colón arribó a tierra en su tercer viaje para continuar con la exploración de las tierras supuestamente descubiertas, al observar el paisaje amazónico afirmó haber llegado al Paraíso Terrenal debido a las riquezas naturales que encontraba a cada paso, principalmente agua en abundancia, dulce y salada, que permitía la vida de exquisitas flora y fauna; sin embargo, lo más importante para Colón, lo que confirmó su hallazgo del cielo en la tierra fueron las múltiples bondades que presentaban los naturales; son virtuosos e ingenuos, dicen que expresó el gran navegante. Algo similar sucedió a James Cook, navegante, explorador, cartógrafo y capitán de la Marina Real británica en el siglo XVIII, cuando entró en contacto con los nativos de las islas del Océano Pacífico y los describió como seres tranquilos de fácil trato.

Probablemente relatos como los anteriores inspiraron a Jean-Jacques Rousseau en la construcción de una hipótesis sobre el hombre natural como un ser pacífico, incorrupto, moralmente bueno; hipótesis mejor conocida como la teoría del buen salvaje, sustentada por los argumentos a continuación, igualmente autoría del polímata suizo: al inicio de los tiempos el ser humano era nómada, viajaba por la naturaleza, cazaba y recolecta en ella lo necesario a su subsistencia, carente de domicilio y sin propiedad privada vivía en paz con sus semejantes; posteriormente con el surgimiento de la agricultura los seres humanos dejaron de ser nómadas y establecieron la propiedad privada, junto a lo cual apareció también el Estado y una serie de mecanismos para proteger dicha propiedad, o sea las leyes.

La cuestión, de acuerdo con Rousseau, es que cuando esas leyes adoptan la perspectiva de quienes más tienen –más propiedades–, cuando los intereses de la minoría se imponen a los de la mayoría, la política se convierte en gestión de autoridad y de fuerza, unos obligan a otros para comportarse de cierto modo por el bien de todos. Visto así, la propiedad privada genera violencia sistémica en la sociedad; la insuficiencia o carencia económica y democrática, manifestación de la descomposición entre quienes dominan y quienes son dominados, detona un efecto en cadena, por lo que la violencia entre ciudadanos es común. Todo lo cual permite afirmar que el ser humano en su estado natural es libre y con predisposición hacia el comportamiento moralmente bueno, es desinteresado, tranquilo y pacífico; la codicia, ansiedad y violencia son producto de la civilización. En síntesis, la teoría del buen salvaje sostiene que el hombre nace bueno y la sociedad lo corrompe. 

Sin duda dicha teoría es pieza fundamental en la filosofía política y forma parte del imaginario sobre la relación entre los pueblos civilizados y los llamados pueblos primitivos, aunque igualmente innegable es que el concepto del buen salvaje constituye un supuesto hipotético; de hecho, más que una teoría es un mito, el mito del buen salvaje porque no se basa en evidencias sino en elucubraciones y ensoñaciones, escribe Luis de la Barreda Solórzano, doctor en Derecho fundador y coordinador del Programa Universitario de Derechos Humanos de la Universidad Nacional Autónoma de México. Se ha querido idealizar la época en que el homo sapiens era nómada dedicado a la caza y a la recolección, se ha idealizado esa época como una edad de oro en que no había leyes ni jerarquías, particularmente sin violencia. No obstante las evidencias muestran lo contrario:

Un equipo de paleoantropólogos de la Universidad de Cambridge encontró cerca del lago Turkana, en Kenia, restos de al menos 27 personas, con 10 mil años de antigüedad, que presentan, salvo dos de ellas, signos inequívocos de violencia. El hallazgo se publicó en Nature. Varios murieron por heridas en el cráneo infligidas con flechas y otras armas. A otros les partieron las rodillas o las manos. Algunos cadáveres conservan puntas de piedra incrustadas en la cabeza. En el grupo hay hombres, mujeres —una embarazada de siete meses— y niños. Ninguno fue sepultado. Se trató de una masacre, una acción de guerra, la más antigua que se conoce, en la que los matadores no discriminaron: privaron de la vida a los enemigos sin distinciones de sexo o de edad. (De la Barreda, Solórzano Luis, 2016)

Del mismo modo, en el presente la violencia extrema es habitual entre sociedades de cazadores y recolectores en África; el enfrentamiento entre estos grupos generalmente es a muerte. Al respecto, Carol Ember, antropóloga cultural e investigadora intercultural, actual Presidenta del área de Relaciones Humanas en la Universidad de Yale, ha demostrado que más del 90% de las sociedades de cazadores y recolectores se ven involucradas en continuos ciclos de guerras en que la tortura y la violación son prácticas sistemáticas. El alto índice de mortalidad masculina a causa de conflictos tribales y disputas internas prueba el nivel de violencia. De hecho, en proporción con el número de habitantes, en tales comunidades se registran más decesos por violencia que en las sociedades industriales. (De la Barreda, Solórzano Luis, 2016)

Sin embargo, el mito del buen salvaje persiste y llevado a la pantalla, en la contemplación de Mano de obra, Francisco y su gremio, los pobres, usualmente relacionados con el estado natural del ser humano en que cada individuo resguarda en su corazón una dulce gama de sentimientos y valores nobles como amistad, compañerismo y solidaridad, confianza, sinceridad y entrega al otro, se verán envueltos en un conflicto violento cuasi tribal con todo lo que esto conlleva, especialmente la emergencia de sentimientos y valores ruines como egoísmo, falsedad y traición, deslealtad, malicia y obcecación… ¿Qué sucederá con Francisco y sus compañeros? ¿Esta historia suma a la permanencia del mito del bueno del salvaje o por lo contrario, ofrece un contraargumento al mismo?

Referencia:

De la Barreda, Solórzano Luis (2016). El mito del buen salvaje. Revista PERSEO, Número 36 – Febrero de 2016. Recuperado el 7 de enero de 2021 de: http://www.pudh.unam.mx/perseo/el-mito-del-buen-salvaje/#:~:text=Rousseau%20formul%C3%B3%20la%20hip%C3%B3tesis%20del,en%20los%20hombres%20la%20perversidad.