Los trabajadores mexicanos y el derecho al futuro

CE, Intervención y Coyuntura

El pasado 1º de mayo, durante la conmemoración presidencial sobre el día del trabajo, la Secretaria de Gobernación –antes, Secretaria del Trabajo—Luisa María Alcalde dirigió un discurso sobre el cual vale la pena detenerse en tres aspectos.

Un primer punto para reflexionar es aquel en el cual situó la larga tradición de lucha de los trabajadores en México, remontándola hacia fines del siglo XVI, con la rebelión de los esclavos negros en Veracruz, liderada por Gaspar Yanga. Apenas unos años antes de la primera huelga de trabajadores de la música qué se dio en 1582 en la Catedral Metropolitana, por una mejora salarial. Aunque el desenlace de esta no fue afortunado para los huelguistas, que tuvieron que renunciar al no ver su demanda cumplida, dejaron sembrada la semilla pues, según se cuenta, después nadie quería tocar por los bajos salarios.

Yanga fue uno de los cerca de 12.5 millones de personas que fueron sacadas por la fuerza de sus comunidades en África, y que llegaron a la entonces Nueva España entre los siglos XVI y XIX. La rebelión que lideró abarcó aproximadamente de 1570 a 1640. En 1632 lograron arrancarle a la corona el acuerdo de establecer el pueblo San Lorenzo de los negros, que se legalizó hasta 1640, siendo este el primer territorio libre de la corona española.

Aunque las rebeliones contra la corona española iniciaron al momento mismo de la consumación de la conquista, y prosiguieron en un ciclo interminable de una opresión en la cual los indígenas y los afromexicanos no lograron ser vencidos del todo, las rebeliones de indígenas y las reivindicaciones del reconocimiento del pueblo afrodescendiente así lo atestiguan hoy en día, esta rebelión representa, como bien lo señaló Luisa Alcalde, una lucha por la libertad del trabajo. No es casualidad que en el siglo XIX Karl Marx y Fredrich Engels, cuando la esclavitud de los afrodecendientes a nivel global está siendo combatida, desde otra óptica –también relacionada con las luchas de los trabajadores como el sector más oprimido de la época moderna– vean justo en las luchas del proletariado moderno la continuación de la nueva esclavitud moderna que habría que combatir, fenómeno que podemos decir que persiste hasta nuestros días.

Tal vez con ello resuene con mayor fuerza esta reivindicación que la secretaria de Gobernación hacía, y que es uno de los legados de aquellos esclavos, cimarrones, rebeldes tanto hombre como mujeres que acompañaron a Gaspar Yunga, una lucha de la libertad, que en palabras de Luisa María Alcalde: “la primera de las libertades es la libertad del trabajo”.

Una segunda reflexión es aquella que está en la siguiente frase que Luisa María Alcalde pronunció: “La historia es necia como la memoria”. Para desatar las implicaciones de esta frase hay que pensar en el contexto que la Secretaria de Gobernación explicó en su intervención y que tiene que ver con aquel momento en el cual, a partir de la segunda mitad de la década de los ochenta y posteriormente la imposición del neoliberalismo, implicó no sólo una de las mayores ofensivas contra la clase trabajadora sino también contra la memoria histórica. Si el motor o la esencia de la historia es la lucha de clases, la desmemoria y la instauración del un presentismo posmoderno a lo que apostaban era una amnesia colectiva que rompiera de manera directa ese vínculo con ese pasado de lucha que viene desde épocas primigenias de fundación de la nación y del territorio mexicano. Esa potencia rebelde que se constituyó primero en los indígenas y africanos traídos a estas tierras y después en la naciente clase trabajadora del siglo XIX y que fue fundamental para el establecimiento del nuevo pacto social mexicano en la época de la Revolución con sus huelgas y sus luchas más emblemáticas como las de Cananea y Río Blanco, pero sobre todo como perteneciente a ese campo popular que reivindicó las demandas que hicieron de la Constitución mexicana una de las más avanzadas del mundo.

La historia es necia como la memoria porque a diferencia de lo que pasó en Europa las luchas de los trabajadores y de los sectores populares por demandas de mejores condiciones de vida, aumento de salarios, mejores servicios de salud y de la lucha por una vida digna, no sólo se han mantenido, independientemente de que su expresión como clase obrera, como subjetividad política organizada, se haga presente como tal. El campo popular sigue reivindicando y poniendo en la discusión pública la reivindicación del trabajo.

Es por ello, que el movimiento transformador actual ha tratado de darle un giro a esta historia de derrota y de nostalgia política de la dignidad rebelde del trabajo, no para suplirlo sino para darle un “giro radical hacia la dignidad del trabajo, donde lo más importante es la protección del trabajo”, como lo señaló Luisa María Alcalde.

Aunque los avances en las reformas laborales, en la activación de la dignidad rebelde del trabajo como potencia organizada, la democratización de las estructuras sindicales, la orientación de políticas de bienestar de mayor alcance siga como agenda pendiente de las organizaciones, de los gremios de trabajadores. Es una realidad inobjetable que esta administración ha establecido un camino para las reivindicaciones de la promoción y defensa de los derechos de la clase trabajadora.

Por ello, Luisa María Alcalde nos dice que “los trabajadores han ganado el derecho al futuro”. Esperemos que esto se mantenga como un nuevo horizonte de sentido para las clases trabajadoras mexicanas. El fortalecimiento de sus derechos y la promoción de la vida democrática dentro de sus sindicatos, aunado con el establecimiento del fortalecimiento de un salario digno, de poner en la agenda de discusión la recuperación de los derechos del trabajo y la reforma al sistema de pensiones permitirán, si se continua por esa vía, pensar que una lucha y defensa del trabajo es algo esencial para la dignificación de la vida toda de las clases trabajadoras. No por ello, la secretaria de Gobernación, establecía como contrapunto de la esta situación alienante, indigna del trabajo bajo el neoliberalismo, el ejemplo de la concepción del trabajo que se tenía en épocas anteriores a la conquista en las civilizaciones prehispánicas, donde el trabajo era visto como parte de aquello que dignificaba a la persona.

Los trabajadores y las trabajadoras han ganado el derecho al futuro porque se ha vuelto a abrir el horizonte de la lucha que constituye la posibilidad de establecer una agenda dentro del campo popular de la cuarta transformación donde los y las trabajadoras sean un actor esencial. Aunque esto está todavía por definirse la apuesta y la apertura de esa brecha esta ya marcada. Los trabajadores han ganado el derecho al futuro, pero ¿podrán nuevamente atreverse a tomar el cielo por asalto?