López Obrador y la estrategia de construcción de partido

CE, Inervención y Coyuntura
«[Salinas]Tenía un proyecto político. El quería establecer un sistema político bipartidista. Y lo podía lograr si el PRD se seguía hundiendo en lo electora. Opté por la eficacia electoral, por sacar al partido rápido en lo electoral, ponerlo en escena, romper el bipartidismo.”
Estas palabras las dice AMLO en una entrevista en donde se documenta la historia del Partido de la Revolución Democrática (PRD). Su consecuencia práctica fue la incorporación amplia de cuadros de otras organizaciones, así como de disciplina interna, y la concebida negociación con el régimen político en el segundo lustro de la década de 1990.
No cabe duda que los partidos, al estar habitados por fuerzas de la sociedad, tienen momentos diversos. El PRD tuvo un momento plebeyo-contestario, mismo que fue aplacado por Salinas y por Muñoz Ledo; pero sus los últimos años esta organización no fue sino expresión de una burocracia atrofiada. En tanto que Morena, con una historia más acelerada, ha pasado por distintos momentos: organización dentro del PRD, fuerza marginal en lo electoral, primera fuerza nacional, etc. Todo esto está en tela de juicio.
En días recientes la polémica por la designación de Adrián Ruvalcaba como director del Metro fue continuada en espacios periodístico-políticos como son “Los periodistas” en canal Once, pero también en los dichos de Sabina Berman y Julio Astillero, quienes se manifestaron especialmente preocupados. Estos dos últimos parecían de pronto los más militantes de aquella organización.
Distintos argumentos en favor o en contra se han presentado. Para algunos, es claro que “recoger el cascajo” no genera dividendos políticos, para otros sí. En ese sentido, queremos contribuir al análisis desde una perspectiva menos comprometida con las fracciones y debates internos en Morena, pensando desde algunas de las implicaciones de estarecurrente situación.
- La designación de Ruvalcaba no necesariamente es expresión de una incorporación al partido. La carta de Sheinbaum al Consejo Nacional de Morena hace una diferencia entre partido y Estado. De manera que la decisión tomada para para la dirección del Metro, aunque local, se presenta como una acuerdo más allá del ámbito local de la ciudad de México, el muestra una tendencia: no todos los funcionarios del Estado tienen que ser del partido.
- Por otro lado, la incorporación de cuadros medios o altos que antes incluso eran contrarios, independiente del nombre o apellido de estos, refuerza una estrategia: dejar sin cabezas visibles a la oposición. En ese sentido, su ingreso, al Estado o al partido, desfigura a la menguada oposición. Su función es desorganizativa del contrario. No son incorporados porque aporten votos o ideología, sino porque profundizan la desorganización del adversario. Más aún, compromete a caras conocidas a trabajar bajo banderas nuevas, aunque no siempre lo hagan pristinamente, con todos los peligros que ello implica.
- Figuras como Ruvalcaba aportan poco programaticamente, se trata en realidad de de personajes que navegan y se adaptan en las mareas de las coyunturas. Ahora él puede seguir aspirando en mejores condiciones para ser –Mancera recargado– algo más, lo cual se dará si hay un viraje en Morena lo cual, el tiempo lo dirá.
- Lo más negativo de todo esto, es el mensaje. Desde la nueva elite política en la dirigencia del partido se le dice a la militancia: preferimos equivocarnos con los recién llegados a tener la razón con la militancia de base. En cambio, desde la base –amorfa, disgregada– el malestar no tiene como expresarse, es decir, no hay canales para la democracia y discusión interna. Muy preocupante, aunque aún no catastrófico en este punto.
Por otra parte, llama la atención el activismo desenfrenado de Astillero y Berman; es casi tan preocupante como la presencia de estos cuadros de dudosa procedencia de izquierda, o aquellos que en el pasado ni siquiera demostraron alguna una simpatía mínima por el proyecto de la 4T. Y esto es porque, en el fondo, estamos ante el cambio de régimen que recicla tanto a sus elites, o bien las refuncionaliza, como a los poderes mediáticos, en donde los que antes eran periféricos también quieren cambiar ganar una centralidad adpatando como fraseología un programa que les era ajeno en nombre de la “pureza” del partido.
AMLO constituyó aquella estrategia en un momento dificil, de crisis. La readaptó en 2018 para triunfar, pues había condiciones para ello. Se volvió a verificar en 2024. Es pertinente, efectivamente, preguntarse si seguirá sirviendo. En dado caso, eso lo decidirá no un periodista o un dirigente, sino el pueblo, que en su momento, se hará escuchar.