Leif Korsbaek o la generosidad del conocimiento
A Marcela, con cariño
Milton Gabriel Hernández García*
Leif Korsbaek tenía un nombre muy danés para haber sido un mexicano que nació en Copenhague, en 1941. Vivió en Estados Unidos y en varios países de Europa, para instalarse finalmente en nuestro país hace más de cuarenta años, donde su enorme disciplina y capacidad de trabajo lo llevaron a convertirse en uno de los referentes actuales más importantes de la antropología mexicana. Después de una vida intensa dedicada a lo que fue su gran pasión, las ciencias antropológicas, el pasado 17 de mayo, el “vikingo” Leif dejó su existencia en este plano terrenal.
Se hizo antropólogo en la Universidad de Copenhague y se graduó como Doctor en Ciencias Antropológicas en la UAM Iztapalapa. Durante 26 años fue profesor de la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), donde impartió numerosas asignaturas en licenciatura y posgrado, tales como funcionalismo y estructural-funcionalismo, antropología jurídica y antropología política, entre otras. En el posgrado en Antropología Social, dirigió por muchos años la línea de investigación «La comunidad campesina e indígena, sus instituciones y su articulación con el Estado». También dictó cátedra en diversos países como Dinamarca, Cuba, Guatemala, Perú y Colombia, además de que fue conferencista en numerosas universidades de Europa y de casi toda América Latina.
Durante su paso por la ENAH y por otras universidades, formó a numerosas generaciones de antropólogos y antropólogas sociales, siempre inspirado por el entusiasmo de una academia que estuviera al servicio de los pueblos indígenas y campesinos en lucha.
Se distinguía por un sentido del humor peculiar. Solía decir que era un “danés nopalizado” y ante la dificultad para pronunciar su nombre, pedía lo siguiente: “llámame como quieras, sólo que no sea muy temprano». Pero también por su erudición y particularmente por un gran compromiso con las luchas sociales. A Leif también lo caracterizó una enorme generosidad epistemológica con sus estudiantes y colegas: desde una clase llena de información sobre corrientes teóricas de alta complejidad que él explicaba con profusa sencillez, hasta una charla de pasillo o de café, el «vikingo» solía siempre compartir ideas espontáneas o largamente elaboradas, así como datos y anécdotas que resultaban inspiradoras.
Era común que si un alumno se cruzaba con Leif en algún pasillo y le externaba alguna duda teórica o metodológica, a las 3 o 4 de la mañana recibiera un correo del profesor con numerosas lecturas o que al día siguiente le llevara un libro sobre el tema en cuestión.
Leif también fue coordinador durante casi una década del Diplomado «Justicia y Pluralismo» en la UNAM, en el que confluyeron no solo académicos especialistas, sino representantes de muchas y variadas organizaciones y movimientos indígenas de todo el país y de América Latina. Además, formó parte activa del Colegio de Etnólogos y Antropólogos Sociales (CEAS) y de la Red Latinoamericana de Antropología Jurídica (RELAJU), de la cual fue presidente. Fue un gran impulsor en México del estudio de la Escuela de Manchester, para lo cual tradujo múltiples textos del inglés al español y a lo cual estuvo dedicado éstos últimos años. Realizó trabajo de campo en varias regiones del país y particularmente desde 2004 hasta antes de la pandemia, en Acambay, Estado de México.
En lo que respecta a su obra escrita, Leif es ampliamente reconocido por sus aportes al estudio antropológico del «sistema de cargos» entre las comunidades indígenas y campesinas mesoamericanas. Podríamos decir que su gran área de especialización fue la «cargología», sobre la que escribió numerosos trabajos. Desde su perspectiva, la comunidad está organizada en torno a diversas instituciones. Una de ellas es el “sistema de cargos”, que según Leif, “permite la interacción social a partir de valores comunes, reglas comunes, normas jurídicas de orientación colectiva que forman un sistema de relaciones que ponen en juego un proceso de aprendizaje cultural de la vida; es la forma de internalizar las pautas de conducta, los valores comunes que se expresan en actitudes apropiadas, en recompensas, en sanciones y castigos que pueden ser aceptados, compartidos o rechazados, pero forman parte integral del sistema de pautas de orientación” (2018).
Leif desarrolló a su vez el planteamiento de que “la comunidad” es un proyecto llevado a cabo por una colectividad, frecuentemente pero no siempre dentro de un marco territorial, que tiene coherencia horizontal, coherencia vertical e historia. Además de que, en la actualidad, a partir de la imposición del modelo neoliberal en países como México, el “sistema de cargos” no es solo una forma de organización social, ya que se ha convertido también en una institución de defensa de la comunidad.
Bajo el mismo interés antropológico pero llevado a otras geografías, dedicó grandes esfuerzos al estudio de la comunidad campesina en Cuba. Leif sostenía que, a pesar de la inexistencia formal de la antropología como una carrera universitaria en ese país, su presencia a través de instituciones y museos había generado aportes importantes para comprender la diversidad sociocultural de la isla. Además, aspiraba a que el conocimiento antropológico se consolidara y fuera de utilidad para el proceso revolucionario cubano, con el cual mantenía una posición de lealtad crítica.
En un artículo que desde mi punto de vista es de suma relevancia en el conjunto de su obra, titulado Los peligros de la comunidad indígena y sus defensas (2009), plantea que la existencia de las instituciones de defensa de la comunidad, como el “sistema de cargos”, representa un problema teórico y práctico que entra en el campo de la antropología jurídica, el cual consiste fundamentalmente en entender la naturaleza y la forma de operación del Estado, que termina por convertirse en el aparato contra el que éstas instituciones comunitarias se oponen y se enfrentan.
Desde 2006 y hasta sus últimos años, dedicó grandes esfuerzos a la investigación colaborativa con las «rondas campesinas» en Perú. Afirmaba que esta institución tradicional, que tiene presencia territorial en las 24 regiones de ese país, funciona como un sistema de derecho comunitario que defiende los territorios de los pueblos y comunidades campesinas e indígenas de los abusos del gobierno, de las empresas extractivistas, y que al mismo tiempo se opone al derecho positivo dominante que impone el Estado, así como a la lógica cultural del neoliberalismo que se centra en el individuo y no en la colectividad.
El legado antropológico de Leif es vasto. Pero el cariño de sus estudiantes, tesistas, colegas y de las comunidades campesinas e indígenas con las que trabajó, es inmenso. En honor a la congruencia de su vida, la Asamblea General de la ENAH lo despidió hace unos días con estas palabras: «Leif Korsbaek, profesor y compañero: como el gran antropólogo que fuiste, nos enseñaste con estima a escuchar, a observar y aprender de nosotrxs y de lxs otrxs. Tus enseñanzas, conocimiento y legado trascendieron las aulas. Lxs que nos quedamos seguiremos tu ejemplo de lucha y consecuencia. Te recordaremos en nuestra memoria por tu alegre e incansable rebeldía. ¡Hasta siempre!»
*Etnólogo e investigador del INAH