Las venas abiertas del Calibán. 50 años de dos obras insignes sobre América Latina y el Caribe

Víctor Hugo Pacheco Chávez

«El capital viene al mundo chorreando sangre y lodo por todos los poros, de la cabeza hasta los pies»

Karl Marx 

Lamming señala con claridad hermosos avatares americanos de Caliban, como la gran Revolución haitiana, con L’Ouverture a la cabeza, y la obra de C. L. R. James, en especial su excelente libro sobre aquella revolución, The Black Jacobins”.

Roberto Fernandez Retamar

En este año se cumplen 50 años de dos obras emblemáticas que trazaron los debates y las discusiones de la cultura latinoamericana del siglo XX: Las venas abiertas de América Latina de Eduardo Galeano y Calibán de Roberto Fernandez Retamar. Ambas obras se publicaron en 1971, ambas pueden clasificarse, si es que hay necesidad en la gran tradición ensayista de la región, y ambas fueron obras que estuvieron comprometidas con los procesos de liberación que prefiguraban la lucha política de la izquierda latinoamericana.

La primera escrita por Galeano hace un recuento del proceso de explotación, dominación y saqueo del continente latinoamericano. Galeano narra los pormenores de la manera en la cual los distintos colonialismos y la voracidad del capital subdesarrolló a América Latina y el Caribe.

Los dos primeros capítulos de la obra narra la instauración del capitalismo de piratas y corsarios que llegaron en busca del oro y cimentaron la explotación de la plata, para luego implantar el régimen azucarero en las islas del Caribe. Galeano narra cómo la lógica de la plantación se extendió por el subcontinente derivando en distintos mono plantíos que reprodujeron y ampliaron la lógica del capitalismo agrícola de la región. La lógica de la plantación avanzó del azúcar, al cacao, al café y al destino trágico del banano que marcó la decadencia de las economías centroamericanas. Este punto es interesante porque nos permite volver a reflexionar el tema de la desindustrialización de las economías latinoamericanas y como los temas de las reformas agrarias marcaron buena parte de las luchas y las demandas de los pobres, desposeídos y las clases populares de la región.

Avanzado el siglo XX la conección entre los minerales y el dominio estadounidense está marcado por la manera en qué los conflictos del petróleo, del hierro en la amazonía brasileña, del salitre peruano y del cobre chileno marcaron parte de las intervenciones y de los golpes de estado organizados y dirigidos desde la potencia del norte.

La obra se detiene en la restructuración del imperialismo hegemonizado por los Estados Unidos a mediados de los años sesenta y en la apertura hacia los primeros esbozos del neoliberalismo.

La segunda obra fue configurada al calor de la revolución cubana y trata de pensar más que en las lógicas de la dominación en los horizontes de la resistencia y de la transformación. Además de esta característica se puede pensar que esta obra nunca tuvo un carácter acabado, quizá como la identidad misma fue ampliándose y abarcando más posibilidades de lectura de la cultura, Fernando Retamar reescribió varias veces la obra. Este espacio no podrá dar cuenta de esas reescrituras, pero es un gesto que no debe pasar desapercibido.

El concepto-metáfora de Calibán sentó las bases del cambio de la generación modernista para pensar la identidad latinoamericana. Esta generación que ya veía en el despliegue de la hegemonía estadounidense, el dominio de Próspero, en estas tierras, se pensó y así lo demuestra el ensayo de Enrique Rodo a través de la figura de Ariel. El burdo materialismo norteamericano y su transformación y desaparición del mundo que había permanecido hasta fines del siglo XIX, pensaban podía cuestionarse y entenderse de distinto modo desde la lógica espiritual de Ariel, pero muchos de los arielistas, o de aquellos que se afirmaban en el horizonte de Rodó, en realidad le rendían culto a Prospero. La república letrada latinoamericana se adapta y trata de desarrollar los valores de la sociedad estadounidense.

Cuando Retamar planteó que la identidad latinoamericana podía entenderse más bien desde Calibán, desde esa figura monstruosa, propia de las islas caribeñas, signaba esta figura a la relación entre los desposeídos, los esclavos, los sirvientes, los de abajo, que trataban de rebelarse una y otra vez en la región.

El trabajo de Retamar hace un amarre entre la identidad caribeña con Calibán y la cubana con Martí con parte sustancial del nuevo mundo que se abría con la revolución cubana. De este modo mientras Ariel quedaba confinado al pasado, Calibán-Martí se abría a los horizontes del futuro, o a las eras imaginarias según el decir de José Lezama Lima, que por lo menos antes de los conflictos con el régimen acercaban, en este punto la potencialidad de la figura martina como decidora y puente entre pasado-futuro. El mito martiano de Lezama Lima, marcaba la misma apertura que el concepto-metáfora de Retamar. Esto no es casual pues la revolución cubana legitimó la figura de Martí como uno de los pensadores emblemáticos de la región.

La potencialidad de pensar América Latina y el Caribe a través de la figura de Calibán abrió su propio camino más allá de la obra y los horizontes de Retamar, y es que de alguna manera su inscripción en el horizonte de las discusiones de la identidad caribeña precede a esta obra. George Lamming es uno de los intelectuales que comienzan a trazar esta relación. La larga discusión sobre el tema se puede rastrear en el amplio libro de Carlos Jauregui, Canibalia; continuando las reflexiones no ya a la figura de Calibán sino a Sycorax que inició Kamau Brathwaite y que ha reformulado, retomado y resignificado el debate feminista e la actualidad.

Son 50 años de dos obras monumentales, que han forjado el imaginario latinoamericano y que nos hablan desde lugares distintos sobre la accidentada, dolorosa historia latinoamericana y caribeña. Celebramos con estas obras no sólo el pesimismo y la derrota sino también los horizontes de sentido que afloraron las narrativas y la praxis liberadora de la región. El fin último de estas obras era pensar la liberación latinoamericana y caribeña, aunque para ello tuvieran que recorrer nuevamente el lado malo por el que continúa avanzando la historia. Los rostros del Calibán han cambiado en esta vuelta de siglo, pero sus venas siguen abiertas.