La imagen de la deshumanización

Juan Manuel Díaz

La apertura de los ojos lleva consigo la apertura de los sentidos:

dudar de lo que vemos,

dudar de lo que oímos,

dudar de lo que nos enseñaron…

 dudar de lo que nos dicen.

Nuestra cultura nos ha dejado en estado de shock.

Aime Cesaire

 

Durante los últimos ocho meses, hemos visto imágenes violentas provenientes de Palestina. Niños quemados, cuerpos apilados debajo de escombros, perros devorando cadáveres y esqueletos a plenas calles de Gaza. Sin duda, de entre todas las imágenes de muerte que han sido presentadas en noticieros y redes sociales, es la de un padre enseñando a una cámara el cuerpo de su bebé. El cuerpo no tiene cabeza, aún tiene un pañal pero su pequeña cabeza ha desaparecido. Esa imagen, la cual retrata la desesperación de un padre y de todo un pueblo después de una campaña de exterminio y genocidio[1], sucedió cuando Israel bombardeó el campo de refugiados de Rafah, aun después de que el gobierno de ocupación emitiera la orden de evacuación hacia el mencionado lugar. De acuerdo con la comunicación del ente colonizador, Rafah había sido designado como una zona de seguridad. En la noche, vimos imágenes de personas siendo calcinadas aun con vida. Sin importar que fuera Rafah, Jabaila o más recientemente Nuseirat, todos los lugares habían sido designados como zonas seguras. Después de que personas palestinas huyeran a esos lugares, Israel atacó a civiles huyendo de la ocupación. 

La pregunta que quiero plantear aquí es, ¿cómo es posible que, con aproximadamente 35 mil víctimas, la mayoría infancias y mujeres, a Israel se le permite cometer los más atroces crímenes en contra la humanidad?[2] En este breve ensayo propongo una respuesta desde los estudios visuales: la construcción de la imagen supone la construcción de humanidad. Permítaseme elaborar un poco, la idea es que las imágenes presentadas por Israel sobre las vidas palestinas están diseñadas para deshumanizar, para crear una imagen racista y violenta de la población palestina para justificar su exterminio.

Desde las aproximaciones teóricas de los estudios visuales, ver y ser visto se estructura como el horizonte de existencia. De acuerdo con Diego Lizarazo, la mirada es la matriz que organiza el campo de lo visible y la percepción. El campo que observa la mirada-matriz termina por organizar el mundo, establece relaciones de poder, de control y de jerarquías. No es únicamente que existe aquello que se ve, sino que las condiciones en las que se enmarca la imagen es una realidad. La mirada-matriz genera un orden político y epistemológico. Determina qué sujetos existen al colocar la mirada sobre ellos, pero además, en qué condiciones existen. No basta con ser mirado sino que, tras ser mirado ser colocado en una posición que te otorgue una existencia digna.

Pensamos en las imágenes emanadas de noticieros israelíes, imágenes de propaganda nacionalista con soldados presentados de manera heroica, inclusive, en ocasiones, en supuestos momentos ayudando a la población palestina. Inclusive el medio más crítico del ambiente noticiero israelí Haaretz, ha escrito desde diciembre de 2023 cómo los noticieros israelíes se han vuelto el brazo propagandístico del gobierno colonial[3]. Inclusive podemos pensar en las imágenes que salen de las redes sociales de soldados israelíes, celebrando el exterminio, burlándose de la población palestina y usando una retórica genocida y racista.

La cultura visual, diría Nocholas Mirzoeff, teórico de los estudios visuales y judío antisionista; que es todo aquello que acontecimientos visuales en los que un espectador o, si se prefiere, un consumidor, busca información, sentido, significado y placer que guiarán su vida. Ahora bien, estos acontecimientos visuales están mediatizados por una tecnología visual. Diría Paul Virilio, una tecnología que automatiza la percepción pero que esto no implica que nos diga a nosotros los espectadores que aquello que vemos es real o qué significa aquello que vemos. Es la distinción de una cultura visual desordenada venida por los albores de un capitalismo tardío que bien podemos llamar posmoderno. Para Mirzoeff, este desorden visual, esta explosión y sobreabundancia de imágenes que se nos presentan pero que no son capaces de construir un relato existencial, es la marca de la crisis de la posmodernidad.

En este sentido, las imágenes del genocidio palestino compiten con otro tipo de imágenes tanto en televisión como en redes sociales. Sin embargo, no construyen un horizonte de interpretación que nos diga qué ocurre en Gaza. En términos de Cornelius Castoriadis no logran construir la red de significaciones, deseos y signos que constituye un imaginario social. Sin esta cualidad, además de la incapacidad de relacionar un relato con los hechos, las imágenes se vuelven referentes y representaciones vacías. No hay un fondo simbólico que pueda lograr constituirse en un relato coherente y que pueda articular un imaginario social que determine un horizonte de interpretación colectivo.

Además, hay una competición entre las narrativas de la justificación del genocidio y el relato de las víctimas, provocando que se confundan. Ambos relatos buscan posicionarse como las narrativas dominantes en los medios de producción simbólicos que puedan articular el imaginario antes mencionado. Sin embargo, ante las redes sociales y otro tipo de producción de contenidos y de imágenes, resulta imposible un monopolio absoluto de los medios de producción simbólicos. Los anteriores comprenden desde medios de comunicación, redes sociales, cine, tv, producción literaria y un largo etc. Estos medios de producción simbólica funcionan como los dispositivos capaces de producir signos, significado y sentido, significados, a partir de los cuales los públicos determinan qué es verdad, o al menos, construyen una esfera de sentido a su alrededor en donde corroboran sus propios sesgos o desmienten otros. 

Hay, pues, un par de construcciones de imágenes: primero, la visión pro-genocidio abordado desde los medios occidentales tradicionales en la que se justifica el sistema de apartheid israelí, además del sistemático exterminio del pueblo palestino. Segundo, las imágenes generadas por las víctimas desde redes sociales enmarcando un contraimagen, esto es, una imagen distinta de su propio sufrimiento, lo cual resulta desgarrador, no solo por las imágenes dramáticas como un bebe sin cabeza o cuerpos de infancias calcinadas, sino por el simple hecho de que vemos en vivo el extermino de un pueblo sin poder hacer mucho por las víctimas.

El lector crítico podría comentar que efectivamente hay medios como Al Jazeera que construye otro tipo de imágenes al enfocar la cámara noticiosa en las víctimas, y que inclusive las redes sociales son usadas por el ejército de ocupación israelí para enmarcar su heroísmo, al tiempo que soldados también usan estas mismas plataformas para burlarse de sus víctimas. Ambas cosas son ciertas, pero cuando hablo de los ambientes en donde habitan los dos tipos de narrativas e imágenes, la israelí habitando los medios tradicionales occidentales, y las imágenes palestinas habitando redes sociales; estoy mencionando tendencias generales sin descartar necesariamente casos un tanto más particular.

Lo más perverso de esta construcción y competición por dominar los medios de producción simbólica, tiene que ver con el placer escópico que nos causan observar este tipo de imágenes. La centralidad del ojo en la cultura occidental determina la condición humana de quien es observador. La mirada da condición de humanidad. En este sentido, no solo es que existe quien es observado sino que el sujeto observado puede ser conferido o despojado de humanidad. Hay un placer morboso en esta posición de poder. Israel les quita humanidad a los palestinos cuando en redes sociales los solados colonizadores de burlan de sus víctimas, o, cuando en medios israelíes continuamente reproducen imágenes con políticos mencionando el mismo mensaje: los palestinos son animales y deben ser asesinados.

El placer de deshumanizar más el adoctrinamiento de la población israelí ha tenido durante más de setenta años, ha construido a un sujeto palestino infrahumano. Toda imagen israelí está dirigida a deshumanizar a las víctimas y a asegurar los colonos no puedan percibir la humanidad de los palestinos. Esto es exactamente igual a la maquinaria de deshumanización que Alemania Nazi echó andar, lo que siguen sufriendo las poblaciones afrodescendientes en EU o inclusive la producción de imágenes de poblaciones indígenas en países latinoamericanos.

Hay un placer perverse, una escopofilia venida desde el otorgamiento de la condición de humanidad. Un placer en observar y en ser visto, la cual, ciertamente habla del ocularcentrismo de la sociedad occidental. Tanto Martin Jay, a propósito de La Historia del Ojo de George Bataille, habla del placer, perversión el miedo y el dolor de observar y ser visto. Así como estas relaciones dicotómicas en Occidente han ido generando una crisis, la cual, desde mi punto de vista la crisis de la posmodernidad mencionadas por Virilio y Mirzoeff. Jay menciona que el ocularcentrismo, la centralidad de la relación observar y ser observador, fue el principio organizador de Occidente. Un principio que sistematizó organizó y administró al mundo durante quinientos años. Bataille, con su novela herética La historia del ojo, dice Jay, anuncia la crisis del ocularcentrismo. Ya la mirada empieza a dejar ese principio de certidumbre y organización del mundo.

Hasta que llegamos al desorden ocular que supone la posmodernidad, hay una postvisualidad, no porque deje de existir la centralidad de la visión, sino que ya no hay una mirada articuladora del mundo. No es que haya dejado de existir la mencionada mirada-matriz que organiza al mundo, sino que hay múltiples miradas-matrices organizando los espacios vitales y sociales de diferentes maneras. Ahora compiten muchas miradas que siguen debatiendo y criticando la mirada racionalista occidental europea —la origina mirada- matriz— y no es puede ver mejor esta crisis que en Palestina. La competición antes mencionada habla de la crisis que empezó con Bataille y que describieron Jay, Virilio y Mirzoeff. Es un desorden no solo epistemológico, sobre cuál es la mirada que organiza el mundo, a saber: ninguna; sino que dicho desorden alcanza la esfera estética, epistemológica y política. La primera, en términos de la construcción de una sensibilidad a partir de una percepción particular, en este caso, la observación de hechos atroces; la segunda, porque configura el mundo y al conocimiento de éste de una manera específica, es decir, quién tiene la verdad y cómo se entiende ésta; y tercera, porque determina la posibilidad de otros mundos posibles[4], así como un orden de poder determinado, en el caso del extermino Palestino, quién se presenta como víctima y como victimario.

Además, la postvisualidad, el hecho de la competición entre diversas visualidades tomadas todas como iguale de válidas; es condición necesaria del desorden de la posmodernidad, sino que, también podría acentuar las posibilidades de transformación políticas, sociales, culturales y económicas del mundo. Una forma de ver supone, como ya lo he mencionado, un orden específico del mundo. La producción de este orden se genera desde sus imágenes, la manera en que se produce consume y distribuye. La mirada-matriz se empieza a fragmentar en diferentes formas de expresión de la visualidad, o mejor dicho, de las visualidades en pugna.

La resistencia palestina y la intención genocida de Israel son expresiones de estas postvisualidades en conflicto. En realidad son dos expresiones de sensibilidades distintas: una que busca reconocer la humanidad y la dignidad del pueblo palestino, y otra, la cual sería una continuación de la barbarie visual que occidente ha construido para justificar la dominación colonial. No es únicamente que dicha dominación sea obtenida en condiciones materiales, sino que también debe haber una conquista cultural, expresado en lo visual. Todo pueblo conquistado sabe que no basta con su dominación en sus condiciones físicas sino que se hace extensiva a una reproducción visual de su dominación. Hay una conquista material y una imagen de la conquista, esa, podría ser más difícil de eliminar que la libertad material.

Aunado a lo anterior, no solamente que el pueblo israelí acepte la conquista y violencia a Palestina sino que la vitoreé, que se considere como algo deseable y necesario. Esto son los protocolos de visualidad, los parámetros de una mirada occidental que ve a todo a aquel que no es percibido como europeo. Israel se ha dado a la tarea imágenes desordenadas al explotar imágenes que quitan la gravedad al genocidio, al mismo tiempo que se busca quitarle la humanidad a la población palestina. Rodeada de un contexto violento, las imágenes son acompañadas con la retórica supremacista blanca. Como lo mencionó el teórico Aimé Cesaire en Discurso sobre el colonialismo: “el crimen de Hitler no fue la humillación del hombre sino que fue el crimen hacia el hombre blanco, la humillación al hombre blanco, y el hecho de que aplicó a europeos procedimientos colonialistas, los cuales habían sido recibidos por los árabes de Argelia, los culis de la India y los negros de África”.

[1] Hago la aclaración debido a que, en derecho internacional, el crimen de exterminio y genocidio están tipificados de manera distinta. De acuerdo con el Estatuto de Roma, el cual rige el actuar de la Corte Penal Internacional, el crimen de exterminio es el asesinato a una gran escala, mientras que el genocidio es se refiere a la eliminación sistemática de un pueblo por razón de raza, etnia, cultura, nacionalidad o religión. De acuerdo con la dictaminación de la Corte Penal Internacional, Israel es culpable de ambos crímenes de lesa humanidad.

[2] Tipificación del tipo de crimen que persigue la Corte Penal Internacional.

[3] Véase los artículos de Ido David Cohen

[4] Véase el trabajo los trabajos de Jacques Ranciere: La división de lo sensible: estética y política, y El espectador emancipado.