La Historia en la Política y la Política en la Historia
Nicol A. Barria-Asenjo[1]
Paul Ricouer (2003) afirmó que: “la memoria sigue siendo el guardián de la última dialéctica constitutiva de la paseidad del pasado, a saber, la relación entre el ‘ya no’ que señala su carácter terminado, abolido, superado, y el ‘sido’ que designa su carácter originario y, en este sentido, indestructible” (p. 648).La memoria es el proceso re-constructivo mediante el cual se produce una efímera re-elaboración de hechos o acontecimientos que tuvieron lugar en una estructura temporal que ya no es, lo incapturable y escurridizo del pasado emerge en un presente vivo donde se articula dicho pasado, lo que ya no fue, retorna en el aquí-ahora, entre los umbrales poco alcanzables del presente la representación del pasado de torna visible y posible. Entonces, la disolución del pasado en el presente (Hartog, 2007) es un imposible, el pasado ya no está, pero retorna y cobra vida mediante la efervescencia de la memoria que opera como guardián, juez y jurado del resultado y proceso del re-pensar. Mientras el recuerdo pertenece a una forma histórica, el olvido responde a una de las formas a-históricas. En consecuencia, la memoria debe contener lo que Roger Chartier (2016) ha conceptualizado como “Effets de réel” (p.169), este seria la suerte de elemento necesario para que el pasado pueda tener presencia y existencia en un presente y tal vez, sobrevivir en el futuro.
Según Burke (1997) la historia en sus inicios tuvo como principal tarea exponer la forma en que las cosas sucedieron en un determinado periodo, para el historiador, la historia es una especie de juicio que se emite a propósito de acontecimientos pasados, es a partir de la mirada retrospectiva que aparece la opción de analizar y aproximarse a los complejos entramados que los movimientos de la historia van construyendo o en su contrario desmantelando. La mirada al pasado posibilita la existencia de la historia, la historia es lo que es y lo que ha sido.
Lucien Febvre (1992) advertía que “un historiador que rehúsa pensar el hecho humano, un historiador que profesa la sumisión pura y simple a los hechos, como si los hechos no estuvieran fabricados por él, como si no hubieran sido elegidos por él, previamente, en todos los sentidos de la palabra “escoger” es un ayudante técnico. Que puede ser excelente. Pero no es un historiador” (p. 179-180). Desde estos obscuros lugares podemos comenzar a ver los nexos entre la política y la historia a la luz de la iluminación enfocada en que la historia no encuentra su límite al encontrarse con la política, sino que solo, se expande a otros espacios, y que siempre es un hilo manejable y tanto alterado como construido por alguien. La historia y la política se cruzan al tener que pensar en cuestiones de responsabilidad, si las formas políticas y modelos políticos son en cierta medida seleccionados por la sociedad mediante procesos democráticos, en paralelos a esto también se direcciona el devenir de la historia en implicancia con la política que moverá los hilos.
Marta Philp (2000) nos recuerda que desde el siglo XIX se comenzó a difundir la historia política en relación con estrategias y propaganda política, una herramienta que servía para la política presente, es decir, se impuso una visión instrumental de la historia. Será entonces, el proceso revolucionario-historiográfico lo que dará paso a nuevas formas de entender y utilizar la historia. Nuevamente encontramos en la coyuntura a la política y la historia, entendiendo que el movimiento político revolucionario en la historia, produjo que la historia en tanto teoría y práctica lograra otras concepciones y se ramificara. En nuestro siglo XXI, la perspectiva histórica carece de delimitaciones y prevalece como un núcleo de encuentro y debates, Retomando a Philp: “la historia no se agota en la historia política sino que incluye varias dimensiones de la vida humana” (p.254) además, agregará que
el retorno de lo político y de la historia política no significa regresar al modelo propuesto por la “historia historizante”; los desafíos son muchos, la historia política tiene que fortalecerse en un contexto de crisis de los modelos globales de análisis tales como el estructuralismo y el marxismo; sin embargo, dicha crisis es a la vez la condición de posibilidad de una nueva historia política que reivindique su autonomía como objeto de estudio, que reclame un espacio propio a partir de la revisión de los “viejos” modelos (estructuralismo y marxismo) y de una mirada crítica y atenta frente a la “novedad” de las propuestas teóricas actuales. La crisis de los modelos globales dejó al descubierto a los individuos cuya imagen se desdibujaba tras una rígida concepción de clase o de estructura social” (p.256).
Tal vez, una de las críticas que se puede hacer a lo anterior, es pensar en un “retorno a lo político” (p.256); la figura del retorno en lo político supone un más allá y un salto en las condiciones y estructuras. Tal afirmación tendría como hipótesis la afirmación de que en algún momento de la historia se dio un salto más allá de la política y los procesos de ideologización comenzaron a mover otros engranajes que salieron de la política. Lo curioso de esa conjetura vacía, es que nuestro siglo promueve algo similar, la despolitización y lo apolítico, que también son formas políticas que se encontrarían fuera de la política misma.
Hay una despolitización -o al menos un intento de esto- de la política misma. Se intenta promover la política sin los elementos negativos que la política tiene en su esencia. Una purificación de la política para convertirla en una política sin política. No hay un retorno de lo político, hay una caída del velo ideológico que mantenía bajo su manto las claves que nos permitían ver con claridad la errancia en los intersticios de la política en su potencia.
Lo anterior, irremediablemente nos llevaría a pensar sobre la veracidad de cualquier reconstrucción o análisis, en sus esferas políticas, económicas e incluso históricas, es menester esclarecer que, esto ha permanecido desde la década de los 70, es un antagonismo imposible de superar y guarda relación con las condiciones de verdad de un relato histórico que es perfectamente extrapolable al terreno político. Un claro ejemplo de esta colisión, se encuentra en el terreno de la política frente a los debates izquierda-derecha, si bien, los partidos políticos permanecen en una cada vez más extensa ramificación dentro de lo difusos márgenes y límites de la izquierda o la derecha; me interesa para efectos de este texto enfocarme en la estructura ideológica y la relación que hay o no con la base economía, lo cual, no es una relación causa-efecto, en absoluto.
Algunas re-lectura históricas que se producen desde ambos bandos de la escena política, si bien contienen matices estructurales-narrativos enfocados en un evento específico, con aparentes configuraciones y repercusiones sociales, económicas, políticas, culturales, espirituales, materiales similares, finalmente no logran ser analizados ni estudiados desde perspectivas amigas.
En Chile, la dictadura cívico-militar guarda una dualidad, aún en pleno 2022 prevalece en un gran número de la población un anhelo de retornar a ese periodo histórico, donde, en retrospectiva, algunos afirman que había más orden y una mejor calidad de vida.
Lo curioso de estas dobles lecturas es que desde una mirada general se pensaría que es la elite económica y la clase política dominante la que desea un regreso a este horroroso episodio de la historia del país, y en efecto, son ellos y ellas, pero también entre estas masas adineradas hay gran número de trabajadores asalariados, cesantes, emprendedores y estudiantes de las clases medias y bajas que apoyan el ideario. El fantasma del General Pinochet permanece en ellos mediante la defensa a su legado y la aceptación de su condición de dominados, sobre este interesante fenómeno de la consciencia política y la transferencia con la estructura ideológica-económica, Wilhelm Reich (1933) afirmó que: “la situación económica y la situación ideológica de las masas no se intercalan necesariamente y que incluso pueden disociarse en gran medida. Hay que constatar, por otra parte, que la situación económica no se transfiere de una manera inmediata y directa a la consciencia política” (p.31)
Lo anterior nos invita con mayor intensidad en reflexionar en la condiciones de la política chilena, y a poder analizar con otros matices y herramientas los movimientos que en los político se han evidenciado a lo largo de la historia del país. Los momentos más siniestros y los acontecimientos más brutales, aún permanecen con una dualidad que actúa como barrera ante cualquier intento de reconstrucción del país.
¿Por qué importa la historia en la política chilena?
Roger Chartier (2016) nos da un punta pie inicial a la hora de intentar pensar la importancia o los aportes de la historia en la política chilena, para el historiador
Después del mayo de 1968, Chile fue para nosotros una tierra de experiencia y de esperanza. Después del primer y siniestro 11 de septiembre, Chile hizo de nuestros “ojos una fuente de lágrimas llorando por los muertos”, como fueron las lágrimas bíblicas del profeta Jeremías. Pero aquellos tiempos de dolor también fueron tiempos que fortalecieron la solidaridad entre todos los que, tanto en Chile como en Francia, compartían y comparten la inalterable esperanza en un mundo más justo, sin crueldades ni tiranías
Intentar pensar los conceptos “Historia” y “Política” como dos conceptos que operan de forma independiente para re-pensar en la historia de un país como Chile, seria irremediablemente acercarnos al dilema de caer indefinidamente en un punto muerto, en el cual terminaríamos por no avanzar así como tampoco retroceder. Desde el periodo de Dictadura Cívico Militar (1973) e incluso mucho antes, en el Estado de Chile, la política irrumpió en la historia y la historia se tornó política.
Los procesos de politización y falsa des-politización están en cada huella histórica que intentemos estudiar. Esta estrategia tiene una paralela relación con la memoria y el olvido, la falta de memoria impulsa a la población a un olvido, y por tanto, a deambular entre la a-historia, desde allí los engranajes de los traumas colectivos y rupturas pretenden ser anestesiados para que se mantengan sus espectros y los discursos hegemónicos no sientan la más mínima alteración.
Patricio Rivera y Carlos Móndaca (2013) proponen lo siguiente:
Entonces, el pasado debe ser constantemente recuperado y aún rescatado del olvido para construir o reconstruir el presente, teniendo en cuenta que la dictadura en Chile elaboró discursos oficiales y una única historia oficial[2] que no reflejó la realidad de los “otros”, es decir, los derrotados, los republicanos, los exiliados, los torturados, los relegados, los clandestinos, los detenidos desaparecidos, los “upelientos”[3]. Es por ello que ante esta idea de recuperación de la historia, Alain Touraine (1995) señala precisamente lo anterior: la modernidad, por tanto, el individuo, debe estar en una permanente actitud crítica, constructiva, analítica, a la par con la evolución de los acontecimientos.
Serán los derrotados, lo que he definido como “los siempre olvidados” los agentes activos que durante el periodo del 2019, mediante el proceso de insurrección popular, harían de la historia una recuperación viva. Durante el 18 de octubre, se construyó una nueva forma de evitar la re-victimización a las víctimas de la dictadura, fue en los bordes de la revuelta social donde la no-repetición apareció. Los cimientos de la historia, en tanto, devenir anestesiado producto de los movimientos del olvido[4] lo que pudo ser saltado.
El salto del torniquete, siendo este el momento en el cual los estudiantes secundarios sin ser totalmente conscientes de lo que despertarían, mediante un impulso sostenido por el deseo del cambio lo que haría que Chile diera un salto radical contra todo lo establecido y que se burlaba de permanente e inamovible. El proceso político desde allí paso a ser una transición entre lo impuesto hacia lo no-conocido. Lo no-todo abordado por la historia misma se volvió vigente y los debates se politizaron, la dirección que el país tomó y aun toma en 2022 un proceso de demolición. Con la llegada del proceso Constituyente y la liberación del primer borrador de lo que será una Nueva Constitución Política chilena, podemos entender que lo que ocurre en Chile es la rememoración de las deudas que la historia de la humanidad tenía con la historia misma, se evitaba lo que desde temprana data Reich (1933) identifico como un “suicidio político” (p.62) un evento que tomaría lugar pese a las buenas intenciones que las masas populares, los revolucionarios o los agentes políticos podrían tener, es el único fin, si es que las condiciones de la política misma no eran modificadas o reemplazadas.
Retomaré las conjeturas de Wilhelm Reich (1933) para lograr analizar algunos de los aparentes cambios en medio de la revuelta social,
«La clase media es de vital importancia para la existencia de un Estado» , se leía en un pasquín de los Deutschnationalen, del 8 de abril de 1932. La cuestión de la importancia política de la clase media ha desempeñado un importante papel en el seno de la izquierda en las discusiones que siguieron al 30 de enero. Hasta esa fecha se ha tenido muy poco en cuenta a la clase media, porque todos los intereses estaban centrados en el estudio del desarrollo de la reacción política, de la dirección burguesa del Estado, y porque la problemática de la psicología de masas faltaba en los hombres políticos. Después de esta fecha se vio la <<rebelión de la clase media>> aparecer en escena (p.59) .
Entonces, siguiendo con Reich, sería la rebelión de la clase que hasta antes de este periodo no era reconocida ni considerada en su potencia, poco a poco, logró ser epicentro de atención, es más, posteriormente el modelo capitalista-neoliberal presta total atención y sobre todo comienza a articular diferentes estrategias que eviten cualquier proceso de sublevación popular en las clases trabajadoras, pues, cualquier revuelta en este eslabón del sistema, produce un freno.
En el periodo comprendido desde el 2019 hasta el actual 2022 hay un fuerte cúmulo de eventos que pueden ser analizados solo mediante la mirada retrospectiva, nada anunciaba ni advertía que el 18 de octubre del 2019 comenzaría una revuelta popular que tendría repercusiones globales. Sin embargo, habían huellas, los movimientos estudiantiles, los movimientos feministas, las demandas sociales no escuchadas, todo aquello venían silenciosamente acumulándose y mediante ese entierro forzado hacia una historia viva los movimiento los hilos de la historia impulsaban todo hacia ese único desenlace, Chartier (2016) dirá que
en este sentido, la historia nunca puede olvidar los derechos de una memoria que es una insurgencia contra la falsificación o la negación de lo que fue. La historia debe entender semejante pedido y, con su exigencia de verdad, con sus operaciones propias, identificar, exponer y, tanto cuanto sea posible, apaciguar las infinitas heridas que dejó en el presente un pasado a menudo tiránico, brutal y cruel (p.175)
Todo lo silenciado, el síntoma, apareció en la escena nacional, lo silenciado y ocultado brotó. Es el momento político que se vive en la historia lo que nos invita a pensar, en las implicancias de la política en la historia y la importancia de que la historia logre ser politizada. Cualquier intento de despolitización de la historia, de olvido forzado, como sucedió en el caso chileno puede desterrarse a si mismo.
Referencias.
Althusser, L (2019) “Notas suplementaria sobre la historia”. En Althusser, Escritos sobre la Historia, (1963-1986), Pólvora, Doble Ciencia.
Burke, Peter, 1997, Historia y teoría social, Colección Itinerarios, Instituto Mora, México.
Chartier, R (2016) “El presente del pasado. Historia, memoria, literatura”. Revista Austral de Ciencias Sociales 31: 167-175, 2016. Disponible en: http://revistas.uach.cl/pdf/racs/n31/art10.pdf
Philp, M (2000) La historia política. Su redefinición a lo largo del tiempo y la búsqueda de nuevas fuentes documentales”. Cuadernos de Historia, Serie Ec. y Soc., N° 3, Arch. y Ftes., CIFFyH-UNC, Córdoba
Burke, P y Moller, C (1996) Entrevista con Peter Burke, Rev. Asoc. Esp. Neuropsiq., 2007, vol. XXVII, n.o 99, pp. 145-159. Recuperado de: https://scielo.isciii.es/pdf/neuropsiq/v27n1/v27n1a13.pdf
Araujo, Carolina; Álvarez, Marisa Alejandra; Medina, Celia; Verdad y ficcion en la historia: el debate entre Hayden White y Roger Chartier; Universidad Nacional de Jujuy. Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales; Cuadernos de la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales; 43; 6-2013; 33-42
Hartog, F. (2007). Regímenes de historicidad. Presentismo y experiencias del tiempo. Mexico: Universidad IberoAmericana.
Pargas L, Luz Gisela (2018). Roger Chartier y las nociones de tiempo y representación. De una historia en minúsculas. . Procesos Históricos, (34),107-121.[fecha de Consulta 19 de Mayo de 2022]. ISSN: 1690-4818. Disponible en: https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=20057342007
Ricoeur, P. (2003). La memoria, la historia, el olvido. Madrid: Editorial Trotta.
Rivera, C y Mondaca, C (2013) “El aporte de la enseñanza de la historia reciente en Chile: Disensos y consensos desde la transición política al siglo XXI”. Estudios Pedagógicos, XXXIX, No 1: 393-401. Disponible en: https://www.scielo.cl/pdf/estped/v39n1/art23.pdf
Torres Ávila, Jheison. (2013). “La memoria histórica y las víctimas”. Jurídicas. No. 2, Vol. 10, pp. 144-166. Manizales: Universidad de Caldas.
[1] Autora de columnas, ensayos y artículos académicos publicados en medios de comunicación nacionales e internacionales. Editor de números especiales de revistas científicas y académicas. Autora de los libros: «Construcción de una Nueva Normalidad. Notas de un Chile Pandémico» (Madrid, Psimática Editorial, 2021); «Karl Marx y Antonio Gramsci en el Siglo XXI. Apuntes para re-pensar el porvenir» (Argentina, La Docta Ignorancia, 2022); «(Des)ideologizar lo humano» Barcelona, España, Terra Ignota, en prensa, 2022.
2021.Editora invitada del Dossier «Ideología, Política y Pandemia» Revista InternaLonal de Filosofía Hodós; 2021- Editora invitada del número especial «Filosofía y Pandemía» en la revista Discusiones Filosóficas, Universidad de Caldas, Colombia; En prensa 2022- Editora invitada del monográfico especial «ŽIZEK: CÓMO PENSAR EN UN MUNDO AL REVÉS» en la Revista Enrahonar, Universidad Autónoma de Barcelona; En prensa 2023- Editora invitada del monográfico especial » POR QUÉ LA FILOSOFÍA ES IMPORTANTE PARA LA POLÍTICA ¿POR QUÉ LA POLÍTICA IMPORTA EN LA FILOSOFÍA? » co-editado con Slavoj Zizek, para la Universidad Autónoma de Madrid.
[2] En el caso Chileno, el llamado “Libro Blanco”, publicado por la Junta Militar de Gobierno, y el “Manual de Historia de Chile”, de Francisco Frías Valenzuela, editado en la época y en uso escolar hasta hoy, forman parte de esos discursos oficiales que omitieron los horrores de la dictadura.
[3] Calificativo dado en Chile a los seguidores o militantes de la Unidad Popular por su sigla UP, alianza de partidos de centro izquierda e izquierda que lleva al poder a Salvador Allende Gossens en 1970.
[4] conviene rememorar las palabras de Torres (2013) “La memoria es la facultad de recordar lo que hemos hecho o lo que otros han hecho. Por su parte, la verdad se comprendería como la correspondencia de lo que recordamos con lo que pasó, en un tiempo y lugar determinados. Pero esta situación que parece sencilla de entender es mucho más compleja de lo que se piensa a primera vista. Su complejidad radica en al menos dos aspectos: el carácter subjetivo de la verdad y la memoria, y el problema del olvido” (p.146)