La demanda infinita de Simon Critchley o el tragicómico fin de la izquierda altermundista a inicios del milenio: una experiencia de lectura
Carlos Contreras
Tras haber leído en 2012 el libro Sobre la violencia de Slavoj Žižek, descubrí que años antes había tenido una polémica con un filósofo llamado Simon Critchley, sobre todo después de que éste publicara un libro titulado La demanda infinita, la ética del compromiso y la política de la resistencia. En un ensayo titulado Resistir es rendirse, Žižek criticaba a éste por postular una ética a favor de la política de la resistencia, de la mera protesta contra los abusos del Estado y del capitalismo, y la razón es evidente, el libro de Critchley afirma que hay que crear intersticios en la sociedad que resistan al Estado, pero nunca aspirar a controlar al Estado, pues eso anula la ética de la resistencia.
Tiempo después Critchley le respondió a Žižek en un ensayo titulado Violent thoughts about Slavoj Žižek ,básicamente le dijo que era un violento, así como un nihilista, y con base en su lectura de Benjamin sobre Para una critica de la violencia defendió su postura de la resistencia contra el Estado. Si bien diversos intelectuales apoyaron a Critchley, la realidad es que muchos estuvieron de acuerdo con la postura de Žižek. Al leer sobre la polémica me puse del lado de Žižek, y es que la postura de Critchley me parecía simplemente indefendible, pues ya en ese entonces los anarquistas y la izquierda antigubernamental comenzaban a parecerme demasiado fantasiosa y poco realista.
Pasó mucho tiempo para que me animara a leer directamente el libro de Critchley, y así forjarme mi propio criterio, y tras terminarlo me di cuenta que no sólo es que Žižek tuviera razón, sino que realmente Critchley da salto tras salto, así como diversos malabares teóricos, para terminar defendiendo una postura netamente defensiva frente a los embates del Estado y del capitalismo, postura que por supuesto le conviene a los poderosos.
El argumento de Critchley básicamente afirma que se debe rechazar la postura de la pasividad y de la indiferencia frente a la realidad, pero que al mismo tiempo se debe rechazar el nihilismo extremista de la política, es decir, se deben rechazar las posturas tipo Robespierre, Lenin, Mao, Durruti, pues eso sólo acarrea más violencia, además de políticas cuasi dictatoriales. Lo curioso del asunto es que Critchley mete en el mismo saco a los antes mencionados y a Bin Laden, pues ve en todos ellos el nihilismo y la violencia, pero sobre todo la devoción por la causa, y eso a Critchley le causa problemas, pues considera que eso se debe evitar para así evadir la violencia, pero además porque: Es en nuestra inacabable inautenticidad, fallas y falta de autocontrol en donde radica nuestra dignidad ética. (Critchley, 2008: 89) Como veremos más adelante, eso lejos de ser algo a defender, produce una gran debilidad en la teoría de Critchley, pero también en quienes operan de esa manera.
Aunado a todo lo anterior habla un poco sobre Heidegger y la distinción que éste hacía entre la vida autentica (da sein) y la vida inauténtica (das man), y para Critchley es la vida inauténtica la que le sirve para defender su postura, a diferencia de la otra que precisamente se pierde en la devoción por la causa y en la política violenta. Es bien sabido que Heidegger al hablar de la vida autentica habla de la vida del guerrero nazi, de aquél que entrega su vida a la causa hitleriana, por lo que al menos en ese aspecto podría ser comprensible el no querer tener nada que ver con el nazismo. El problema radica en que quiere defender la inautenticidad del individuo frívolo y sin ningún compromiso, lo cual además de ser un sinsentido, les da la ventaja a los poderosos sobre el pueblo, por lo que es indefendible.
Critchley basa parte de sus argumentaciones en Emmanuel Levinas, filósofo conocido por sus criticas a la totalidad, y quien afirma que la ética debe basarse en el otro pues: El otro me importa, me afecta, y su presencia nos exige que nos encarguemos de él como mandato ético. (Filosofía &Co: 2021) A diferencia de las posturas utilitaristas, pero también de filósofos como Kant, la ética de Levinas se basa en la responsabilidad por el otro, en la responsabilidad por quien es diferente:
«Desde el momento en que el otro me mira, yo soy responsable de él […] su responsabilidad me incumbe. Es una responsabilidad que va más allá de lo que yo hago». No estamos en una relación ante iguales, sino en una relación asimétrica donde la responsabilidad nos imprime unos deberes morales con el otro en vez de unos derechos personales. (2021)
A partir de este tipo de argumentaciones, Critchley afirma que el deber de la izquierda es el forjar resistencia en los intersticios de la sociedad, de manera que se formen resistencias contra el Estado, que sería el representante de la ontología así como de la totalidad. Mientras quienes resisten serían el espacio de la ética, así como del acontecimiento, y de quienes se responsabilizan por los más vulnerables, de modo que mediante las protestas le señalarían al Estado su completa incapacidad para evitar las injusticias. Cabe señalar que además de Levinas, Critchley también usa a Alain Badiou y su definición de acontecimiento para defender su postura. Según Badiou:
(…) un acontecimiento no es meramente un evento importante o significativo que pueda ocurrir en el ámbito político, artístico, científico o amoroso. Es un quiebre del campo del saber de una situación, porque con el acontecimiento emerge una verdad no considerada por el saber de la situación misma. (Laso:2007)
Desde la visión de Critchley el acontecimiento sucede cuando los dominados protestan contra la injusticia del Estado y del capitalismo, y se hacen escuchar de forma masiva. Con ello el acontecimiento es un: momento metapolítico de experiencia ética del tipo descrito en este libro. La política es una práctica ética que surge en una situación de injusticia que ejerce una demanda por responsabilidad (2008:92). Un ejemplo de acontecimientos de ese tipo serían las protestas de Seattle en 1999, las de Génova en el 2001, la Marcha del color de la tierra en México en el 2001, las protestas contra la globalización que hubo en Guadalajara en el 2004, pero también la revuelta griega del 2008 por la crisis económica.
De modo que la política es el momento en que los débiles protestan contra los poderosos la injusticia que crean. Mientras que a menudo se suele comprender por política lo que es exclusivo del gobierno y de los gobernantes, Critchley cree que la política es lo que le corresponde a quienes protestan contra la injusticia, y mediante dichas acciones esperan señalar las injusticias estructurales que el Estado mantiene. Cabe señalar que en ese aspecto Critchley se separa de quienes esperan mediante sus comunas libertarias, como el EZLN y sus seguidores, cambiar el estado de cosas, y por lo mismo se distancia de pensadores como David Graeber, pues según Critchley la demanda infinita requiere necesariamente del Estado para poder protestar, y precisamente ahí es donde Žižek encuentra la principal debilidad, pero no solo de Critchley, sino también de la izquierda antigubernamental en general, y la razón radica en:
La ambigüedad de la posición de Critchley reside en una extraña incongruencia: si el Estado está aquí para quedarse, si no es posible la supresión de éste (o el capitalismo), ¿por qué retirarse de él? ¿Por qué no actuar con (en) el Estado? ¿Por qué no aceptar la premisa básica de la Tercera Vía? ¿Por qué limitarse a una política que, como Critchley dice, “pone al Estado en cuestionamiento y llama al orden establecido a rendir cuentas, no con el fin de acabar con el Estado, lo que es deseable en un sentido utópico, pero en orden de mejorarlo o atenuar sus efectos dañinos”? (Žižek:2017)
Y es que eso mismo se le puede decir a sujetos como Holloway, como el EZLN y sus defensores, como Raúl Zibechi así como al resto de anarquistas. ¿Por qué retirarse del Estado? ¿No es acaso mejor tomarlo y así aprovechar para hacer reformas en favor del pueblo? Si bien durante la globalización fue muy difícil operar en contra del consenso de Washington así como de los designios del FMI, lo cierto es que los tiempos cambian, y quizás en estos momentos es cuando el Estado puede adquirir una mayor capacidad de maniobra, de modo que se puedan hacer las reformas más populares posibles, las cuales le harían un enorme bien a la sociedad, la cual ya no se vería en la necesidad de crear resistencias en los intersticios para resistir de forma infinita.
Pero es que además el problema de Critchley, y del resto de sujetos ya mencionados, radica en que requieren forzosamente del Estado perverso e injusto para justificar su resistencia, de modo que quienes resisten son necesariamente los buenos, y quienes gobiernan los malos:
Estas palabras simplemente demuestran que el actual Estado liberal-democrático y el sueño de las políticas anarquistas “infinitamente demandantes” existen en una relación de parasitismo mutuo: los agentes anárquicos hacen el pensamiento ético, y el Estado hace el trabajo de dirigir y regular la sociedad. El agente ético-político anárquico de Critchley actúa como el super-yo, bombardeando confortablemente al Estado con demandas; y más trata el Estado de satisfacer a estas demandas, más culpable parece ser. En cumplimiento a esta lógica, los agentes anarquistas enfocan sus protestas no en aquellos abiertamente dictadores, sino en la hipocresía de las democracias liberales, quienes son acusadas de traicionar sus propios principios profesados. (Žižek:2017)
Y es así que entes como el EZLN o los manifestantes de Seattle en 1999 eran los buenos y puros, mientras que quienes gobiernan eran los malvados. Si bien hay algo de verdad en eso, la realidad es que si eso era así entonces ¿por qué no mejor pelear por el Estado y así hacer los cambios necesarios? ¿Por qué el EZLN en vez de crear los caracoles no buscó crear una alianza con el resto de las izquierdas y así gobernar el país y hacer las reformas pertinentes? Eso le habría servido más a los mexicanos que sus caracoles o sus deseos de cambiar el mundo sin tomar el poder.
Como lo mencioné anteriormente, hubo quienes intentaron defender a Critchley de las criticas de Žižek, David Graeber fue uno de ellos, y éste aseguraba que mientras Žižek se la pasaba criticando todo y a todos, al menos Critchley intentaba hacer algo. Lo cierto es que la defensa de Graeber es más una patada de ahogado que una defensa concreta, pues la realidad es que Žižek dio en el blanco en su critica a los argumentos de Critchley, y de quienes se le parecen, pues siempre fue una izquierda que se conformaba con protestar, pero que nunca tuvo la manera de cambiar las cosas de forma concreta, y eso fue lo que terminó por volverla irrelevante.
La demanda infinita, independientemente de que uno esté en contra de lo que dice, es un testimonio, pero también una memoria de lo que fue la izquierda altermundista a finales del siglo XX y a inicios del siglo XXI. Lo mismo puede decirse de libros como Imperio de Michael Hardt y Toni Negri, así como de Cambiar el mundo sin tomar el poder de John Holloway. Los tres son libros que describían el momento que se estaba viviendo, pero que rápidamente sus conceptos y esquemas se volvieron caducos.
Para empezar Imperio sostenía que el Estado ya no era relevante, y que ahora el Imperio era global y sin centro, lo cual era falso, y en pleno 2022 es un sinsentido, pues nos encontramos con una revalorización de la soberanía de los Estados, y además países como Rusia y China se oponen tajantemente a la idea de un mundo unipolar, por lo que las tesis de dicho libro ya no se pueden sostener. Lo mismo se puede decir de Cambiar el mundo sin tomar el poder, pues es falso, para cambiar el mundo sí se requiere de tomar el Estado, pero también se requiere tener al pueblo, pues sin éste no se pueden sortear los peligros del imperialismo, así como de la reacción al interior.
Finalmente el problema con La demanda infinita radica en que postula como el deber ser de la izquierda lo que en realidad eran los defectos de la izquierda en esos momentos: el conformarse con protestar, el mantenerse en los movimientos sociales sin aspirar a gobernar, el no tener un programa de acción, la falta de organización, un anarquismo-hibrido que lejos de beneficiar perjudicó a los movimientos al grado de privilegiar las líneas de fuga por encima de la operatividad, lo que causó que poco o nada pudieran influir los movimientos sociales en la política de los gobiernos etc. Lo peor es que muchos de esos movimientos acabaron en la nada, sin algo concreto, y eso es algo que la izquierda no debe de volver a repetir.
Al ver los videos sobre las protestas de Seattle en 1999, o las de Génova en 2001, o las de Guadalajara de 2004, uno puede apreciar el enorme aspecto festivo que tenían dichas protestas, con gente bailando, con personas tocando instrumentos, e incluso colectivos que iban disfrazados de ciertas temáticas. Pero todo quedaba en pura moralidad, en demandas infinitas que no llevaban a nada, salvo a una frustración extrema. Lo curioso es que Critchley quiso defender todo eso con el fin de evitar el nihilismo de la vieja izquierda, pero termina por justificar un nihilismo banal digno de la impotencia de esa izquierda.
Quizás entre las peores herencias de esa izquierda altermundista-antigubernamental radica por un lado en que todavía hay personas que defienden esa visión de la mera protesta como el único camino válido a seguir, aunque cada vez menos. Algunas personas que participaron en esos movimientos ahora son activistas de ONG´s que trabajan con agendas patrocinadas por el imperialismo, y suelen apoyar golpes de Estado contra gobiernos populares. Sin embargo, también hubo personas que comprendieron que ése no era el camino, y ahora operan de otra forma.
Otra pésima herencia de ese periodo fue que esa izquierda es la que se queja de que las personas voten por la derecha, como Donald Trump o Giorgia Meloni. El problema es que son incapaces de ver que si el pueblo vota por ellos es quizás debido a la tibieza de la izquierda, a su falta de compromiso, a su moralismo extremo, y a programas políticos que poco o nada les sirven. A las personas de pie de poco les ayudan las demandas infinitas, pero ni Critchley ni parecidos lo comprendieron.
Bibliografía
Critchley, S. (2008) Infinitely Demanding. Ethics of commitment, politics of resistance. Verso. Londres.
Filosofía &Co. (2021) Lévinas: el otro y nuestra responsabilidad. https://www.filco.es/10-claves-del-pensamiento-de-levinas/
Laso,E. (2007) Acontecimiento y deseo. https://www.aesthethika.org/Acontecimiento-y-deseo#:~:text=Para%20Badiou%2C%20un%20acontecimiento%20no,saber%20de%20la%20situaci%C3%B3n%20misma.
Žižek, S. (2017) La resistencia es rendirse. https://lobosuelto.com/slavoj-zizek-y-david-graeber-en-torno-a-la-resistencia-y-el-trabajo-de-simon-critchley/