Erendira Villamar Calderón
Dr. Cuauhtémoc Villamar
Erendira Villamar Calderón nació en la Ciudad de México en 1942. Hija de trabajadores zapateros, creció en el barrio obrero de Santa Julia. La vida, como saben los marxistas, tiene un profundo contexto social, pero contra cualquier determinismo cada individuo cuenta con una cuota de voluntad y una gota de suerte.
En la experiencia de Eréndira, el haber nacido en una época profundamente conservadora en México y en una familia que mantenía una estructura patriarcal, no impidió que encontrara cada oportunidad de estudio y de trabajo para avanzar en la vida. Pero ella reconoce que el impulso más dinámico fue sin duda el conjunto de ideales comunistas aprendidos desde pequeña y que proponían un futuro distinto al del sombrío capitalismo.
La posibilidad de estudiar la carrera de maestro era, para su época, una oportunidad casi asegurada de obtener trabajo. Ingresó en la Escuela Normal de Maestros, donde obtuvo la inspiración del pensamiento educativo de grandes profesores. En esa escuela, la simple idea de obtener capacitación para luego lograr un empleo se transformó en una pasión por educar a nuevas generaciones. El gran cambio se dio en su generación con las luchas de profesores organizados en torno al Movimiento Revolucionario del Magisterio (MRM), liderados por el profesor Othón Salazar Ramírez. El movimiento era esencialmente de tipo reivindicativo de los maestros: incremento salarial, mayores prestaciones y condiciones laborales dignas para los docentes. Los jóvenes, casi adolescentes, de la generación de Eréndira se volcaron con entusiasmo a luchar por los principios de una educación democrática.
El paro laboral de los maestros en 1958 enfrentó la rudeza del régimen, con una violenta represión en el Zócalo de la Ciudad de México en abril de ese año. Aquella lucha dejó un legado imborrable entre los jóvenes que pronto serían maestros y fue la semilla de una larga lucha que aún ahora moviliza a decenas de miles de profesores.
Eréndira se mantuvo firme en la lucha como muchos de su generación. Fue entonces cuando se incorporó a la Juventud Comunista (PCM). Muy pronto, entre sus actividades políticas fue invitada por la pintora Mercedes Quevedo y Leonor Tremari, profesora de primaria, a participar en el núcleo financiero del Partido Comunista del Distrito Federal, encargada de recabar recursos para las actividades políticas. Ahí amplió su visión sobre el partido y conoció a mujeres militantes, como las hermanas Elvira, Marta y Rufina Bórquez, y simpatizantes de otras esferas sociales y culturales. Eréndira recuerda vivamente el descubrimiento de ideales feministas de aquellas mujeres relativamente mayores pero que explicaban y practicaban un aspecto fundamental de la lucha política de los comunistas. Otra influencia importante en el espíritu de lucha comunista fue la acción de Valentina y María Fernanda “Chata” Campa, hijas de Consuelo Uranga y del líder ferrocarrilero Valentín Campa. Consuelo “Chelo” Uranga influyó en forjar una actitud contra el machismo de los camaradas del partido.
En los años sesenta, el PCM transitó por una transformación, que tuvo muchas resistencias, y que consistía en avanzar en la lucha por la democracia de México. Este compromiso representaba aunque veladamente una ruptura con el modelo estalinista, pero también con la ideología de la Revolución Mexicana pervertida por el régimen del PRI. Es necesario resaltar que la aportación de los comunistas a la democratización, todavía inacabada, de México se destacó en ámbitos como la cultura, la educación, la veta feminista y la democracia sindical. Eréndira recuerda con agrado que recibió la tarea de invitar a Pablo Gómez a la Juventud Comunista. Fue en la lucha política donde conoció a Simón Zaga, quien era un joven profesional del PCM dedicado a impulsar la empresa editorial del partido y la librería Independencia, ubicada en esa calle del centro de la Ciudad de México.
Como profesora de primaria, Eréndira trabajó por muchos años en su aula regular y se adentró en proyectos educativos alternativos como la escuela Freinet. Era de hecho, tener dos trabajos, sumado al de la militancia política. Aún así se hizo responsable de parte de la economía de su familia paterna y de sus hermanos menores. Por si fuera poca su carga de trabajo se inscribió en la carrera de Sociología en la UNAM, donde amplió la gama de sus intereses intelectuales y artísticos. Con todo, puede señalarse que su vida profesional estuvo dedicada a la educación.
“Me propuse luchar por una Educación Integral y Democrática en cualquier ámbito de trabajo. Buscar educar en escuelas o centros de educación Integral y Activos, que permitieron formar niños con libertad en el aprendizaje, que permitiera desarrollar todas sus potencialidades , según su personalidad.”
“La Educación Democrática constituye una tarea permanente de los seres humanos. De ella depende el desarrollo de su vida en todos los órdenes, formación intelectual, emocional, cívica, social, con el propósito de que la educación responda a los requerimientos que plantea el desarrollo económico, social y cultural de las comunidades y del país.”
En una parte muy importante de su carrera como docente se especializó en la creación de MuseosEscolares, un proyecto muy avanzado para llevar cultura a las áreas marginales en las grandes capitales de México. También fue directora del Museo del Caracol, un espacio educativo junto al Museo de Historia en el Castillo de Chapultepec, dedicado a enseñar de manera atractiva a los niños de primaria y secundarias. Entre sus trabajos como socióloga colaboró con un grupo interdisciplinario dirigido por el doctor Enrique Semo acerca de las Haciendas en México 1780-1880.
Consecuente con su ideología, ha estado presente en muchas luchas sociales y políticas de los últimas décadas, en respaldo a los candidatos de izquierda en 1985 y 1988. Ha respaldado con su voto a Andrés López Obrador y es entusiasta de los cambios que se comienzan a dar en México.