Enrique Dussel, Palestina y la Navidad

Manuel Vega Zúñiga

En estas fechas habría cumplido 89 años nuestro querido Enrique Dussel. Nació un 24 de diciembre, en la misma fecha en la que la tradición cristiana celebra la Nochebuena como la noche aquella en la que nació Jesucristo en Belén. La noche en la que la Virgen María, y José, el carpintero, tuvieron precariamente a Jesús en un pesebre de Palestina, en Jerusalén.

En 1959, un jovencísimo Enrique Dussel, con apenas 25 años, se marchó a Nazaret, coincidiendo allá con el teólogo y humanista católico Paul Gauthier. Ahí, en Nazaret, el joven Enrique Dussel aprendió hebreo, y trabajó como carpintero de la construcción, en una cooperativa de albañiles y carpinteros árabes que construían sus propias casas en Palestina.

De aquellos tiempos y de aquel contexto surgió el que sería uno de sus primeros libros: “El humanismo semita”. Y el interés por el diálogo intercultural entre los excluidos de Latinoamérica y los excluidos de Nazaret, es decir, por una comprensión ontológica del indígena y del palestino como el otro, el excluido, el precarizado. El pobre como excluido.

Este 24 de diciembre del 2023, en vísperas de la Navidad, del nuevo nacimiento de Jesucristo en el solsticio de invierno que representa el nuevo nacimiento del sol, hay guerra, misiles y bombas cayendo en Palestina, asesinando a población civil, incluidas niñas y niños. Hoy, hay masacre en Belén. Y el excluido no es ya solamente excluido del territorio, sino que se busca aniquilarlo. ¿Qué ontología nos sirve aquí y para qué? ¿Qué metafísicas relucientes de la ilustración europea pueden ayudarnos a detener la masacre?

En Occidente tenemos hoy luces por todos lados decorando las casas mientras abrimos regalos adornados con hojas de oropel, al tiempo que otro tipo de luces incendian los cielos de Palestina ante la terrible indiferencia del mundo. Sabemos que el conflicto Israel-Palestina está atravesado por un cúmulo de abrumadoras complejidades, pero en casos como éstos, la exigencia mundial del alto al fuego tendría que ser el pre-requisito para poder dialogar, buscar mediaciones, alternativas o soluciones. El tema es complejo, sí, pero en contextos como éstos, el alto al fuego tendría que ser el grito de la humanidad como condición básica para la mediación internacional.

Sé que nos llenamos de impotencia, que ante la fuerza bruta la condena moral es insuficiente, pues la denuncia y la visibilización de la barbarie no detienen por sí solas ni las bombas ni misiles. Pero la indiferencia es imperdonable, el mundo no tendría que seguir como ni nada estuviera pasando… ¿Qué sistema internacional tendríamos que tener que fuese capaz de frenar una guerra? Entiendo que el sistema internacional que tenemos es imperial, y de él no se pueden fiar los excluidos del mundo. Pero me aterra pensar que la guerra se normalice en el siglo que habitamos.

Me aterra pensar que más temprano que tarde, el contexto de guerra en su forma más bestial irrumpa en América Latina, y el mundo se quede pasmado, sin decir nada, sin hacer nada. Hoy vivimos la terrible violencia del narcotráfico y su necropolítica, hoy vivimos los estragos del imperialismo y los crímenes del capital trasnacional sobre nuestros territorios, pero nuestras generaciones no hemos vivido ni la dictadura ni el fascismo. Por ello me aterra la banalización de la guerra en el siglo XXI. Y el pobre, la indígena, el palestino, la precarizada, el indigente, siguen siendo sistemáticamente los excluidos.

En esta Nochebuena, en esta víspera de la Navidad, el deseo de paz no debiese ser una frase hecha, un deseo fútil: A nuestras generaciones y a las generaciones por venir, nos tocará luchar por la paz, organizar la rabia, la indignación, el dolor y la muerte, la paz debe ser praxeológica y el resultado de la justicia material. La Paz ya no puede ser un simple deseo de Navidad. Se ha ido Enrique Dussel, y nos ha dejado en una terrible orfandad en un contexto de guerra que no sabemos enfrentar.

Hace 82 años, Franz Neumann escribía en la traducción al castellano de su obra «Behemoth», que: “Del mismo modo que los Estados Unidos tendrán en la post-guerra una tarea que ha de exceder por mucho a sus propios intereses egoístas, los países de habla española del hemisferio occidental tendrán una función que trasciende de los intereses del mundo occidental. El liderazgo del mundo hispánico recaerá sobre la América de habla castellana si ésta se da cuenta de que no sólo tiene que luchar por la victoria total, sino por una paz total”.

No sé si seremos nosotros la generación a la que le estaba hablando Neumann en 1942, o si será a generaciones futuras, pero quiero pensar que Enrique Dussel puso toda su energía, toda su pasión, su inteligencia, su amor y su vida, para esa tarea.  No pidamos ingenuamente la paz como un deseo la navidad, construyamos políticamente la paz que requiere el mundo. Aunque se nos vaya la vida en ello y no veamos los resultados nosotros.

Feliz Navidad.

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