El Plan antiinflacion, soberanía nacional y la lucha contra el imperialismo

Jonatan Romero

“Debemos actuar, no quedarnos con los brazos cruzados porque la inflación, como todos sabemos, afecta mucho la economía y afecta más a la gente de escasos recursos económicos; es un impuesto y debemos de evitar que haya carestía de la vida, ese es el término más preciso”

AMLO

Tres interpretaciones de la inflación

A lo largo de los primeros cuatro meses del 2022 se ha discutido ampliamente sobre el proceso de inflación, frente y contra todo pronóstico la cuestión central sería abordar el tema desde amplios miradores del pensamiento económico. Entonces, el planteamiento del problema debe considerar, en primer lugar, las propuestas planteadas por los eruditos en estos temas, y, después abordar otros elementos para dar una explicación sobre la coyuntura que aqueja a la sociedad en su conjunto.

La primera hipótesis afirma abiertamente que la inflación es un tema puramente monetario y la causa radica en los planes y programas sociales de Joe Biden, es decir, el presupuesto priorizó la inversión “improductiva” y, en ese tenor, al dirigir el dinero en el gasto corriente, pues se desató una presión inflacionaria donde el adelante del equivalente general no tenía respaldo metálico y de la riqueza social de la potencia económica y militar. Aquí, el problema se centra en mirar al dinero como una mercancía, es decir, sólo se contempla su primera función: medir el valor de las mercancías en su conjunto.

La segunda hipótesis dicta que el problema no se sustenta únicamente en cuestiones monetarias, dado que la raíz de la presión inflacionaria debe mirarse en la crisis de los contenedores cuyo fundamento se dio en el canal de suez y se trasladó a otros puertos, y el colapso del mercado energético derivado de las tensiones geopolíticas en Europa. En este punto, los pensadores cuestionan la visión monetaria y, además, el enigma se traslada al tema real de la misma economía, el mercado de las mercancías, del gas y el petróleo.

La tercera hipótesis viene del grupo keynesiano-marxista de la cámara de diputados que están encabezados por Bernie Sanders, quién manifestó la relación entre estructura del mercado y la presión inflacionaria, pues, en última instancia, la coyuntura es la respuesta del poder de mercado de los oligopolios. Más allá de la doctrina marginalista o neoliberal, el “equilibrio general” no tiene sustento en las relaciones sociales de producción burguesa en el siglo XXI, porque la regla no se circunscribe en la libertad de mercado, sino en la competencia monopolista donde hay poder de mercado. En la inflación, los pobres se vuelven más pobres y los ricos más ricos.

Una mirada panorámica dictaría sinceramente que la presión inflacionaria ha puesto en el centro el debate mismo de la función del dinero y su impacto en los precios de las mercancías. En la larga noche neoliberal, la teoría monetaria de Friedmann fue la ama y señora de la respuesta al tema, ahora, después del colapso del sueño marginalista, los prolegómenos neoclásicos deben ser revisado y ponerse a prueba en la realidad misma de la economía burguesa, es decir, la crisis del capitalismo es, al mismo tiempo, la ruina de la visión hegemónica del funcionamiento mismo del mercado específicamente burgués.

Dos interpretaciones erróneas de la inflación

Un problema mal planteado lleva no sólo una mala interpretación, sino también lanza a una deficiente respuesta del enigma. La cuestión teórica también incumbe a la práctica misma, en ese sentido, la visión neoliberal nunca resolverá el problema, porque, sus premisas no contemplan la realidad como una totalidad contradictoria, más bien están secuestrados por el mito del progreso, ese que dicta que el mercado traerá el bienestar para todos y el fin de la historia. Ahora, el trabajo planteará dos lecturas derivadas de esta limitada forma de comprender el problema inflacionario.

Cuando se detonó la presión inflacionaria, la mayor parte de la sociedad pensaba en el carácter transitorio de la inflación, es decir, el incrementó de los precios no duraría más allá de un tiempo muy acotado, porque, según ellos, la coyuntura económica, era una respuesta de un choque externo. Al final de cuentas, la tradición neoliberal sigue muy arraigada en las clases sociales de este tiempo, y, se sigue pensando en los cisnes negros, es decir, los eventos repentinos que tienen la capacidad de cambiar el equilibrio del mercado.

La respuesta de la transitoriedad de la inflación tuvo su arraiga en los siguientes grupos: el primero colocó en el centro la cuestión de la pandemia, el segundo manifestó en el corazón del debate la crisis de los contendores y el tercero redujo la problemática a la guerra entre Rusia y Ucrania-EUA. En términos generales, sin restarle importancia a los puntos previos, el incrementó de los precios no se puede acotar a un choque externo, ya que, sólo se vería una dimensión del problema, y, así la conclusión sería falaz. Hoy en día, las explicaciones dictan que el problema es estructural y tomará muchos años corregirlo o neutralizarlo.

Otra cuestión ideológica fue la de superar la crisis con base en la política monetaria, aquí, el resultado no fue para nada exitoso. Y, sin temor a errar en el análisis, el colapso neoliberal comenzó cuando la reserva federal y las bancas centrales no lograron contener la presión inflacionaria con la tasa de interés. Aquí, los eruditos sobre el neoliberalismo no saben explicar el problema, pues sus reglas no funcionan simplemente y han dado una serie de rodeos ideológicos muy infantiles.

Ahora, la ruina de la teoría monetaria comenzó realmente cuando bajaron la tasa de interés, ocasionando una escasez artificial y detonaron una nueva ola expansiva del incremento de los precios, pero, sellaron su hegemonía en el preciso momento en que al volver subir la tasa de interés, se aceleró la especulación y el resultado fue otra ola expansiva inflacionaria. Es decir, la banca central no logró dar respuesta al tema desde su postura filosófica, cultural y económica neoliberal. Jerome Powell no sabe en sus conferencias que decir en sus informes y cada vez que sale termina alimentando el apetito del capital ficticio.

Entonces, la inflación no es transitoria y tampoco se puede reducir a un fenómeno monetario, y no lo dice un análisis marxista o comunista, más bien, responde a las propias condiciones materiales que atraviesa la crisis civilizatoria burguesa. Pero, si lo hasta aquí visto se concluye en las falacias difundidas a lo largo de la historia del pensamiento económico, entonces donde se encuentran las bases científicas de los enigmas que plantea el siglo XXI. Las respuestas se concentran en un polo en las dimensiones geográficas y en el otro en el mundo de la epistemología, es decir, por un lado, el gobierno de Obrador en México lanza una propuesta viable y, por el otro, se hace necesario trazar una conexión con la obra de Marx.

El plan Inflacionario de AMLO y la crítica a la economía política

Ahora, la cuestión central es romper con el círculo vicioso de la competencia monopolista; aquí la cuestión no está en quitar un tipo de monopolio (capital financiero) y colocar otro (uno estatal), sino la propuesta lleva a contraponer la fuerza de mercado a la de la política. Esto es muy relevante, porque no se trata en apostar por una economía estatizada sino que el mercado se pueda regular con el poder político.

Aquí, la cuestión central no es la misma propuesta del presidente, sino más bien, trazar la esencia de la misma estrategia antiinflación, ya que, la visión no se reduce a los estándares neoliberales, ya que, en todo, caso, la inflación es producto de la economía capitalista y no puede reducirse a un choque externo o un problema monetario. Por eso, la cuestión tiene en su pilar, atacar el corazón mismo de la presión del alza de los precios: la renta del suelo. Es decir, la estrategia ataca la misma forma de propiedad privada de la naturaleza y sus productos, por eso mismo, es importante que las tres variables sean: alimentos, energía y transporte.

La estrategia va dirigida a mediar en los tres sectores determinantes en el desarrollo capitalistas, y, por esos mismo, se le antepone el poder político a los monopolios u oligopolios de las actividades agropecuarias, el transporte y la energía. Andrés Manuel sabe muy bien que no puede dejarle el control total de la economía doméstica a las grandes trasnacionales y debe procurar apostar por la soberanía alimentaria, energética y de las vías de comunicación. No se trata únicamente de una planificación básica, sino de una estrategia que trata de recuperar la propiedad de la naturaleza y la pueda gestionar el poder político a favor de la nación.

Entonces, la conclusión política es en este tema que la inflación proviene de la economía capitalista y sintetiza su tendencia histórica. La economía capitalista necesita presionar sobre los precios para incrementar la ganancia extraordinaria, pero su sello también la lleva a su ruina, ya que ese incremento lo intercepta el terrateniente y se convierte en renta del suelo. El nivel mínimo de 3% no está basado en la estabilidad de la canasta básica de los alimentos, sino en la capacidad de captura del beneficio de los oligarcas de la naturaleza, es decir, la banca central hizo un pacto social entre burgueses y terratenientes que se rompió con la crisis capitalista.

El gobierno apuesta por una estabilidad más allá del beneficio de las élites y procura poner en el centro la lucha política para controlar los intereses mezquinos de las clases parasitarias de esta sociedad. AMLO quiere recuperar la soberanía nacional de los recursos naturales de México para, así contener las ondas expansivas de la avaricia de los dos sectores más rapaces de la economía burguesa: la oligarquía financiera y la terrateniente.

Luchar contra la inflación no es una cuestión epistémica, sino que se circunscribe en el mismo seno de la lucha de clases. En ese sentido, tomar posición por la teoría monetaria equivale a asegurar un margen de rendimiento a las oligarquías internacionales y nacionales en detrimento de la sociedad mexicana; pero si se toma una postura radical, entonces, se tocará el corazón del tema que sería atacar la raíz de la dominación capitalista: el monopolio de las mejores tierras en pocas manos. Hoy defender la propuesta de AMLO es defender el primer paso para disputarle la hegemonía tanto al capital como a la terrateniente.