El joven aprendiz de pintor o la crítica de Mariano Sánchez Talanquer al compromiso militante de la izquierda oficialista

CE, Intervención y Coyuntura

El joven aprendiz de pintor que ayer mismo

Juraba que mis cuadros eran su catecismo

Hoy, como ve que el público empieza a hacerme caso

Ya no dice que pinto tan bien como Picasso

Joaquín Sabina

No hay mejor noticia para nuestra democracia que aquellos que por años se negaron a entrar al ruedo público por fin decidan participar activamente en las discusiones sobre el sentido y orientación de lo público. Si acaso antes lo hubiesen hecho, ahora entenderían mejor las decisiones de quienes llevan décadas participando en partidos y revistas, en lugar de escribir veladas condenas de lo que no comprenden en absoluto. Este es el caso del ahora profesor en el Colegio de México, que se aventura a discutir poco generosamente sobre la postura de los simpatizantes de la 4T.

En un texto de combate, “La izquierda oficialista”, que le da continuidad a su participación como editor del “Informe de la Comisión “independiente” sobre COVID-19, Mariano Sánchez Talanquer ofrece una crítica a quienes utilizan su capital cultural para defender al gobierno de Andrés Manuel López Obrador y atacar a sus detractores. La postura legítima de rechazo frontal a las políticas del gobierno de la 4T se acompaña de una repetición bastante aburrida de los ya venerables argumentos contra los “compañeros de viaje” intelectuales del comunismo, ahora aplicados a la versión mexicana del populismo de izquierdas. Al mismo tiempo, el autor intenta ubicarse en una etérea oposición de izquierdas al obradorismo, localizada en algún punto entre la socialdemocracia priista del peñanietismo y las desvanecidas bases de apoyo civil del zapatismo.

La o el lector podrá disculparnos, pero el intento de ser generoso con la postura del autor no alcanza para comprobar si sus credenciales de izquierda alcanzan para invitarlo a una mesa redonda sobre qué es la izquierda mexicana en el siglo XXI. Claro, se trata de un intelectual liberal que defiende los intereses de clase –siempre el lenguaje marxista contribuye– de los funcionarios de las Órganos Constitucionales Autónomos y sus intelectuales orgánicos con doble sueldo. La “militarización” es intelectualmente condenable –y políticamente conveniente a destiempo–, pero es la concentración de poder, ese viejo terror nocturno del liberalismo, lo que motiva textos como los del Dr. Sánchez Talanquer o ¿no será más bien la perdida de relevancia social y política de su producción intelectual? Tranquilo, los colegas marxistas perdidos en las universidades estatales de Latinoamérica podrán decirle lo que eso se siente.

Todo bien hasta ahí, pero ¿por qué en todo el artículo no hay algún ejemplo (texto y autores) de esa izquierda oficialista que condena? Los usos y costumbres de la academia mexicana aconsejan contra escribir textos que le digan pan al pan y al vino, vino. Ahí el viejo profesor José Antonio Aguilar Rivera representa una mejor alternativa a textos como el del profesor del Colmex. Después de todo, ¿no es más honesto llamarse liberal y acusar de frente a la izquierda de sicofanta que intentar reclamar una herencia sin derecho ni merito para reclamar, sin nombres, a los colegas el tomar una postura política? Acaso es como diría Sabina, al final de su canción, si no nos hubiéramos arriesgado a la ruleta rusa de la política, ahora nos acusaría de quedarnos en la “calle Melancolía” de la marginal izquierda europea y norteamericana contemporáneas.