El espinoso camino del progresismo en Colombia. Un análisis de las elecciones legislativas del 13 de marzo

Santiago Pulido y Daniel Barrera

El pasado domingo, 13 de marzo, lxs colombianxs asistieron a las urnas para definir quiénes serán sus representantes políticos en la cámara alta y baja del Congreso, además de esto, se definió, por medio de un tarjetón extra (Consulta Interna), quiénes serán lxs candidatxs presidenciales de la izquierda, el centro y la derecha colombiana. Los resultados obtenidos de estas recientes elecciones revelan, de cierto modo, un reacomodo de las fuerzas políticas no solo en el congreso sino de lo que será también la carrera electoral a la presidencia. Pero también mostraron que el camino del progresismo democrático es de largo aliento, con mucho tropiezos y trampas. Empecemos por partes.

Los resultados de las consultas por coalición y la relativa ventaja del progresismo.

Los resultados de las consultas internas, que definían lxs candidatxs presidenciales de tres coaliciones (Pacto Histórico, Centro Esperanza y Equipo por Colombia) mostró, de lejos, un resultado favorable al proyecto progresista del líder del Pacto Histórico, Gustavo Petro, quien ganó no solo sobre sus compañerxs de consulta, sino que, también, obtuvo la mayor votación entre las tres consultas, superando a Sergio Fajardo (hoy candidato del centro) y a Federico Gutiérrez (candidato hoy de la extrema derecha).

En el caso puntual de la consulta del Pacto Histórico, se pueden destacar varios elementos: primero, esta consulta fue las más votada por lxs colombianxs, más de 5 millones de ciudadanos decidieron votar en favor de lxs candidatxs del progresismo. Segundo, Gustavo Petro fue el indiscutible ganador de esta contienda interna entre el progresismo, obteniendo más de 4 millones y medio de votos en este primer fogueo. Si se compara con la consulta presidencial del 2018[1], en la que el candidato del progresismo logró una cifra cercana a los dos millones y medio. Se podría sostener que, en solo cuatro años, la figura de Gustavo Petro y los sectores alternativos consolidaron un giro en el panorama electoral, reflejo de un cambio en la correlación de fuerzas y del creciente desprestigio del partido de gobierno.

Por otro lado, es importante destacar el enorme protagonismo que tuvo la líder y activista ambiental Francia Márquez en los resultados de la consulta del Pacto Histórico. Sin el respaldo de una organización partidista y contando solo con el apoyo de un sector de la Coalición y miles de simpatizantes feministas y voluntarixs juveniles, Francia Márquez obtuvo alrededor de 800 cientos mil votos, posicionándose, por debajo de Gustavo Petro y Federico Gutiérrez, como la tercera candidata más votada en las consultas del 13 de marzo. Esto no solo la hace la novedad político-electoral o la segunda fuerza del Pacto Histórico, sino que la convierte en una poderosa fuerza feminista, anti-racista y decolonial vinculada orgánicamente con el campo popular y subalterno de Colombia.

En el caso de la consulta de la coalición Centro Esperanza, los resultados del domingo muestran un enorme fracaso. Su líder, Sergio Fajardo, no logró alcanzar el millón de votos y quedó por debajo de los resultados obtenidos por Francia Márquez. En general, esta consulta no tuvo el suficiente apoyo electoral para demostrar que el centro es una opción con posibilidades reales de llegar a la presidencia. Con apenas 722 mil votos, el candidato del centro se encuentra en una compleja situación para soñar siquiera con pasar a segunda vuelta en las presidenciales[2]. Las explicaciones de la estrepitosa caída electoral del sector político autodenominado “centro” pueden ser explicadas en dos sentidos: por un lado, durante el ciclo de movilizaciones del Paro Nacional del 2021, la ciudadanía parece haberles cobrado en las urnas su indiferencia respecto la represión estatal, por otro lado, su incapacidad para leer la manera en la que el Paro Nacional rearticuló las aspiraciones y demandas políticas de los sectores populares.

Por último, los resultados de la consulta de la coalición Equipo por Colombia demostraron lo evidente: Federico Gutiérrez, con algo más de 2 millones de votos, es el candidato no-formal del establecimiento. Su coalición, que reunía ex alcaldes y personajes del establecimiento, fue la segunda consulta más votada y hoy intentan reunir y rearticular la fuerza de los sectores tradicionales para derrotar el crecimiento del proyecto del Pacto Histórico. Al día siguiente de los resultados, el candidato oficial del uribismo, Oscar Iván Zuluaga, declinó su candidatura y adhirió a la de Fico Gutiérrez. Este mensaje de apoyo confirma que, tras Zuluaga, el uribismo, responsable de la profunda crisis económica y social que atraviesa el país, se suma a la campaña de Gutiérrez.

Bajo este panorama parece confirmarse una hipótesis sostenida en el proceso de movilización del 2021: el Paro Nacional (que vivió Colombia en plena crisis sanitaria) forjó un nuevo horizonte ético-político, reacomodando las aspiraciones y las demandas ciudadanas. En otras palabras, el Paro exhibió una nueva agenda política, un nuevo proyecto de nación. Precisamente, los sectores políticos que mejor lograron interpretar las aspiraciones populares fueron los sectores progresistas, que lograron una verdadera consolidación nacional tanto en Cámara como en Senado. Nos referimos a una mayor presencia en términos numéricos y geográficos, un hecho a todas luces, novedoso en la historia política contemporánea del país.

La nueva conformación del Congreso: entre el ascenso del progresismo y el riesgo de fraude.

Después de las elecciones del 2018, ha crecido una enorme desconfianza social frente al sistema electoral colombiano por la alteración de formatos el conteo de votos. En las pasadas elecciones del 13 de abril, esta desconfianza pasó de ser una mera especulación a un problema serio en la imparcialidad por parte de la registraduría. En el reconteo de votos, se evidenció que a la lista legislativa del Pacto Histórico no se le reportaron por lo menos 486.000 votos[3]. Lo que implicó que pasaran de tener 16 curules a 20, consolidándose como la fuerza legislativa más prominente del país. Además, desde redes sociales se denuncia, nuevamente, la modificación en el formato del total de votos para favorecer e incrementar, desmedidamente, la votación real del candidato Federico Gutiérrez.

Así las cosas, la conformación del senado quedó de la siguiente forma: la izquierda y el centro lograron obtener 45 curules (Pacto Histórico 20; Centro Esperanza 14; MAIS 1; AICO 5 Comunes 5). Por su parte la derecha y los sectores tradicionales lograron obtener 70 curules (16 Partido Conservador; 10 Partido de la U; MIRA-CJL 4; Centro Democrático 14; Cambio Radical 11; Partido Liberal 15). Es decir, la composición del Senado quedó un 34.5 % para la izquierda y el centro y un 65.5% para la derecha. No obstante, el liberalismo se ha caracterizado por negociar con el gobierno de turno y disponer de su bancada como margen de maniobra y gobernabilidad. Si las cosas fuesen así, Petro tendría un poco menos de la mitad de la cámara alta para avanzar en su programa de gobierno y deberá enfrentar la férrea oposición del partido Conservador que ha aumento en dos curules su representación legislativa comparadas con las elecciones del 2018[4].

En el caso de la cámara baja, Cámara de Representantes, se vivió un interesante revuelco en la correlación de fuerzas. De cierto modo, las regiones y departamentos del país lograron constituir fuerzas progresistas y democráticas que disputaron los resultados a las fuerzas políticas tradicionales. De 186 puestos de representación, la izquierda y el centro obtuvieron algo más de 60 curules. Esto lo pone en desventaja a las fuerzas de derecha que lograron, pese a la movida regional, quedarse con el mayor número de curules. Sin embargo, nuevamente un acuerdo con el partido liberal, que obtuvo en el caso de Cámara de Representantes 33 curules, podría casi que empatar la relación de fuerzas en la cámara baja.

En ese sentido, la composición de ambas cámaras no garantiza, por ahora, un posible o mínimo margen de gobernabilidad a un eventual gobierno Petro. Es importante anotar, sin embargo, que Petro tendría que negociar con diferentes bancadas y tratar de ganar gobernabilidad. Por otra parte, tomando la lección del caso peruano, Petro no puede seguir los pasos de Castillo, no puede quedar aislado del legislativo y no puede quedar encerrado en sus proyectos y reformas, para avanzar en este propósito los pueblos de América Latina no han conocido otra estrategia que la movilización social.

Hoy, más que nunca, la estrategia del progresismo y de la izquierda debe reunir los procesos de organización social. La estrategia consiste, a nuestro juicio, en la articulación de los procesos de transformación en los aparatos e instituciones del Estado con el proceso de autoorganización popular. Solo un pueblo organizado y movilizado podrá ser el garante de un programa nacional y popular.

[1] En estas elecciones, el líder del progresismo se estaba midiendo no solo contra sus compañerxs de tarjetón o contra los líderes de otras coaliciones, sino, también, en relación a los resultados de hace cuatro años y las cifras muestran una tendencia de crecimiento sostenida. Petro superó lo que había hecho en consulta hace cuatro años (cuando apenas lograba una votación de dos millones y medio) y superó el número de votos que obtuvo Iván Duque en esa primera consulta (cuatro millones de votos), aspecto que, vale recordar, no logró Federico Gutiérrez, segundo candidato más votado el 13 de marzo.

[2] Este resultado obliga a replantear, a nuestro juicio, la estrategia política de estos sectores: pues el adversario a vencer ya no es Gustavo Petro, como hace 4 años, sino Federico Gutiérrez. En la lógica de competencia electoral, se supondría, que un resultado como el del domingo ya ubicaría a Petro, por lo menos, en segunda vuelta electoral. Por lo tanto, la disputa de quién pase a esa segunda vuelta estaría entre el centro y la derecha.

[3] En los resultados de Cámara y Senado, el Pacto Histórico denunció que en más de 23 mil mesas se presentó doble contabilización de votos y, además, cerca del 27% de las mesas registradas en el país no reportan ni un solo voto por el Pacto Histórico, es decir, según el reporte de registraduría, en más de 29 mil mesas no hay un solo voto por la coalición, lo cual resulta ser ya una alerta de fraude.

[4] Otro gran logro del Pacto histórico, más por sus implicaciones simbólicas que políticas, tiene que ver con la obtención de la curul de los colombianos en el exterior que el Pacto Histórico le arrebató al uribismo, una curul que históricamente pertenecía a la derecha más reaccionaria de Miami.