El caso contra Henry Kissinger: crímenes de lesa humanidad

Christopher Hitchens

Traducción y nota introductoria: Raúl Soto

La segunda parte del reportaje de Christopher Hitchens también consta de 26 páginas y se publicó en Harper’s el mes de marzo del 2001. He traducido sólo la primera sección concerniente a Chile y Nuestra América. El resto del texto describe las atrocidades cometidas en Chipre, Bangladés y Timor Oriental bajo el patrocinio de Henry Kissinger. Seis años después de dejar la secretaría de Estado, fundó la compañía Kissinger Associates, dedicada a asesorar corporaciones transnacionales para invertir en diferentes países. Hitchens señala la ironía del negocio lucrativo de una anticomunista visceral como Kissinger nada menos que con China: sus contactos permitieron que varias compañías estadounidenses ganaran acceso al vasto mercado del país asiático. Hace un mes sucedió un hecho todavía más irónico, el centenario diplomático viajó sorpresivamente a China y fue recibido por el presidente Xi Jinping, el ministro de defensa Li Shangfu y el ministro de relaciones exteriores Wang Yi, mientras el actual secretario de estado Antony Blinken solamente pudo reunirse con Xi Jinping.

(He agregado algunos corchetes para contextualizar los hechos referidos).     

Parte II (Extracto)

El 20 de diciembre del 2000, cuando la primera parte de este reportaje se preparaba para su publicación, contactamos la oficina de Henry Kissinger pidiendo entrevistarlo. Al no recibir una respuesta directa de él, le ofrecimos la exorbitante suma que cobra para conceder entrevistas. Poco después, recibimos la respuesta pomposa de un subordinado y asumimos que a Kissinger no le gustaba discutir temas incomodos para él, ni siquiera a cambio de dinero fácil. Quiera o no el culpable hablar sobre los crímenes descritos en la Parte I ‒el exterminio de civiles en Indochina y la subversión contra la democracia chilena‒ en realidad ocurrieron y sentaron las pautas para su rol como secretario de Estado. El asesinato del general René Schneider fue pronto eclipsado por peores atrocidades en Chile y el hemisferio sur. Y la misma garra de poder incontrolable se extendió a Chipre, Grecia, Bangladés y Timor Oriental. Henry Kissinger debe ser llevado a la justicia por todos los crímenes cometidos.

Chile: muerte en el sur

El 9 de noviembre de 1970, Kissinger escribió el Memorando 93 del Consejo de Seguridad Nacional, que revisaba la política hacia Chile inmediatamente después de la juramentación de Salvador Allende como presidente. Varias medidas de hostigamiento económico se implementaron ‒siguiendo las instrucciones de Nixon de “arruinar la economía”‒ limitando la ayuda financiera y las inversiones. Aunque Kissinger enfatizó la importancia de mantener “relaciones cercanas” con los jefes militares de los países vecinos, con el objetivo de facilitar la coordinación para presionar a Chile e incubar la oposición al interior del país. Esta política prefigura la Operación Cóndor, la colusión secreta entre las dictaduras del hemisferio que operaba con la indulgencia del gobierno de los Estados Unidos. El derrocamiento efectivo del gobierno de Allende se ejecutó con el sangriento golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973, mientras el Senado se encontraba en el proceso de confirmación de Kissinger como secretario de Estado. Él le mintió al Comité de Relaciones Exteriores al afirmar que los Estados Unidos no había participado en el golpe. Los documentos oficiales lo desmienten. Por ejemplo, el Informe No. 2 de Patrick J. Ryan, agregado naval en la embajada de Santiago. Ryan describe las relaciones estrechas con los golpistas y llama el 11 de septiembre como “nuestro Día D” y observa con satisfacción: “el golpe fue casi perfecto”. O podemos revisar los documentos del Proyecto FUBELT, el nombre en clave usado por la CIA y Kissinger para las operaciones clandestinas contra el gobierno democrático de Allende. Lo más sorprendente, y la evidencia de la complicidad de Kissinger en los crímenes de lesa humanidad, es que después del golpe estaba muy bien informado de las atrocidades cometidas por Augusto Pinochet. El 16 de noviembre, pocas semanas después del golpe, el vicesecretario de Estado Jack B. Kubish le envía un memorando a Kissinger informándole de las 320 ejecuciones sumarias ejecutadas por la junta militar.

La Operación Cóndor fue una maquinaria de asesinatos, secuestros, torturas e intimidación coordinada por la policía secreta chilena de Pinochet, paraguaya de Alfredo Stroessner, argentina de Rafael Videla y de otros dictadores regionales. La internacionalización de los escuadrones de la muerte es responsable del asesinato del general disidente chileno Carlos Prats (y su esposa) en Buenos Aires, del general boliviano Juan José Torres (también en Argentina) y el grave atentado en Italia contra el político chileno Bernardo Leighton, para nombrar sólo a las víctimas más conocidas. En septiembre de 1976, un equipo de Cóndor también hizo detonar un coche bomba, matando a Rolando Letelier, ministro de relaciones exteriores de Allende, y a su asistente Ronni Moffitt. Se ha comprobado la complicidad del gobierno de Nixon en todos estos crímenes. Sorprendentemente, los servicios de inteligencia les prometieron a los lideres de Cóndor monitorear a los refugiados disidentes en los EE. UU. Ahora Stroessner ha sido derrocado, Videla está preso, Pinochet y sus esbirros están siendo enjuiciados en Chile [se refiere a marzo del 2001]. ¿Y Kissinger? Los crímenes enumerados, además de otros, se cometieron bajo su supervisión como secretario de Estado. Y todos fueron y son castigados por las leyes nacionales e internacionales, o ambas. Kissinger, y sus defensores, no puede argumentar que no estaba al tanto de la situación. Un memorando secreto desclasificado en 1999 transcribe la conversación privada entre Kissinger y Pinochet, el 8 de junio de 1976, un día antes que Kissinger diera un discurso en la Organización de Estados Americanos. El tema era sobre los derechos humanos. Kissinger trató de disculparse con Pinochet por ciertas expresiones formales de su discurso y le dijo que no debía tomarlas en serio. La transcripción del documento es clara: “Hablaré de los derechos humanos en general dentro del contexto mundial. Me referiré a la ligera al informe sobre Chile de la Comisión de Derechos Humanos de la OEA. Diré que este tema ha afectado las relaciones entre los EE. UU. y Chile y esperamos que Ud. pronto mejore la situación. Es lo mínimo que puedo decir sin causar la reacción del congreso, que podría imponer sanciones a su país. El discurso no es contra Chile y se lo reafirmo. Pienso que Ud. es víctima de los grupos izquierdistas mundiales y su mayor pecado es haber derrotado a un gobierno que se estaba convirtiendo comunista”. Luego Pinochet se refirió groseramente a Orlando Letelier, acusándolo de engañar al Congreso de los EE. UU. La repuesta de Kissinger fue de disculparse por el Congreso. Tres meses después Letelier fue liquidado en Washington. Manuel Contreras, general de la policía secreta chilena [DINA], fue responsable de planear el asesinato y ha declarado bajo juramento que la orden la impartió Pinochet. Ahora Contreras está preso mientras su jefe y Kissinger siguen libres.

Resumiendo: la internacionalización de los escuadrones de la muerte fue aprobada por dos gobiernos estadounidenses [Nixon y Ford]. El responsable directo en ambos gobiernos fue Henry Kissinger. Al dejar el Departamento de Estado, Kissinger donó sus papeles a la Biblioteca del Congreso con la condición de que se mantengan sellados hasta cinco años después de su muerte [Kissinger sigue vivo y acaba de cumplir cien años]. Su amigo el general Contreras cometió el error de asesinar a una ciudadana estadounidense, Ronni Karpen Moffitt, en el coche bomba que también asesinó a Orlando Letelier en 1976. A finales del año 2000, el FBI finalmente consiguió una orden judicial para revisar los documentos y Kissinger respondió por intermedio de sus abogados. Ha sido un comienzo patético si lo comparamos con las comisiones de la verdad de Chile, Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay. Seguimos esperando el momento cuando el Congreso de los Estados Unidos inicie un proceso similar y ordene la comparecencia de toda la documentación secreta que revele todos los crímenes impunes de Kissinger.