Dialéctica proletaria y la bondad

Jonatan Romero
En tiempos de la modernidad burguesa, a la humanidad se le ha negado bastante hablar de lo bueno y el carácter social queda atado bajo las premisas antihumanas propiciadas por esta organización social de la riqueza. Pero, la revolución proletaria no puede aislarse de ese debate, en tanto que su lucha va en el sentido contrario del que la relación social vigente promueve en este momento. El camino hacia el socialismo debe contener en términos generales una lucha cultural y esta debe poner el acento en recuperar todos esos tópicos que la razón burguesa ha intentado sepultar en estos largos cinco siglos.
El concepto de bondad es clave en el debate contemporáneo, porque, dentro de una sociedad que lo trivializa todo, la revolución proletaria debe imponer una agenda filosófica, en donde la búsqueda de las grandes acciones sean lo que mantenga la vida de esta civilización. Puesto que, una civilización no puede centrarse únicamente sobre sus dimensiones materiales, sino que debe buscar las fuerzas regeneradoras en los límites espirituales y, así, la sociedad nueva debe enfrentar una subjetividad revolucionaria. Ser revolucionario también significa ser un ser humano bueno, en tanto la bondad busca el bien común de los inquilinos de este planeta: no se puede ser socialista si la maldad rige los destinos de la sociedad.
El superhombre, el de Nietzsche, no puede vincularse al movimiento de masa nazi, en relación de que el filósofo alemán no pensaba en un asesino serial colectivo, pues, en todo caso, este ser humano nuevo estaría convocado a una meta sublime. No hay nada sublime, dirían los marxistas contemporáneos, que un movimiento de masas procure el florecimiento de la vida y, por eso, lo sublime y la bondad convocan a la defensa de la vida misma. La revolución proletaria no tiene otro rumbo que en el horizonte emancipador ponga en el centro de su civilización que la sociedad nueva convoque una ética biofílica.
Si la revolución proletaria convoca a una lucha cultural del concepto de bondad, esto tiene como finalidad que esta palabra transite de una visión abstracta hacia una visión concreta – política. Porque, ser bueno en este momento no significa en términos concretos que la humanidad no debe apostar por las violencias y, yo defendería, ser bueno lleva tarde o temprano a defender la vida por los diferentes medios que se tengan a la mano. Bondad y violencia no son polos opuestos, muy al contrario de lo que la burguesía ha impuesto en su narrativa y, por ello mismo, ser revolucionario lleva a defender la bondad con la propia vida.
Por esto mismo, la revolución proletaria podrá defender la bondad, en tanto esta lucha contemple una trayectoria estratégica y, por ende, la bondad no se pide sino que se le arrebata a la burguesía. Un mundo nuevo no se puede construir bajo los pilares heredados por la burguesía, tampoco un sistema social nuevo puede respetar las reglas de las clases dominantes y, mucho menos, esta ruta se puede construir creyendo en una unidad con los opresores. Por lo mismo, la bondad no puede olvidar el carácter revolucionario de la violencia, en tanto la violencia es la partera de las formas sociales nuevas y, por ello, el camino hacia la libertad no podrá ser terso y nada parecido.
En primer lugar, la bondad es revolucionaria, en tanto ésta ponga en el centro el florecimiento de la vida y la vida no puede florecer sin la revolución. Si la revolución proletaria pone en énfasis que la vida es ante todo el movimiento de la naturaleza, entonces la primera gran revolucionaria es la tierra (tomándolo en cuenta esto como el planeta azul y el universo). La naturaleza florece en el propio movimiento de sus energías, es decir su estructura molecular siempre lleva a un salto cualitativo y, sobre esto, este cambio cualitativo fortalece y le da contenido a la vida misma. Ser bueno aquí es tener un carácter revolucionario frente a la naturaleza.
En segundo lugar, la bondad es violenta si la violencia se entiende como una fuerza creadora y, por esto, la naturaleza siempre le imprime a su revolución un movimiento violento. Si la revolución proletaria quiere construir un mundo libre, entonces esto vendrá si o si con un impulso bastante violento, ya que la caída del sistema opresor sólo se hará mediante un impulso violento y esto viene determinado por el mismo instinto de la naturaleza. Si la sociedad nueva quiere imponer la bondad y esta solo puede llegar mediante el cuidado de la vida, por eso mismo la vida solo puede sobrevivir si le impone a su movimiento la violencia revolucionaria. Ser bueno aquí es apostar por la violencia, en tanto el fin último sea la defensa de la vida.
Lo anterior es de vital importancia, porque la revolución proletaria no puede existir sin la naturaleza y, de esta manera, la humanidad no puede olvidar que también es hijo de la tierra. Si la tierra no existe más, entonces la humanidad no tendrá lugar o espacio donde pueda luchar y, por lo mismo, la vida humana quedaría colapsada sin lugar a dudas. Por eso mismo, la bondad humana no puede aislarse de su base material ya que, en este momento, esta base material sigue las leyes de la propia naturaleza y, por eso, la revolución proletaria hace necesaria una filosofía de la naturaleza. Sobre la potencia natural se puede construir el mundo nuevo y el mundo nuevo no puede realizarse fuera del planeta tierra y sus fuerzas creadoras.
La revolución proletaria busca en la bondad una oportunidad para construir un mundo mejor, por esto mismo la sociedad diferente debe contemplar el soporte de la creacionista primaria que, en este caso, la naturaleza se presenta como la gran madre de todo lo existente. La bondad proletaria debe contemplar la comprensión del movimiento de la fuerza productiva, es decir la fuente de la riqueza es el funcionamiento integral del planeta tierra y, por ello, su base material es el desarrollo de la creacionista misma: la fertilidad. La fertilidad y su movimiento es la base de la vida, pero también está moldea al proletariado revolucionario y, por lo mismo, esta es la base de la bondad.
El movimiento de la fertilidad de la naturaleza debe estar en relación con las necesidades de la clase trabajadora, en otras palabras el proletariado debe moldear la creación material y espiritual a sus necesidades y la fuerza productiva está conectada en su raíz con la revolución proletaria. En este sentido, la fertilidad ya no está puesta al servicio de las necesidades del ciclo biológico en concreto, sino que su función queda atada al proletariado, por eso mismo la fertilidad deja de serlo en general y ahora la humanidad la pueda denominar: fertilidad proletaria. La bondad, por ende, ya no puede basarse bajo parámetros generales y sin contenido, por lo mismo, la bondad ya tiene en su contenido una postura de clase y, en este aspecto, la bondad es al mismo tiempo la fertilidad proletaria.
La necesidad histórica de la clase proletaria es, al mismo tiempo, la necesidad de la humanidad en general, por esta razón si la naturaleza se pone al servicio de la clase proletaria también está coloca en el centro la vida humana en general y si esto fuera así, pues la humanidad y la naturaleza podría sobrevivir al peligro apocalíptico. La fertilidad proletaria no sólo imprime un ritmo diferente a la reproducción de la vida, sino que, esta le da un contenido diferente y, por lo mismo, la manifestación aparencial se regirá bajo otros parámetros. Por eso, la bondad no puede aislarse de este debate, en tanto el carácter humano se transforma en tanto el proletariado transforma su mundo con relación al movimiento histórico concreto: en este caso la revolución proletaria.
En primer lugar, la fertilidad proletaria rige su proyecto político bajo la forma del valor de uso, en donde las necesidades están vinculadas a la clase proletaria y, por ende, la riqueza se mueve en tanto satisface las necesidades de esta clase en específico. El rimo de la riqueza contempla las necesidades del proletariado, por eso mismo la clase proletaria requiere conectarlos con las necesidades de la naturaleza y, por eso, el ritmo proletario debe estar en equilibrio con el ritmo biológico y químico del planeta. La fertilidad proletaria no buscaría bajo ningún sentido lacerar el equilibrio del metabolismo social, por lo mismo, el movimiento civilizatorio proletario debe contemplar el movimiento de la fertilidad proletaria y, con ello, la salud del planeta no se verá comprometida.
En segundo lugar, la fertilidad proletaria no sólo cambia el ritmo de la riqueza, sino que, al mismo tiempo, la naturaleza funciona molecularmente diferente que otras formas sociales de producción y, por ende, la fuerza productiva puede dar un giro diferente al conocido: pensar en un desgaste que rejuvenece. Este movimiento nuevo de la civilización proletaria podría abrir una convocatoria diferente que la humanidad en general nunca habría podido imaginar en la dimensión material e histórica que está puede sintetizarse donde las fuerzas productivas puedan regenerarse de manera ilimitada. La fertilidad proletaria no está pensando en un equilibrio burgués, sino que este equilibrio es la armonización de las fuerzas productivas en general y el resultado es incrementar el poder de creación de la naturaleza.
En tercer lugar, la fertilidad proletaria abriría un nivel de manifestación nuevo, en donde la fenomenología pueda darse bajo otra forma, es decir la naturaleza pueda edificarse una imagen diferente. Una naturaleza nueva necesita una productividad diferente, por lo mismo, la automatización absoluta puede ser un objetivo claro y los medios, instrumentos y energía de trabajo deben apostar por una forma diferente. La revolución proletaria debe manifestar en la arquitectura, ingeniería y urbanismo una nueva concepción del llamado espacio, en donde los objetos puedan tener vida propia y la riqueza pueda llegar a la humanidad directamente.
Finalmente, la bondad proletaria viene de la mano con lo antes expresado, por eso este carácter debe tener una forma material dada y un proyecto político cultural bien definido, en donde la fertilidad proletaria convoque a esta nueva forma de hacer el bien. La bondad no puede aislarse de los planteamientos del socialismo científico, por eso mismo la única forma de conseguirla en este momento es mediante la dictadura del proletariado y esta no podrá realizarse sino se sostiene sobre la febrilidad proletaria. Todo lo anterior lleva a la conclusión básica que la revolución proletaria debe apostar por una dialéctica nueva y esta debe evolucionar hacia una dialéctica proletaria y la bondad, como manifestación filosófica, debe estar atado a la dialéctica del proletariado.