Crisis ambiental: la destrucción de la naturaleza 

Dr. Alejandro Francisco Gutiérrez Carmona.

Egresado del Doctorado en Historiografía por la Universidad Autónoma Metropolitana Unidad Azcapotzalco.

El hombre a lo largo de la historia se ha relacionado con la naturaleza para satisfacer sus necesidades, ha trasformado su entorno de acuerdo a sus condiciones materiales. Elmar Alvater señala que “el hombre construye su historia al trasformar la sociedad, la naturaleza y así mismo, pero no existen límites impuestos por la naturaleza…la naturaleza es concebida como un conjunto de recursos que pueden ser utilizados”[1].

A partir de esta afirmación la relación entre hombre y naturaleza siempre ha estado presente en la construcción histórica. El ser humano para poder sobrevivir ha transformado el entorno natural para proveerse de alimentos, vestido y mercancías. Como afirma Alvater:

…los individuos sociales se encuentran insertos en un sistema social histórico y dependen de la naturaleza y sus fronteras. Por ende, la racionalidad sólo puede ser una racionalidad restringida por lo social, y la perspectiva es la totalidad sociedad-hombre-naturaleza. Las categorías básicas de la crítica marxista de la economía política con respecto a la relación de la sociedad con la naturaleza están orientadas hacia la comprensión del metabolismo, esto es, de las transformaciones de la materia y la energía, el rol crucial de las necesidades humanas, el carácter dual del trabajo y la producción, la dinámica de las crisis económicas y sociales, la valorización del capital, la acumulación y expansión (globalización), la entropía y la irreversibilidad…[2]

La relación entre la sociedad, el hombre y la naturaleza están orientadas hacia las transformaciones de la materia y la energía. A esto se le llama la comprensión del metabolismo; la dinámica de las crisis económicas y sociales, la valorización del capital, la acumulación y expansión también son reflejos del metabolismo social. En la sociedad se presentan cambios, entendida ésta como un organismo vivo.

La perspectiva marxista ha desarrollado una crítica en relación a dicho metabolismo, la transformación social y con ello, la devastación ecológica, es producto de una falta de planificación social y de la propiedad privada. “…Para Marx la razón de la avaricia es la de una propiedad privada. Y esto debido a que la propiedad privada ha convertido a los hombres en individuos tan estúpidos y sesgados que solo ven a un objeto como “suyo” cuando lo poseen, cuando existe para ellos como capital”[3].

El egoísmo que percibe Elmar Alvater sobre la propiedad privada es esencial para entender de dónde surge dicha devastación ecológica, ya que para el capitalista lo único relevante es la ganancia, y a partir de esta concepción del mundo se marca un claro individualismo; no importa si se devasta a la naturaleza con tal de seguir acumulando capital. A partir de esta visión es como los capitalistas se aprovechan de los recursos naturales para favorecer su industria, sin comprender que la naturaleza no es propiedad de nadie.

En la gran industria capitalista lo único que importa es la acumulación de capital a costa de la devastación ecológica, para que se lleve a cabo esta transformación social es necesario comprender el papel que juega el hombre con relación al trabajo que realiza. Como menciona Alvater:

Es por medio del trabajo que se transforma a la sociedad. “…El trabajo tiene un doble carácter: produce valores de uso, que satisfacen las necesidades de otros, y produce valores (de cambio), que está basado en el intercambio de mercancías en el mercado en una sociedad, monetaria o capitalista…las necesidades entran en el horizonte del razonamiento, porque el trabajo es socialmente útil y necesario solamente en la medida en que satisface necesidades…[4]

De esta forma, el trabajo tiene una función esencial, ya que por medio de él se transforma a la sociedad produciendo valores de uso que se convierten en satisfactores sociales, sin embargo, no cualquier persona puede adquirirlos, ya que están regulados por medio de las normas que rigen los mercados dentro del sistema capitalista, solamente quien tenga el poder adquisitivo para adquirir dichos satisfactores es como podría hacer uso de ellos.  

El trabajo es necesario para la transformación de la naturaleza, pero también para producir mercancías que solventen las necesidades, la concepción del trabajo en el modo de producción capitalista produce plusvalía, por ejemplo, como señala Elmar: “…la razón es bastante clara: debemos entender cómo el trabajo no sólo produce valor sino también plusvalía, y de esta forma reproduce el capital –y la explotación del trabajo-como una relación social a niveles cada vez más altos…”[5]. El trabajo es, además, una condición de vida del hombre para favorecer la transformación ecológica

Como creador de valores de uso, es decir como trabajo útil, el trabajo es, por tanto, condición de vida del hombre, y condición independiente de todas las formas de sociedad, una necesidad perenne y natural sin la que no se concebiría el intercambio orgánico entre el hombre y la naturaleza ni, por consiguiente, la vida humana […] En su producción, el hombre sólo puede proceder como procede la misma naturaleza, es decir, haciendo que la materia cambie de forma…[6]

La plusvalía es el producto del trabajo humano y el origen de todo valor, por eso es importante señalar que en el sistema capitalista es un elemento clave para que se produzca un colapso ecológico.

El concepto colapso puede tener varios significados, Carlos Taibo en sus estudios ha enunciado una serie de autores que han definido el concepto de colapso, por ejemplo, para Shmuel Eisenstadt el colapso significa el: “completo final de un sistema político y de la trama civilizatoria correspondiente”[7]. Para Yves Cochet es un proceso en el cual las necesidades básicas (agua, alimentación, vestido, energía, etc.) no se satisfacen [a un costo razonable] para la mayoría de la población”[8].

Tainter señala que cabe entender que una sociedad ha colapsado “cuando muestra una rápida y signi­ficativa pérdida de un nivel establecido de complejidad sociopolítica”[9].En el aspecto económico, político y cultural, Taibo señala lo siguiente:

…el colapso financiero, que se traduciría en un incremento sustancial de los riesgos y en un retroceso de las garantías en un escenario marcado por la insolvencia de las instituciones correspondientes, con pérdida de los ahorros y gran­des dificultades para acceder a préstamos. La segunda la aportaría el colapso comercial, con un dinero devaluado y/o escaso, crecientes dificultades para la importación y la reparación, y acceso difícil a bienes escasos. La tercera la configuraría el colapso político, materializado en la idea de que los gobernantes, deslegitimados e irrelevantes, no merecen confianza alguna. La cuarta exhibiría una dimensión social, plasmada en la percepción de que no tiene sentido esperar de los demás, o de las instituciones locales, una ayuda que se entiende necesaria o una capacidad para resolver, o al menos mitigar, los conflictos. La quinta, y última, nos habla de un colapso cultural, materializado en la consideración de que no hay mayor motivo para creer en la bondad, en la generosidad, en el afecto, en la honradez, en la hospitalidad, en la compasión y en la caridad de las gentes…[10].

Tainter, ha dedicado su tiempo a procurar, también, explicaciones para esos colapsos. Al respecto se ha referido al agotamiento de recursos vitales, al establecimiento de una nueva base de recursos, a la manifestación de catástrofes, a la respuesta insuficiente a los problemas, a la presencia de otras sociedades complejas, a la llegada de extraños, a los conflictos de clase, a las disfunciones sociales, al peso de impulsos místicos, a la concatenación casual de acontecimientos y, en suma, a factores económicos…[11].

El concepto de colapso puede entenderse desde diversas ópticas, desde el aspecto económico puede observarse que existen varios desequilibrios institucionales, por ejemplo, en el sector financiero puede suscitarse la falta de ahorros o de grandes dificultades para acceder a los créditos o que el dinero se devalúe. Estas crisis pueden desencadenar un colapso financiero que se refleje en crisis económicas de alguna nación. En el aspecto político el colapso puede verse reflejado a partir de la deslegitimación de los gobernantes y desde el aspecto cultural la pérdida de valores morales.

Karl W. Butzer, por su parte, ha distinguido las precondiciones de un colapso y los desencadenantes de este último. Las precondiciones, que serían a menudo endógenas –incompetencia o corrupción de las elites, reducción de la productividad agrícola, pobreza, agotamiento de los recursos naturales–, reducirían la capacidad de adaptación de la sociedad en cuestión y propiciarían la decadencia[12].

Para Butzer, cobran relevancia las precondiciones de un colapso, es decir, los factores sociales que están generando un cierto malestar, para él es importante la corrupción de las élites, la reducción de la productividad agrícola, la pobreza y el agotamiento de los recursos naturales. Este último aspecto es fundamental para poder entender que existe un colapso ecológico, ya que el agotamiento de los recursos naturales se debe al modo de producción capitalista y este fenómeno puede provocar una serie de problemas sociales, por ejemplo, la falta de agua, el desabasto de alimentos o la tala excesiva de árboles.

Debido al acelerado proceso productivo de la gran industria capitalista es evidente que los recursos naturales se estén agotando aceleradamente. Esto es un síntoma inminente en el cual se vislumbra un colapso ecológico y la destrucción feroz de la naturaleza.

Carlos Taibo identifica cinco factores de hundimiento de las sociedades por él estudiadas: la degradación medioambiental o el agotamiento de los recursos, el cambio climático, las guerras, la pérdida repentina de socios comerciales y la deficiente reacción ante los problemas medioambientales[13].

Para este autor el hundimiento de las sociedades se debe a factores ambientales que desencadenan crisis económicas y sociales. También señala que el agotamiento de dichos recursos puede desencadenar guerras entre naciones. Por tal motivo el colapso ecológico es producto de un malestar social que se refleja en un desequilibrio ambiental, pero puede repercutir en otros ámbitos sociales, por ejemplo, en la geopolítica.

Las naciones quieren preservar sus recursos naturales porque son fundamentales para generar crecimiento y desarrollo en sus economías. Por eso se preocupan para realizar algo que beneficie a sus reservas naturales, pero, finalmente, dentro del modo de producción capitalista esto seguirá ocurriendo debido a que hay leyes inflexibles. En este modo de producción es vital la acumulación de capital y para acumular dicho capital es necesario explotar la naturaleza.

Las guerras por los recursos naturales son en la actualidad los acontecimientos que pueden indicar que hay un colapso ecológico ya que son el fiel reflejo de que existe un desequilibrio económico, político, social y cultural. La transformación de la naturaleza para el beneficio del hombre también debe de ser planificada en beneficio de todos, de manera que las reservas naturales duren mucho tiempo y permitan que la humanidad siga existiendo.

Dentro del modo de producción capitalista se producen contradicciones que son muy evidentes, por ejemplo, mientras más se producen valores de uso también se están produciendo deshechos ambientales. Para Alvater al producir valores de uso que potencialmente satisfacen necesidades humanas, se producen también, inevitablemente, deshechos. Cada proceso productivo está ligado a outputs necesarios, como así también a otros innecesarios o incluso perjudiciales. Es físicamente imposible transformar materia y energía sin producir desperdicios y, en consecuencia, externalidades. Marx es muy consciente del poder de destrucción producido[14].

Desde el pensamiento marxista hay una crítica a la economía política burguesa que se ha referido a este colapso ecológico. El nacimiento del capitalismo industrial, las crisis económicas comenzaron a surgir periódicamente, aumentando la inseguridad de amplios sectores de la población debida a la pérdida de puestos de trabajo e ingresos. Marx observaba muy cuidadosamente el desarrollo de ciclos de crisis desde mediados del siglo XIX, esperando que la inestabilidad social y económica durante dichas crisis provocara agitación social y cambio político revolucionario[15].

El concepto marxista de la relación entre naturaleza-hombre es mucho más apropiado que otros conceptos para comprender las contradicciones y la dinámica de la relación social entre ser humano y naturaleza, es decir, de la relación entre la economía, la sociedad y el medio ambiente. La principal razón consiste en que dicho concepto permite concebir al ser humano trabajador como alguien que transforma la naturaleza y, por tanto, está incluido en un metabolismo de naturaleza-hombre que, por un lado, obedece a leyes de la naturaleza cuasi eternas[16].

Con el fin de entender la índole del sistema competitivo de la propiedad burguesa era necesario entender, en primer lugar, que esa competitividad representaba una etapa avanzada de la división entre ciudad y campo, y que los competidores operaban a través de un mercado mundial, y podían por consiguiente sacar ventaja de condicio­nes geográficas, geológicas e hidrológicas favorables. Al presentar en La ideología alemana su concepción materialista de la historia, Marx y Engels arguyen que las condiciones fundamentales de la geología y la geografía forman parte de las condiciones de producción, sin las que la industria, y en rigor la naturaleza viva (por ejemplo el crecimiento de las plantas), no podrían existir[17].

La concepción materialista marxiana de la naturaleza se integró plenamente en su concepción materialista de la historia. En su economía política desarrollada, tal como la pre­senta en El Capital, emplea Marx el concepto de «metabolismo» (Stoffwechsel) para definir el proceso de trabajo como «un proceso que tiene lugar entre el hombre y la naturaleza, un proceso mediante el que el hombre, a través de sus propias acciones, media, regula y controla el metabolismo que se establece entre él y la naturaleza’’. Sin embargo, una «fractura irreparable» había surgido en este metabolismo como consecuencia de las relaciones de producción capitalistas y la separación antagonista entre ciudad y campo. Así́ pues, en la sociedad de productores asociados, sería necesario «gobernar el metabolismo humano con la naturaleza de una manera racional», algo que superaría por completo las posibilidades de la sociedad burguesa[18].

Este marco conceptual era importante porque permitió a Marx enlazar su crítica de los tres principales puntos en los que hacía hincapié la economía política burguesa: el análisis de la extracción del producto excedente del productor directo; la teoría, con ello relacionada, de la renta capitalista del suelo, y la teoría malthusiana de la población, que conectaba la una con la otra. Además, el concepto marxiano de la fractura metabólica en la relación entre la ciudad y el campo, entre los seres humanos y la tierra, le permitía penetrar hasta las raíces de lo que los historiadores han llamado a veces la «segunda revolución cultural», que se produce en el capitalismo de su época, y la crisis de la agricultura que estuvo relacionada con ella, lo que le permitió desarrollar una crítica de la degradación medio ambiental que anticipaba gran parte del pensamiento ecológico actual[19].

Conclusión

La relación del hombre con la naturaleza es inminente, ya que esta relación permitió que el ser humano pudiera sobrevivir como especie al producir valores de uso como: alimentos, ropa, vivienda, etc., sin embargo, el colapso ecológico es un desequilibrio social que se refleja en crisis económicas, políticas y sociales, a tal punto que puede provocar que existan guerras por los recursos naturales que acaben con los seres humanos. El colapso ecológico se produce debido a que hay un modo de producción capitalista que es el que lo genera, desde la crítica de la economía política propuesta por el marxismo hay una serie de reflexiones acerca de este problema social. En primera instancia se propone que el hombre a través de sus propias acciones regule y controle el metabolismo que se establece entre él y la naturaleza, esto significa que el hombre debe tomar conciencia de sus actos para controlar y regular su utilización de los recursos naturales.

John Bellamy señala que hubo una fractura irreparable que surgió a partir de las relaciones de producción capitalistas y que provocó una separación antagonista entre el campo y la ciudad. En la sociedad de productores asociados es necesario gobernar el metabolismo humano con la naturaleza de una manera racional, algo que superaría por completo las posibilidades de una sociedad burguesa.

Es necesario que exista un cambio en la sociedad, donde la relación entre el hombre y la naturaleza se dé a partir de una planificación racional. Para que se produzca este cambio es necesario que se pongan las bases de un nuevo modo de producción en donde el hombre sepa planificar la economía a partir de la utilización de los recursos naturales y poderle dar una solución al problema del colapso ecológico y la escasez de los recursos naturales. Si no se toma en cuenta este problema ecológico se puede dar la posibilidad de que se susciten de manera masiva guerras por los recursos naturales entre las naciones y esto provoque el fin de la especie humana.

La corriente científica del pensamiento marxista señaló que la relación entre el hombre y la naturaleza en las relaciones de producción capitalistas pueden provocar un colapso ecológico que destruya a la naturaleza debido a que no hay una planificación social y racional de la economía. Por eso se vuelve indispensable que se transite hacia otro modo de producción que planifique la economía y ponga freno a este colapso ecológico que puede provocar el fin de la especie humana.

Bibliografía

Alvater Elmar, ¿Existe un marxismo ecológico?  En: La teoría marxista hoy. Problemas y perspectivas. Clacso, Buenos Aires, 2006.

Bellamy Foster John, La ecología de Marx Materialismo y naturaleza, Ediciones de intervención cultural el viejo topo, España, 2000.

Taibo Carlos, Colapso capitalismo terminal, transición ecosocial, ecofascismo, Libros de Anarres, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, 2017.      

[1] Elmar, Alvater, ¿Existe un marxismo ecológico?  En: La teoría marxista hoy. Problemas y perspectivas. Clacso, Buenos Aires, 2006, p. 341.

[2] Ibid, p. 343.

[3] Ibid, p. 344.

[4] Ibid, p. 344.

[5] Ibid, p. 345.

[6] Ibid, p. 347.

[7] Carlos Taibo, Colapso capitalismo terminal, transición ecosocial, ecofascismo, Libros de Anarres, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, 2017., p. 11.

[8] Ibid, p. 11.

[9] Ibid, p. 31.

[10]Ibid, p. 36.

[11]Ibid, p. 45.

[12]Ibid, p. 37.

[13] Ibid.p.46.  

[14] Op. cit., p. 349.

[15] Ibid.

[16] Ibid, p. 360.

[17] John Bellamy Foster, La ecología de Marx Materialismo y naturaleza, Ediciones de intervención cultural el viejo topo, España, 2000., p.186. 

[18] Ibid, p. 221.

[19] Ibid, p. 221.