¿Concentración de poder o reconstrucción del Estado?

CE, Intervención y Coyuntura

La conciencia liberal ha encendido –de nuevo– los focos rojos. Han lanzado la consigna de repetir que el presidente quiere “concentrar el poder”, tenerlo todo… que ese es su único objetivo. Basta ver la intervención de Elizondo Meyer con Gómez Bruera: el objetivo es tener todo el poder. Tener por tenerlo. Sin más.

El problema de los liberales es que se han creído que el Estado es puro instrumento, aparato, administración y no política. En eso concuerdan con la ultraizquierda. Y ahí está el error de ambos. No es “concentración de poder” como acto malévolo, maligno, indeseable. Es reconstrucción de la relación social estatal en un mundo convulso, atrapado en una crisis civilizatoria sin proporciones.

En escalas: es presencia del Estado donde no existía. Es reconstrucción donde estaba erosionado a su mínima expresión. Es su acto como regulador. Es la comunidad política en su forma de expresión histórica. ¿Basta esto para sacarnos del atolladero neoliberal? Probablemente –muy seguramente– no. Pero es un inicio. Para un mayor desencuentro: es el único inicio.

Las alarmas están encendidas. Al sentido común liberal le molesta los ataques a los órganos autónomos, porque no aceptan que son cotos de poder de tecnocracias que han privatizado en nombre de la super-especialización áreas de decisión política. A la ultra-izquierda le molesta siempre el Estado, porque piensa aun con las categorías del siglo XX y no ha asimilado la superposición del poder del mercado (tenemos autónomos frente al Estado, pero consumidores de Coca-Cola) sobre los estados.

Interpretar cada acto de manera apocalítica es la seña de identidad de ambas posiciones, que en trincheras distintas, con lenguajes distintos y objetivos disímiles, coinciden en condenar a la 4T. Los liberales ven la restauración de la “presidencia imperial”, los ultraizquierdistas al Estado autoritario. Sus brújulas están seriamente descompuestas.

Se está recomponiendo una cierta capacidad del Estado para gestionar, organizar, disponer y articular. No hay “empoderamiento” de la sociedad sin asidero estatal. Los poderes fragmentarios, ya sean del mercado o de la autonomía, van contra el sentido democrático. La paradoja del mundo moderno: no hay democracia sin Estado a pesar de que se ejerza en contra de él. De otra manera, solo tenemos el despotismo mercantil o la isla-territorio de la utopía vanguardista. Si lo levemente avanzado ahora les asusta de esta manera, van a sufrir mucho los próximos tres años.