Caso Yunes: crítica a la crítica puritana desde el sofá. El futuro está en la militancia

Arturo Flores Mora
Hace unas semanas, la bancada de Morena en el Senado afilió a Yunes al partido que tanto había criticado e insultado. Aparentemente, no toda la cúpula de Morena estaba enterada de ello, e incluso Rocío Nahle impugnó ante la comisión de Honor y Justicia esta decisión. A su vez, militantes y simpatizantes del partido condenaron la flexibilidad y tolerancia del partido para incluir en él a un personaje ciertamente corrupto, oscuro y oportunista, atributos singulares y característicos de cualquier conservador en México.
Aunque hace unos días aparentemente Yunes declinó su aspiración de estar dentro del partido, y el mismo día la Comisión de Honor y Justicia curiosamente rechaza una inclusión que pudo haberse emitido semanas antes sin problemas, el caso de Yunes no es único, ejemplificando así al menos son situaciones: 1) que la política es optar entre inconvenientes; y 2) que lo de Yunes es el reflejo de lo que acontece en el partido desde al menos 2018, es decir, no es algo nuevo. Incluso, hay gente igual de deleznable que Yunes desde hace mucho tiempo.
Antes valga decir que la afiliación de Yunes iba a ser el costo político de obtener su apoyo para sacar adelante la reforma contra el hoy corrompido Poder Judicial, así como también una garantía de impunidad a la corrupción que ayer los Panistas ocultaban, y hoy condenan. Sin embargo, parece que la militancia y los simpatizantes de Morena no han dimensionado la decisión de Yunes, quien a diferencia de todo el bloque conservador puede presumir al menos por una vez haber servido al movimiento frente a la fauna reaccionaria del PRIAN. Una decisión de semejante magnitud no debe haber sido tan sencilla para un hombre acostumbrado a la seguridad de los lujos, privilegios, cargos públicos y relaciones sociales, y que hoy sacrificó todo eso por vender su voto a una causa popular, máxime cuando de acuerdo a los operadores políticos de Morena en el Senado, varios legisladores de la oposición se echaron para atrás en el último momento.
Una precisión: este escrito no se trata de una apología al oportunista de Yunes, sino de dimensionar también el hecho de que, sin el voto de Yunes, como el otros legisladores de la oposición, el partido hubiese fracasado, incumplido la demanda popular de justicia amparada en la falsa división de poderes, mientras nuestro movimiento hubiera sido presa de una Guerra Judicial hasta lograr la destitución de Claudia Sheinbaum como en su momento se intentó contra el presidente López Obrador desde el poder legislativo y el poder judicial.
Muchos ignoran o desconocen de buena fe que la política parlamentaria es burguesa, pragmática y gansteril, y obliga por su naturaleza a tomar acuerdos con clases y partidos opuestos. La dura realidad es que en un régimen de transición es inevitable que existan complicidades entre fuerzas en auge y elementos en decadencia (así como cuando el PRD apoyó el pacto por México y nadie hablaba de “pesos y contrapesos”). Por eso no es de sorprender que un personaje distintivo del viejo régimen de corrupción haya contribuido involuntariamente a comenzar a erradicar el esquema de corrupción en el Poder Judicial y el aparato del Estado.
Por tanto, a pesar de que las críticas sean legítimas, la mayor parte de ellas no entienden la naturaleza pragmática tanto del parlamentarismo como de la política. El mismo presidente López Obrador reconocía que la política es optar entre inconvenientes, pero teniendo presente un bien mayor. Las tensiones en torno al Poder Judicial implicaron la necesidad de negociar con un corrupto a cambio de combatir la corrupción en este poder de la federación. O en un tono más puro e iluso, negar la colaboración de un corrupto hubiese implicado dejar intacto la estructura de impunidad en el sistema de justicia. Si el purismo ideológico se hubiera antepuesto al pragmatismo, habría ocasionado paradójicamente un daño mayor.
Cabe recordar que las alianzas con la derecha no son nuevas, y en no pocos casos han resultado ser efectivas. Incluso en el contexto de la intervención francesa, el mejor presidente de México, Benito Juárez, recurrió al apoyo de los sectores conservadores en defensa de la patria, con traiciones predecibles, pero también con respuestas ejemplares inesperadas. Juárez tuvo que ceder por el número de elementos, armas, municiones, posiciones que los generales conservadores le proporcionaban ante la merma del ejército liberal después de la Guerra de Reforma; otorgó al conservadurismo posiciones en el gabinete ante el descontento de los más puros liberales, y a pesar de ello, jamás viro a la derecha y logró defender la independencia del país.
De igual manera, en 2018 con tal de asegurar la presidencia después de los evidentes fraudes electorales, se incluyeron en el movimiento personajes repugnantes como Lilly Téllez, German Martínez, hasta los conservadores del PES. A nivel local, se sumaron al movimiento elementos tanto de izquierda (socialistas, marxistas, progresistas), como de Derecha (panistas, empresarios, oportunistas, arrepentidos, etc); es decir, a Morena siempre lo ha distinguido la pluralidad de clases y grupos políticos. Basta recordar a los sectarios y puros de mala entraña que tanto Cuauhtémoc Cárdenas como el presidente López Obrador vinieron del PRI, aunque valga acotar, en un contexto donde no había de otra: el PRI era el monopolio institucional del quehacer político; todo lo contrario era objeto de represión, desapariciones, torturas.
Además, en 2018 se contó con los votos de las clases medias desclasadas, pero descontentas, así como del apoyo de una burguesía nacional productiva a pesar de ser nuestro enemigo de clase. Sería absurdo negar el apoyo de priístas o panistas y sólo pedir el voto de los “verdaderos izquierdistas”. Recordemos que la izquierda unifica; la derecha divide. Cuando se solicita el voto, se pide tanto el de amigos como el de contrarios, oportunidad para además clarificarles su verdadera conciencia de clase a través de la formación política, porque más allá de preferencias partidistas, sabemos que el vecino con síndrome de Doña Florinda sigue siendo pobre y obrero como nosotros.
En síntesis, la mayor parte de los elementos que conforman Morena no sólo no han sido puros, sino incluso antagónicos por la diversidad que radica en el movimiento pero, a pesar de las contradicciones de clase y sobre todo de intereses personales, Morena sigue erigiéndose al día de hoy como lo más radical y la única posibilidad de cambio en el actual sistema político todavía en podredumbre.
Por eso llama la atención la crítica de los puros con la inclusión de algunos personajes cuando inclusive fue el mismo presidente López Obrador quien ha permitido estas alianzas. No se puede adular a AMLO mientras se condena la apertura de la actual dirigencia del partido, la que a su vez fue heredada por el mismo AMLO. Y obviamente, tampoco pueden tomarse con seriedad las críticas de una oposición que solapó la corrupción de Yunes mientras lo tenían en sus filas. Si Yunes hubiera votado en contra de la reforma, hoy los panistas lo tendrían como uno de los hombres más honorables del partido.
Esos acuerdos que a primera vista podrían ser repudiables han permitido una importante presencia y acumulación de fuerzas en muy poco tiempo, aunque no se ignora la estrategia de la oposición para desintegrar a Morena desde sus entrañas con la entrada de sectores conservadores. No obstante, esas alianzas no se reducen a la admisión de una sola persona, sino a la inclusión al partido de su estructura territorial (lo que en política se conoce como “sus canicas”), así como a las alianzas y relaciones que tienen detrás ante los vacíos políticos y territoriales que el partido es incapaz de abarcar con sus propios medios. Falta presencia territorial en muchos municipios, falta conciencia en la militancia y la dirigencia, falta participación de sectores obreros, campesinos, estudiantiles, y se carece de aparatos ideológicos frente a las campañas de desinformación.
Tampoco se puede olvidar que detrás de cada alianza está la lucha por el poder, y el poder se aplica con base a un programa general de gobierno. Por ejemplo, la llegada de Morena a los Estados con pactos repugnantes de por medio han posibilitado la coordinación con el gobierno federal para la implementación de los programas sociales, que no habrían llegado como en Guanajuato, Coahuila y Aguascalientes si hubieran seguido gobernados por la oposición.
En estos casos se presenta el siguiente dilema: perder respetando principios, pero sin cambio social, o ganar cediendo, pero con posibilidad de cambio y atendiendo las más apremiantes e impostergables necesidades de la población. Basta recordar que AMLO en su último libro publicado recordaba cómo en las alcaldías conservadoras de la ciudad era más valorado el candidato desertor del PAN que el más honesto militante de base morenista. No siempre se hace lo que se quiere, sino lo que se puede. Al cabo ¿con quién se tendría mayor posibilidad de negociación y entendimiento? ¿Con el panista desertor, o con el panista opositor?
En la implementación del proyecto morenista es necesario mencionar que tanto al principio como ahora el partido se encuentra en condiciones de debilidad que todavía no le permiten actuar con plena libertad. Por tanto, llega a imponerse el pragmatismo frente a los principios. Esa debilidad es la responsable de alianzas con el PT y el Verde que en otras condiciones probablemente no se habrían aceptado. En 2024, aunque el triunfo de Morena fue histórico y avasallador, no se logró conseguir la mayoría calificada para la Reforma Judicial. Gran parte de la causa de no alcanzar la mayoría necesaria por la vía electoral tuvo que ver con varias razones: sectarismo, falta de trabajo en territorio, ausencia de convencimiento, simulación, es decir, contradicciones internas que tuvieron que ser cubiertas con la intervención de chapulines.
Ahora bien, en todo proceso de transformación conviven valores en decadencia, así como valores que aspiran a construir otro tipo de relaciones sociales. Los valores como el amor, la solidaridad, la unidad propios de la izquierda no se pueden imponer al resto de la sociedad de la noche a la mañana después de una larga noche neoliberal, máxime cuando desde hace 500 años se ha intentado imponer la cultura conservadora del egoísmo, del lucro, del individualismo, del autoritarismo, valores ajenos a lo mexicano y lo mesoamericano. Además, la cultura priísta como evolución de la ideología porfirista sigue vigente en los espacios de trabajo, en la familia, no se diga en los partidos políticos; no obstante, se asoma en esta etapa de la República una nueva cultura política en la mayoría de los que hoy simpatizan con Morena. O bien, como lo había vislumbrado Carlos Marx, la nueva sociedad nace de forma defectuosa, marcada económica, moral e intelectualmente por los elementos de la vieja sociedad.
Naturalmente, la repetición prolongada de estos valores tenía que penetrar en Morena. Por ello, quien se erija como puro inmaculado está desconociendo un fenómeno histórico; no sólo eso, sino que la realidad interna en el partido ha demostrado que el “más puro de todos los militantes” ha resultado ser el más impuro de todos, pues como decía el presidente, ni el agua bendita es químicamente pura. Con ello no se dice que todos son corruptos, pero aún hay elementos en el partido portadores de los viejos valores. Un ejemplo de ello se puede ver en el Estado de México, en donde los supuestos “más obradoristas”, “más pro 4T”, y “más izquierdistas” son en los hechos y en las estadísticas electorales los que más carecen de trabajo territorial, los que más han claudicado, los que en aras del purismo han votado incluso por el PRI cuando pierden una candidatura, y en suma, los que peores resultados han tenido en sus distritos electorales.
No obstante, si bien en las corrientes de Morena existen tanto líderes como militantes honestos, también es cierto que persisten abusos que no son precisamente de chapulines que vienen del PRI o del PAN, sino de la misma gente del movimiento que no necesitó militar en el PRI para replicar sus prácticas.
Con qué cara se condena la inclusión de Yunes o Murat cuando en el partido todavía hay elementos que condicionan los servicios básicos, que entregan el periódico Regeneración como si fuera un volante de pizza, cuando los mandos medios obligan a los militantes a entregar números que permiten la simulación y olvidan la concientización, cuando las lonas están por encima del convencimiento en territorio, cuando la alta jerarquía premia el servilismo contra el trabajo comunitario, o peor aún, los que a tres meses de estar en el ayuntamiento se marean con la más pedorra dirección y de criticar la gestión burguesa, la replican, pero ahora a nombre del proletariado; o bien, los que siempre tuvieron como anhelo un hueso y entran inmediatamente a hacer negocios. Son esos vicios los que obligan a buscar el apoyo externo. En cuántos Estados y municipios no hemos escuchado: “mejor los priístas me ayudaban más que los propios compañeros de partido”. Todo esto amplificado por los puros inmaculados y supuestos radicales de izquierda que critican desde la comodidad de las redes. Y el problema está en que, si así actúa la militancia de base, qué se puede esperar de aquellos que salieron del PRI, pero el PRI no salió de ellos.
Cabe señalar que todos esos males sólo pueden erradicarse en Morena, único lugar en donde existe una educación y una formación política transformadora, aunque parte de sus elementos todavía utilicen la formación como cuota política.
En suma, no habría necesidad de pactos en lo oscuro si en Morena existiera madurez política, pero no se puede pedir dulzura al vinagre, mucho menos cuando se ha llegado en tan poco tiempo a ser el partido más numeroso del continente, aunque cabe advertir que Morena corre peligro si el oportunismo se tolera, se vuelve cotidiano, y el pragmatismo va dos pasos adelante de la formación política.
No se debe olvidar que la izquierda tiene el papel histórico por su rol social de unificar, de encontrar similitudes en las diferencias, mientras la derecha utiliza frivolidades como el color de la piel para dividir por cualquier. No tiene ningún sentido sumar si no se reeduca.
Por más críticas y contradicciones, Morena es la única fuerza capaz en las actuales circunstancias de abanderar el cambio civilizatorio y cultural. Este proceso ideológico, mejor conocido como revolución de las conciencias, no se consolida de la noche a la mañana, sin embargo, la semilla de la nueva sociedad, de las mujeres y los hombres nuevos se encuentra en la militancia de base, la que por ahora está relegada y agraviada tanto de la cúpula partidista como de los aparatos administrativos por acuerdos con la oposición.
Las transiciones y los periodos de transformación pasan por negociaciones dolorosas, sin embargo, en la medida que exista un mayor compromiso de la militancia con el pueblo, y del pueblo con la patria y con el prójimo, se podrá avanzar en hacer de la política un noble oficio, o en otros términos, a dejar de depender de sectores conservadores sin ideología, sin conciencia y sin compromiso con el pueblo. El poder está en la base, no en las cúpulas; las futuras generaciones deben romper los vicios heredados a la actual generación que abrió las alamedas de la democracia poniendo incluso en riesgo su dignidad, sus principios y su reputación.