Algunos comentarios sobre la disputa por la calle y la movilización social en Colombia
Esteban Morales Estrada
Magíster en Historia y docente
La indiferencia es el peso muerto de la historia. Es la bola de plomo para el innovador, es la materia inerte en la que a menudo se ahogan los entusiasmos más brillantes, es el pantano que rodea a la vieja ciudad y la defiende mejor que la muralla más sólida…
Gramsci
Con grandes movilizaciones, importantes sectores de la población de las grandes ciudades del país (Bogotá, Medellín, Cali, Barranquilla, Bucaramanga), manifestaron su oposición frontal al gobierno Petro. A pesar del número importante de marchantes, que gritaban «fuera Petro», sorprende la poca profundidad de los argumentos que muchos de estos “indignados” esgrimían contra el gobierno. Desde líderes políticos, hasta gente anónima entrevistada, parecían no tener claro por qué se manifestaban, más allá de frases superficiales, gritos, bravuconadas repetitivas y vacías, dando a entender que el origen de todos los males del planeta es la administración Petro.
Lo anterior puede explicarse debido a una fuerte campaña mediática que vende miedos de manera constante e incesante, lo que produce un movimiento de personas en la mayoría de ocasiones confundida y sin un ideario claro, razón por la cual las marchas del 21 de abril resultaron una colcha de retazos de gente que defiende una cosa o la otra, con la participación de figuras tristemente célebres por la ausencia de una ideología consolidada como JP Hernández (un youtuber que se hizo elegir como adalid de las luchas sociales y se volvió uribista), políticos que representan a las viejas oligarquías como Miguel Uribe Turbay, profetas del caos como María Fernanda Cabal, y personajes acomodados y contradictorios como Sergio Fajardo, que lidera un centro que coincide casi en todos los temas con la derecha. La estrategia o el relato consiste en frases rimbombantes y planas que se repiten tantas veces que la gente las cree, pero nunca argumentan el porqué y el cómo: «Petro va a acabar con Colombia», «Petro no apoya la iniciativa privada», «Petro nos va a volver Venezuela» o «Petro es el peor presidente de la historia».
Muchos medios y «periodistas» no se cansan de construir una narrativa falsa, que consiste en creer que antes de Petro Colombia era un país perfecto y sin problemas. Dicha iniciativa mediática mueve a multitud de personas, que bajo la lógica del miedo a cualquier cambio o transformación (sin analizar qué proponen), marchan incluso contra sus propios intereses y beneficio, instrumentalizados por una derecha cavernaria y atrasada. Si bien no podemos creer que todos los marchantes estén desinformados en igual medida, los «argumentos» que expresan en entrevistas y en intervenciones sorprenden por su superficialidad y falta de seriedad. La estrategia parece apelar al odio poco constructivo y a los prejuicios en torno a Petro. Ya lo decía Todorov en su texto Los enemigos íntimos de la democracia: “Las sociedades mediáticas de hoy permiten manipular al pueblo y suprimir los correctivos institucionales previstos para limitar los excesos de las pasiones populares”[1].
Clases medias urbanas y sectores arribistas de la sociedad colombiana, sumados a empleados desinformados (¡que marchan contra sus propios intereses!) y a empresarios y comerciantes que añoran la «mano dura» de Uribe Vélez, son particularmente sensibles a los mensajes del «Petro expropiador» y «enemigo de la inversión privada»; lejos de un ideal kantiano de pensar por “sí mismos”, muchos de los marchantes no hacen más que participar en una difusa nube de corifeos que repiten frases condicionadas por la desinformación, situación que hace recordar un pasaje de Minima moralia de Adorno: “En muchos hombres es ya un descaro decir yo”[2]. A pesar de que muchos analistas recomiendan al gobierno escuchar a la oposición, el tono de muchos de los marchantes es beligerante y de NO reconocimiento de los resultados electorales que le dieron a Gustavo Petro la victoria, lo que podría desencadenar un escenario de golpe blando o duro, más cuando figuras públicas como el «periodista» Felipe Zuleta llama desde X a «sacar al señor presidente» por medio de «paro cívico», animando a los sectores de «bancos, trasportadores», en lo que podría resumirse como un paro patronal. Las preguntas serían: ¿cómo llegar a consensos con personajes que siguen sin aceptar los resultados electorales? ¿cómo buscar el diálogo con periodistas que sólo se conformarían con bajar a Petro? Se pueden reconocer y señalar errores en el gobierno, pero desde el diálogo y sobre todo los argumentos; no obstante, si no reconozco al «otro», no puedo conversar con él.
El escenario que se está constituyendo parece ser de medición de fuerzas políticas entre una derecha que se mueve en medio de la desinformación, el miedo y las mentiras repetidas mil veces, que apenas se está apropiando de un espacio que calificaba antes despectivamente como de «vagos», «guerrilleros» y «resentidos» como es la calle, la protesta y la movilización; enfrentada a una izquierda que debe organizarse de manera más eficaz, con una larga trayectoria de resistencia y que debe salir masivamente el próximo 1ro de mayo a las calles de Colombia, para hacer un contrapeso a la marcha de la derecha, apropiándose de un espacio al que está habituado y en el que debe sacar todo su poderío simbólico, discursivo y político.
El próximo 1ro de mayo la izquierda y las fuerzas que respaldan al gobierno Petro deben manifestarse masivamente, mostrando que una parte muy importante de la población apoya la agenda de cambio del actual gobierno. Desde los sectores progresistas la tarea es hacer presencia en las calles, aprovechando la coyuntura del Día del Trabajo y de la conmemoración del Estallido Social del año 2021 en el nefasto gobierno Duque, organizándose efectivamente como un proyecto político que vaya más allá de personalismos, teniendo la vista en las próximas elecciones, que busquen informar y comunicar mejor la agenda gobiernista, entendiendo que deben mejorar en diversos temas.
NOTAS:
[1]Tzvetan Todorov, Los enemigos íntimos de la democracia (Barcelona: Galaxia Gutenberg, 2016) pág. 184.
[2]Theodor Adorno, Minima moralia. Reflexiones desde una vida dañada (Madrid: Ediciones Akal, 2022) pág. 53.