Acerca del nacimiento del APRA: la proeza de un partido latinoamericano

Juan Martín Messiga Farizano[1]

El 7 de mayo pasado se cumplieron 100 años del acto convocado por la Federación de Estudiantes de México en el Anfiteatro de la Escuela Nacional Preparatoria –hoy conocido como el Anfiteatro Simón Bolívar– donde el, por entonces, líder estudiantil peruano Víctor Raúl Haya de la Torre entregó a sus dirigentes la bandera de Indoamérica. Esa jornada es considerada el acto fundacional de la Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA), a la cual le siguió la creación del Partido Aprista Peruano (PAP) en 1931 que tuvo un papel fundamental en la vida política de dicho país a lo largo del siglo XX [2]. De esta manera, a lo largo del mes han habido múltiples conmemoraciones, tanto en el Perú como en la Ciudad de México, a la vez que diferentes conferencias virtuales y eventos académicos  programados a lo largo de este año. Lo enunciado demuestra el interés que aún genera la organización que encabezara Haya de la Torre hasta su muerte en 1979, considerado recientemente por el historiador peruano Antonio Zapata como el “abuelo de los populismos latinoamericanos clásicos”. Esto sucede muy lejos ya de la inicial reivindicación antiimperialista y a pesar del declive sufrido en los últimos años como consecuencia de diferentes escándalos de corrupción que entre otras cuestiones, indujeron al suicidio en 2019 a su líder Alan García, discípulo de Haya y dos veces presidente del Perú. Sin embargo, muchas veces queda en segundo plano la aspiración inicial del aprismo de constituirse como un partido antiimperialista de carácter latinoamericano con sus respectivos capítulos locales. Fue así como surgieron diferentes células a lo largo de América Latina, con suerte dispar y que en algunos casos como el argentino y el cubano, en los años de 1930 llegaron a conformarse como partidos. En este texto, entonces, quisiera recuperar los inicios de esta organización que tuvo un papel central en los debates de la izquierda latinoamericana en el período de entreguerras y que logró expandirse a lo largo de la región.

¿Qué era el APRA?, ¿O el ARPA?   

Es importante ubicar el contexto del nacimiento de la organización aprista. Esta nace a la luz del movimiento estudiantil peruano que adopta las banderas de la Reforma Universitaria surgida en Córdoba, Argentina en 1918. Así emerge el liderazgo de un joven Haya de la Torre, quien en 1923 es expulsado del país por el gobierno de Augusto Leguía. Así, tras la invitación de José Vasconcelos a refugiarse en México –donde era el secretario de Educación Pública–, el presidente de la Federación Estudiantil del Perú salió rumbo a aquel país, al que arribó a finales de ese año. En ese sentido, tanto la Revolución Mexicana iniciada en 1910 como la Revolución Rusa de 1917 eran inspiradoras de un clima de época atravesado por lo que Perry Anderson denominaría de “proximidad imaginativa de la revolución social” [3]. A la par de Haya, otros jóvenes reformistas también fueron expulsados del país entre 1923 y 1925, lo cual ubicó a Buenos Aires, Ciudad de México y París como las principales coordenadas del exilio peruano. Así, cabe mencionar a figuras fundamentales como Esteban Pavletich, Manuel Seoane, Luis Heysen, Luis F. Bustamante, Serafín Delmar o Magda Portal, una de las pocas mujeres involucradas en las organizaciones revolucionarias de la época. Desde allí y a partir de los intercambios de correspondencia, se gestó la organización antiimperialista, cuya primera formulación pública fue a partir del artículo “What is the APRA?”, publicado en la revista inglesa The Labour Monthly en diciembre de 1926. Traducido luego como “¿Qué es el APRA?” y replicado en otras revistas y periódicos a lo largo de América Latina, el texto redactado por Haya de la Torre es un manifiesto programático que contiene los cinco puntos fundamentales que regían a la organización: 1) Acción contra el imperialismo yanqui 2) Por la unidad política de América Latina 3) Por la nacionalización de tierras e industrias 4) Por la internacionalización del Canal de Panamá 5) Por la solidaridad con todos los pueblos y clases oprimidas del mundo.

Cabe destacar que en muy poco tiempo, el aprismo se trenzó en al menos dos fuertes polémicas que signaron a la cultura de las izquierdas latinoamericanas. En el primer caso, la disputa se dio poco después del manifiesto publicado en The Labour Monthly. Con el antecedente del texto en la revista inglesa, Haya de la Torre y Eudocio Ravines participaron en febrero de 1927 del I Congreso Antiimperialista de Bruselas, el cual fue un hito para la naciente organización ya que allí su líder chocó con otro reconocido dirigente estudiantil como era el cubano Julio Antonio Mella[4]. La confrontación inauguró la disputa por la hegemonía del campo antiimperialista latinoamericano entre los apristas y la Liga Antiimperialista de las Américas (LADLA) de la que el cubano formaba parte. Como frente de masas creado durante el V Congreso de la Internacional Comunista (I.C), la LADLA defendía los postulados emanados de la III Internacional con la que Haya empezó a marcar sus diferencias luego de su visita a la Unión Soviética entre julio y octubre de 1924. La reivindicación aprista de un partido antiimperialista, revolucionario y latinoamericano que atienda al desarrollo histórico particular de la región era una de las principales diferenciaciones con los liguistas. Desde entonces, las polémicas entre ambos se reprodujeron en aquellos lugares donde compartían ámbitos de militancia –como fue el caso cubano en que el punto de encuentro era la Universidad Popular José Martí– y se trasladaron también a la letra impresa. En ese sentido, cartas, revistas y periódicos vehiculizaron los debates a lo largo de América Latina y fueron moldeando las posiciones de los grupos militantes implicados. Los miembros de la LADLA recurrieron sobre todo al periódico El Machete del Partido Comunista Mexicano, a la revista El Libertador que oficiaba de órgano liguista y a La Correspondencia Sudamericanaligada al Secretariado Sudamericano de la I.C. Otro punto saliente fue el ensayo ¿Qué es el ARPA? (1928) publicado por Mella. En respuesta a furibundo ataque del comunista cubano, Haya escribió su obra más reconocida, El Antiimperialismo y el APRA, aunque debido al asesinato de Mella en enero 1929, no salió a la luz hasta 1936.

La segunda polémica que surcó al período sucedió a fines de 1927 con José Carlos Mariátegui, quien inicialmente acordó con el aprismo y le abrió las páginas de la revista Amauta que fundó en 1926 en Lima, Perú y dirigió hasta su muerte en abril de 1930. Allí publicaron varios de los coterráneos del autor de los 7 ensayos de interpretación de la realidad peruana (1928) que estaban en el exilio y que, luego de la ruptura definitiva a mediados de 1928, se mantuvieron en las filas apristas. A partir del reconocido manifiesto “Aniversario y Balance”, que inauguró el n° 17 de su revista, Mariátegui y el grupo de militantes que lideraba en Lima dio por cerrada su participación en la naciente organización antiimperialista y poco después fundaron el Partido Socialista del Perú. Cabe mencionar que luego de su muerte, en los dos últimos números de Amauta -a cargo de su colaborador Ricardo Martínez de la Torre- se publicó el folleto de Mella contra los apristas.   

Un estado de espíritu continental

En esta primera etapa del APRA, también surgieron revistas ligadas a las células fundadas en diferentes países de América Latina. En ellas, el aprismo ensayó la defensa de sus posiciones, sobre todo contra las diatribas lanzadas por la LADLA. No obstante, siguiendo la regla general de la mayoría de este tipo de publicaciones, también fueron el espacio donde confluyeron poemas, cuentos y otros tópicos literarios. Es decir, cristalizaron el clima intelectual del período que Fernanda Beigel formuló en términos de una “vanguardia estético-política”[5] por estos cruces. Así aparecieron revistas como Atuei e Indoamérica, órganos oficiales de la sección cubana y mexicana respectivamente. Otros, como el periódico La Época en Quetzaltenango, Guatemala se plegaron a la causa aprista tras el paso de Haya de la Torre por esa ciudad en julio de 1928. A su vez, publicaciones como la costarricense Repertorio Americano, Ariel del hondureño Froylán Turcios –portavoz de Augusto C. Sandino que se encontraba en plena resistencia antiimperialista–, La Sierra en Perú o el boletín Renovación editado por la Unión Latinoamericana en Buenos Aires, Argentina fueron algunos de los espacios donde los apristas desplegaron sus ideas y dieron cuenta de la expansión de la organización en diferentes ciudades de América Latina. En tiempos de redes sociales e hiperconectividad digital, es sorprendente voltear la mira hacia este período, la segunda mitad de la década de 1920, y observar los aceitados vínculos sostenidos por estas revistas. A través de diálogos e intercambios revisteriles y no exentos de fuertes debates, lograron construir una comunidad latinoamericana desde México hasta Argentina -con sus ramificaciones europeas como era el caso en París de la Asociación General de Estudiantes Latinoamericanos (AGELA)- con una sensibilidad de izquierda. Aquello que el intelectual colombiano Baldomero Sanín Cano sintetizó en 1928 como “un estado de espíritu continental”, fue aprovechado por los desterrados apristas dispersos por la región para el desarrollo de la organización antiimperialista. Para estos jóvenes de itinerarios accidentados, la inserción en los ámbitos de las vanguardias del país al que arribaban se vio facilitado por esta amplia red transnacional por la que circulaban ideas, objetos culturales y militantes ávidos de hacer la revolución. No es difícil de entender la insistencia de Haya de la Torre –a quien Martín Bergel definió durante esta etapa como una “máquina de escritura”[6]– a sus demás compañeros, de escribir sin temor a repetirse para “extender la labor de propaganda”. Las redes transnacionales tejidas y el horizonte de expectativas en estos jóvenes revolucionarios situados en el primer tercio del siglo XX, invitaba a proyectar una transformación total de la vida. Así surgieron las diferentes células que conformaron el aprismo continental en clave latinoamericana. Una arqueología sobre los debates y las redes intelectuales tejidas en el pasado debe contribuir a superar las melancolías a las que las izquierdas hoy se muestran tan afectas y volver a imaginar o animarse a soñar –al decir de un autor contemporáneo[7]– como lo hicieron las vanguardias proponiendo correr el límite de lo posible. Esta recuperación del aprismo transnacional apunta en ese sentido.

[1] Licenciado en Historia por la Universidad Nacional del Sur (UNS), Argentina. Miembro del Centro de Estudios Interdisciplinarios de Nuestramérica “José Martí (CEINA/UNS). Maestrando Programa de Posgrado en Estudios Latinoamericanos, Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Correo jm1991m@gmail.com

[2] Hoy en día son muchos los trabajos que discuten el carácter fundante del acto de mayo de 1924  y consideran que la fecha en realidad es imprecisa pero que se encuentra más cerca de 1926. Se recomienda enfáticamente al respecto el artículo del gran apristólogo Ricardo Melgar Bao, Redes y espacio público transfronterizo: Haya de la Torre en México (1923-1924). Ver (PDF) Redes y espacio público transfronterizo: Haya de la Torre de México (1923-1924) | Ricardo Melgar Bao – Academia.edu

[3] Anderson, Perry, “Modernidad y revolución” en Casullo, Nicolás (comp.) El debate modernidad/posmodernidadp.103, Buenos Aires, El Cielo por Asalto, p.103

[4]  Para conocer más de este enfrentamiento se sugiere ver Melgar Bao, Ricardo, Vivir el exilio en la ciudad, 1928. V.R Haya de la Torre y J.A. Mella, México D.F, Ediciones del Taller Abierto, 2013

[5] Beigel, Fernanda, El itinerario y la brújula: el vanguardismo estético-político de José Carlos Mariátegui, Buenos Aires, Biblos, 2003.

[6] Bergel, Martín, La desmesura revolucionaria: cultura y política en los orígenes del APRA, Lima, La Siniestra Ensayos, 2019

[7]  Ver Galliano Alejandro, ¿Por qué el capitalismo puede soñar y nosotros no?, Buenos Aires, Siglo XXI, 2020