A 80 años de La gran transformación: la profunda crítica de Karl Polanyi a la sociedad de mercado y sus alcances socio-políticos en el mundo de hoy

Alejandra Trejo Nieto

Profesora-investigadora del CEDUA, El Colegio de México

En este 2024, se cumplen 80 años de la publicación de La gran transformación y 60 años de la muerte de Karl Polanyi (1886-1964). Este libro de Polanyi representa una crítica fundamental al mercado capitalista auto-regulado y una sagaz advertencia sobre sus desastrosas consecuencias sobre las relaciones sociales. La gran transformación es considerada una obra imprescindible en la historia económica, la historia del pensamiento económico y la teoría sociológica, pues ofrece un examen profundo de los orígenes y las nefastas consecuencias del capitalismo contemporáneo. Además de ser un agudo análisis de la sociedad de mercado, es una prognósis acerca de sus implicaciones sociales, políticas y ambientales; aspecto, este último, que le confiere una enorme trascendencia y una presencia notable en la literatura contemporánea.

Este libro resuena, sobre todo, entre académicos en una variedad de enfoques y disciplinas; por ejemplo, entre quienes debaten sobre los dilemas de la globalización neoliberal contemporánea, así como entre activistas de la justicia social y ambiental. Su relevancia se ha hecho patente desde su publicación en 1944; sin embargo, la obra cobró una gran pertinencia a raíz del posicionamiento y hegemonía durante varias décadas de una vertiente particular del liberalismo económico: el neoliberalismo. Es en este contexto que comenzó a escribirse de manera profusa sobre la relevancia y el valor de La gran transformación, particularmente en los debates en torno a la globalización, la liberalización y el papel del Estado en la regulación de los mercados y en la protección de los ciudadanos.

Por su carga intelectual, no es descabellado considerar a este libro una obra monumental. Diversos autores han expresado lo difícil, y probablemente erróneo, de intentar resumir o reseñar en pocas líneas un libro de tal complejidad, plagado de matices y sutilezas. Estas líneas no pretenden esa arriesgada aventura, es decir, no se trata de una reseña; sin embargo, si es un intento de invitar a la reflexión, señalando algunos de sus argumentos más destacables y su alcance socio-político actual.

El libro se organiza en tres partes, en las que discute, en primera instancia, el papel fundamental de las altas finanzas como poderoso elemento articulador a nivel internacional y el patrón oro como dogma de toda una época así como vehículo supremo de la expansión de la economía de mercado (capítulos I y II); en segundo lugar, el auge y caída de la economía de mercado, cuya raíz fue la Revolución Industrial (capítulos III a XVIII); y, en tercer lugar, una transformación en curso, aludiendo a la Primera Guerra Mundial, la Gran Depresión, el ascenso del fascismo, el New Deal y el socialismo (capítulos XIX a XXI).

A lo largo de los veintiún capítulos, Polanyi expone los argumentos fundamentales de su crítica. Indica, en primer lugar, que el mercado auto-regulado jamás ha funcionado y que sus deficiencias y consecuencias son de tal magnitud que la intervención gubernamental es ineludible. Su tesis central gira en torno a la idea de un «doble movimiento» que describe la tensión entre las fuerzas del libre mercado y los esfuerzos de la sociedad por protegerse de los efectos perturbadores de un capitalismo desenfrenado (capítulo XI). Pero su explicación del movimiento protector no radica en los intereses de clase, sino en los intereses sociales que el mercado pone en peligro (capítulos XII y XIII).

Sus conceptos canónicos son —además del doble movimiento— las mercancías ficticias y el “incrustamiento” (embeddedness). Polanyi utiliza este último para esgrimir una interpretación muy particular del complejo entrelazamiento entre sociedad, política y economía, al señalar que la economía de mercado es sólo un ámbito del sistema económico, y que la economía es parte de un conjunto social más amplio. En otras palabras, que la vida económica está incrustada (embedded), en un sistema de instituciones y relaciones sociales, además de leyes y regulaciones en el que el Estado tiene una función económica (capítulo V). Sostiene que tratar la tierra, el trabajo y el dinero como meras mercancías (fictitius commodities) provocó enormes dislocaciones sociales (capítulo VI). La pobreza extrema se constituyó, de hecho, en la expresión económica de la dislocación social causada por la revolución industrial (capítulos IX y XIV). Al respecto, Polanyi señala: “Lo que el hombre blanco todavía practica ocasionalmente hoy en regiones remotas, a saber, la destrucción de estructuras sociales para extraer de ellas el elemento de trabajo, lo hicieron en el siglo XVIII hombres blancos con poblaciones blancas con fines similares.” (p. 172)[1]

Significativo resulta el capítulo VII sobre el sistema Speenhamland, establecido en 1795, que fue un intento fundamental de ayuda gubernamental destinada a mitigar la pobreza rural en Inglaterra y Gales. La ley fue una enmienda a la Ley isabelina de pobres (Poor Relief Act, 1601) y significó un nuevo tipo de regulación para la protección laboral. Consistía en el establecimiento de subsidios a los salarios otorgados de acuerdo con una escala que dependiera del precio del pan, de modo que se asegurara un ingreso mínimo vital para los pobres, independientemente de sus ingresos laborales. Para Polanyi, este sistema introdujo una innovación social y económica de enorme trascendencia, el derecho a la vida (right to live), que, hasta su abolición en 1834, impidió el establecimiento de un mercado laboral, propicio para instituir una sociedad en la que la fuerza laboral se mercantilizara.

Con respecto a la intricada relación entre sociedad y economía, Polanyi llama la atención sobre dos hechos fundamentales en la historia del capitalismo: las ciudades y la urbanización como el resultado más importante de los mercados (capítulo V); y la pobreza extrema (pauperismo) como un problema social producto de la industrialización (capítulos VII al IX).

El autor expone el mito del libre mercado desde su raíz al evidenciar que, en sus transformaciones, los gobiernos de los países hoy industrializados asumieron un papel activo en la protección de sus economías e industrias, así como en la promoción de nuevas tecnologías. Al respecto, Polanyi sostiene que la expansión de la economía de mercado no se derivó de una evolución natural, sino que fue impulsada por Estados e instituciones poderosas. En todo el libro abundan los ejemplos al respecto. Por lo tanto, la acusación de intervencionismo fue una consigna vacía y la supuesta conspiración antiliberal a finales del siglo XIX una invención (capítulo XII). Una paradoja subyace a este hecho: “Si bien la economía del laissez-faire fue producto de una acción estatal deliberada, las restricciones posteriores al laissez-faire comenzaron de manera espontánea. El laissez-faire se planificó; la planificación no.” (p. 147)

Aprovecho aquí para apuntar que, aunque en los años veinte del siglo pasado Polanyi tropezó por primera vez con los argumentos de Von Mises —quien intentaba restaurar la legitimidad intelectual del liberalismo económico, que había sido gravemente sacudido en los primeros años del siglo XX—, su análisis es primordialmente una crítica implacable a los economistas clásicos: a Smith en varios sentidos, pero sobre todo a Malthus y Ricardo por su enfoque naturalista de la sociedad (sociedad regida por leyes naturales): ninguno entendía el funcionamiento del sistema capitalista (capítulos VII y X). De igual forma, desaprueba la teoría marxista por su afinidad ontológica con Ricardo (capítulo X) y por su apego a Ricardo en su reduccionista teoría de las clases sociales (en términos económicos). Desde la perspectiva de Polanyi, liberales y marxistas coincidieron, además, en explicar el imperialismo, las guerras y movimiento proteccionista a partir de intereses de clase (capítulo XIII).

A Von Mises lo señala como uno de los economistas que destacaban por su falta de realismo (capítulo XV) y como un desesperado defensor del patrón oro (capítulo XVI). Con una serie de matices, su crítica alude, además, al liberalismo político y a varios de sus propugnadores (entre ellos, Townsend, Bentham y Burke). En contraste, sobre Robert Owen manifiesta que ningún pensador avanzó más que él en el ámbito de la sociedad industrial por su insistencia sobre el origen social, no económico, de las motivaciones humanas (capítulo X). A propósito, un apunte epistémico muy pertinente es el que hace Polanyi al indicar que mientras que el descubrimiento de la economía como disciplina científica fue una revelación que aceleró enormemente la transformación de la sociedad y el establecimiento de un sistema de mercado, las máquinas —decisivas en la Revolución Industrial— fueron invenciones de artesanos sin educación, algunos de los cuales apenas sabían leer o escribir. Así, el trabajo de Polanyi se ubica a la perfección en las controversias, añejas y actuales, no sólo sobre la sociedad de mercado sino sobre lo que él denomina “el credo liberal”. Considerar este punto ayuda a calibrar mejor los elementos centrales de esta obra.

El capítulo XX establece que el fascismo, al igual que el socialismo, estuvo enraizado en la sociedad de mercado. El fascismo incipiente se puso al servicio, en muchos casos, de la cuestión nacional para poder sobrevivir, aunque también se ligó de un modo accidental a tendencias contrarrevolucionarias. Su propósito iba más allá de lo político y económico, pues tenía una naturaleza eminentemente social, dando lugar a una transformación de gran envergadura. Constituía una suerte de religión política al servicio de un proceso degenerativo de las libertades que tuvo campo fértil a partir de 1929 con una economía de mercado en crisis generalizada. Se instaló, de hecho, como una solución a la crisis. Las otras dos soluciones, el socialismo y el New Deal, compartían con el fascismo el abandono de los principios del laissez-faire. Pero Rusia, además de Alemania, apareció como el otro componente beneficiado de la gran transformación con la instauración de una economía socialista. Polanyi señala que el fracaso del sistema internacional y la economía de mercado liberó las energías de la historia. Para él, la economía de mercado no es un fin en sí mismo, sino un medio para alcanzar fines más importantes, como la justicia y la libertad (capítulo XXI).

A mi manera de ver, La gran transformación proporciona una base intelectual para comprender la compleja dinámica contemporánea entre los mercados desregulados, la intervención estatal, la ideología política y el bienestar social. Por ello, en el resto de este texto me gustaría centrarme en tres elementos del debate actual: la globalización, la pandemia, y los outsiders políticos.

Polanyi nos ofrece una lente analítica para analizar las complejidades de los desafíos globales, pues varias de sus ideas y conceptos se entrecruzan con los problemas que ha creado la globalización neoliberal desde hace varias décadas. Las dinámicas que exhiben la tensión entre la extrema liberalización económica y la respuesta social que busca proteger a las comunidades de los efectos desestabilizadores del mercado son evidentes en el crecimiento del comercio, lo que se conjunta con una mayor desigualdad. Desde mi punto de vista, las protestas globales contra los acuerdos comerciales, las medidas de austeridad y la influencia de las corporaciones multinacionales subrayan la persistente relevancia del «doble movimiento».

La financiarización de la economía global, es decir, el dominio de los mercados e instituciones financieras internacionales, también refleja las preocupaciones de Polanyi sobre los peligros de un mercado autorregulado. Las crisis financieras de las últimas dos décadas, en particular la de 2008, ponen de relieve la inestabilidad de los mercados financieros no regulados y los profundos costos sociales y económicos de su volatilidad. Los marcos regulatorios resultan, en estos casos, fundamentales para mitigar los riesgos y proteger a la sociedad de los excesos del capitalismo financiero.

Además, las ideas de Polanyi sobre las consecuencias sociales de los mercados se reflejan en problemas contemporáneos que crecieron con la globalización: la desigualdad, la migración, la pobreza y el desempleo. Estos desafíos globales son indicativos de las tensiones inherentes a una economía de mercado que prioriza la eficiencia económica y las ganancias.

El mundo post-covid19 también muestra la pertinencia de algunas de las ideas de La gran transformación. La pandemia subrayó la importancia de contar con redes de seguridad social sólidas y una intervención gubernamental activa. Muchos gobiernos en todo el mundo implementaron medidas fiscales sin precedentes para apoyar, ya sea a los trabajadores, las empresas o a los sistemas de salud. El análisis de Polanyi respalda el argumento de que el mercado no puede autorregularse de una manera que garantice el bienestar de todos los ciudadanos, especialmente en tiempos de crisis, destacando el papel esencial de la intervención gubernamental. El énfasis en mostrar la necesidad de proteger a la sociedad de los excesos del mercado, resuena en los numerosos llamados a que la atención médica fuera tratada como un bien público, no como una mercancía. De distintas maneras, los argumentos de Polanyi respaldan la cooperación internacional y los marcos políticos que prioricen el bienestar humano sobre la eficiencia económica.

Las exigencias digitales, que se desarrollaron exponencialmente debido a la pandemia, aportan nuevas dimensiones a las preocupaciones de Polanyi sobre el trabajo y el mercado. Por ejemplo, el auge de la economía de plataformas (Uber o Didi) plantea interrogantes sobre las condiciones y los derechos laborales, la protección social y la regulación de nuevas formas de trabajo. Cuestiones que también resuenan con su análisis sobre el trabajo como un elemento fundamental de la sociedad que no debe estar sujeto a la las vicisitudes de un mercado sin regulación.

En tanto que Polanyi sostiene que el Estado y las economías de mercado han estado inexorablemente enlazados a lo largo de la historia, el ascenso de políticos como Javier Milei en Argentina y Donald Trump en Estados Unidos pueden examinarse a través de la lente de La gran transformación. El concepto de «doble movimiento» quizás ayuda a explicar el éxito político de tales figuras, quienes han capitalizado el descontento generalizado con el status quo, atribuyendo los problemas sociales y económicos a las fallas de los sistemas políticos o económicos establecidos.

En el caso de Trump, su atractivo para los votantes ha residido en buena medida en su promesa de hacer que Estados Unidos vuelva a ser grande y en su eslogan “América primero” (America First), que resonaron en 2016 entre quienes se sentían abandonados ante la percepción de extralimitación de las políticas liberales de mercado. Las políticas y la retórica de Trump, que a menudo enfatizan el proteccionismo y una postura escéptica sobre los acuerdos comerciales internacionales, pueden verse como una forma de reacción social en ciertos segmentos de la población estadounidense contra los impactos negativos del mercado desregulado y sin restricciones.

En contraste, Milei aboga por una desregulación extrema, la minimización de la intervención estatal en la economía y la defensa absoluta de las libertades económicas. Su postura es en favor del mercado y en contra lo que se percibe como una intervención estatal excesiva, reflejada en los fracasos de las elites políticas tradicionales para abordar el estancamiento económico y la inflación.

Lo común entre Milei y Trump se encuentra en que sus narrativas abordan los fracasos de la gestión económica y política previa que, para sus simpatizantes, es percibida como perjudicial para los intereses nacionales. En esencia, el ascenso de políticos como ellos subraya las tensiones entre las fuerzas del mercado y las necesidades de la sociedad. Si Polanyi escribiera hoy, muy probablemente no estaría seguro de qué dirección tomarían estas tendencias políticas, pues si bien captó muy bien la dinámica entre la expansión de los mercados y las reacciones contra ellos, aceptó que algunas de esas respuestas pueden ser desagradables en varios aspectos sociales y políticos.

De esta suerte, la contribución de La gran transformación se muestra mediante múltiples vías. A pesar de que al comienzo de la obra Polanyi advierte de manera tímida que no se trata de un trabajo histórico, una de sus contribuciones clave es el análisis históricamente sustentado sobre el capitalismo y la sociedad de mercado. Asimismo, su trabajo es visionario al explorar las fatales consecuencias políticas y sociales de esa sociedad de mercado. Además de mostrar una panoplia de conocimientos históricos y teóricos, el libro resalta la importancia de un orden económico más equilibrado y más humano, aboga por un sistema económico que priorice las necesidades y los valores sociales sobre los imperativos de ganancias y crecimiento, así como enfatiza la importancia de la solidaridad, la reciprocidad y el control democrático sobre la toma de decisiones económicas. Además, a todo lo largo del libro subraya la importancia del Estado para regular los mercados y proteger a la sociedad de sus efectos nocivos.

Ya sea para aleccionarnos sobre las crisis económicas o las tendencias políticas recientes, la vigencia de La gran transformación radica, entre otras cosas, en su capacidad de proporcionar un marco para comprender las fuerzas socioeconómicas más amplias que estaban en juego a mediados del siglo XX y que siguen estando en juego en la actualidad. Polanyi ofrece no sólo su visión del capitalismo, desde su origen y en la época que le tocó vivir, sino también de su sentido y de su dinámica. No solamente, insisto, en su orientación histórica, sino respecto a lo que han provocado y pueden seguir provocando las economías de libre mercado sin controles gubernamentales. Aunque él mismo no encaja como representante o portavoz de un orden social específico, pues su libro deja abiertas diversas opciones, esta gama de alternativas acrecienta, si cabe, el sentido de oportunidad de un libro como La gran transformación…a 80 años de haber sido publicado.

[1] Cito de la siguiente edición: The Great Transformation (The Political and Economic Origins of Our Time) (Boston: Beacon Press, 2001); esta traducción y las subsiguientes son mías.