Del “Hipercaos” de Quentin Meillassoux a lo Irreversible: una Ontología Especulativa de la Energeia(Democracia Radical) [1]
Ricardo Sanín-Restrepo
Introducción: La gran pregunta
Mi proyecto filosófico de democracia radical se fundamenta en dos descubrimientos interconectados que ofrecen una base ontológica sólida para el poder. 1. El mundo es radicalmente contingente, pero es simulado por un mundo que se presenta como necesario a través de la potestas (poder como dominación) y la Entelecheia (cuando el devenir obedece a una finalidad externa). 2. La política solo puede fundamentarse en la democracia, y la democracia solo puede fundamentarse en la Energeia (poder sin cualificaciones, anárquico y sinérgico).
El objetivo de este artículo es mostrar cómo ambos descubrimientos se basan necesariamente en lo que considero la creación filosófica radical más importante de nuestro tiempo, quizás de la Modernidad: el Hipercaos de Quentin Meillassoux. No obstante, paradójicamente, el Hipercaos ofrece a mi proyecto tanto su pilar ontológico primordial (la contingencia pura como única base sin fundamento del mundo y, por ende, de la Energeia), así como su obstáculo más severo, ya que mi fundamento ontológico de la política en la Energeia (la actualidad sin condición) podría ser refutado dentro de la construcción meillassouxiana, pues es todavía determinista, necesario, en resumen, metafísicamente dependiente.
Por lo tanto, mi misión aquí es mostrar que no hay contradicción en fundamentar mi proyecto en el Hipercaos (ya que demuestra que la Energeia es el único requisito para el poder, en la medida en que es un anti-requisito) y que mi Energeia no es contradictoria con la virtualidad de Meillassoux (precisamente su parte de la construcción que afirma que el devenir y, por ende, la potentia, siguen atrapados en el determinismo y dependen de modelos de devenir necesarios), sino que es un complemento necesario.
Anticipo la mayor fortaleza de mi tesis, que es la siguiente: la contingencia radical solo puede producir Energeiaporque la Entelecheia es una aberración lógica, una contradicción a su propia naturaleza. La Entelecheia, que representa una finalidad predeterminada (telos), requiere lógicamente la existencia de un modelo preestablecido. Esto viola el principio central de la contingencia radical, que establece que ninguna condición o modelo previo puede preexistir racionalmente al caos inmanente del tiempo. Si la contingencia pudiera crear la Entelecheia, significaría que una forma final de alguna manera precedió el proceso de su propia creación, lo cual viola flagrantemente los principios racionales de la contingencia meillassouxiana. Por lo tanto, el resultado de la contingencia radical debe ser la Energeia, que es un proceso de devenir que emerge sin ningún modelo preexistente, lo que permite que el tiempo sea verdaderamente inmanente y creativo.
La primera advertencia que debemos tener en cuenta es que la filosofía de Meillassoux es fundamentalmente no normativa. Es un proyecto especulativo para describir el mundo tal como es, independientemente del pensamiento, los valores y, ciertamente, las preocupaciones humanas. Revela que no hay una “razón” para que el universo sea como es. El mayor obstáculo para mí es entonces responder a la pregunta: si el universo no tiene un propósito inherente y mi proyecto se basa en la contingencia radical, ¿por qué deberíamos esforzarnos por una “democracia desencriptada”? ¿Por qué este proyecto político, basado en la Energeia, es intrínsecamente mejor que su opuesto? ¿Estoy confundiendo la ontología como normatividad? ¿La racionalidad como ética? La respuesta es, por lo tanto, el esbozo de mi pequeño avance en este escrito, que ya anticipé en la tesis delineada arriba y que ahora demostraré.
Permítanme esbozar brevemente mi proyecto, luego el de Meillassoux, y ver los aparentes cortocircuitos y cómo superarlos[i].
Primero, desde Decolonizing Democracy (2016), mi oposición ontológica entre la Energeia (actualidad sin cualificaciones, devenir sin cualificaciones) y la Entelecheia (imposición de un telos o finalidad externa para el devenir) revela que la política solo puede significar la expresión sin cualificaciones ni condiciones de la diferencia que no sigue u obedece ningún telos, ningún modelo (Arché) o imposición externa para el ser. La Energeia no es la realización de un fin preestablecido (ser ciudadano, ser blanco); es el despliegue inmanente e irreversible del devenir actual de cualquier ser (isótopo, electrón, mujer, etc.), irreducible a cualquier esquema de cualificación.
Segundo, para que esto sea válido ontológicamente, debemos enfrentar el mundo tal como es: un mundo estructurado por la Potestas, es decir por cualificaciones y exclusiones violentas. Sin embargo, el fundamento ontológico de la Energeia nos lleva a descubrir que este mundo, cuando es legitimado a través de la potestas y la Entelecheia (poder como opresión y negación de la Energeia), no es el mundo, sino su negación, un mero simulacro. Si es un simulacro obedece a modelos prestablecidos y por lo tanto no es inmanente, es una negación de la posibilidad de devenir mundo. Por lo tanto, la conclusión es que para fundamentar el mundo ontológicamente, debemos basarlo en la contingencia pura de Meillassoux y disipar la potestas y su sentido impuesto de necesidad, donde el principio es claro: no hay una razón o esquema último para nada: ni para ninguna ley, ni para ningún ser, ni para ningún modelo, ni para ningún amo.
En consecuencia, como anticipé, en el corazón de esta investigación reside una apuesta que es ontológica: ¿Podemos fundamentar la política en la democracia y la democracia en la Energeia? Creo que la única forma de hacerlo es reconciliar esta construcción con la virtualidad meillassouxiana y el abismo del Hipercaos.
Como hemos comprobado, “Solo en la contingencia el mundo es posible. Cuando el mundo es aprisionado en la necesidad, se convierte en un simulacro del mundo, sostenido por un simulacro de poder”. Y “La contingencia, cuyo nombre en política es democracia, es la extensión infinita de la diferencia intensa, es necesaria en todos los mundos posibles” (Sanín-Restrepo 2021).
Mi trabajo en Decolonizing Democracy y Being and Contingency afirma que la interpretación occidental dominante del poder, incluso de forma inadvertida como en el caso de Agamben (ver Sanín-Restrepo 2016), ha privilegiado la Entelecheia: la actualización como la realización de un fin predeterminado, un telos. Esta tradición ha confundido el cierre con el devenir, la cualificación con la existencia y la soberanía con la vida. Ha encriptado el poder en modelos, leyes y esquemas trascendentales que niegan la inmanencia de la diferencia.
En contra de esto, propongo una prueba ontológica: una relectura crítica de los conceptos aristotélicos de potentiay actualidad, y un rescate de la Energeia como la gramática modal del devenir irreversible y sin cualificaciones. La Energeia no es la perfección del ser, sino su despliegue sin modelo, su actualización sin telos, su poder sin trascendencia.
Pero esta prueba debe basarse en la contingencia, y aquí encontramos tanto la promesa como el obstáculo del materialismo especulativo de Meillassoux. Su principio de facticidad (la necesidad absoluta y racional de la contingencia) nos libera de la prisión del principio de razón suficiente de Leibniz, cancela la Entelecheia y prohíbe todos los modelos trascendentes.
El avance filosófico de Meillassoux
El arma fundamental de Meillassoux es el principio de facticidad (o sinrazón): la prueba lógica de que no hay ninguna razón para que algo sea o permanezca como es. La única necesidad absoluta es la necesidad de la contingencia misma. Este principio marca una ruptura en la historia de la filosofía: no es una afirmación metafísica, sino una verdad especulativa que nos permite pensar racionalmente, es decir, genuinamente racional, sobre la posibilidad de un mundo sin nosotros, sin subjetividad, sin correlación.
Para llegar a este punto, Meillassoux (2006) convierte el problema irresoluble de la inducción de Hume en el mástil de su proyecto racional.
Meillassoux reactiva el problema de la inducción de Hume, no para resolverlo (como Kant intentó y fracasó), sino para radicalizarlo: Hume argumentó que no podemos probar la necesidad de las leyes naturales (como la gravedad o la salida del sol) porque nuestra creencia en ellas se basa en el hábito, no en la inducción lógica. El futuro no está lógicamente obligado a repetir el pasado. No podemos justificar la persistencia de las leyes, y este fracaso no es una debilidad de la razón, sino, según Meillassoux, su mayor perspicacia. Un mundo racional, argumenta el filósofo francés, es uno donde todo es contingente, siempre y cuando no sea contradictorio.
En lugar de preguntar: “¿Podemos probar que las leyes son necesarias?”, Meillassoux reformula la pregunta: “¿Podemos probar que las leyes no son necesarias?”. Argumenta que no podemos justificar lógicamente por qué el futuro debe parecerse al pasado, pero tampoco podemos justificar por qué debe cambiar. La conclusión clave es que la persistencia de las leyes es contingente, no necesaria. Es una “constante fáctica”, algo que simplemente es verdad ahora e incluso puede seguir siéndolo de acuerdo con complejos programas de probabilidad, pero, ¡y este es el punto crucial!, no tienen ninguna razón o necesidad última para ser así. Y, en consecuencia, no es posible demostrar su necesidad ni empírica ni probabilísticamente.
La parte verdaderamente radical del argumento de Meillassoux es que esta contingencia se aplica a todo, incluidas las propias leyes de la naturaleza. Propone que podemos concebir racionalmente un futuro en el que las leyes de la física cambien o desaparezcan sin ninguna razón. Esto es lo que él llama Hipercaos. No es una ley que las leyes deban cambiar (ya que esto sería necesario). Más bien, es la posibilidad de que cualquier cosa pueda suceder, siempre y cuando no sea una contradicción lógica.
Meillassoux se libera de siglos de metafísica, correlacionismo, idealismo, y modelos trascendentes que han dominado el pensamiento occidental.
El Hipercaos de Meillassoux es un desafío directo a lo que él denomina Correlacionismo, y en esta enorme jaula bien tejida del correlacionismo él incluye desde la intencionalidad de Husserl hasta el Dasein de Heidegger y los juegos de lenguaje de Wittgenstein.
El correlacionismo sostiene que solo podemos conocer lo que se le presenta a un sujeto, es decir que el objeto del conocimiento solo es pensable dentro de su sumisión al sujeto que lo piensa o lo conoce (Ver Meillassoux 2008).
Al afirmar la posibilidad de declaraciones ancestrales (afirmaciones científicas sobre un tiempo anterior a cualquier sujeto), Meillassoux abre la puerta a un realismo sin metafísica, a un mundo que existe independientemente del pensamiento, o más bien, independientemente de un sujeto pensante.
De una manera en sumo astuta, el francés derrota al correlacionismo. La crítica de Meillassoux revela una profunda contradicción. El correlacionismo, que argumenta que solo podemos conocer la relación entre la cosa o realidad allá afuera y el ser, intenta evitar dos extremos: el realismo (la creencia de que podemos conocer una realidad independiente de nuestras mentes) y el idealismo (la creencia de que la realidad no es más que nuestras mentes). Lo que marida estas dos vertientes, para el correlacionismo, es su absolutismo (de la realidad, de la mente), por lo tanto el correlacionismo es fundamentalmente anti-absolutista.
Meillassoux argumenta brillantemente que en su intento de refutar el idealismo, el correlacionismo debe admitir que el vínculo entre el pensamiento y el ser que piensa no es necesario, pues de lo contrario estaría afirmando que la relación en sí es absoluta, lo cual niega su premisa anti-absolutista; por lo tanto debe admitir que la relación debe ser absolutamente contingente. Sin duda, aquí es donde todo el sistema colapsa. Si la correlación misma es contingente (no-necesaria) significa que podemos concebir lógicamente una realidad sin ella, e incluso el “no-ser” de la correlación misma.
Este mismo acto necesario del correlacionista de admitir la contingencia de la relación sujeto-conocimiento abre inadvertidamente la puerta al absolutismo, ¡precisamente lo que el correlacionismo busca negar! ¡Touché! Al afirmar que la correlación podría desaparecer, que no es verdaderamente necesaria, implica que una realidad independiente del pensamiento es concebible.
Los límites de la razón
Para Meillassoux, un mundo racional no es aquel donde todo es uniforme y predecible; es uno donde todo es contingente, pero nada es contradictorio. Esto significa que el papel de la razón no es predecir el futuro, sino comprender la naturaleza contingente fundamental de la realidad misma.
El principio de facticidad de Meillassoux abre así un abismo temporal: un tiempo hipercaótico en el que las leyes, las entidades y las estructuras pueden surgir y desaparecer sin razón. Es un tiempo liberado de la necesidad metafísica, un tiempo donde la contingencia reina no como desorden, sino como la condición de posibilidad para cualquier orden. Este abismo no es nihilista, es generativo. Nos permite pensar un mundo que no está gobernado, no está encerrado y no está predeterminado. Sin amos epistemológicos, sin obedecer relativismos tibios.
Es dentro de este abismo donde busco fundamentar la Energeia: no como un invariante metafísico, sino como una modalidad, incluso una figura, que persiste dentro de la contingencia. La Energeia no contradice la facticidad, la habita. Es de alguna manera el flujo o el continuo de la actualización que se sostiene sin razón, la verdad de la diferencia que se despliega sin telos. Y es esto lo que creo que también puede ofrecer la infraestructura ontológica para la política de Jacques Rancière: una democracia sin arché, sin cualificación, sin mando (aunque no lo desarrollaré aquí).
Conexión con la Energeia
Desde una perspectiva estrictamente meillassouxiana, ¿no es la Energeia en sí misma un retorno a una forma de necesidad? Para Meillassoux, cualquier principio que dicte cómo debe desarrollarse el devenir, incluso uno inmanente, corre el riesgo de convertirse en otra versión del principio de razón suficiente. Así que, sí, ¡incluso las ontologías planasde Deleuze o los Mundos Múltiples de Hugh Everett todavía están atrapados en la red de la metafísica!
Meillassoux lo señala en “Potencialidad y virtualidad” (2006). Para él, la potencialidad se refiere a los casos no actualizados dentro de un conjunto de posibilidades predeterminadas, indexadas y gobernadas por una ley dada, donde el devenir X ya está programado y, por lo tanto, es predecible a partir de la potencialidad de X (una oruga solo puede convertirse en mariposa). En contraste, la contingencia es la propiedad de un conjunto completo de casos que no es un subconjunto de un conjunto más grande y de orden superior (en el lenguaje de los conjuntos infinitos de Cantor). El concepto más radical, la virtualidad, describe la propiedad de cualquier conjunto de casos que puede emerger dentro de un devenir no restringido por ninguna totalidad de posibilidades preconstituida. Esta perspectiva postula que el tiempo puede dar lugar a nuevas leyes y situaciones que no estaban previamente “potencialmente” contenidas en un conjunto fijo, creando así nuevos casos en lugar de simplemente actualizar los existentes. Esto implica que tales nuevos eventos irrumpen ex nihilo, o “de la nada”, lo que convierte la inmanencia pura en el concepto mismo de una temporalidad entregada a su caos, no ligada a ningún principio superior y no temporal.
Si afirmamos que la Energeia es una condición necesaria de la actualización, ¿volvemos a caer en la trampa metafísica? ¿Postulamos una ley necesaria que gobierna el devenir? Una salida fácil del dilema sería simplemente anunciar que la Energeia pertenece a un mundo normativo (política, democracia) que es inconmensurable con el marco de Meillassoux, que funciona independientemente de lo normativo. No obstante, esto sería simplemente abjurar de la base ontológica de la democracia radical que estamos probando a través de la necesidad simulada de la Entelecheia.
En consecuencia, el Hipercaos de Meillassoux podría verse tentado a identificar la Energeia aislada como una estructura determinista, un conjunto de reglas predeterminadas que limita la anarquía absoluta de la contingencia. La pregunta se vuelve entonces urgente e inevitable: ¿podemos fundamentar la Energeia dentro del Hipercaos sin traicionar la contingencia radical que hace que el Hipercaos sea tan poderoso?
La resolución: la Energeia como una figura fáctica del caos
La respuesta es sí, pero solo cuando hacemos una distinción crucial. La Energeia no es una ley que restringe el Hipercaos. Es una figura fáctica y contingente producida por el Hipercaos.
Este es el núcleo del argumento: la Energeia en sí misma no es necesaria. Es un hecho persistente, no un principio metafísico. En un universo donde cualquier cosa puede suceder, una de las cosas que puede suceder es la emergencia de una estabilidad contingente: un mundo que, por ahora, se despliega de acuerdo con una gramática específica y no necesaria. Sin embargo, cuando esto sucede, la Energeia es el nombre de la gramática de nuestro mundo contingentemente estable e irreversible. En otras palabras, cuando la contingencia sucede, ¡solo la Energeia puede seguir! Cuando la contingencia sucede, ¡prohíbe la Entelecheia! La Entelecheia es contradictoria dentro de la contingencia y, por lo tanto, irracional.
Este movimiento nos permite hacer dos cosas a la vez: preservamos la contingencia absoluta de Meillassoux como el fundamento último y sin fundamento de todo, pero podemos postular simultáneamente una gramática positiva, materialista y descriptiva para nuestro mundo actual: el mundo de la política, la vida y el tiempo irreversible, sin volver a caer en la necesidad metafísica, además, prohibiendo la necesidad metafísica que ha funcionado como barrera y condicionamiento desde la virtud de Aristóteles hasta la ciudadanía o la raza como modelos rígidos de devenir.
La prueba está en la realidad ontológica. Cuando la contingencia actúa, y si actúa (de forma coherente con el Hipercaos), solo la Energeia (el devenir sin condiciones) puede seguir. Por lo tanto, la Entelecheia sería una aberración que inmediatamente indica que solo es capaz de sí misma, un ser contradictorio y autorreferencial (sin devenir, sin contingencia), por lo que se vuelve necesario y, con este gesto, se vuelve irracional ya que niega la contingencia en su núcleo.
Esto le da a nuestro proyecto político su base, el terreno firme del devenir irreversible de la Energeia, sabiendo que este mismo terreno es contingente ante el Hipercaos. Nuestra política se basa así en un hecho, no en una necesidad, que es el único terreno que una política verdaderamente contingente puede tener.
En la medida en que la Entelecheia (el mundo de los privilegios, los jueces constitucionales, el poder autoritario travestido de naciones, las guerras en nombre de ideas metafísicas) nunca puede proclamar su racionalidad, en otras palabras, que es la consecuencia racional de la contingencia. Este es un avance importante en la fundamentación de la democracia radical como la única posibilidad del mundo, una posibilidad que abre todas las demás posibilidades.
En Decolonizing Democracy, afirmo que:
“La democracia, como la posibilidad de otro mundo, es necesaria en todos los mundos posibles” (Sanín-Restrepo 2016).
Y en Being and Contingency, propongo que:
“En una democracia genuina (no liberal), no puede haber ninguna cualificación para comunicar la diferencia. La democracia, como la única materialidad de la política, lanza la paradoja más hermosa de la filosofía: la política es la cuestión de todas las cuestiones porque es la cuestión de quién puede formular preguntas, de quién cuenta” (Sanín-Restrepo 2021).
Este es el terreno en el que ahora entramos: un campo especulativo donde la Energeia, la facticidad y la democracia resuenan. No es una síntesis. Es una nueva superficie de pensamiento, un nuevo campo de posibilidades lógicas, donde la ontología se vuelve política y la política se vuelve ontológica.
Aquí es donde la Energeia entra como un principio complementario, no contradictorio. Basándose en fragmentos aristotélicos pero radicalmente reconfigurada en contra de su lógica de la finalidad o las causas finales, la Energeia no es la perfección del ser (Entelecheia), sino su despliegue sin cualificaciones, inmanente y no teleológico. No es un qué sino un cómo: una gramática modal, una forma de actualización, mientras que la Entelecheia, como se demostró antes, no puede ser más que necesaria y, por lo tanto, irracional.
La Energeia no determina lo que sucederá, eso sigue siendo el dominio de la contingencia. En cambio, describe el modo en que lo que sucede, sucede realmente.
En consecuencia, el concepto de virtualidad de Meillassoux (o Hipercaos) y el concepto de Energeia pueden entenderse como coordenadas distintas en el tiempo y la contingencia y del tiempo y el devenir. La virtualidad de Meillassoux ocupa el dominio de la posibilidad temporal, representando el tiempo caótico y todopoderoso. Es un abismo temporal que puede saltar, revertirse o aniquilarse a sí mismo: es el tiempo de lo que podría suceder, que lógicamente contiene todos los resultados concebibles, incluso la reversión de cualquier evento actual.
En contraste, la Energeia existe en el dominio de la actualidad modal. Su tiempo es el irreversible sincrónico, el despliegue, el presente inmanente, similar a la “Entropía” de Ilya Prigogine (1980). Este es el tiempo de lo que está sucediendo. Lógicamente, la Energeia es la gramática modal del devenir, un vector concreto e irreversible. Sin embargo, y este es el punto clave, cuando la contingencia sucede, solo puede crear Energeia, o mejor aún, no crearía ni puede crear la Entelecheia, que por esta razón se convierte en una figura similar a la imposibilidad que Meillassoux otorga a la contingencia radical de crear un ser contradictorio.
En la medida en que la Energeia no contradice la facticidad, la habita. En un mundo donde nada es necesario, laEnergeia es una materialidad fáctica del devenir irreversible que ha emergido y persiste de forma contingente.
Conclusión: hacia una política especulativa de la diferencia
Al fundamentar la Energeia en la multiplicidad irreversible y anárquica del mundo, llegamos a una infraestructura especulativa para una política de la diferencia inmanente, creativa e irreversible. Afirma, como sus núcleos conceptuales y prácticos, que la actualización no tiene cualificaciones, el ser no requiere un modelo, un telos o una cualificación soberana para existir y actuar, y, tan importante como eso, que la Entelecheia (el orden del modelo, del telos) es irracional, ya que su necesidad niega la contingencia.
La Energeia así constituida afirma que el ser es un proceso irreversible (entrópico). Esto otorga a los eventos políticos un peso real. Una revolución, una declaración, una protesta: no son momentos reversibles en una ruleta virtual, sino actualizaciones irreversibles que crean un nuevo tiempo y excluyen futuros antiguos, es decir, y este es el punto ontológico de todo el ejercicio: siempre y cuando “y sí” se ha actualizado como Energeia y no como Entelecheia, ya que esta última solo produciría necesidad y, por lo tanto, un simulacro de poder.
La democracia, desde esta perspectiva, es la expresión política de la gramática modal de la Energeia, y la Energeiaes (junto con la no contradicción) la única necesidad posible de la contingencia radical (Hipercaos).
La Potestas y la Entelecheia, por el contrario, son contradicciones performativas: afirman ser necesarias, afirman producir el único mundo posible, afirman fundarse y ejecutar la razón suficiente, pero solo pueden existir negando la misma contingencia de la que surgen racionalmente.
Bibliografía
Agamben, Giorgio. 1998. Homo Sacer: el poder soberano y la nuda vida. Stanford: Stanford University Press.
Aristóteles. 2015. Metafísica. Perseus Digital Library. http://www.perseus.tufts.edu/ hopper/.
Meillassoux, Quentin. 2006. “Potentialité et virtualité” en Failles n.º 2.
Meillassoux, Quentin. 2008. Después de la finitud. Ensayo sobre la necesidad de la contingencia. Traducido por Ray Brassier. Londres: Bloomsbury Academic.
Prigogine, Ilya. 1980. De lo existente a lo que deviene: tiempo y complejidad en las ciencias físicas. Londres: W. H. Freeman and Company.
Rancière, Jacques. 2001. Diez tesis sobre política. Baltimore: John Hopkins University Press.
Sanín-Restrepo, Ricardo. 2016. Decolonizing Democracy: Power in a Solid State. Londres: Rowman & Littlefield International.
Sanín-Restrepo, Ricardo. 2021. Being and Contingency: Decrypting Heidegger’s Terminology. Londres: Rowman & Littlefield International.
[1] Traducción al castellano de un artículo inicialmente publicado en Critical Legal Thinking bajo el título From Hyper-Chaos to the Irreversiblehttps://criticallegalthinking.com/2025/08/28/from-hyper-chaos-to-the-irreversible/
[i] El presente esbozo es el avance de un proyecto de libro, tentativamente titulado “Decrypting Time” en el que vengo trabajando hace años.