¿De qué vamos a ser críticos?

  • Comentario al texto de Guillermo Hurtado titulado “Qué es y qué no es el Humanismo Mexicano”, publicado el 14 de abril de 2025 en Revista Común.

Jorge Puma

¿Ideólogos o críticos? Es una buena pregunta, tan cargada que dudo que un encuestador serio la pudiera incluir en una pregunta sobre posturas políticas. Del lado izquierdo del espectro, donde luego de leer El Manifiesto uno se educa en teorías, panfletos, métodos y casi hasta bocadillos que incluyen a la crítica como adjetivo o sustantivo, y nadie se atrevería a decir que no quiere ser crítico. Es casi un efecto reflejo y una manera educada de no confesarse marxista, filo marxista o algo más que tibio liberal en lo social. Es lo que le decimos a las audiencias para no tener que explicar mucho: “soy crítico” y todo está dicho.

Confieso que a estas alturas me cuesta distinguir a los neoconservadores norteamericanos de los 70 y a los demócratas críticos mexicanos de medio siglo después; sus pasados de izquierdas y sus filias de madurez son demasiado parecidos. Y sí, sé que es un comentario mala leche y poco crítico, sobre todo porque deja fuera a varios militantes que hicieron el camino de la militancia de los años setenta al activismo Oenegero y apartidista de los noventa,y aterrizaron en los muchos purismos de los últimos tiempos. A ellos poco o casi nada tengo que decirles, más allá de que políticamente su vía me parece un camino a lo utópico.

Sin embargo, la Guerra Fría terminó hace 30 años, la alternancia mexicana tiene casi 25, y cada vez me parecen más vacíos los llamamientos antiautoritarios y anti-totalitarios de un liberalismo vivido o heredado de otras eras. Claro, podemos jugar a seguir discutiendo sobre el bombardeo de Kronstadt por los bolcheviques, ponernos gorros frigios cada 14 de julio o soñar con el Ángel de la Independencia en el 2000; pero a la hora de discutir la 4T, tratar de andar la senda de la Transición me parece bastante perezoso.

De mi parte, lo único que han conseguido el montón de artículos y compilaciones críticas sobre el obradorismo en los últimos ocho años es hacerme dudar de todo aquel relato opositor de los ochenta y preguntarme cada vez más sobre los años de los que tanto reniegan. Al final de cuentas, en esos días se podía vivir como profesor adjunto con el último año de prepa o los dos primeros de la carrera, militar activamente, formar una familia y hasta comprar una casa. Ahora, con dos doctorados y varios años de experiencia profesional, uno tiene suerte si logra llegar a la segunda ronda de los concursos arreglados y a duras penas tener tiempo de colgar un par de post en X que le pueden costar a uno el trabajo o la reputación.

Y sí, la crisis de los ochenta fue terrible, pero la de 1995 no fue un día de campo y ya no hablemos de la Guerra de Calderón, que sus miedos al chavismo le regalaron a mi generación. Tengo poca paciencia y la etiqueta de oficialista es de las cosas que más satisfacción me ha dado en los últimos seis años. Así que, ¿de qué tengo que ser crítico si van siete años de avanzar la agenda que he apoyado desde la adolescencia?