Trabajar y organizarse: Retos y oportunidades del sindicalismo mundial

Ernesto Sánchez Sánchez
Los cambios en el mundo trabajo se acentuaron desde la inserción a la globalización económica. Estas transformaciones se consolidaron con la instrumentación del modelo neoliberal, el cual modificó las relaciones laborales, las formas de producción y organización de la clase trabajadora. Además, la reestructuración productiva, a la par de los extraordinarios avances tecnológicos y digitales, impactaron también en cambios organizacionales privilegiando la flexibilización e individualización en el escenario laboral. Ya entrado el siglo XXI, se puso a discusión una nueva dinámica del trabajo, que pone a debate factores como el quehacer de los sindicatos y su desempeño ante los avances tecnológicos en el mundo laboral cada vez más cambiante.
La consolidación de los sindicatos puede enmarcarse desde el auge de la sociedad asalariada. Estos han sido las instituciones de representatividad y defensa laboral más importantes de las sociedades industriales contemporáneas. Con el paso del tiempo la dinámica sindical sobrepasó las reivindicaciones y luchas salariales, por ello la Organización Internacional del Trabajo (OIT) llegó considerar a las prácticas sindicales, y a la libertad de asociación, como derechos humanos fundamentales en el trabajo que coadyuvan al ejercicio de la democracia participativa. Además, estas organizaciones son parte de la base de las libertades civiles y una garantía de protección contra la discriminación, el maltrato y acoso. En este tenor los sindicatos juegan un doble papel; por un lado, intentan, a partir de la negociación, mejorar las condiciones laborales, y, por otro, ejercer un impacto en el avance político y cultural de la sociedad. Sin embargo, sus discursos, planteamientos, estrategias de negociación, esquemas de representación y liderazgos exigen una relectura constante.
El sindicalismo no debe de olvidar que se enfrenta, por la misma dinámica del capitalismo neoliberal, a una profundización de diversas formas de laborar, de emplearse e insertarse laboralmente. El trabajador industrial dejó de tener la presencia masiva que se caracterizó durante el auge industrial de posguerra. Ahora el sector comercial y en una diversidad de trabajos no clásicos industriales y atípicos, sustentados en la digitalización, empezaron a tener mayor presencia en la conformación de los mercados de trabajo. Esto ha obligado a los sindicatos a tratar de superar la crisis de representatividad y densidad sindical, que se reflejó en la disminución del número de agremiados y en la pérdida de poder ante las negociaciones con el Estado y sectores patronales.
No obstante, esta crisis que se interpretó desde aquella sentencia del fin de trabajo de Jeremy Rifkin, en la que sepultaba el rol preponderante de la clase trabajadora y del trabajo como eje neural de las relaciones sociales, no tuvo consistencia al quedar en evidencia que los trabajadores siguen activos; como diría el sociólogo brasileño Ricardo Antunes, sigue estando presente la clase que vive del trabajo, y que continúa desempeñando un papel esencial en la reproducción social. Sin embargo, el mundo avanza a pasos agigantados, por lo que las trabajadoras y trabajadores, organizados en sindicatos o gremios, sin olvidar a otros trabajadores informales y desafiliados, ahora deben considerar novedosos planteamientos y reivindicaciones en función de cambios sociales, culturales, económicos y tecnológicos. Indudablemente, un elemento capital en la demanda de todos los trabajadores no solo recae en la parte de salario e ingreso sino, además, en el reforzamiento de lazos sociales en donde sobresalen las prácticas democráticas y ejercicios de libertad. Este es un desafío mayor. La verdadera práctica de estos dos ejercicios deben ser parte de la cultura del trabajo. Es por eso que el sentido de pertenencia y reconocimiento entre trabajadoras y trabajadores, ya sea en sindicatos, gremios, mutualistas, cooperativas, entre otras, tiene un significado social que reproduce y presenta la identidad en el trabajo y en el espacio en la que se desarrolla.
Sindicalismo en el mundo contemporáneo
Los cambios sociales, políticos, económicos, tecnológicos redireccionan la dinámica laboral a nivel mundial. Esto ha hecho que trabajadoras y trabajadores, formales e informales, modifiquen su quehacer, sus formas de producir, comunicarse, de organizarse y sindicalizarse ante nuevas realidades. Los datos estimados de la OIT en 2023 arrojan que hay cerca de 250 millones de trabajadores sindicados en el mundo.
En 2024 la Confederación Sindical Internacional (CSI), organismo que aglutina a las federaciones y sindicatos de 169 países, y trabaja en conjunto con la OIT y la Organización de las Naciones Unidas (ONU), señaló que existen todavía conflictos de carácter laboral y su resolución le atañen al desempeño sindical. Por ejemplo, de este total de países, en 75% se ha excluido a trabajadores al derecho de establecer y afiliarse a un sindicato, y en 79% se ha vulnerado el derecho a la negociación colectiva. Además, la CSI señala que, de esos países, el 35% de trabajadores sindicalizados se encuentran ubicados en Europa y Asia Central, no obstante que, en 2010, la población sindicalizada era de 45%. Sorprende que en este lapso la región Asia-Pacífico, incluida China, país que actualmente se disputa la hegemonía económica, fue la región que mostró más énfasis en la organización sindical con 36% de sindicalizados, equivalente a cerca de 90 millones de trabajadores en el mundo. Dicha cantidad es el doble que la que posee América Latina, con 18%, es decir, 45 millones de trabajadores y África con 10%. La región del mundo árabe, o de Oriente Medio, cuenta con la ínfima cantidad de 1% de trabajadores sindicalizados a nivel mundial. También, la CSI informa que problemas de diversa índole como medioambientales, de violencia, conflictos bélicos, tanto en Ucrania, como en Israel, Palestina, Yemen, Haití, Argentina, Italia y Estados Unidos se suman a las dificultades de la clase trabajadora para garantizar formas de organización y mejoren sus condiciones laborales.
Desde hace cuatro décadas el neoliberalismo irrumpió contra el sindicalismo a nivel mundial, profundizando una embestida por la élite de corte empresarial con fuerte presencia en la toma de decisiones en algunos gobiernos. Como por ejemplo el caso estadounidense, país con una fuerte tradición sindical y que, en la actualidad, el conservadurismo de extrema derecha mina las aspiraciones de recuperar la vitalidad sindical. Sin embargo, desde 2023 quedó demostrado como diversos sindicatos enfrentaron de manera creativa y organizativa, y con una fuerte de red de apoyo, luchas ejemplares como fue el caso de la industria automotriz. Aquí el United Auto Workers consiguió aumentos salariales y negociaciones en las formas de retiro ante los grandes consorcios automotrices como Ford, Stellantis y General Motors. De igual forma, la huelga en contra de los estudios de Hollywood llevó a la unión de guionista, actores y trabajadores lo cual obtuvieron mejoras salariales y establecieron restricciones para el uso de inteligencia artificial en las condiciones de trabajo. A pesar de que todavía es apresurado hablar de una práctica sindical sólida es notable la organización de trabajadores y trabajadoras de Starbucks y Amazon, así como del incipiente movimiento de trabajadores de plataforma como UBER para ser reconocidos bajo la figura sindical. Indudablemente, es un hecho que los trabajadores de estas empresas transnacionales están conscientes de que la mejor forma de defenderse es a través de la unión y organización sindical.
El caso México: una oportunidad en el horizonte
En México, a partir del proceso de industrialización, posterior a la finalización de la Revolución Mexicana, se conformó un importante bloque sindical que, a pesar de tener rasgos de un férreo corporativismo y control total del Estado, supo negociar demandas que dieron certeza y continuada a trayectoria laborales de los sindicalizados mediante un marco regulatorio sobre jubilaciones, salud y vivienda. Con la llegada del neoliberalismo, el poder sindical se enfrentó a un escenario hostil ante un discurso que denostaba la figura sindical, premiaba la individualización en el trabajo, a través de la flexibilidad y outsourcing, aunado a la creciente tasa de informalidad del empleo y la pérdida de poder político de los sindicatos. Con la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) en 2018, y la puesta en marcha del Tratado México-Estados Unidos y Canadá (TMEC) en 2020, se estableció un capítulo espacial, el Capitulo 23, que enfatiza la necesidad de reactivar la vida sindical. Además, en México en el 2019, mediante la Reforma Laboral, inscrita en el Nuevo Modelo Laboral, se volvió a poner en la palestra la importancia de la organización sindical y gremios como espacios en donde se protegen intereses laborales y abona al ejercicio democrático. De manera concreta la reforma laboral establece, entre otras cosas, la libertad de asociación y la negociación colectiva genuina. Reactivar la vida democrática de los sindicatos y poder de negociación es uno de los objetivos esenciales, así como instaurar un sistema de justicia laboral efectivo, transparente e independiente. Desde la puesta en marcha de esta reforma se han sumado cerca de un millón de trabajadores sindicalizados. Con datos de la Comisión Nacional de Salarios Mínimos en 2022 el número de trabajadores sindicalizados ascendió a 4 millones 869 mil. Para 20024 se incrementó a 5 millones 119 mil. Los estados donde el mayor número de registro de sindicalización se ha presentado son la CDMX, Nuevo León, Tamaulipas, Coahuila y Veracruz.
Sin embargo, el desafío está en el aire. Todavía es prematuro señalar una vitalidad sindical, donde la democracia y libertad se estén presentando de manera real. Las oportunidades de ejercer un nuevo sindicalismo, con el nuevo modelo laboral en México, exigen una participación, no solo ética y moral, sino integral y plural de diversos sujetos e instituciones. En este sentido, el reconocimiento a las y los trabajadores otorgando garantías para la consolidación de trayectorias laborales decentes, dentro modelos gremiales, implica ir más allá de un sistema jurídico legal y estable. El ejercicio democrático deberá romper con la partidización de sindicatos que revivan el corporativismo de antaño y fragmentación sindical. Una real vida democrática y representativa podrá garantizar el resurgimiento de un sindicalismo combativo ad hoc a las circunstancias. Además, más allá de la libertad de asociación, se necesita, inversión pública, y también privada, en la que se canalicen recursos en infraestructura y formación continua a las y los trabajadores que permitan ir a la par con los adelantos tecnológicos y digitales, como la inteligencia artificial y su relación con el empleo. Uno de los grandes desafíos es que estas organizaciones sean más incluyentes a partir de la incorporación de trabajadores migrantes, informales y atípicos, y así enriquezcan la esencia e identidad de ser los espacios de defensa, reconocimiento, solidaridad y protección de la clase trabajadora.