Poesía y militancia: conversación con Aníbal Malaparte sobre arte, clase y fascismo

Alexis Leonardo Macías

¡Hola! Soy leo, Licenciado en Antropología Histórica, Licenciado en Derecho, fanático practicante de artes marciales, y litigante novato.

Conocí a Aníbal Malaparte en mis primeras semanas como estudiante de Antropología, y fue con él que usé por primera vez la palabra “compañero”. Los contextos escolares dentro de la vida siempre son comunes este tipo de títulos honorarios “compañero”, “camarada”, “colega”, solo eran palabras; hasta que llegas a la facultad de humanidades, hasta que te topas al fin con el entendimiento de una realidad que pensaste que no te afectaba: que la historia solo era pasada, y que las letras son solo libros muertos y arrumbados allá en aquel edificio al fondo de la facultad. Porque el organizarse entre estudiantes es primero un ejercicio de empatía, de contratarse mutuamente y pedir prestada una voz que gritara las mismas consignas, prestando la propia.

Apenas comenzamos a hablar decidí ponerme en dicha participación. Era parte de algo más grande que yo, era parte de la universidad veracruzana y era parte de esa voz educada y sensible a las problemáticas sociales. El romance de la organización es bellísimo, y nos da una oportunidad, más bien, una probadita de lo que es el poder horizontal.

La vida siempre nos dio encuentros esporádicos, si coincidíamos en una obra de teatro, en una reunión o en un evento universitario, de alguna manera su presencia era confiable dentro de los pasillos de la facultad, con un humor ácido y comentarios críticos y cortos que nos recordaban al humor adolescente de los 90´s, poco sabía yo sobre las ansiedades poéticas, pero entre ambos siempre fuimos conscientes de las ansiedades más comunes del joven adulto, o del joven, o del adulto.

Aún así, su presencia sigue siendo confiable, leerlo me transporta fácilmente a escucharlo hablar desde el medio de la explanada universitaria, vociferando aquellos viejos valores del ser disruptivo y usando la misma gabardina negra, o si hace sol, playera.

Alexis Leonardo Macías (ALM): ¿Cuál es el oficio del poeta hoy en día que todo el arte se produce, o se quiere producir para el consumo?

Aníbal Malaparte (AM): Me parece una pregunta bastante acertada. Hoy en día, lo que vemos es una industria cultural burguesa que apuesta (y apuesta fuerte) por el irracionalismo filosófico, el pensamiento mágico y una narrativa anticomunista que buscan legitimar la sociedad capitalista como el único de los mundos posibles ¿Qué ha creado entonces? Toda una generación que ha interiorizado los valores conservadores que pretenden abortar la lucha de clases y que forma parte del ascenso del neofascismo debido a la manipulación mediática, que en parte se explica mediante el uso de algoritmos que dan un fuerte impulso al discurso alineado a la derecha.

Esta apuesta por la industria cultural capitalista podemos verla en el consumo cultural contemporáneo. Fuera de unos pocos productos como The boys, El juego del calamar, Chainsaw-man o Andor, en toda la producción burguesa vemos una serie de ideas basadas en el misticismo ¿de que hablan las nuevas series, películas o canciones? La sabiduría ancestral, la madre tierra, sangre y tierra, honor, conocimiento oculto, retorno a las tradiciones perdidas, poder innato o simplemente alguna forma de identitarismo étnico totalizante. Todo esto es parte de un pensamiento corporativo que pretende retornar a una supuesta sociedad perdida donde todo era mejor porque todo el mundo conocía y aceptaba su posición en una sociedad jerárquica.

Estas ideas, que encuentran su origen en Platón (para los occidentales) o en Confucio (para los orientales), siempre llevan a una concepción de la historia que tiene dos ejes: el primero es que hay un orden eterno que fue usurpado y al cual hay que regresar para volver a una imaginaria edad de oro y lo segundo es que la historia gira alrededor de un grupo de grandes hombres con una conexión con… bueno, algún poder sobrehumano, llamémoslo lo divino, la voluntad del pueblo, o sencillamente un destino incognoscible.  

Es un poco obvio como estas ideas, que suponen la existencia de un mundo inmaterial más real y valioso que el mundo concreto y que el sufrimiento puede combatirse encontrando nuestra felicidad interior, abonan al actual ascenso del fascismo.

Este pensamiento irracionalista basado en intuiciones y conexiones mágicas existe mayormente para el consumo de la pequeña burguesía o la aristocracia obrera. Para el proletariado se creó un consumo cultural diferente: géneros como los corridos tumbados o el reggaetón, cuya premisa es la de la lumpenización del descontento.

Para millones de jóvenes que aun creen en el mito de la meritocracia, se insiste en aquella mentira llamada echeleganismo que afirma que, si nos esforzamos lo suficiente, podemos salir de proletarios y convertirnos en burgueses. Esta idea se revitaliza mediante discursos como aquel que afirma que Bad Bunny comenzó como empaquetador de supermercado o que si alguien ingresa al narcotráfico accederá a todos los bienes de consumo que le fueron negados en su vida de pobreza. Todo mientras idealizan el barrio y afirman que, pese a la riqueza, se mantienen humildes.

La estructura del crimen organizado (que no es ajena a la burguesía ni al modelo de producción capitalista) es parte de la vida orgánica de millones de personas que ven su participación en estructuras de despojo territorial, tráfico de drogas o trata de personas no solo como un método de movilidad y ascenso social, sino directamente como un modelo de justicia, incluso de lucha social, ya que, para millones de proletarios sin conciencia de clase la narcocultura no es sino reflejo de sus aspiraciones y anhelos para escapar de la pobreza.

Sin embargo, a diferencia de muchos intelectuales orgánicos de la burguesía, no considero este género como alguna expresión de resistencia. Que un género musical tenga origen y arraigo entre los sectores populares no significa que no reproduzca la ideología de la burguesía, ni mucho menos que no pueda ser instrumentalizada por ella. Venerar estas expresiones lumpenizantes como alguna forma de resistencia anticapitalista no es sino fetichizar la marginalidad y las expresiones depredadoras de quien solo puede aspirar a chingarse a otros proletarios.

Pese a la ausencia de cualquier valor artístico en estos géneros (que no solo son reaccionarios en su contenido sino también en sus formas) cumplen con su objetivo ideológico: lumpenizar el descontento popular. Es por ello que la industria cultural burguesa ha hecho una inversión significativa por patrocinar estos géneros, porque para todo el sistema capitalista el verdadero peligro es una toma de conciencia de clase que lleve a las masas proletarias a la insurrección, en cambio, les es realmente inofensivo que estos mismos proletarios vean en el crimen la forma de resistir a las desigualdades del capitalismo, no solo les es inofensivo sino que incluso les conviene, ya que permite escalar la creciente militarización de la sociedad.

Comprendiendo esto, comprendemos entonces la necesidad de la clase dominante por intensificar las necesidades de su base material. Ante la crisis de la burguesía, también entran en crisis sus ideas y por ello esta misma burguesía revive al fascismo, el cual engrosa sus filas y cuadros reclutando entre la clase media y el lumpen, ambas clases antiproletarias.

Ante esto ¿Cuál es mi oficio como poeta? Creo que es el duelo a muerte contra el buscar refugio en lo que sabemos perdido.

No soy un nostálgico por aquello que Walter Benjamin llamó “el aura” en el arte. La capacidad de reproducción técnica de las obras acabó con ella y no tiene sentido intentar regresar en el tiempo… en realidad ¿y si tomamos esa pérdida con confianza? ¿y si aceptamos que esta pérdida nos trae un potencial emancipatorio? ¿y si encontramos el germen antifascista en la muerte del aura en el arte?

Hoy en día vivimos en la pobreza, no solo en la pobreza material debido a nuestra forzada proletarización, sino también en la pobreza ideológica que nos impide narrar nuestra experiencia humana… ¿Qué podemos contar sobre nosotros mismos en el capitalismo tardío? Reducidos de mercancías que se venden para consumir otras mercancías ¿Cómo narrar nuestra experiencia? Nuestra experiencia ya no es individual sino colectiva, la de millones de trabajadores explotados y precarizados al extremo.

¿Cómo puedo sacar de este desastre una oportunidad en beneficio de mi clase? Simple, al destruir todo lo sagrado (como bien dijeron los abuelitos Marx y Engels todo lo solido se desvanece en el aire, todo lo sagrado es profanado), la burguesía ha destruido los fundamentos estéticos de su propia tradición artística.

La propia burguesía, en su enajenación, al destruir su propio legado espiritual, eleva la destrucción (incluso la destrucción de la propia humanidad) al grado de fenómeno estético, siguiendo al ya mencionado Walter Benjamín: la estetización de la política puesta en práctica por el fascismo. Si el fascismo busca mantener a toda costa las relaciones de propiedad capitalistas, necesita de una expresión artística de masas que mantenga viva la injusticia del modo de producción actual. El fascismo busca la homogeneidad (uniforme y repetitiva) porque sabe que una masa homogénea no se rebela, y que esta masa de raquíticas facultades intelectuales se mueve solo dentro de las coordenadas ideológicas que le impuso la propia burguesía.

Aquí es donde considero que nos beneficia la muerte del aura, porque nosotros mismos, al contar nuestra historia, contamos también la de aquellos que la escuchan, leen y observan… y, si este capitalismo tardío nos ha vuelto imposible contar una historia de la forma acostumbrada, eso no significa que ya no podamos contar una historia de la vieja forma, sino que ahora tenemos que contarla de nuevas maneras inventando toda una nueva serie de técnicas y métodos en el proceso.

Este y no otro es mi oficio como poeta: contar de nuevas maneras nuestra historia colectiva con tal de recuperar nuestra capacidad de organizarnos y accionar nuestro impulso de cambiar el mundo. El hacer del arte en general y la poesía en particular un acto de lucha antifascista contra esta homogenización, la poesía ha de devenir en individuos libres capaces de crear, no solo pasivos consumidores.

ALM: Referente al uso de las I.A: cuando uno le pide un poema sobre algún tema, arroja una redacción que aprende de los miles de personas que escribieron poemas y guardaron en sus propios espacios, computadores, teléfonos ¿cuál puede ser el fruto de estas nuevas formas de “crear”?

AM: Si te soy enteramente sincero, no le tengo afecto alguno al software de plagio que existe actualmente, y no hablo solo por el enorme gasto de agua (que en sí mismo es un tema bastante delicado que no abordaré en esta entrevista) sino porque el algoritmo se ha nutrido con bases de datos de miles y miles de artistas a los cuales no solo no se les paga por todas las horas que invirtieron en crear su arte y les roba directamente su estilo. Y todo en beneficio de un puñado de empresas que continúan enriqueciéndose a costa del esfuerzo y creatividad de las masas de trabajadores del arte. 

En realidad, me parece una señal sobre nuestro actual momento ideológico el que salieran tantos troles de las diversas corrientes de la derecha a burlarse de los artistas, afirmando que su trabajo es inútil, irreal y burlándose de que ahora, la tecnología de plagio hará mejor y más rápido su trabajo. Es dolorosamente fascinante ver como el discurso anti-intelectual derechista por parte de quienes carecen de creatividad, talento o siquiera la disciplina para aprender las diversas técnicas artísticas, se ensaña tanto con artistas precarizados, pero, por otra parte, es una señal más de la fascistización de nuestra sociedad.

No me malinterpretes, no soy ningún neoludita ni mucho menos seguidor de Unabomber, soy un fiel creyente no solo en que la ciencia y la tecnología nos liberan, sino que serán parte de nuestro futuro transhumano. 

En sí mismo, creo que la invención de una autentica IA es inevitable y cuestión de tiempo, la verdadera pregunta no es si será inventada o no, sino que clase social será la clase social dominante cuando la IA sea una realidad.

Eso significa que hay dos posibilidades: que la IA sea usada para reforzar el poder, control y privilegios que la burguesía tiene sobre nosotros o si la IA será usada para expandir los límites de la libertad proletaria al disminuir nuestra carga de trabajo y por lo tanto, darnos el tiempo necesario para la ciencia, el arte, la filosofía, para crear.

ALM: ¿Cuáles pueden ser los espacios que se le tienen que garantizar aquella persona que produce arte en sus distintos medios?

AM: Por encima de todo la seguridad económica, como dijo Bertolt Bretch: primero el pan, luego la moral. Hay miles y miles de creadores fallidos hoy en día porque viven atrapados en jornadas demasiado largas con una paga insuficiente, pasando sus hipotéticas 8 horas de descanso en el transporte público y… preparándose para ir nuevamente al trabajo al día siguiente.

¿Sabes lo realmente sorprendente? En estas circunstancias muchos aun así pueden crear ¿te imaginas si tuvieran todo el tiempo necesario para aprender nuevos estilos, mejorar su arte y no estar agobiados sobre si podrán pagar la renta?

Por otra parte he participado, participo y participaré en diversos espacios culturales autogestionados, son agradables y permiten expresar mi creatividad junto con la de otros tantos participantes, pero obviamente el alcance no tiene comparación con aquel que tienen los espacios sancionados por el sistema, siempre lo he dicho y lo volveré a decir, aceptar la auto-marginalidad no tiene nada de revolucionario, solo crea espacios autónomos que sobreviven como oasis de descanso antes de volver a la cotidianidad de explotación laboral en el capitalismo, la apuesta del artista revolucionario no debe de apuntar al nicho, sino en llevar su arte a las masas, pero el arte no debe ser para entretenerlas ni sumergirlas en sentimentalismo sensiblero sino en mostrar compromiso, militancia y rotas todas sus ilusiones en la reforma, el cambio interno y gradual, como dijo la gran Mina Loy:

No puede haber medias

tintas rascar la superficie de la basura de la tradición

no lo logrará la reforma

el único método es la Demolición Absoluta

ALM: ¿Qué le puede deparar a los aspirantes a escritores cuando el trabajo y la producción de arte cada vez se vuelve más elitista?

AM: No creo que el oficio de escritor se esté volviendo elitista, en realidad creo que se está yendo en sentido contrario.

El oficio de escritor se está precarizando cada día un poco más. Conforme la crisis económica se agudiza, las condiciones del escritor, que en sí mismo ya estaba en la cuerda floja, caen aún más. A estas alturas, más allá de un puñado de autores de best-seller (quienes más que escritores se han convertido en productos de la industria cultural capitalista), los escritores tenemos las carteras más vacías que nunca en la historia.

Por otra parte, ante esta galopante proletarización del escritor, creo que encontramos nuevas oportunidades siempre y cuando comprendamos nuestra posición en la lucha de clases.

Tenemos que aceptar que la industria cultural burguesa nunca va a premiar un producto que vaya explícitamente en contra de su posición como clase dominante. Quien quiera tomar esa vía, el escritor que pretenda llenarse de premios y becas tendrá que conformarse con ser el bufón de la corte, solo que en vez de entretener a la nobleza tendrá que entretener el gusto clasemediero, facilón y moralista del lector promedio que solo quiere ver validados sus prejuicios.

Pero de la misma forma, tenemos que aceptar que la transgresión por la transgresión misma es bastante reaccionaria, que nos infantiliza, reduciéndonos a un enfant terrible que terminado su berrinche fácilmente se reintegra al conservadurismo de sus padres. Si vamos a transgredir, no vamos a ir solo contra los sectores más reaccionarios de la sociedad (como aquellos que se indignan por el tono de piel en el remake de una película para niños), por el contrario, si vamos a hacer una crítica tenemos que apuntar contra aquellos que pretenden hacer un sistema más inclusivo, cualquiera puede hacer rabiar a un boomer misógino y religioso que llama comunismo a cualquier decencia humana básica, pero debemos también (o especialmente) apuntar contra la intelectualidad progresista e incluyente, aquella que sustituyó la racionalidad con la moralina sentimentaloide y que reduce los conflictos causados por todo un sistema social a… experiencias individuales, todas ellas incapaces de encarar las ilusas creencias de nuestro contexto histórico ya que al eliminar el papel central de la clase para reducirnos a cualquiera de nuestras múltiples y fragmentadas identidades posmodernas, significa rendirnos ante la propia ideología burguesa que sustituye la realidad por la realidad tal y como quisiéramos que fuera.

Déjame ser más claro, el conservador (la derecha del sistema) es contrarevolucionario porque intenta hacernos creer que el mundo ya es como quisiéramos que fuese y por ello que nuestra mejor opción es desmovilizarnos y abandonar cualquier lucha por transformar la realidad mientras que el progresismo (la izquierda del sistema) nos engaña al hacernos creer que todo va viento en popa, que la revolución aunque deseable es innecesaria ya que basta modificar la representación de la realidad para cambiar esta misma realidad.

Me parece que esta última posición, la de la izquierda del sistema, es la más peligrosa, es incluso peor que las fantasías sádicas de los más reaccionarios sectores… y lo es porque reduce el arte a cursilería e indignación social impotente para transformar nuestras relaciones de producción. Este arte de rebelión inofensiva es el producto más útil para el capitalismo al dejarnos sin herramientas teóricas para comprender nuestra realidad y darnos una catarsis que dura tan solo el momento en el cual estamos viendo Netflix mientras comemos algo traído por Didi Food ¿Cómo sucede esto? Simple, porque es anti-intelectualismo disfrazado de superioridad moral y el anti-intelectualismo, sea de izquierda o derecha, siempre termina abonando al fascismo (si quieres profundizar en ello bien puedes leer El asalto a la razón de Lukács), así lo hizo en el periodo entreguerras en el siglo XX y así lo hace ahora.

ALM: Estas producciones digitales han resultado en impactos materiales, como pueden ser impactos en la ecología, pero también puede ser la representación más básica de la humanidad al ser, por así decirlo, un “ente” (aunque pueda ser un término aventurado), por lo que las nuevas producciones artísticas han moldeado estos nuevos canales para hacer llegar sus propias expresiones artísticas. Y hablo desde la producción de guiones, como de imágenes, animación, por lo que cada vez se vuelve más necesario aprender sobre programación, códigos y lenguajes programáticos ¿cómo describe el proceso creativo a la luz de estas nuevas tecnologías? ¿el artista se debe a sí mismo o este se tiene que adaptar a la realidad que le rodea?

AM: Creo que mientras las nuevas tecnologías sean quienes estén al servicio del arte (y no al revés) siempre se creará algo interesante que valga la pena el tiempo y esfuerzo dedicado.

Por otra parte ¿a quién se debe el artista? Como escritor soy un artista, pero también un militante de la vanguardia proletaria, es por ello que mi objetivo es sartreano, es decir, el de expandir los límites de lo posible. Por eso he abandonado esa mediocre creencia aristocrática del arte por el arte. Ninguna creación humana existe para sí misma, todo es resultado de la lucha de clases y la literatura, escribir poesía, es una forma de trabajo, la humanización de aquello que aún no existe, aunque lo haremos existir.

Es por ello que no veo nada más mediocre que la idea del artista como aquel que refleja la realidad de su mundo, el artista no debe ser tan corto de miras, tan poco ambicioso. Por el contrario, el artista debe ser quien diga mira esta nueva realidad que acabo de crear.