Más allá y más acá de la frontera. Una reseña de La fobia al Estado en América Latina, de Andrés Tzeiman

Celeste Viedma*

  • Andrés Tzeiman, La fobia al Estado en América Latina. Reflexiones teórico-políticas sobre la dependencia y el desarrollo. Ediciones IIGG-CLACSO, Buenos Aires, 2021, 141 pp. Versión digital disponible en la web.

… y entonces, con ayuda de la fobia, instaura un nuevo orden del interior y del exterior, una serie de umbrales que se ponen a estructurar el mundo.

Jacques Lacan

El título del nuevo libro de Andrés Tzeiman se inspira en una frase de Michel Foucault, pronunciada hacia fines de los años setenta, que oficia además de primer epígrafe: “todos los que participan en la gran fobia al Estado, sepan bien que están siguiendo la corriente”. La advertencia resulta sin dudas premonitoria de la consolidación, poco tiempo después, del neoliberalismo como paradigma ordenador de la sociedad, cuya aversión a lo estatal es harto conocida. Pero no se trata, aquí, de un llamado de atención a las derechas -a fin de cuentas, ¿quién podría esperar seriamente que ellas abandonen su fobia?- sino, ante todo, a las izquierdas. Más precisamente, a la visión que se fortaleció durante los años ochenta, según la cual cualquier proyecto emancipador debería orientarse hacia una expansión de la sociedad civil, es decir, contra el Estado. La supervivencia de esta perspectiva hasta bien entrado el siglo XXI, tras la llegada a la dirección estatal de una serie de gobiernos que supieron traducir sendos reclamos populares antineoliberales, constituye el locus con el que polemiza La fobia al Estado en América Latina. El libro es culpable, en el sentido de Althusser, es decir, se sabe situado en una cierta coyuntura teórico-política.

Siguiendo el legado althusseriano, la figura que propone Tzeiman es la del rodeo: despliega la crítica mediante un arduo trabajo alrededor de otras posiciones, buscando los destellos que permitan producir diferencia. Así, el libro está estructurado en dos grandes partes, que dan cuenta de ese movimiento. En primer lugar, la atención se dirige hacia las discusiones sobre la dependencia y el desarrollo que tuvieron lugar en América Latina durante los años sesenta y setenta, más precisamente, al modo en que ellas abordaron la cuestión del Estado. Con un estilo claro y conciso, recorre el pensamiento de Aldo Ferrer, Raúl Prebisch y Celso Furtado, seguido de Ruy Mauro Marini, Theotonio dos Santos y Vania Bambirra, así como de Fernando Henrique Cardoso y Enzo Faletto. Antes de presentar los principales argumentos del libro, nos detendremos brevemente en esta primera parte.

Por un lado, el autor observa que en el llamado desarrollismo -con la excepción de Furtado- el Estado se asemeja a un instrumento susceptible de ser orientado de acuerdo a los deseos de quien ejerza su dirección. Al contrario, la corriente dependentista tiende -con la excepción de Cardoso y Faletto- hacia la directa impugnación de lo estatal, por lo que resulta en una inversión especular de aquella misma perspectiva que se proponía criticar. Hay, entonces, una suerte de pasaje de la fetichización a la fobia, donde el Estado pasa de ser considerado como agente de la política económica, exterior al conflicto social, a ser la pura expresión de la dominación de clase burguesa. Las palabras del autor concluyen: “el resultado en ambos casos, aun partiendo de distintos enfoques, acabó siendo el mismo: una identificación de lo estatal con sus aparatos y, fundamentalmente, una visión de exterioridad del Estado en relación con las clases” (p. 44). De esta manera, al pensar el Estado como pura exterioridad se pierde la posibilidad de comprenderlo como un aspecto co-constitutivo de la dominación en el capitalismo y, por tanto, de dilucidar su papel tanto en la reproducción como en la transformación social. A propósito de estas observaciones del libro, nos gustaría arriesgar lo siguiente: la fobia opera en forma topográfica. Dibuja una frontera entre interior y exterior, de manera análoga a como lo hace en la psique, según indicamos con el epígrafe a este escrito, extraído de Lacan. Creemos que la fuerte impronta de Althusser en el pensamiento de Tzeiman autoriza esta referencia.

Pero el rodeo no concluye ahí. Tras las dos corrientes anteriores, entra en escena lo que el autor denomina “dependentismo tardío”, por ser aquél que emerge hacia fines de los años setenta y comienzos de los ochenta. Tiempo de derrotas en el continente, de críticas y autocríticas, será este el momento de un abordaje teórico específico acerca del Estado, protagonizado en el libro por Norbert Lechner, René Zavaleta Mercado, Agustín Cueva y Marcos Kaplan. Comienza a abrirse así la posibilidad de una mejor intelección del fenómeno estatal, que atiende a su especificidad en la realidad latinoamericana. Tzeiman observa que la relación entre economía y política fue pensada por estos autores de un modo que permitía entender el vínculo estrecho entre el carácter dependiente de nuestros países y el papel condensador de la dimensión estatal. Aparecen entonces nuevos modos de concebir la relación entre las distintas instancias de la totalidad, que dislocan -agregamos- la espacialidad de frontera dibujada por la fobia. Es momento de mencionar el segundo epígrafe del libro, perteneciente a Zavaleta Mercado: “en determinadas instancias la única forma de unidad de lo popular es lo estatal”. Así, el autor de las sociedades abigarradas posibilita una manera de pensar que podríamos llamar contrafóbica, en la medida en que permite ubicar la posibilidad emancipadora del lado del Estado y no, como lo harán otras posiciones a las que nos referiremos a la brevedad, en la sociedad civil. Con estas reflexiones, se torna visible una salida de la encerrona especular en la que nos habían dejado las corrientes desarrollista y dependentista, se asoma la posibilidad de pensar más allá y más acá del mapa trazado por la fobia. Pero el horizonte abierto por este prolífico pensamiento quedará trunco en los años ochenta, cuando el neoliberalismo imponga su revés ideológico.

En este punto, nos permitiremos deslizar una consideración crítica, a propósito de las periodizaciones con que suelen pensarse las discusiones sobre el desarrollo y la dependencia en nuestra región. No pocas de las reflexiones elaboradas por Marcos Kaplan a propósito del Estado habían sido plasmadas en un libro anterior, publicado en 1972 con el título Aspectos políticos de la planificación en América Latina, antecedido a su vez por un artículo en la revista Problemas del Desarrollo de 1971. Quizás, entonces, la concepción de que la reflexión profunda acerca del Estado y la política estuvo ausente en estas discusiones hasta bien avanzados los años setenta podría tensionarse. Es cierto que su despliegue sucedería recién entonces, pero una mayor sensibilidad a los márgenes de estos debates, dirigida hacia autores u obras aun menos canónicos, acaso permitiría revisar esta periodización. Cabe interrogar, entonces, si el carácter “tardío” de los trabajos de fines de los años setenta remite a su condición de ser sucesores, en orden cronológico, respecto del dependentismo clásico, o bien a una inflexión en el Tiempo histórico que es ella misma un resultado de la lucha de clases. Lo segundo parece más certero y las comillas sobre “tardío”, presentes en el libro mismo, resultan una buena pista de ello, al igual que la incorporación de la crítica de Althusser y Balibar a la contemporaneidad del Tiempo. Con todo, nos parece que esta cuestión podría haberse planteado de manera más contundente en la construcción del corpus, en aras de desestabilizar aquella periodización. No obstante esta digresión, la virtud de La fobia al Estado en América Latina es, sin dudas, el modo en que rescata estos “tardíos” relumbres y la crudeza con que ilustra, al mismo tiempo, su interrupción y sepultura.

La segunda parte del libro realiza un salto temporal y se aboca a analizar el modo en que desde las ciencias sociales han sido comprendidos los procesos políticos transcurridos en la región durante los primeros quince años del siglo XXI, fundamentalmente alrededor de los debates sobre neodesarrollismo y buen vivir. Tzeiman destaca con preocupación el abandono del concepto de dependencia como problema articulador de la reflexión teórica, que acompaña la pérdida general de terreno del marxismo en las ciencias sociales. Lejos de ser fruto de una comprensión más cabal de los fenómenos sociales, políticos e históricos, el destierro del marxismo y el dependentismo empobreció la capacidad holística y explicativa de la teoría. Por un lado, las posiciones neodesarrollistas se vieron impregnadas de la visión del Estado como una carga que era necesario tornar más eficiente, expresada en la fórmula “mejor Estado”, punto en el que contrastan notoriamente con sus antecesores desarrollistas. La crítica socialista a esta orientación tuvo la virtud de atender a las particularidades del nuevo patrón de acumulación capitalista y a la disputa política por la región en tal sentido, pero permaneció en buena parte enceguecida ante el fenómeno estatal. Por último, la fobia al Estado resulta particularmente concentrada en la corriente crítica al “extractivismo”, que reduce los procesos políticos recientes a la política de apropiación de renta por medio de la exportación de commodities, pensando lo estatal en forma antagónica al movimiento social. En este desolador panorama, la excepción es la del ex-vicepresidente de Bolivia, Álvaro García Linera, cuya intervención se erige en solitaria resistencia ante la fobia que predomina y persiste en el pensamiento contemporáneo.

La fobia al Estado en América Latina concluye con una serie de lecciones-teórico políticas que aquí no reproduciremos en aras de alimentar la curiosidad de lxs lectorxs. Basta decir que ellas son un saldo valioso que el autor extrae de los procesos políticos latinoamericanos recientes y, particularmente, de los modos en que ellos han sido leídos y analizados. El esfuerzo de este último capítulo resulta central para sistematizar el recorrido del libro, al tiempo que constituye el momento de mayor intervención polémica del mismo. A través de cinco ejes conceptuales, Tzeiman reitera la importancia de recuperar los esfuerzos del “dependentismo tardío” que quedaron truncos hacia los años ochenta, devorados por la hegemonía neoliberal. El gesto es, como dijimos al comienzo, no la crítica a esta última per se, sino ante todo a los modos en que ella se cuela en el pensamiento que se pretende crítico. Destacamos, en este sentido, la dura impugnación de aquellas posiciones que operaron “en función de sus propias agendas de investigación y sus propios valores, ubicándose arbitrariamente a sí mismos ‘a la izquierda’ de los gobiernos progresistas”, ante todo por su presunción “de que cualquier cuestionamiento desde los movimientos de la sociedad contra el Estado (o ‘desde abajo’ hacia ‘arriba’) resulta un ejercicio crítico por definición” (p. 125). De este modo, la incomprensión de la relación entre Estado y sociedad civil constituye un error no sólo teórico sino también político, característico de aquellas perspectivas que se pretenden críticas por el mero hecho de ubicarse fuera del campo objetivo de antagonismos a través de los cuales se estructura la contradicción social. Entonces, la tópica de frontera funciona como coartada, dejando a quien la traza bajo el manto imaginario de una pureza incontaminada.

Pero, más allá y más acá de la frontera, las cosas suceden de otro modo. Como bien observa Tzeiman, la propia reactividad de los sectores dominantes latinoamericanos ante cualquier amenaza de acceso popular al Estado, palpable desde los tiempos constitutivos de nuestras naciones, muestra con claridad qué es lo que está en juego. Este punto es advertido desde el comienzo del libro, a través de una esclarecedora cita de Cueva: “la propuesta de desplazar el ‘locus’ de la política hacia fuera del Estado, tal como lo proponen algunos ‘movimientos’ de Occidente, no supone ningún acuerdo que obligue también a la burguesía a retirarse de él” (citado en p. 15). Es por ello que, produciéndose como exterior respecto de la objetividad social y política, las posiciones antiestatales en las izquierdas terminan operando ideológica y políticamente en un sentido opuesto al de sus intenciones manifiestas. Si la inmanencia respecto del campo objetivo de antagonismos es ineludible, entonces cualquier intento por sustraerse a ella no puede más que favorecer la posición dominante en ese campo. Tal es la advertencia desplegada y desarrollada en este libro, que se vale, como dijimos, del rodeo por un pasado renegado, derrotado y por eso mismo tan necesario para los tiempos que corren. Por todo lo dicho, no cabe duda de que tenemos en La fobia al Estado en América Latina un aporte sustantivo para pensar nuestro presente y futuro latinoamericano.

Referencia del epígrafe: p. 247 de Jacques Lacan, “El significante en lo real”, en El seminario Libro 4: La relación de objeto. Buenos Aires: Paidós, 2008 [1956/7], pp. 233-248.

* Celeste Viedma es socióloga y docente de la Universidad de Buenos Aires, becaria doctoral del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas e integrante del Centro Cultural de la Cooperación «Floreal Gorini».