«Leyes y Poder: La Historia de la Injusticia Legitimada y el Poder Judicial»

Leyes y Poder: La Historia de la Injusticia Legitimada y el Poder Judicial

 

Germán Iván Soriano Soriano

“Una ley injusta no es ley en absoluto.”  

San Agustin de Hipona

Tanto la estructura del Estado, el modelo económico, como el carácter jurídico, han sido históricamente diseñados, trazados con esmero, y ejecutados con precisión, al servicio y capricho de aquellos condenables que, con el tiempo, han cambiado camaleónicamente de rostro y astutamente de nombre, pero siempre con la misma identidad: la de explotadores.

Fueron corruptos sacerdotes, cruentos reyes, feroces emperadores, omnipotentes monseñores, temibles cortesanos, atroces ministros, abyectos presidentes, terribles burgueses y codiciosos oligarcas. En la actualidad lo vemos reflejado en privilegiados miembros del supremo poder conservador judicial, los opulentes como Lord ministro, el magistrado mexicano del circuito adscrito a Veracruz del Poder Judicial de la Federación, Adolfo Eduardo Serrano, donde muestra en sus cuentas de redes sociales toda su opulencia como Rolex de un valor de 285 mil pesos, carros de lujo, cigarros de lujos, armas de fuego, todas publicadas en sus cuentas personales como instagram con el usuario The_cigar_magistrate.     

La justicia se manifiesta como un manto que ondea en el ir y venir de la historia, víctima del incesante péndulo al que está sujeta la existencia de los seres pensantes. Sin embargo, sin importar la época o período de la historia en el que se intente aterrizar, encontraremos no una excepción, sino una inconcebible norma que, con sus variantes, se mantiene eternamente perpetua.

El acceso a la justicia ha sido reservado como un derecho exclusivo de las clases dominantes (independientemente de si son mayorías o minorías). Estas han creado en torno a la idealización quimérica de la justicia y el aparato estatal un ejército de burócratas y mercenarios prestos a manchar la noble aura de tan pura aspiración. Las leyes han sido moldeadas, como si de arcilla se tratase, para encajar mejor en las manos de la clase dominante; son un instrumento fáctico de aquellos capaces de soportar el desgaste.

En México el 15 de febrero de 2024, el Juez Martínez Vitela, emitió un fallo a favor de un caso de abuso en contra de una niña de 14 años, donde sus argumentos son “desde luego que le creí en el tema del tocamiento, su hija jamas menciono el tema del lugar”, a lo que la madre respondió ¿Una niña de 4 años tiene que saber la dirección de la casa de su tío? ¿Saber el Horario exacto? 

Por ello las víctimas de las injusticias sociales están condenadas a escuchar de los ingenuos privilegiados frases como “Para que se haga justicia has de esperar”. Y el “esperar” resuena profundamente en la dignidad perdida del desprotegido. El espectro de “esperar” se convierte en un llanto fantasmal que en susurros se escucha como un vil “nunca”.

Al respecto, y sobre la segregación racial en Estados Unidos durante el siglo XX, el Dr. Martin Luther King mencionó que “Es fácil decir ‘espera’ para quienes nunca sintieron en su carne los acerados dardos de la segregación” (refiriéndose a los blancos). El Dr. King escribió una carta desde la cárcel de Birmingham, en Alabama, donde se encontraba detenido después de una protesta no violenta contra la segregación racial. La carta es una respuesta a una declaración emitida por ocho miembros del clero blanco de Alabama el 12 de abril de 1963, titulada «Una llamada a la unidad» (A Call For Unity). En ella, reconocían la existencia de injusticias sociales, pero expresaban la creencia de que la batalla contra la segregación racial debía librarse exclusivamente en las cortes y no en las calles. King respondió que sin una fuerte acción directa, como la suya, nunca se podrían alcanzar los verdaderos derechos civiles.

Partiendo de la situación social que nos afecta, a nosotros, los susceptibles de injusticias, comparto plenamente la sentencia de Agustín de Hipona: “Una ley injusta no es ley en absoluto”. Guiado por la misma perspectiva, Tomás de Aquino establece: “Una ley injusta es una ley humana que no tiene su origen en la ley eterna y en el derecho natural. Toda norma que enaltece la personalidad humana es justa; toda norma que degrada la personalidad humana es injusta”.

Las leyes han sido redactadas, en primer lugar, por los hijos de la oligarquía para resguardar sus ambiciones plutócratas a costa del desamparo popular. El Estado, junto a sus instituciones jurídicas, ha pasado a ser en no pocos casos un Cerbero, el perro guardián del infierno.

A partir de la absurda falacia del derecho divino, con una enfermiza fijación por la tradición que les resulta conveniente, y que les dota de autoridad ante los ojos de la máxima divinidad, se convencen a sí mismos de ser los encargados por la providencia de gobernar sobre sus iguales. Esto ha dado justificación al odio y el desamparo. Ante ello, han estigmatizado y castigado el derecho intrínseco al libre desarrollo, la determinación colectiva y los esfuerzos por la dignificación social.

Empresarios legislaron sobre materia agraria, militares sanguinarios hicieron lo propio sobre el orden político, policías corruptos sobre readaptación social, y en general, los sectores dominantes crearon leyes para un mundo del que no conocen más que la plusvalía. Permitiéndome acariciar brevemente la vanguardia latinoamericana, vemos a lo largo de la historia a hombres conservadores, hijos de las familias siempre poderosas, corrompidos por la fetichización de la más retrógrada tradición, que sin miramientos legislaron sobre la libre determinación de la mujer y su cuerpo, percibiéndola como un objeto susceptible de apropiación, no como una aspirante completa a los derechos intrínsecos del ser humano.

Todo esto sucedía cuando era excepcional que una mujer ocupara un puesto público o simplemente decidiera por sí misma y su propio interés, cuando a sus veintidós años no era madre y no tenía planeado someterse a un sistema denigrante. Tienen que aguardar al cambio histórico, del que sabemos que la clase dominante difícilmente soltará sus irracionales concesiones. Cuando, en un esfuerzo burlesco por democratizar la sociedad, se incluyeron representantes de trabajadores, minorías étnicas y mujeres, con una mera intención nominal, ejemplo de ello en el poder judicial es que en 200 años de historia mexicana, solo han existido 15 mujeres ministras y por primera vez tenemos una mujer como presidenta de México.

El mismo sistema opresor machista, difícilmente a soltado el poder, ejemplo de ello es que recientemente el poder judicial mexicano entro a huelga, los papeles se revirtieron. Las oligarquias marcharon cuando se busca legislar desde la democracia por leyes justas. Ellos acostumbrados a sus privilegios, gritan opresión.

¿Opresión? Basta analizar el nepotismo que el poder judicial a consolidado como poder conservador, tal cual buscaban las siete leyes defendidas por Mariano Bustamante y Francisco Manuel Sánchez Tagle, a partir de su institucionalización de 1836. Parece que el poder judicial, se constituyo en ese poder tan deseado.

El nepotismo del poder se puede vislumbrar por el numero de familiares por circuito, como lo analiza Julio Rios Figueroa, por eso antes de culminar, los invito a leer el “El déficit meritocrático Nepotismo y redes familiares en el PJF” presentado por el compañero Keeny de Ita.

El único medio con el que contamos para generar una legislación democrática, y con ello, leyes justas, es a través de la educación política y social, más allá de la tosca preparación técnica a la que somos sometidos por un sistema neoliberal de educación que busca como fin máximo el beneficio económico. No esperemos que nuestro derecho a la justicia caiga como migajas del putrefacto pico de las aves de rapiña que mantienen secuestrado el acceso a la dignificación de las masas

La injusticia por fin no es legitimada, la justicia es por fin legitima. Se opto votar por una elección a los jueces, donde 359 diputados federales, 86 Senadores, y 35 millones 924 mil 519 de mexicanos votaron a favor de la reforma judicial.