El ultraizquierdismo frente a la revocación de mandato: vigencia de Lenin en el contexto político mexicano actual.

Eber Jiménez

Introducción

Desde hace aproximadamente 4 años con la llegada de la nombrada Cuarta Transformación (4T) de México impulsada desde la presidencia, en primera instancia, por el ciudadano Andrés Manuel López Obrador y secundada por el partido Movimiento Regeneración Nacional, hemos sido testigos de un cambio político trascendental para la edificación de una democracia verdadera, de participación consciente y educadora de masas. Primero por la consulta nacional sobre el nuevo aeropuerto de la Ciudad de México en 2018, donde hubo una participación de alrededor del 1.22%, según cifras del INE, institución encargada de llevar a cabo cada uno de los ejercicios democráticos. Posteriormente en 2021 con la consulta popular de los Juicios a ex presidentes que incrementó el número de participantes a un 8%; y este año 2022, el pasado 10 de abril, la consulta popular por la Revocación de mandato donde se alcanzó un total del 18.2% de ciudadanos que llevaron a cabo dicho ejercicio.

Ahora bien, dejando de lado, un poco, los “datos duros” de los resultados de dichas consultas, nos hacemos las siguientes indagatorias; ¿Cuál ha sido el posicionamiento de muchos intelectuales, incluso de quienes se dicen pertenecer a la “verdadera izquierda” y de qué forma esto beneficia las posiciones de derecha? ¿Cómo recuperamos de la (re)lectura de Lenin una rectificación para la creación de un partido fuerte?

El problema

En 1920 Lenin en La enfermedad infantil del “izquierdismo” en el comunismo, describió una situación que ocurre aún poco más de 100 años después dentro de la izquierda, a saber: existen grupos de intelectuales de izquierda con aspiraciones pequeño burguesas que se oponen a los cambios de gobiernos progresistas por no ser “verdaderos comunistas”, y que en su oponerse terminan por hacerle el juego o peor aún, reproducen los argumentos de la derecha.

Aunque como marxistas tomamos como punto de partida la historia para el análisis de la situación y condiciones que nos acontecen por mor de poder tomar lecciones que nos encaminan en una dirección correcta de lucha política, no debemos transportar ciegamente, “por simple imitación, sin un espíritu crítico esta experiencia a otras condiciones, a otra situación es el mayor de los errores.” (Lenin, 17) Posterior a lo dicho, no debemos pasar por alto la premisa de Marx y Engels según la cual el materialismo histórico y dialéctico no son un dogma, sino una guía para la acción que nos lleve como finalidad, la liberación de los oprimidos.

Otro de los errores en los que caen quienes adoptan, aun teniendo conocimientos avanzados de la teoría marxista, es creer que existe una fórmula mágica que nos llevará sin problema alguno de una etapa histórica a otra sin necesidad de detenernos a replantear direcciones, que “basta su deseo de saltar las etapas intermedias y los compromisos para que la cosa esté hecha, y que si –ellos lo creen firmemente– “estalla” uno de esos días y el Poder caen sus manos el “comunismo será implantado” al día siguiente.” (Lenin, 22)

Si bien hemos de ser objetivos, el gobierno de la 4T no es socialista en el sentido estricto de la palabra y dista o –si se quiere ser exageradamente riguroso– nada tiene que ver con lo que en su momento los bolcheviques representaban. No obstante, como comunistas es un error grave el distanciarnos de dicho movimiento político por no ser lo que nosotros deseamos porque “es obligatorio aprender a actuar legalmente en los parlamentos más reaccionarios y en las organizaciones sindicales, cooperativas, de seguros y otras semejantes, por muy reaccionarias que sean.” (Lenin, 10)

Lo anterior solo demuestra que hay un conflicto de clase, conflicto que se ve acrecentar en los intelectuales, y no nos referimos a los intelectuales orgánicos de la burguesía, sino a los intelectuales que en la comodidad de las universidades y abrazados por la estabilidad de la academia solo disparan palabras hueras, que sospechan de todo y no aportan nada que pueda beneficiar en la praxis. Partimos de lo que se denomina como intelectuales, ya que, uno de los principales errores que podemos ver en las universidades es que, en la investigación, y aún más en las llamadas humanidades o ciencias sociales, se privilegia la teoría por encima de la práctica. Incluso a manera platónica se vive en el mundo de las ideas, por lo tanto, se desprecia el mundo real y con ello todo lo que no representa lo que un intelectual debería aspirar a ser, sin embargo, “eso no es cultura, sino pedantería; no es inteligencia, sino intelecto, y es justo reaccionar contra ello.” (Gramsci, 15)

Posterior a lo dicho, esta posición que toman los intelectuales se transmite a las generaciones subsecuentes y al no haber un análisis concreto de la situación concreta, continúan como “izquierdistas” que coquetean con la derecha puesto que, dentro de su programa político inaccesible para las condiciones concretas de nuestro tiempo y lugar, no hay cabida a la posibilidad de trabajo político en conjunto y se termina por tomar una posición infantil donde “todos estan mal menos yo”.

Participación consciente: etapa intermedia del camino

Partiendo de la premisa leninista sobre el infantilismo por parte de ciertos izquierdistas que desean de “la noche a la mañana implementar el comunismo” y “pasar por alto las etapas intermedias” para dicha finalidad, podemos afirmar que los ejercicios democráticos forman parte de un intermedio entre la democracia representativa y la democracia participativa consciente, esto debido a la incipiente conciencia democrática, puesto que anterior al actual gobierno la representación seguía la línea propuesta por la Modernidad. Según Dussel,

“una democracia representativa, manipulada por la burguesía ante el poder de la nobleza feudal en decadencia (…) se cuidó mucho de ir dando participación al pueblo mismo urbano, obrero o campesino, y a la mujer, y a otros sectores de la sociedad civil dominados, y si le fue concediendo derechos de alguna participación no lo hizo de tal manera que los mecanismos de la representación le permitiera ejercer un proyecto con fisonomía de hegemónico, que siempre se volcaba al final a su favor.”  (19)

Durante los gobiernos posteriores a la Revolución y anteriores a la 4T, la democracia limitaba a sus ciudadanos a asistir a las urnas cada 6 años para estérilmente depositar lo que nuestra voluntad deseaba, pero que inconscientemente sabía no sería cumplido y que nos conformábamos con decir: “solo nos tenemos que esperar 6 años”. La posibilidad de cambio se reducía a eso.

Es por ello que dentro de los círculos de intelectuales en las universidades y la academia del 2018 a la fecha se sospechaba de las consultas populares, se acusaba de simulación, de narcisismo del presidente o incluso se preguntaban ¿cuál democracia? La democracia representativa estaba tan enquistada que nos habíamos habituado a que no importaba si el representante político no cumplía o “chapulineaba” de partido al llegar a la curul (como el caso reciente de Lily Tellez, que fue elegida como representante de MORENA-PT-PES y declinó por el PAN) dejando así “la mera manifestación de la decisión de la voluntad del representante y no de la comunidad de los singulares representados.” (Dussel, 21) Ideológicamente no veían una alternativa y cuando se planteaba la participación ciudadana no se le daba crédito a las masas, al no estar instruidas y ser víctimas del “populismo”.

Educadora de masas: ¿Por qué?

Tomando como partida la primera consulta popular de 2018 a la cantidad de participación, pese a las campañas de la oposición para desinformar a las masas, pudimos observar un incremento en estos ejercicios democráticos. Lo anterior es de gran importancia ya que “la participación entonces es el primer momento relacional real del singular humano en su comunidad y la constituye como tal. Es decir, si cada singular no entrara en comunicación o no participara en acciones comunes, quedaría aislado y como tal perecería; pero al mismo tiempo, desaparecería igualmente la comunidad.” (Dussel, 23-24) A partir de lo aquí expuesto, podemos concluir indudablemente que se está gestando una revolución de las conciencias, que poco a poco los ciudadanos se dan cuenta del poder que tienen, que existe un proyecto de nación y más importante aún, que quienes se escudan en la academia para anteponer sus opiniones políticas contra dichas consultas pierden foro. De todas formas, hoy más que nunca debemos estar resueltos a no vacilar en la defensa de los mecanismos que podemos hacer valer de la democracia participativa y representativa.

Tanto para los representantes políticos como para los intelectuales que padecen de ultraizquierdismo y a la manera en la que hicimos mención anteriormente, la tesis de Lenin es más vigente que nunca: “el que no ha demostrado en la práctica, durante un intervalo de tiempo bastante considerable y en situaciones políticas bastante variadas, su habilidad para aplicar esta verdad en la vida no ha aprendido todavía a ayudar a la clase revolucionaria en su lucha por liberar de los explotadores a toda la humanidad trabajadora.” (26). Así, debemos estar resueltos en cada una de las oportunidades para concientizar a las masas y aprovechar las ventajas políticas que un gobierno progresista nos concede con el fin de volcar nuestras fuerzas en la cimentación de un sistema político aún más justo.

Bibliografía

Dussel, Enrique. Democracia participativa, disolución del estado y liderazgo político. Cuadernos del movimiento Vol II. México; Editorial Tinta Roja, Tinta Negra-Radicalizar la Democracia, 2012.

En linea: [https://www.enriquedussel.com/txt/Textos_Articulos/430.2011_espa.pdf]

Gramsci, Antonio. (Trad. Sacristan, Manuel). Antología. España; Siglo XXI Editores, 2019. Impreso.

Lenin, Vladimir I. Contra el dogmatismo y el sectarismo en el movimiento obrero. URSS; Editorial Progreso. 1960. Impreso