Dialéctica Negativa: la fundación de una nueva conciencia filosófica

Nicole Mikly

Antes de comenzar con el texto, considero pertinente señalar un aspecto histórico relacionado con la escritura del texto Dialéctica Negativa de Theodor W. Adorno (1966). Durante el periodo de 1966 a 1976, Europa estaba viviendo la Guerra Fría, conflicto entre dos superpotencias mundiales, Estados Unidos (EE. UU.) y la Unión Soviética (URSS). Adorno fue testigo de estos hechos, además de presenciar las transformaciones políticas de tipo totalitario que tuvieron lugar en la URSS. Esto lo llevó, a ser crítico de este régimen que en realidad no representaba la transformación del mundo tal como la había propuesto Marx y que debía significar, según este, la superación de la filosofía.

Por el contrario, se había cristalizado en la URSS la praxis acrítica de un conjunto de dogmas supuestamente críticos, pero que en realidad condenaban el pensamiento crítico a un estado de inacción. Por lo tanto, es evidente que la filosofía que propone Adorno necesita alejarse de todo el aparato conceptual del marxismo dogmático y lo intenta a través de una recuperación de algunos aspectos esenciales de la dialéctica hegeliana, sobre todo la importancia de la “negatividad”. Adicionalmente, los procesos técnicos, sociales y empíricos del capitalismo avanzan a pasos agigantados, lo que Horkheimer había llamado la “instrumentalización de la razón” y en general la instrumentalización de la acción humana. En medio de este contexto, Adorno menciona que:

La filosofía que antaño pareció superada, sigue viva porque se dejó pasar el momento de su realización. El juicio sumario de que no ha hecho más que interpretar el mundo y mutilarse a sí misma de pura resignación ante la realidad se convierte en derrotismo de la razón, después que ha fracasado la transformación del mundo. […] Cuando la praxis se aplaza indefinidamente deja de ser instancia crítica contra una fatua especulación para convertirse casi siempre en el pretexto bajo el que los ejecutivos estrangulan el pensamiento crítico como si fuera una pedantería; pero una praxis dinamizadora necesita de él (Adorno, 1975: 11).

Así mismo, la filosofía faltó a la descripción recíproca de la realidad por medio de conceptos y fue obligada, por las ciencias particulares, a convertirse en una ciencia particular retrocediendo a su concepción de escuela, siendo incapaz de manifestar una concepción universal. Por lo tanto, el autor se pregunta ¿es posible aún la filosofía? y ¿cuál es su lugar en el mundo contemporáneo? A lo que Adorno responde:

Sólo una filosofía que despoje de tal ingenuidad [de la monopolización de la totalidad del saber] vale de algún modo la pena de seguir siendo pensada. Pero su reflexión crítica sobre sí misma no puede detenerse ante momentos cumbre de su pasado. A la filosofía le correspondería preguntarse ya simplemente si y cómo es aún posible después de la caída de la de Hegel. (Adorno, 1975: 12)

La teoría Hegeliana de la dialéctica, según Adorno, es un intento por mostrar los conceptos filosóficos “a la altura de lo que le es heterogéneo”, es decir, de aquello que no es conceptualizable, de lo que del objeto se escapa siempre a la determinación del pensamiento. Por esto, es pertinente mostrar hasta qué punto fracasó en su intento.

Esta reseña sobre la Dialéctica Negativa contará con tres apartados basados en algunos temas que Theodor Adorno menciona. Primero, se tratará el tema de pensamiento, identidad y dialéctica. Segundo, hacia una nueva filosofía, es el apartado que abarca el concepto, la dialéctica y un breve acercamiento a la dialéctica negativa. Tercero, sistema e ideología y finalmente, daré las consideraciones finales.

Pensamiento y dialéctica

Pensar, nos dice Adorno, es sinónimo de identificar y bajo esta lógica (cuyo núcleo es el non datur tertium, p & p) se construye la idea de la totalidad conceptual. Todo lo que no se acomode a este esquema, es nombrado como contradictorio. La contradicción sería, para Adorno, lo que no es idéntico desde la óptica de la identificación, de la adecuación entre concepto y realidad. La importancia de la dialéctica recae en su llamado de atención sobre la necesidad de que exista la tensión entre lo idéntico y lo contradictorio para que exista el pensamiento como tal. El nombre “dialéctica”, dice que “los objetos son más que su concepto, que contradicen la norma tradicional de la adaequatio.”(Adorno,1975:13) Adorno continúa diciendo: “la dialéctica mide lo heterogéneo por la idea de identidad. Cuando lo distinto choca con su límite, se supera. Dialéctica es la conciencia consecuente de la diferencia. La dialéctica no ocupa un punto de vista.” (Adorno, 1975:13) Identidad y contradicción, serían así dos caras de la misma moneda y la dialéctica parte de la conciencia de la unidad entre estas dos como condiciones del pensamiento.

Podría decirse, que dialéctica como la propone Adorno reconoce que el avance o el despliegue del pensamiento requiere de la reificación de los conceptos para existir (el pensamiento de la identidad), aun cuando sea lo no idéntico al concepto lo que es en últimas su verdadera motivación, lo que se le escapa e intenta siempre atrapar bajo su dominio. En palabras de J. M Bernstein: “Adorno está rastreando la resiliencia no solo del pensamiento de la identidad y de la ideología del concepto simple, sino más enfáticamente la raíz lógica de la creencia de que este mundo es siempre nuestro mundo, que los hechos son una sombra de la sintaxis, que la rutinaria forma de apariencia del mundo proferido por el pensamiento de la identidad es de algún modo “inalienable” a pesar  de ser la no-identidad el telos de la actividad conceptual.”[1](Bernstein, 2001:346)

Ahora bien, la dialéctica idealista (Hegel), afirmó una reconciliación donde el Sujeto Absoluto predominó y era la fuerza que operaba negativamente en los movimientos del concepto y en el proceso de conjunto. (Adorno, 1975: 15) Sin embargo, la reconciliación entre el Sujeto y el mundo que afirmó el idealismo no fue sólida. La historia, ha condenado ese predominio imaginario del sujeto. Debido a que, no se ha podido superar el sentimiento de impotencia que tiene el sujeto sobre un mundo poderoso que toma sus propias riendas. El sentimiento ansioso de impotencia por determinar el futuro del mundo no ha desaparecido de la experiencia del hombre moderno.

No obstante, Adorno menciona que la filosofía de Hegel devolvió el derecho y la capacidad de pensar concretamente. Para Hegel, la filosofía debe contar con la suposición de que: “Lo particular determinado era en su opinión determinable por el espíritu, porque toda determinación inmanente no podía ser otra cosa que espíritu.” (Adorno, 1975:16) Sin esta suposición, no se podría conocer concretamente, ni esencialmente. Para la dialéctica Hegeliana, es necesario el andamiaje idealista, de no ser así quedaría reducida a estudiar la metodología de las ciencias y eliminarse a sí misma.

La situación histórica, hace que la filosofía tenga su interés donde Hegel, proclamó su diferencia: en lo carente de concepto, lo particular y esencial. La filosofía de Hegel no puede llegar a esto, a lo que no es conceptual, a lo concreto. Bergson y Husserl, intentaron salirse de este sistema propuesto por Hegel, donde el concepto es equiparable a la realidad, e intentaron pensar lo que no tiene concepto. A pesar de que estos dos autores llaman la atención sobre esto, siguen reiterando la metafísica tradicional. Si un conocimiento quiere concretarse, tiene que echar mano de la racionalidad que desprecia. Ni Bergson, ni Husserl consiguieron escapar del idealismo: “Bergson se orientó por los donnés inmmédiates de la conciencia, al igual que su enemigo capital, el Positivismo. Algo parecido ocurrió con Husserl y sus fenómenos del flujo de la conciencia. Ambos permanecen dentro de la inmanencia subjetiva.” (Adorno, 1975:17)

Lo que habrían intentado tanto Husserl como Bersong, y quizá toda la tradición posterior a Hegel sería escapar de su andamiaje absoluto a través de una recuperación de lo “concreto”. Todo este proyecto, estaría enmarcado en lo que Adorno llama la “La utopía del conocimiento” que “sería penetrar con conceptos lo que no es conceptual sin acomodar esto a aquéllos.” (Adorno, 1975: 18)

Hacia una nueva filosofía: concepto y dialéctica

Adorno rechaza la forma en la que el idealismo resolvió esta utopía, rechazando su supuesto teleológico: la idea de totalidad. Esta idea, daría tranquilidad al pensamiento de que, en último término, las contradicciones pueden ser superadas. Adorno afirma, por su parte, que “el objeto de la experiencia espiritual es en sí un sistema antagónico” (Adorno, 1975: 18) significando esto que, las “resoluciones” de las contradicciones sería en últimas algo sin sentido. Lo que queda del idealismo, según Adorno, es que la sociedad como determinante objetiva del espíritu, se compone de la suma de los sujetos y de su negación. Sería allí en el determinante objetivo del espíritu “el mundo social”, donde descansaría el fundamento de la dialéctica. Dice el propio Adorno: “La dialéctica es la ontología de la falsa situación; una situación justa no necesitaría de ella y tendría tan poco de sistema como de contradicción.” (Adorno, 1975: 19) Se trata así, de una necesidad ética que posibilita la dialéctica y no una necesidad “pura” del pensamiento o de la realidad como tal. Ahora bien, este fundamento ético de la dialéctica no desemboca en que Adorno enfoque su estudio el porqué de la injusticia de la sociedad. Por el contrario, sigue reflexionando sobre el nivel “formal” de la dialéctica, que implica su relación con la historia de la filosofía. 

Los conceptos, que son el material de la filosofía, tienen su origen en lo no conceptual. La naturaleza conceptual de la filosofía no es su Absoluto tal como lo pensaba Hegel. Incluso, un concepto como el ser en la Lógica de Hegel, acentúa algo que no es conceptual. La reflexión filosófica, debe mostrar lo que no es concepto en el concepto. Cuando una filosofía tiene en cuenta esto, se quita la venda de los ojos y acaba con la autarquía del concepto. Un concepto, puede estar enredado en una totalidad que no es conceptual y sólo la cosificación del concepto es capaz de aislarlo de la totalidad. Ahora bien, Adorno reconoce que es la cosificación la que permite la creación del concepto como tal. Todo concepto, necesita de componentes irracionales, es decir, de un carácter de olvido de su generación y de su historia y su conversión a una “necesidad” del pensamiento o del mundo como tal.

Ocurre que, al carecer de reflexión filosófica, es imposible ver la imposición de la identidad en el concepto. Pero esa imposición, se desharía con darse cuenta del carácter irracional del concepto. “Cambiar esta dirección de lo conceptual, volverlo hacia lo diferente en sí mismo: ahí está el gozne de la dialéctica negativa.” (Adorno, 1975: 21) La reflexión del concepto sobre su propio sentido, hace que se supere la apariencia de la realidad objetiva como una unidad de sentido. Para Adorno, esa desmitologización del concepto es el ‘antídoto’ de la filosofía para que no se convierta en Absoluto. El idealismo filosófico, por el contrario, debido a su limitación conceptual, pretendía tranquilizar la duda de su limitación utilizando una idea de lo absoluto: el infinito. Esta idea para Adorno pervirtió como ninguna otra. En otras palabras, lo que convierte esta filosofía en limitada es el hecho de creerse en posesión de su objeto infinito.

Una filosofía modificada, debe dejar de autoconvencerse de que dispone del infinito. La filosofía permanecería infinita, pero no por poseer lo infinito como tal, sino al no suponer que posee la verdad en una serie de premisas fijas e incontrovertibles. El contenido de esta filosofía sería la pluralidad de objetos, sin que ningún esquema sea capaz de elaborarlos. No utiliza estos objetos como un espejo en el que reproduce su propia imagen, confundiéndola con lo concreto. Sino que, se abandonaría verdaderamente a ellos.

La filosofía de Adorno propone volverse metacríticamente contra la prima philosophia y de esta forma, hacer un ataque contra la finitud de la filosofía que hace ostentación de infinitud sin respetarla. (Adorno, 1975:22) La dialéctica negativa, nos estaría indicando Adorno, no es como tal la solución al problema de la relación entre concepto y experiencia. Sino una indicación de cómo proceder frente a esa problemática. Siendo que el concepto no puede atrapar de manera efectiva la totalidad de la experiencia, el deber de la filosofía es tener conciencia de esta imposibilidad y trabajar a pesar de ella: no porque no se tenga la adecuación que buscaba el idealismo entre concepto-realidad se debe renunciar a la filosofía. Precisamente, cuando no hay determinación pura de la experiencia, se abre la posibilidad del juego. De jugar con los conceptos para iluminar la realidad.

Dentro del juego, la filosofía puede encontrarse con ciertas ventajas para su libertad del pensamiento, como lo es la especulación. Con el componente especulativo, la filosofía resiste al encasillamiento por medio de leyes y lo consigue al trascender con el contacto más íntimo con los objetos. “La necesidad de dejar su elocuencia al dolor es la condición de toda verdad. Y es que sufrimiento es objetividad que pesa sobre el sujeto; lo que éste experimenta como lo más subjetivo, su propia expresión, está mediado objetivamente.» (Adorno, 1975: 26) Se puede interpretar de esta cita, que el hacer filosófico es mostrar el sufrimiento del mundo, entregarse a la exposición del dolor. «Para que la filosofía sea más que un puro mecanismo tiene que exponerse al fracaso total.» (Adorno, 1975: 27) El pensamiento, es la negación de contenido concreto y de esta forma, resiste a lo que se le impone. Y la única forma de objetivar la componente expresiva de la filosofía, es la expresión, el lenguaje. «La libertad de la filosofía no es otra cosa que la capacidad de ayudar a que se exprese su falta de libertad.» (Adorno, 1975: 26) Del fracaso de la propia filosofía, es más útil y deja más enseñanza para esta, que el hecho de considerarla positiva.

 

Sistema e ideología

La ideología en contraposición a esto es una forma de animar al pensamiento a que sea positivo, a que se subsuma a la autoridad social y olvide su contenido negativo y crítico. Arrastra al pensamiento hacia lo que le es contrario, a la contemplación pasiva. Precisamente el pensamiento en tanto esfuerzo es negativo, rebelde contra lo que lo quiere someter.

En últimas la sistemática filosófica de la modernidad burguesa, inclina al pensamiento hacia la pasividad. Los sistemas, nos dice Adorno: “Desde el punto de vista de la historia de la filosofía, los sistemas tenían una finalidad de compensación” (Adorno, 1975:29). La racionalidad burguesa, compensa a través de orden sistemático de la filosofía lo que había negado en el orden político: el orden feudal. Esta sistemática desemboca en lo que podría llamarse el pensamiento de la identidad que tiene su culmen más complejo en Hegel.

 

La motivación de los sistemas era englobar bajo si a todos los fenómenos. De esta forma, la racionalidad burguesa, homogeneizó con los diferentes sistemas filosóficos todo lo que le era potencialmente distinto. El sistema, absolutiza el pensamiento frente a todos sus contenidos y convierte el contenido en pensamientos. Ahora bien, Adorno rescata de la sistematicidad “Lo que tiene que guardar de sistemática es el sistematismo con que se le enfrenta lo que le es heterogéneo” (Adorno, 1975:28). “El doble sentido de la sistemática filosófica no deja otra salida que transponer la concreción abierta de cada elemento la fuerza del pensamiento que los sistemas liberaron (Adorno, 1975:32)”. Al mismo tiempo que los sistemas tienen el problema a priori de querer absorber todo, liberaron una fuerza del pensamiento. Es decir, tenían la capacidad de analizar lo concreto (sobre todo en la filosofía de Hegel). Por lo tanto, lo que hay que conservar de esta filosofía, es la fuerza especulativa de la negación porque en ella pervive el rasgo sistemático. En la dialéctica negativa, Adorno recata la negatividad del fenómeno, teniendo en cuenta que el objeto y el pensamiento no son iguales y de esta forma propone ver más allá de lo que el fenómeno es, es decir, lo que no es, lo que podría ser. De nuevo, acá es necesario admitir que la fuerza de la negatividad reside en la potencia social de la misma, y no en un elemento del pensamiento puro. Pues en últimas, ver más allá del fenómeno implicaría llevar al límite las convenciones sociales sobre los objetos y los fenómenos.

Para Adorno, hay que dejar de seguir la filosofía moderna que pretende deshistorizar su contenido y reducir la historia a una especialidad entre las ciencias positivas. El conocimiento, se fundamenta en el ahora que es ficticio y unidimensional. Ese conocimiento, deforma los objetos tan pronto los objetiva. Adicionalmente, con su dependencia de los textos, que, bajo el ideal del método, esta filosofía confiesa su esencia lingüística llamándola retórica. Adorno termina la introducción de Dialéctica Negativa con la idea de que la difamada retórica se equiparó con la mentira en filosofía. “La retórica representa en la filosofía lo que no puede ser pensado de otro modo que en el lenguaje.” (Adorno, 1975: 61) No obstante, en la filosofía moderna se elimina el lenguaje, debido a la alianza de la filosofía con la ciencia que desemboca en esta abolición. Pero la eliminación del lenguaje no deriva en la desmitologización de este.

La dialéctica, es el intento por salvar críticamente el momento retórico acercando el objeto y su expresión. “La dialéctica adjudica a la fuerza del pensamiento lo que históricamente figuró como fallo de éste: su conexión del todo indestructible con el lenguaje” (Adorno, 1975:62). La dialéctica, intenta dominar el dilema entre la arbitrariedad de lo que se dice sobre el objeto, mediando entre la componente retórica y la formal lógica. Pero, se inclina hacia el contenido como algo abierto. 

Conclusión

Adorno se enfrenta, al problema de la “actualidad de la filosofía”, este problema lo obliga a discutir con toda una tradición anterior a él y más particularmente con la tradición del idealismo (y algunas de las reacciones frente a este: Heidegger, Bergson, Husserl, el pragmatismo y el relativismo). Ahora bien, Adorno retorna una y otra vez al punto más alto del desarrollo filosófico de la modernidad: el idealismo absoluto de Hegel.

Este retorno a Hegel se explica por la fuerza que Adorno encuentra en su filosofía, más particularmente la fuerza de Hegel para penetrar en lo concreto a través de conceptos. Sin embargo, la conciencia filosófica ya no puede retornar al pensamiento idealista en la medida que su teleología (histórica, gnoseológica, ética, etc.) es ya inadmisible a la luz de los eventos históricos (podría pensarse en Auswitch o en el despliegue represivo de la praxis en la URSS). Penetrar en el concepto sin el andamiaje teleológico, implicaría entonces renunciar a toda una serie de premisas básicas de la filosofía moderna.

La nueva conciencia filosofía que propone Adorno, la conciencia de la dialéctica negativa implica la necesaria apertura conceptual, puesto que la misma búsqueda conceptual está en su génesis mediada por una utopía irresoluble: penetrar en lo no conceptual, captar lo “no idéntico” desde la identidad. Esta tensión que tanto molestó a la filosofía moderna en su afán de totalizar la experiencia y ordenarla bajo categorías racionales; como compensación por haber destruido el orden social del feudalismo, es uno de los puntos de partida de la nueva conciencia filosófica que propone Adorno. Igualmente, la dialéctica negativa renuncia a la pretensión sistemática (aunque sin abandonar el “espíritu sistemático”) por eso mismo no se trata ni de un método, ni de un punto de vista, sino de una nueva toma de conciencia de los errores de la filosofía anterior.

Por otra parte, la dialéctica negativa no se justifica a sí misma desde la perspectiva del pensamiento puro (aunque no carece de implicaciones formales para el pensamiento). Más bien, es la situación del mundo social lo que la posibilita: la situación injusta. Precisamente la potencia de lo negativo (lo que puede ser y no es) surge en la situación en la que la positividad se expresa como “dolor”, como sufrimiento del mundo. Solo el lado negativo del pensamiento puede escapar al gigantesco aparato burocrático de la positividad, de la pasividad ideológica de lo que está ya constituido. Así pues, negatividad significa crítica y viceversa.

Bibliografía

Adorno, Dialéctica negativa. Madrid: Editorial Taurus, 1984. Introducción, pp. 11-62.

Bernstein, J.M., Adorno: Disenchanment and ethics. New York: Cambridge University Press, 2001. Cap. 6, pp. 263-329.

[1] Traducción propia