Decadencia de los premios nobel, decadencia del capitalismo

Decadencia de los premios nobel, decadencia del capitalismo

Julio Muñoz Rubio

1. La reciente asignación del Premio Nobel de la Paz a María Corina Machado, conocida dirigente de la oposición venezolana, ha desatado una amplia y fuerte ola de repudio, a escala mundial, por considerarse, muy acertadamente, que esta mujer se inserta en las peores prácticas contemporáneas del belicismo, del intervencionismo imperialista, de la violencia y el discurso de odio, principalmente en su país: Venezuela, pero con extensiones inmediatas al menos a toda la región latinoamericana.

A lo largo de la historia –se ha repetido ya hasta la saciedad en estos días–, se han otorgado varios premios Nobel de la Paz a personajes impresentables y artífices de guerras, muerte, sufrimiento y devastación ambiental en muchas partes del mundo. Los casos más sonados, por ser los más recientes, son los de Henry Kissinger, en 1973 y Barack Obama, en 2009.

No es necesario reiterar aquí los argumentos por los cuales eso constituye una aberración mayúscula. Pero sí hay que señalar que una notable diferencia entre Kissinger y Obama con Corina Machado es que en el caso de los dos primeros se trató de figuras de primera línea en la escena política del mundo; verdaderos artífices, constructores de las estrategias globales para garantizar la continuidad, al precio de lo que sea, de la dominación imperialista yanqui en el mundo entero, de su hegemonía. El caso de Corina Machado es muy otro. Se trata de una verdadera mercenaria, un títere del gobierno trumpista, un obscuro personaje, de ínfimo nivel, que ha hecho su carrera política a fuerza de ir a ofrecer su servilismo a todos los presidentes de EEUU, desde George W. Bush a la fecha; un personaje fabricado a modo por el imperialismo para “organizar” una oposición en Venezuela que permita el derrocamiento de Nicolás Maduro por métodos bélicos y para permitir la franca entrada del imperialismo a las reservas petroleras venezolanas. Una figura de tercera categoría, sin pizca de iniciativa propia, y eso sí, con una formación política, cultural y moral tan bajas como las de sus mentores en la Casa Blanca y la CIA. Un personaje que vive políticamente y mantiene una posición sólo debido a la ayuda que le brindan Trump y sus corifeos y que aun con todo ese apoyo, no ha sido capaz de organizar una verdadera oposición, bien centralizada y conducida en su país. En el momento en que ella no les sea ya de utilidad al imperialismo, le retirarán toda ayuda y apoyo y pasará al olvido total, dentro y fuera de Venezuela, tal como ocurrió con Juan Guaidó y su auto-proclamación como presidente de Venezuela en 2019.

2. Ahora bien, es imprescindible reflexionar lo que este Premio Nobel representa, en una dimensión más profunda, en y desde el análisis de la manipulación de masas y con ello, de la formación de opiniones y sentimientos en la sociedad.

Por un parte tenemos aquí una muy perversa maniobra de deformación, de torcedura de los conceptos y términos que describen la realidad y de dan significado, los cuales son forzados a significar justamente lo contrario de lo que hasta hace poco habían significado. La violencia eterna, la guerra, la destrucción material y espiritual, la muerte y el dolor son convertidos en su opuesto. Ahora resulta que las palabras de odio de Corina Machado, sus arengas y llamados a la guerra significan paz, solidaridad, afecto y justicia. Y en esto no se diferencia en nada con respecto a los discursos y acciones de sus aliados Trump, Netanyahu, Milei, Noboa o Bukele.

En manos de esta gente, el trocamiento de todos los valores morales y éticos de justicia y libertad, al perder su significado, sustancial, producen una catastrófica confusión entre la gente, la cual se extiende hasta las mismas raíces de la Academia Noruega, encargada de  otorgar el Permio Nobel de la Paz.

Es la materialización de las consignas del Gran Hermano, el eje de la distopía de George Orwell, 1984:

La guerra es la paz

La esclavitud es la libertad.

La ignorancia es la fuerza.

Orwell acertó en sus pronósticos y sólo se equivocó, por 4 décadas, en la fecha en la que esta situación tendría lugar.

3. La confusión que se produce con esta transfiguración de conceptos y valores, constituye una traición a conceptos y valores, aspiraciones y esperanzas de buena parte de la propia cultura burguesa. Es la peor afrenta a las mejores tesis de intelectuales burgueses progresistas como John Locke, John Stuart Mill, Jean-Jacques Rousseau y todos los enciclopedistas franceses (con todas sus diferencias internas) y su suprema consigna: “Libertad, Igualdad, Fraternidad!” hoy más utópica que nunca. Es el revés a la tradición romántica radical encarnada en Göethe, Schiller y Hölderlin, la más abyecta felonía a la escuela racionalista proveniente desde fines del siglo XVI y más recientemente a las contribuciones de talentos como Thomas Mann, Bertrand Russell, Rudolph Carnap, Karl Popper o André Malraux.

Es todo un abandono a la confianza de todos estos grandes pensadores burgueses en la razón humana y en la capacidad de cada individuo para, en función de ella y no en insondables designios divinos, conducir su vida y la de la sociedad.  Es la traición a las más brillantes contribuciones del pensamiento de la modernidad.

Es algo que va mucho más allá de la errada asignación de un galardón como el Premio Nobel de la Paz, forma parte de una alevosa ofensiva global del imperialismo, presente en Gaza, Argentina, Ucrania, el Congo, y desde luego en Venezuela, en contra de la razón la inteligencia, el talento y la sensibilidad humanas; es algo que las destroza y nos transporta no al supuestamente obscurantista pasado medieval ni al salvajismo la época de las cavernas, sino a una situación cualitativamente nueva y mucho peor, que se alza por encima de todas las anteriores, y construye otra realidad en la que ya no existen parámetros morales ni principios éticos ni verdades ni mentiras, una situación en la que ninguna palabra o acción significan nada y todas ellas en cambio son fuente de aplastamiento del ser humano, en aras del “éxito” del dominio imperialista.

4. ¿Cómo ha sido posible esta inversión, este profundo trastocamiento de la vida humana?

Para empezar, hay que señalar que la burguesía no sólo ha producido cuadros intelectuales, soportes teóricos progresistas y libre-pensadores como los arriba citados. También destaca la presencia de intelectuales reaccionarios abanderados de la irracionalidad y la amoralidad, como Nicolás Maquiavelo en El Príncipe, Thomas Hobbes, en su Leviatán, Thomas Malthus en su Ensayo sobre el Principio de la Población y la pléyade de filósofos cuestionados por G. Lukács en su célebre El Asalto a la Razón, de 1959. Muchos de ellos abanderados de la máxima de que el fin justifica los Medios, amén de los teóricos del pragmatismo, la corriente más vulgar en la filosofía, para quienes lo único que importa en la vida es el resultado exitoso de una cierta práctica particular, con desprecio a consideraciones éticas. El relativismo posmoderno viene a reforzar estos puntos de vista en personajes como Paul Feyerabend o Richard Rorty y sus negacionnes de la existencia de la verdad.

La cultura burguesa se ha debatido entre esos dos grandes campos de pensamiento y acción y se ha inclinado hacia uno u otro lado dependiendo de los períodos específicos de su historia, generando una contradicción suprema del capitalismo, la cual, para este caso, no se expresa, al menos no primordialmente, en la esfera de la economía, sino en el campo de las ideas, principios, valores, concepciones del mundo y formas de pensamiento y conciencia.

5. Es el método marxista el que viene a dar una explicación coherente de este fenómeno.

Al tiempo que Marx, en El Capital y en los Grundrisse, explicó las insalvables contradicciones en las que el capitalismo se encuentra en la esfera de la producción de riqueza material, expuso también que por un lado este sistema, que en principio tiene un carácter revolucionario al desarrollar las fuerzas productivas y liberar con ello al ser humano de cargas ancestrales, produce también otro tipo de liberación al desvincular la producción de las ataduras de la dominación religiosa, al realzar las capacidades racionales del humano y así, conferir al propio individuo su habilidad en la construcción de opciones democráticas, colectivas en teoría, para su gobierno y organización social.

Pero por el otro lado -y aquí está la trampa que el capitalismo tiende a la sociedad y a las clases trabajadoras-, la burguesía se ve impulsada a construir un mundo de ideas y conceptos que obligadamente se tienen que adaptar al sistema capitalista, a justificar su existencia tanto en lo económico como en lo político, social y moral. El mundo se tiene que entender y explicar en función de estas reglas, que deben respetarse siempre. La realidad se construye con base en el predominio de las ideas concretas que de éste se tienen, las cuales son impuestas al mundo. Así, el sujeto cognoscente se escinde de sus objetos o sistemas de conocimiento, se aísla de éste en el mundo de sus conceptos e ideas particulares y una vez elaboradas, retorna al mundo real para imponerlas. Así las formas burguesas de pensamiento y sus categorías, se erigen como las mejores de entre todas las posibles y ya de plano como las únicas que explican la realidad, sea social o natural, naturalizando a la sociedad. Mediante esta operación, las leyes que imperan en el periodo capitalista son despojadas de su carácter histórico y se interpretan como leyes generales, eternas e inmutables de toda la historia. En lugar de hacer análisis concretos de realidades concretas, el pensamiento burgués parte de esas realidades para sacarlas de su contexto y convertirlas en realidades abstractas, ficticias, fetichizadas. Ha nacido, de este modo, el mundo de la ideología, explicado por primera vez por Marx y Engels en 1845 en La Ideología Alemana, seguido un año después por Marx en su Miseria de la Filosofía(1846) y parcialmente por Engels en el Anti Dühring (1878). Este mundo ideológico proclamó, entre sus principales elementos, una inmodificable naturaleza humana competitiva, territorial, violenta, y belicista.

El pensamiento burgués se ha movido siempre en los atavismos teóricos que ellos mismos han construido, pero sin ser conscientes de ello. Irrestricta es y ha sido su defensa de la propiedad privada y del Estado que regula las relaciones sociales basadas en la primera.   Ni siquiera los intelectuales y políticos liberales y progresistas han podido escapar a estas concepciones. En la obsesión por considerar su realidad como la única existente, el mundo capitalista, con todo lo revolucionario que ha sido con respecto al de sistemas anteriores, es un mundo de inmediateces, de fragmentaciones de la realidad, de fetichismos y fantasmagorías, de vanas ilusiones, de esencias fijas. El capitalismo jamás podrá acabar con la pobreza y la insalubridad como lo ilusionan los progresistas. Jamás podrá exterminar pueblos o culturas como la de Palestina, como lo desean los neo-fascistas actuales, a menos que extermine el conjunto de la vida humana, incluidos ellos.

Toda esa visión optimista de los políticos e intelectuales de la modernidad, tan relevante como es, tuvo un gran peso social mientras el capitalismo fue un sistema boyante, pujante, capaz de introducir mejoras en la calidad de vida de mucha gente (desde luego, a costa de la miseria de muchos más). Esos avances produjeron, desde tiempos de la revolución francesa, la ilusión de que sólo era cosa de tener algo de paciencia para que el mismo capitalista lograra, con el paso del tiempo, ese progreso y bienestar universales.

Pero la situación de auge capitalista no es eterna. Y en tiempos como los presentes, de profunda crisis y decadencia globales, en todos los campos de la civilización burguesa, esas visiones progresistas que otrora dominaron la escena cultural, deben ceder el paso a las concepciones pesimistas, obscuras, desesperanzadoras. A los políticos burgueses cultos, educados, capaces de impulsar proyectos nacionales, o mundiales generadores de satisfacciones entre amplios sectores de la población, que sean respetuosos con el ambiente y los ecosistemas, les suceden los líderes rudos, groseros, cínicamente corruptos, que hacen de la ignorancia una gran virtud; ostentosamente violentos y mentirosos y con un horizonte cultural paupérrimo y una cortedad de miras inédita incluso para el propio mundo burgués. Así se explican los Trump, los Netanyahu, Mieli, Bukele o Noboa y sus mercenarios y serviles criados como Corina Machado, así se explica la inaudita sumisión de instituciones hasta el año pasado respetables, como las Academias Sueca y Noruega.

Y es que hoy en día se trata de un mundo burgués tan decadente que ese tipo de cuadros es lo que requiere. Requiere de auto-traicionar los principios liberales sobre los cuales se fundó, es un proceso de auto-negación de sí mismo como sistema que alguna vez buscó la libertad y la justicia, es volverse en su propia contra y destruir mucha de su propia obra para poder preservarse.

6. ¿Cuál sería la alternativa? ¿volver sobre los pasos del propio sistema, realzar y reivindicar a los poderosos intelectuales y políticos de la ilustración, del romanticismo radical y de la racionalidad mecanicista? Una reapropiación de esta naturaleza sólo puede llevarse a cabo mediante otra concepción que rescate lo mejor de esas tradiciones pero que rompa con sus fetichismos y determinismos, con sus instituciones como el Estado, en una palabra, que las supere dialécticamente, como Marx lo hizo, en otro sistema teórico-practico que recibe el nombre de marxismo revolucionario.

En lo inmediato, quien esto escribe piensa que sería pertinente promover una campaña para que todos los premios Nobel vivos, de la rama que sean, regresen sus galardones a la Academia que se los otorgó en protesta por la nauseabunda asignación a Maria Corina Machado como Permio Nobel de la Paz.

¿No sería pertinente pensar, en el mediano plazo, en la formación de otra instancia, dirigida por gente honesta, que en el futuro pueda asignar este tipo de premios a otro tipo de gente caracterizada por su honestidad y buenos sentimientos? Es sólo una idea.

¡Repudio absoluto a María Corina Machado!

¡Viva Venezuela soberana!

¡Viva Palestina libre!