¿De qué tamaño puede ser la utopía?
Leonardo Meza Jara
Lo que ha vivido la izquierda partidista en México en los últimos 30 años, es un proceso de terrenalización. Esta izquierda se ha vuelto terrenal. Con el arribo al poder de Morena en 2018, el proceso de terrenalización de esta fuerza política se ha vuelto mucho más intenso. Quizá, ese sea el destino más vital y más problemático, por el cual tenga que atravesar esta fuerza política.
El destino de la izquierda partidista en México se ha vitalizado, por el hecho de tener una vida política e ideológica que resulta más ardua, que tiene un mayor peso y alcance respecto a las posibilidades de acceder al poder y generar transformaciones. Es obvio, que la única manera de posibilitar cambios, es accediendo al poder. En la izquierda partidista en México en los últimos tres años, se ha expandido y se ha profundizado un vitalismo del poder, que desde luego trae consigo debates que implican contenidos ideológicos y pragmáticos. Habría que caracterizar con mucho más detalle, el vitalismo del poder de la izquierda partidista en México, que se hará manifiesto en las elecciones del 2021.
A su vez, el destino de la izquierda partidista es mucho más problemático, por las implicaciones que traen consigo las acciones estratégicas relacionadas directamente con las jugadas para acceder y/o conservar el poder. Si la política mexicana tiene una tradición que rebasa por mucho el maquiavelismo en los mecanismos de acceso y conservación del poder, la izquierda tendría que jugarse su futuro a partir de un conjunto de luchas por el poder que resultan descarnadas y éticamente cuestionables. Uno de los mayores problemas actuales de la izquierda partidista, es la ética respecto a las decisiones estratégicas para acceder y/o conservar espacios de poder. Una pregunta clave a este respecto es la siguiente: ¿Cuáles son los límites éticos (o pragmáticos) en las decisiones estratégicas de la izquierda partidista en México, en las maneras de acceder y/o conservar los espacios de poder?
El proceso de terrenalización de la izquierda mexicana se configura complejamente, a través de múltiples acontecimientos, múltiples tiempos y múltiples actores(as) que ameritan ser analizados respecto a su complejidad: cada uno por separado y, todos en su conjunto.
En el fondo de lo ideológico y lo político, la terrenalización de la izquierda en México puede ser visa desde dos ángulos distintos, que no se excluyen entre sí, y que puede traslaparse al momento de hacer balances de fondo:
A) Por un lado está la perspectiva posibilista o utopística, que Wallerstein conceptualiza en el libro “Utopística o las opciones históricas del siglo XXI” (2003). Esta primera perspectiva es una racionalización no de lo utópico, sino de posible. A este respecto Wallerstein plantea: «A lo que me refiero con la palabra «utopística»… Es la elevación seria de las alternativas históricas, el ejercicio de nuestro juicio en cuanto a la racionalidad material de los posibles sistemas históricos alternativos. Es la evaluación sobria, racional y realista de los sistemas sociales humanos y sus limitaciones… No es el rostro de un futuro perfecto (e inevitable), sino el de un futuro alternativo, realmente mejor y plausible (pero incierto)…»
En esta primera perspectiva, se identifica un adelgazamiento utópico. Wallerstein interviene teóricamente el concepto de “utopía” y lo terrenaliza, a la vez que lo desacraliza. En el trazado de un proyecto gubernamental de izquierda, en las maneras de transformar el mundo, la mirada ya no se coloca sobre lo utópico, sino sobre lo posible.
A partir del planteamiento de Wallerstein, es necesario tener en cuenta dos cuestiones: respecto a lo posible, no es lo mismo lo que se teoriza (el procedimiento teórico, de carácter explicativo y justificativo de Wallerstein) que lo que se vive concretamente en una historia determinada (lo acontecimientos políticos que hemos vivido en México desde el 2018 hasta fecha, con Morena y el proyecto gubernamental de la 4T). En todo caso, un análisis posibilístico tendría que realizarse a partir de los hechos concretos, no a partir de elaboraciones teóricas que resultan abstractas.
A partir de los procesos de adelgazamiento utópico que son abordados por Wallerstein, se puede elaborar una visión conformista de la izquierda, en la que se admita que se hace lo que está al alcance (lo posible), que las limitaciones son ineludibles y, que no tiene sentido pensar y aspirar a contenidos utópicos que pueden resultar desmesurados en sus pretensiones históricas. En síntesis, el posibilistimo de Wallerstein puede dar lugar a una terrenalización conformista de la izquierda, que deriva en un conjunto de limitaciones respecto a la transformación histórica. Estas limitaciones conformistas de la izquierda partidista, pueden ser externas (impuestas desde afuera de esta fuerza política) o internas (impuestas desde adentro de la misma izquierda partidista).
B) Por otro lado, está la perspectiva utópica de la izquierda que en los últimos 50 años se ha trasformado de manera rotunda. Es obvio que hay un proceso de transformación de la utopía, que a veces puede ser consciente o inconsciente (voluntario o involuntario) entre los militantes de la izquierda partidista. Las formas de pensar y vivir el mundo, que en los tiempos de mayor vitalidad del marxismo construyeron un conjunto de narrativas utópicas consistentes y de largo alcance, han sido desplazadas y desarticuladas, a veces de manera intempestiva y violenta, otras veces de forma silenciosa y encubierta. En México, por ejemplo, respecto a los mecanismos de distribución de la riqueza, la política pública de las becas del bienestar ha desplazado y desarticulado los debates sobre la lucha de clases y el papel del Estado a este respecto. A su vez, son muy notorios los desplazamientos y la minusvaloración que se han ejercido sobre las luchas feministas y las luchas indígenas, durante la gestión gubernamental de López Obrador.
Las utopías de mayor calado, que la izquierda partidista en México ha levantado como banderas de transformación histórica, han sido intervenidas discursivamente (en lo teórico) y fácticamente (en los hechos), dando lugar a un proceso que desemboca en una deconstrucción utópica. Hay una pregunta que muy pocos militantes de la izquierda histórica en México se atrever a hacerse en este momento histórico: ¿Cuáles son los alcances de la deconstrucción utópica que la izquierda partidista ha venido elaborando (de manera consciente o inconsciente, voluntaria o involuntaria) en las últimas tres décadas, a partir de la fundación del PRD y del acenso al poder de Morena?…