Haití ante una encrucijada. Una Reflexión a 222 Años de Vertières
Jean Edmond Paul
Activista político haitiano
La fecha del 18 de noviembre es mucho más que una simple anotación en un calendario; marca un acontecimiento trascendental para la historia de la humanidad: la Batalla de Vertières. Al conmemorar 222 años de aquella gesta, resulta necesario reconocerla no solo como una victoria militar, sino como un faro de dignidad humana. Vertières se erigió como la cumbre de una lucha contra todas las formas de opresión: fue una proeza antiesclavista que liberó al ser humano de las cadenas, un grito anticolonialista que derribó el dominio imperial, y una afirmación antiimperialista que demostró la soberanía inalienable de un pueblo. Esta batalla no solo le concedió a Haití su libertad, sino que sentó un precedente global, obligando al respeto de los derechos humanos mediante la abolición total de la esclavitud en todo el territorio insular.
No obstante, a pesar de este hito fundacional, la cuna de la libertad negra se encuentra hoy sumida en una profunda encrucijada. La independencia y la libertad de Haití se forjaron con el coraje inquebrantable de su gente, un valor que resonó en todo el mundo. Sin embargo, este triunfo fue empañado por la extorsión histórica. Resulta deplorable que el imperio francés no solo se negara a reconocer la independencia por derecho, sino que coaccionara al joven gobierno haitiano a pagar un rescate oneroso por su propia libertad. Bajo la sombra de graves amenazas, se impuso una deuda que, en esencia, era un castigo por atreverse a ser la primera república negra libre del planeta. Lamentablemente, la maquinaria del imperialismo económico y sus cómplices internos, la oligarquía criolla, aún continúan burlándose de este pueblo noble, el mismo que vertió su sangre por su honor frente a los colonizadores europeos.
Hoy en día la opresión adopta nuevos y sutiles ropajes. Agentes apátridas, infiltrados en las escasas instituciones gubernamentales que aún funcionan, y la red diplomática, que debería servir a la nación, operan como peones del poder extranjero. Estos individuos, a sueldo para defender intereses ajenos, arremeten contra su propia gente, perpetuando el diseño de las potencias que Haití derrotó hace 222 años. Y tienen un objetivo perverso: mantener a la población en un estado de adormecimiento cívico, sometida al maltrato de usurpadores que conforman un consejo presidencial. Este cuerpo, integrado por nueve figuras tildadas de inmorales y netamente inconstitucionales, es percibido como una mera fachada de la injerencia externa.
En este sentido, la conmemoración de Vertières debería ser un día sagrado de júbilo y la ocasión perfecta para honrar a los héroes que entregaron sus vidas por la emancipación nacional. Desafortunadamente, la realidad dista mucho de este ideal. El tiempo parece haber retrocedido, y el pueblo haitiano es hoy víctima de las atroces manipulaciones del moderno imperio norteamericano.
Y nos preguntamos entonces ¿Con qué autoridad ética un ministerio o una embajada de este gobierno, percibido como títere del poder imperial, se atreve a conmemorar la Batalla de Vertières? Su participación resulta una hipocresía hiriente, un acto que profana la memoria de los mártires.
Aprovechando la solemnidad de esta fecha, que celebra los 222 años de la batalla decisiva en la vasta Sabana de Vertières (donde las fuerzas haitianas se enfrentaron al poderoso ejército colonial de Napoleón Bonaparte para fundar la primera república negra), debemos alzar la voz para que el mundo comprenda la verdad. El pueblo haitiano tiene una conciencia lúcida y clara sobre su enemigo principal. El imperio norteamericano se ha revelado como el primer obstáculo para el desarrollo de Haití, en el sentido más amplio del término. Mientras simula ser la panacea, la solución total al caos que consume el país, su diplomacia opera mediante la conspiración y la ofrenda de falsas promesas de una democracia disfrazada. Utilizando a individuos corruptos, conocidos como los cuellos blancos agentes de la intervención, quienes pretenden perpetuar la destrucción de la nación haitiana, la misma que en su momento de gloria mostró el camino de la libertad y la solidaridad a todos los pueblos hermanos oprimidos.
El pueblo haitiano ha llegado a un punto de agotamiento moral. Está cansado de ver la sangre de inocentes derramarse en sus calles. Niños y niñas son objeto de una negligencia que raya en el abuso por parte de militares extranjeros, que han llegado al país bajo el eufemismo de “misiones”. La última de estas, incluyendo los denominados Cascos Azules y las tropas de Kenia, (país hermano de la Madre África) han dejado cicatrices imborrables en la vida de cada familia haitiana.
Por esta razón, desde la conciencia profunda del pueblo, elevamos una denuncia categórica ante la comunidad internacional donde Organizaciones como la CARICOM, la OEA, la BINUH y el llamado CORP GROUPE son señaladas como estructuras criminales que, se argumenta, están aniquilando al pueblo haitiano de forma silenciosa.
Además, se hace una enérgica solicitud al Consejo de Seguridad de la ONU y sus asociados (incluyendo la USAID, el FMI, el BID e incluso la Unión Europea) a que reconozcan su rol en la aprobación de esas misiones militares nefastas que lejos de mitigar la crisis, solo han servido para acentuar la situación crítica de las familias haitianas. Estas intervenciones mal llamadas “Misiones” son parte del grave problema existente, ejemplo de ello se aprecia en la inseguridad calculada y diseñada sistemáticamente para mantener el empobrecido al pueblo haitiano, y que a su vez es usada como justificación para el discurso de “la ayuda humanitaria”, vestida con el traje de una falsa democracia. Los resultados evidentes de esta política son devastadores: un rastro de muertos, heridos, violaciones, abusos sexuales, brotes de enfermedades, vulneración de los derechos de los niños que quedan huérfanos, y el saqueo continuo de los recursos naturales de la nación.
El tema de Haití exige un tratamiento de máxima seriedad y debe ser abordado dentro del marco de la diplomacia de paz que promueven bloques regionales como la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR) y la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA-TCP).
Cualquier solución debe darse sin la injerencia perniciosa del imperio que, (como advirtió el Libertador Simón Bolívar) bajo el pretexto de la democracia, buscan plagar a Haití de miseria y violencia donde incluso esta estrategia ha llegado al extremo del asesinato de varios presidentes en ejercicio. Ellos, a través del engaño y la manipulación han logrado desestabilizar la política y colapsar la economía de la primera república negra libre, aquella que resonó en el mundo con el grito de la libertad.
Haití, la nación que desafió al ejército más temible del siglo XIX, no necesita la ayuda humanitaria condicionada de nadie. Poseemos la riqueza intrínseca de una tierra bendecida con suficientes recursos naturales para desarrollar y sostener una república próspera. La tragedia es que, 222 años después de aquella larga y épica batalla, el país permanece atrapado en una profunda encrucijada económica y política.
Es importante recordar y reconocer que la génesis de esta crisis moderna se remonta a la extorsión inicial de Francia, que obligó al gobierno haitiano a pagar una suma estimada en en más de ciento quince mil millones de dólares actuales ($115,000,000) para obtener el reconocimiento de su independencia. A esto se suma el recuerdo de la invasión infame de Estados Unidos en 1914, cuando, se sustrajeron todas las reservas de oro y el dinero del banco de la República, un monto estimado en quinientos mil dólares ($500,000) para aquella época. Habría que hacer el cálculo en la actualidad.
Esta diplomacia golpista y complaciente se manifiesta a través de la OEA y la CARICOM. Estas organizaciones, percibidas como ejecutoras de las órdenes del gobierno de Estados Unidos, instalaron un consejo presidencial criminal, compuesto por nueve individuos apátridas, junto a un primer ministro inconstitucional. Es obsceno que estos diez individuos devenguen un salario de noventa mil dólares ($90,000) mensuales cada uno, totalizando novecientos mil dólares ($900,000) mensuales, un gasto que solo sirve para complacer a sus patrones imperialistas, mientras la población duerme a la intemperie, sin vivienda y sin alimentos.
Pero quiero decirles que la lucha continúa. Los auténticos descendientes de Jean-Jacques Dessalines, nuestro Padre Fundador, continuamos enfrentándonos al imperio más despiadado del mundo. Y aunque no tenemos esas armas convencionales y de vastos recursos financieros, nuestra arma más poderosa es la conciencia inquebrantable y el espíritu indomable que guio al creador de la primera república negra libre.
El objetivo central de esta nueva fase de lucha es combatir el genocidio silencioso y las múltiples denuncias de violación de derechos humanos, como por ejemplo el tráfico de órganos que azotan a Haití. ¡SOVE AYITI! (Salvemos Haití) es la misión que guía este despertar.
A 222 años de la victoria inolvidable en Vertières, se hace un llamamiento vibrante a todos los haitianos y haitianas, a todos los compatriotas, para que se unifiquen y se preparen para la segunda gran victoria. El abandono no es una opción; es el momento crucial para impulsar la revolución haitiana, pues la Batalla de Vertières aún no ha concluido.
Hoy al cumplir 222 años de Vertières, es fundamental proclamar ante el mundo que Haití no es un país pobre; ha sido empobrecido por aquellos mismos imperios que ahora, con un cinismo inaudito, pretenden ofrecer una supuesta ayuda humanitaria.
Desde la dignidad innegociable que caracteriza a este pueblo, se rechaza toda ayuda humanitaria imperial condicionada. La exigencia a los gobiernos expuestos es clara “la retribución inmediata de todo lo robado injustificadamente y la reparación completa de los daños causados a esta nación a través de las misiones aciagas y fallidas que solo han traído dolor”.
Nuestro mensaje final a la comunidad internacional, y en especial al Consejo de Seguridad de la ONU, es una prueba de fuego para su sinceridad. Si realmente desean ayudar a Haití, la propuesta que hacemos es la siguiente:
- Exigir al gobierno de los Estados Unidos que devuelva el dinero y la reserva de oro sustraídos del Banco de la República de Haití.
- Exigir a Francia que pague la indemnización justa por la deuda extorsionada a este pueblo.
- Exigir a la CARICOM que disuelva y elimine el consejo presidencial fantasma de los nueve «vampiros corruptos» impuesto por la injerencia.
Esta es la única estrategia genuina para restablecer la paz y la seguridad en la república. Es un requisito previo antes de considerar el envío de más misiones extranjeras con el pretexto de combatir a las pandillas.
Para los haitianos, esta es la forma más digna de honrar a nuestros héroes de origen africano que, esclavizados, lucharon con valor indomable para fundar la primera república negra del mundo. Hoy conmemoramos los 222 años de Vertières sin hipocresía, en un esfuerzo por salvar a la humanidad una vez más, pues, al salvar a Haití estaremos también salvando a la humanidad.