Logística del terror: el papel de Israel en el capitalismo bélico de Medio Oriente

Raúl Adrián Bautista Chávez

La tercera década del siglo XXI confirma la perpetuación de una catástrofe humanitaria: el conflicto palestino-israelí, que ha cobrado miles de vidas bajo prácticas genocidas, posee raíces entrelazadas con la expansión comercial de quienes financian ese proyecto estatal. Este texto analiza el rol de Israel en las cadenas de producción que sostienen el poder militar estadounidense en Medio Oriente, región estratégica donde –en palabras de Deborah Cowen– la logística opera como “tecnología de ocupación colonial”.

La particularidad del espacio palestino radica en su explotación de jure iniciada con la Declaración Balfour (1917), cuando Reino Unido impulsó un Estado judío en territorio palestino, precisamente en el Heartland geopolítico de Mackinder. Desde entonces, la historia palestina se normalizó mediante la cosificación de las víctimas: cada muerte en la expansión colonial israelí se redujo a estadísticas frías de ocupación.

Esta deshumanización exige profundizar el estudio sobre las motivaciones para mantener a Israel como enclave en el siglo XXI. Para ello, recurrimos al marco de Deborah Cowen –quien vincula logística global y violencia– y al análisis crítico del comercio internacional en una era definida por innovaciones tecnológicas. Como veremos, la infraestructura israelí funciona como “laboratorio logístico” donde se prueba el control territorial que luego exporta al capitalismo global.

En estas primeras décadas del siglo XXI, la comodidad del consumo virtual –mercancías adquiridas en línea y entregadas en tiempo récord– se ha normalizado en la economía global. Sin embargo, esta eficiencia enmarca una pregunta crucial: ¿qué costos sociopolíticos ocultan los envíos “gratuitos”? Como revela el caso palestino, la respuesta está en la violencia logística que Deborah Cowen denuncia: la rapidez del comercio digital depende de infraestructuras de control probadas en territorios ocupados.

En The Deadly Life of Logistics, Cowen desentraña cómo la industria logística nace de la simbiosis entre comercio y guerra, un vínculo opacado por los medios tradicionales. El conflicto israelo-palestino, con su violencia recurrente, expone esta conexión: cada bloqueo en Gaza o ataque a convoyes humanitarios revela que las rutas comerciales globales se defienden con dispositivos militares perfeccionados en la ocupación colonial.

Cowen identifica tres motores de esta industria: desregulación, innovación tecnológica y fragmentación productiva (offshoring, reshoring, nearshoring). Estos procesos, desarrollados en el marco de la globalización, replican la lógica que Marx y Harvey atribuyeron a la expansión capitalista: la búsqueda incesante de nuevos territorios para superar crisis de sobreproducción. La logística, así, no es mera gestión de mercancías, sinola arquitectura espacial del capital (Cowen) que militariza fronteras para garantizar flujos comerciales.

De acuerdo con (Marx & Engels, Teorías sobre la plusvalía, 1980, págs. 422-3) El criterio de esta expansión de la producción es el capital mismo, el nivel existente de las condiciones de la producción, y el deseo ilimitado de los capitalistas de enriquecerse y ampliar su capital, pero en modo alguno el consumo, que desde el comienzo resulta inhibido, ya que la mayoría de la población, los trabajadores, solo pueden ampliar su consumo dentro de límites muy estrechos, en tanto que la demanda de trabajo, aunque crece en términos absolutos, disminuye en términos relativos, en la misma medida en que se desarrolla el capital.

Las soluciones espaciales implican expansión territorial mediante intervención militar, que establece dominación sobre nuevos territorios para implantar el modo de producción capitalista. Como señala Marx (2018: 940): La violencia es la partera de toda sociedad vieja preñada de una nueva. Ella misma es una potencia económica”. Esta lógica opera en dos fases: primero, la fuerza militar conquista; luego, la industria logística consolida el control comercial. Ambas son complementarias –la violencia materializa la expansión, la logística la sostiene–.

Dicho proceso reconfigura geografías según necesidades económicas: la ocupación militar precede a marcos legales, desregulación y relocalización productiva que facilitan circulación. Cowen amplía esta tesis: la logística no solo “facilita” flujos, sino que es “la arquitectura física del dominio colonial” (2014), visible en Palestina donde checkpoints y puertos militarizados administran la vida palestina tras la conquista territorial.

La circulación –fase productiva gestionada por la industria logística– es crucial para generar valor en el comercio global. Cowen (2014, pág. 101) retoma a Marx:

“‘El proceso de circulación’, escribe Marx, ‘pone en movimiento nuevas fuerzas independientes a la magnitud del valor del capital, las cuales determinan su grado de eficiencia, su expansión y contracción.’ En otras palabras, la velocidad de la circulación, ‘la velocidad con la cual el capital se deshace de su forma de commodity y se convierte en dinero’, tiene un rol vital en el proceso de acumulación.”

Dado que la expansión territorial resuelve crisis de sobreproducción (mediante dominación militar), la circulación deviene industria estratégica. Pero exige control absoluto del territorio: minimizar riesgos y maximizar eficiencia. Esto requiere –como señala Cowen (2016)– un “aparato de producción de violencia”: infraestructuras coercitivas, acaparamiento de recursos (agua), fronteras militarizadas y sistemas policiales que materializan la dominación espacial.

Aquí radica el componente económico del conflicto israelo-palestino: Israel opera como nodo geoeconómico donde convergen control logístico y violencia colonial. Esto explica el apoyo constante de EE.UU. y Reino Unido, evidenciado en conflictos como la guerra Irán-Israel (2025). La economía israelí, aunque aparentemente centrada en servicios (75% del PIB según Martínez Pina, 2016), depende de su industria militar-logística: las exportaciones de tecnología bélica «probada en campo» (Elbit, IAI) sustentan su posición en las cadenas globales de valor:

Según explica (Martínez Pina, 2016, pág. 21) “Si analizamos el peso que tiene cada uno de los sectores económicos en término de Producto Interior Bruto y de empleo observamos que el sector servicios resulta ser la principal actividad económica en Israel, siguiendo un modelo de país desarrollado como Estados Unidos y la Unión Europea ya que este sector es el principal motor de su actividad económica. El sector terciario representa alrededor de las tres cuartas partes del PIB y del empleo, aunque el sector industrial continúa teniendo un peso relevante.”

El núcleo de la economía israelí radica en su industria tecnológico-militar, especializada en desarrollar y circular armamento avanzado. Según datos de OEC (2021), sus principales exportaciones –diamantes y circuitos integrados– tienen a Estados Unidos como destino principal, integrando a Israel en las redes logísticas globales. Bajo esta lógica, cualquier amenaza a Israel se interpreta como riesgo de disrupción para cadenas de suministro críticas, especialmente en tecnología bélica, lo que el capitalismo expansionista considera inaceptable.

Según (Cowen D. , 2014, pág. 2): “La amenaza de disrupción a la circulación de las mercancías se ha convertido en una profunda preocupación para los gobiernos y corporaciones en años recientes, tanto que ha propiciado la creación de su propia infraestructura de seguridad que pretende gobernar los espacios globales de circulación. Esta nueva estructura de seguridad -seguridad de las cadenas de producción- depende de ciertas formas de regulación trasnacional, administración fronteriza, recolección de datos, vigilancia y reglas laborales, así como misiones navales y bombardeos aéreos.

Por lo tanto, la persistencia del conflicto responde a la necesidad geoeconómica de salvaguardar las cadenas productivas que sostienen el poder militar estadounidense-israelí. Como advierte Cowen, la “seguridad logística global depende de la supresión violenta de amenazas a los flujos comerciales. Palestina no es solo un territorio ocupado: es la encrucijada donde el capitalismo prueba sus tecnologías de dominio para garantizar que nada interrumpa su expansión, incluso si eso significa perpetuar el genocidio.

Encontramos una paradoja, Israel es un Estado exportador de tecnologías en la era digital y a su vez desconecta de elementos vitales a los palestinos. Dicha dualidad resume la lógica propuesta por Cowen en donde la eficiencia logística global requiere zonas de sacrificio colonial. Cuando un dron israelí entrega mercancías en menos de 24 horas para el mercado civil, recordemos que su tecnología se calibra en cielos donde artillería es lanzada sobre escuelas, hospitales y centros de distribución de alimentos palestinos.

Cuando recibamos un paquete con envío gratis en 48 horas, preguntémonos: ¿cuántas vidas personas en la franja de Gaza pagaron por ese envío con sus propias vidas?

Referencias (Cowen D. , 2016)

Marx, K., & Engels, F. (1980). Teorías sobre la plusvalía. Ciudad de México : Fondo de Cultura Económica.

Marx, K. (2018). El Capital, Tomo I (Vol. III). Mexico D.F: Siglo Veintiuno.

Cowen, D. (2014). The Deadly Life of Logistics: Mapping violence in global trade. Minnesota: University of Minnesota Press.

Martínez Pina, P. P. (2016). La Situación Económica de Israel: La economía desde el conflicto. Universidad de Zaragoza, 46.

OEC, T. O. (2021). OEC. Obtenido de OEC.WORLD: https://oec.world/es

Cowen, D. (2016). Infrastructures of Empire and Reistance. Verso Books.