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Apuntes monográficos de Morococha. Estudio Preliminar. Parte 3



Apuntes monográficos de Morococha. Estudio Preliminar. Parte 3

Víctor Mazzi Huaycucho

Tenemos el agrado de presentar este texto que acompaña la publicación de la edición facsímil que los amigos de la editorial Heraldos Editores hicieron del texto de Gamaniel Blanco, Apuntes Monográficos de Morococha, el cual constituye un documento de gran valía para el estudio histórico de la tradición socialista en Perú. Agradecemos al autor que nos haya propuesto la publicación.

  • Gamaniel Blanco, Apuntes monográficos de Moroccha, Pequeño aporte para una monografía de la provincia de Yauli, Edición facsimilar, Estudio preliminar y edición de Víctor Mazzi Huaycucho, Lima, Perú, Heraldos Editores, 2021.

Parte 2. Administrativas

En esta segunda parte, se evidenció el arduo trabajo del autor por recoger información confiable y la organización de los datos obtenidos para presentar una visión integral del proceso urbanístico del distrito. Consignó la Ley No. 683 que reconoce a Morococha como distrito de la provincia de Yauli. Esta Ley se aprobó en el Congreso de la República el 26 de octubre de 1907 y se promulgó bajo la rúbrica del presidente José Pardo el 20 de noviembre del mismo año. Registra a alcaldes del distrito de 1908 a 1930, y a las autoridades vigentes en el distrito durante el último año, entre ellas: síndico de rentas, gobernador, juez de paz y miembros del puesto de la Guardia Civil.

Tomando los datos consignados en el Diccionario geográfico de 1918, realizó una descripción geográfica de Morococha y consignó los datos geomorfológicos  del potencial  minero a grandes rasgos. Además, señaló que, para la constitución urbana distrital, se expropió tierras entre sus antiguos propietarios. Señaló la compra de terrenos a la Peruvian Corporation y a la Morococha Minning Company para edificación de viviendas e instalación del alumbrado eléctrico tanto público como particular, además de para el saneamiento del agua potable del distrito.

Parte 3: Instituciones

En esta sección, brindó referencias sobre las instituciones sociales presentes en el distrito en 1930 y la representación de sus lugares de procedencia de cada una. Lo interesante que presentó es la referencia sobre los conflictos y antagonismos entre trabajadores, motivados por la identidad local o regional de procedencia. Estas rivalidades, asentadas en la diversidad de las mentalidades que traía cada trabajador, las interrelacionaba con otras desde la pertenencia al presentar costumbres y hábitos arraigados en el molde cultural de procedencia. Señaló Blanco (1930) que: «Así un trabajador que pertenecía a la provincia de Pasco no podía verse con otro de Jauja; uno de la provincia de Tarma, menos con otro de Jauja, uno de la provincia de Huancayo ídem con otro de Jauja, y así sucesivamente» (p. 9). La rivalidad se mostraba presentando la diversidad de costumbres y folclore, la ejecución musical y la forma del baile de cada uno. Afirmó Blanco que:Distinguíanse los provincianos por la tonalidad de sus músicas. Los naturales de Huancayo y Jauja organizaban sus orquestas con arpas, violines y clarinetes; los de Tarma, Cerro de Pasco y Yauli usaban guitarras, violines seguidos de un coro” (p. 10).

Este antagonismo fue utilizado en la competencia por el puesto de trabajo en la mina. La manera de distinguirse estuvo en la forma de la vestimenta, la preferencia por el consumo de alimentos provenientes de sus lugares de origen o por las maneras peculiares de pronunciar variantes locales del runasimi. Todas estas representaciones traslucen formas de pertenencia cultural que colisionaban entre sí muy a pesar de provenir del mismo estrato económico-social.

Se nota que la mayor parte de estas instituciones tienen carácter mutualista. La Sociedad Protectora fue un sistema organizativo de ayuda y auxilios mutuos, muy arraigada  durante  esa  década. El autor otorgó mucha importancia al Centro Social Morococha por la participación activa de sus miembros en la vida social del distrito. Merece resaltar que la mayor parte de líderes sindicales se agrupó en el Club Movilizables No. 1, destinado a la instrucción premilitar y de tiro.

Por cada institución reseñada, se mencionan sus directivos y sus finalidades. Blanco (1930) detalló cada característica de dichas instituciones, como, por ejemplo, del Comité Progreso Concepción, del que refiere que su finalidad era: «practicar hábitos de mutualidad entre sus componentes y laborar por el progreso material de la villa de Concepción» (p. 36). Sobre la Sociedad Protectora San Jerónimo, el autor (1930) informó que: «sus fines son de laborar por el progreso material de dicho pueblo y cultivar la mutualidad entre sus miembros. Esta Sociedad está empeñada en la compra de un reloj público para obsequiarlo al distrito de San Jerónimo como homenaje de los naturales de la antedicha villa, residentes en este asiento minero» (p. 34). Los fines propuestos reflejaban unidad de intereses mediante el sistema organizativo social del distrito durante esta década.

El autor (1930), al referir las instituciones, dio importancia a las bibliotecas que cada institución poseía y destacó que el Club de Movilizables No.1 tenía en propiedad una selecta biblioteca con ochocientas obras y que invirtió anualmente mil soles para la adquisición de obras literarias.

En esta sección, no brindó ninguna información sobre la Sociedad de Pro Cultura Nacional, un organismo cultural atípico y muy distinto a los anteriormente mencionados. Esta organización tenía por finalidad mejorar la educación y la formación cultural de los trabajadores mineros, para lo cual se realizaban actuaciones culturales en el teatro Reborí, en las que participaron destacados intelectuales provenientes de Jauja y Huancayo: Abelardo Solís, Clodoaldo Espinosa Bravo, Arturo Bravo y Pedro Monge, entre otros muchos. Este órgano cultural fue conducido por sindicalistas bajo la influencia de José Carlos Mariátegui. También lo integraron maestros de los Centros Escolares Obreros, que preparaban las conferencias y charlas referidas a economía minera, salubridad, campaña contra el alcoholismo, literatura de la época, música y recitación poética. Fundada en febrero de 1929, estuvo presidida por Adrián C. Sovero, quien fue secundado por Augusto Mateu Cueva como secretario general. Este último narró en Lampadas del minero el desenvolvimiento de estas actividades en el cuento: «Una actuación cultural».

Parte 4: Deportivas

Merece destacarse la descripción que realizó el autor sobre el fútbol como deporte preferido por la población minera a partir de 1927. Si se toma en cuenta la altitud de 4530 msnm, se desprende su dificultad para practicarlo. La altura deteriora inmediatamente las condiciones fisiológicas a las que es expuesto el organismo humano al practicar un deporte. Destacó la juventud de los trabajadores mineros y la adaptación para practicar este deporte en la altura. Describió la presencia de clubes deportivos, algunos «correctamente organizados» y otros aún en formación.

Registró la conformación de la Asociación de Clubes Unidos de Morococha, que, luego, en 1930, fue cambiada por «Federación Distrital de Football». Indicó que, en Morococha, existían los clubes: Leoncio Prado, Sporting Morococha, Alfonso Ugarte y Club Sport Progreso. Informó que se disputaba una copa donada por la gerencia general de la Cerro de Pasco Copper Corporation, tanto en primera como en segunda división.

Sección siluetas

La inserción de fotografías de estudio como muestra del estatus social en el distrito  indica una combinación entre monografía y testimonio social. Presentó una galería de las esposas de los funcionarios de medianas empresas mineras y de autoridades locales. Así también, la galería de señoritas representa a las hijas de dichos personajes, además de las maestras que laboraban en el distrito. La galería infantil deja sentada la paternidad y filiación de los niños, cuyos padres desempeñaban funciones oficiales. Llama la atención que el autor no inserte imágenes de los funcionarios de la Cerro de Pasco Copper Corporation del distrito.

El registro fotográfico que presentó tiene suma importancia, porque no solo se ha detenido a presentar personajes, sino que, en lo posible, ha brindado en todo el texto imágenes tomadas por el estudio fotográfico Pecho-Luna. No se sabe si hasta hoy se ha preservado dicho archivo fotográfico.[1] Asimismo, se conjetura que este archivo fotográfico debió registrar imágenes sobre conflictos laborales, así como de trabajadores mineros por secciones, entierros y ceremonias religiosas.

El estudio fotográfico Pecho-Luna es uno de los más antiguos respecto a otros fotógrafos, ya que funcionó desde 1915 y no se sabe cuándo dejó de brindar sus servicios a la comunidad morocochana. Estuvo ubicado al lado de la oficina de Correos de la época (Morococha Nueva). Los trabajos en fotografía de Pecho-Luna también fueron requeridos por Gamaniel Blanco para las publicaciones sindicales. El diario La Voz de Morococha también utilizó sus servicios para ilustrar las noticias referidas al distrito y la provincia de Yauli.

El rescate de los diferentes archivos fotográficos que funcionaron en el distrito permitirá un mejor conocimiento  de  sucesos  notables  y  contribuirá a revalorar parte de la economía minera y de la condición social y política de sus protagonistas.

Sección panorama intelectual

Esta sección inicia presentando ensayos breves, subgénero didáctico en el que se plantea un problema y las alternativas para su solución, que se defienden desde el enfoque personal del autor. El ensayo, con su estilo ágil y directo, permite extender el análisis e interpretación de la información disponible y plantear una tesis a modo de aproximación panorámica al tema tratado. En esta sección, se constata que cada articulista recurre a la composición periodística y construye sus textos de manera amena y resumida, con pasión y compromiso en las ideas vertidas.

Asimismo, al respecto, pueden considerarse cincos áreas temáticas en los que pueden agruparse los ensayos en esta sección:

1) Ensayos sociológicos y políticos, cuyo tópico está interesado en presentar un diagnóstico de las condiciones sociales de 1930 y de sus propuestas de solución. Este conjunto de artículos se apega al ensayo social sobre la condición del campesino que va a transformarse en proletario, proceso sobre el que se debe tomar en cuenta su evolución histórica, las condiciones sociales que lo propician, la situación económica y la situación cultural en las que se halla inmerso y las soluciones ante su situación de postración y dominación que padece, para lograr su inclusión en la formación de la nación. En esta parte, se presentan los siguientes artículos:

-«Algunas palabras sobre el capital y el trabajo» (pp. 45-46), del párroco de Yauli, el sacerdote L. Martínez Malpartida, quien presenta una visión ecuménica sobre el conflicto entre trabajo y capital, y plantea su reducción a un problema moral, antes que a uno económico y social.

-«En el Día del Indio» (pp. 50-51), de Eduardo Willsttátter, maestro del Centro Escolar Obrero, se presenta una visión distinta y recurrente sobre la historia peruana, como sobre el tema del «indio» o «indígena» y su condición de discriminación, sobre el que se plantea que el problema se solucionará mediante la tenencia de la tierra.

-«Comentarios breves» (pp. 54-55/57-58), de Héctor A. Herrera, coincide con los criterios planteados por José Carlos Mariátegui en 7 ensayos de interpretación de la realidad peruana, e inserta el problema de la condición laboral del campesino emigrado a las minas y de los efectos del «polvo de la mina», partículas de sílice que generan la neumoconiosis, una enfermedad que es consecuencia del trabajo en socavones con barrenos.

-«Del ambiente nacional» (pp. 59, 61), de Antonio Pasquale, exdirector del diario La Voz de Morococha, resulta una recusación a la política de minería del gobierno de Augusto B. Leguía, interesado este en brindar facilidades al capital norteamericano y en restringir las facilidades a los empresarios nacionales. En esta parte, los argumentos señalan las condiciones asimétricas dadas para el capital foráneo y para la emergente burguesía minera.

-«Palabras» (pp. 78-79), de Serapio Pinelo Leyva, en el que sostiene que el acceso a la educación resolvería el problema de la condición social y económica en el que se halla inmerso el «indio».

-«La caída de la juventud en Morococha» (pp. 80, 82), ensayo sociológico de Julio A. Espinoza G., en el que se nota una visión bastante distorsionada de los jóvenes de Morococha, carente de optimismo y que requirió una nota del editor, y que se diferencia de este, por ejemplo, que, en cambio, plantea una visión positiva y optimista acerca del progreso de la juventud morocochana.

2) Ensayos biográficos valorativos, que tienen por finalidad rendir homenaje a José Carlos Mariátegui, cuya desaparición física sucedió meses antes de publicarse los Apuntes monográficos. En 1930, distintos núcleos culturales y personalidades de las provincias del Perú, influidas por el Amauta, publicaron homenajes sobre su pensamiento y obra. Se tiene, por ejemplo, el Boletín Titikaka,[2] que contiene textos de homenaje a Mariátegui en sentido muy similar a los publicados en Apuntes monográficos. Estos son: «Nuestros valores continentales: José Carlos Mariátegui» (pp. 67 y 69), de César Augusto Palacios, y «El hombre prócer de la historia» (p. 83), de A. Adolfo Villar, como exégesis del pensamiento y la obra del Amauta. En palabras de César Palacios, «Con José Carlos Mariátegui se principia nuestro verdadero estudio de la realidad nacional con una visión y un criterio revolucionarios» (p. 67), y coincide en ello Adolfo Villar cuando se aproxima a la obra política de Mariátegui y afirma de este: «era el revolucionario científico; en una palabra, fue el hombre que vio de cerca el agitado problema del socialismo» (p. 83). La valorización resulta aleccionadora, pues permite comprender la notable influencia del pensamiento Mariátegui en Morococha. Por otra parte, el pesar por su temprana desaparición queda registrado en este párrafo:

José Carlos no ha muerto, José Carlos Mariátegui vive y vivirá, mientras sus ideas científicas persistan en esta generación y en la venidera. Si su cuerpo ha desaparecido, su alma revolucionaria y su corazón noble perdurarán en «Amauta» y en sus obras inmortales, cada vez, más ávidos de nuevos ideales. (Villar, 1930, p. 83)

3) Ensayos feministas, referidos a la condición de la mujer en 1930, los textos escritos por maestras presentan un esquema del problema partiendo de la perspectiva histórica, analizan la función social y política de la mujer, la de sus deberes y derechos, así como la proyección de su desarrollo personal y profesional, y concluyen con la temática amorosa. Los artículos son los siguientes:

-«Importancia de la educación de la mujer» (pp. 47-48), de Zoila Aurora Zevallos, presenta un tema polémico para su época: la elevación cultural y social de la mujer peruana. Esta posición se sustenta en su educación e invita a romper con los tabúes que impiden su desarrollo en el trabajo profesional. Las feministas peruanas pueden encontrar aquí sus referentes más sólidos.

-«Mis  dos  amigos» (p. 69), de Juana Rosa Sovero, cambia el sentido de las visiones anteriores, ya que representa un giro temático sobre lo femenino: la frivolidad y el tema amoroso se abordan desde  la perspectiva  intimista  y  desenfadada,  y la moral y las costumbres de la época siguen un esquema conductual del amor «puro y duradero», acompañado de inocencia, belleza e inteligencia.

-«La mujer ante la historia» (pp. 85, 88 y 90), de María Consuelo Vento, aborda la presencia de la mujer peruana en la historia de inicios del siglo XX y los referentes femeninos más relevantes de su tiempo. La autora no se detiene en personajes ya conocidos como Dora Mayer, Zoila Aurora Cáceres y Magda Portal, sino que también nos presenta a algunas protagonistas desconocidas que han marcado un hito en el feminismo peruano: Julia Isabel Castañeda, Miguelina Acosta Cárdenas y Rosa María Guerrero.

4) Prosas intimistas, con estilo de redactor periodístico, ágil y breve, recurre a una visión psicologista para presentar el estado anímico del articulista respecto a lo cotidiano y lo social. En esta parte, los artículos son los siguientes:

-«Una tarde» (p. 48), de Adrián C. Sovero, redactado como testimonio personal, tiene como motivo recurrente la nostalgia por la adolescencia, así como el presente en la difícil vida minera.

-«Palabras de estímulo» (p. 63), de M. Herminio Cisneros Z., director de El Diario de Cerro de Pasco, presenta las condiciones del trabajo periodístico de la época, y alienta a Blanco a seguir con los principios de un periodismo objetivo y veraz.

-«Recuerdos» (pp. 77-78), de José Castillo Matos, recurre, también, al tema nostálgico, con una alta dosis de intimismo que incluye al lector en la construcción vital de un romanticismo cercado por las circunstancias y el olvido.

También, en esta sección, se tienen textos poéticos. Las cualidades estéticas de la metáfora se desplazan hacia el realismo ingenuo, en un discurso ecuménico e intimista. La influencia de la vanguardia es débil, la unidad temática es la vida minera, y los tanteos usualmente discurren por el verso  libre antes que por el soneto. En este marco, se puede leer «Cristo en el Ande» (pp. 61-62), de Arturo Bravo; «El hijo del Ande» (p. 72), de Gamaniel Blanco —cuya construcción difiere en calidad con la del poema «Cuadro minero»—; «Ciudad muerta» (p. 75), de Luis A. Rivero; y, finalmente, «Cuadro minero» (p. 75), de Tomás Miro Quesada.

El tema amoroso y romántico está construido bajo una débil influencia de modernismo y puede leerse en los poemas: «Ofrenda» (p. 62), de Enrique Díaz L.; «Amor» (p. 64) y «Charleston» (p. 75), de Clodoaldo A. Espinosa Bravo; «Deja tranquilo…» (p. 71), de Alcides S. Hurtado de Mendoza; y «Meditación» y «Nostalgia» (p. 74), de César Augusto Palacios.

En «Charada científica» (p. 66), Luis E. Pinto rompe con el esquema poético lírico de sus antecesores. Sus versos se erigen como una motivación lúdica, y el cultivo del saber es el fin mismo del verso. Las charadas son un pasatiempo en el que se trata de encontrar una palabra mediante una indicación que hay sobre su significado. Se la descompone en partes, y estas partes forman otras palabras.

Este panorama intelectual representa una muestra de las condiciones culturales que el autor supo registrar en 1930, la presencia de ideas socialistas en sus protagonistas y sus perspectivas personales durante la residencia en el distrito minero.

Llaman la atención ausencias notables en esta sección: no hay textos de Augusto Mateu Cueva, quien, ya en 1929, había publicado, en Amauta, No.23, El factor económico de la delincuencia. Tampoco figura Miguel de la Mata, que, en dicha época, ya pergeñaba su novela En la noche infinita (1965); y, de Abelardo Solís (1928), su texto «El problema agrario en el Perú» fue motivo de sus intervenciones culturales en la Sociedad de Pro Cultura Nacional. Ellos fueron muy cercanos a Gamaniel Blanco, más allá de que es probable que tuvieran distancias de apreciación con el autor, habida cuenta de que este fue muy dinámico al momento de lograr la edición de los Apuntes monográficos de Morococha.

Si se compara Lampadas del minero (1988), de Augusto Mateu Cueva, y Apuntes monográficos de Morococha (1930), de Gamaniel Blanco, se encontrarán temas comunes descritos sincrónicamente por ambos autores. Los personajes y situaciones descritas son coincidentes, y las perspectivas y la estructura de ambos textos guardan unidad discursiva. El nexo y la síntesis entre el ensayo monográfico de Blanco y la narrativa de Mateu permiten comprobar la llamada literatura de no- ficción. El realismo literario se erige como la forma creativa representativa de una naciente literatura proletaria en el Perú, cuyas motivaciones temáticas son las condiciones de trabajo en las minas.

Parte 5: Instrucción

En esta sección, Blanco (pp. 94-99) realizó un registro minucioso de las escuelas de Yauli-La Oroya y del distrito de Morococha. Puso énfasis en la importancia del tema educativo, como cuando dijo: «Este es uno de los puntos que requiere mayor atención dentro del marco de la realidad» (p. 94). Presentó, también, las denominaciones de las escuelas y los preceptores que laboraban en cada una de ellas. Mencionó, además, a la Comisión Escolar Obrera como ente representativo de los trabajadores mineros, que ejercían la administración de sus Centros Escolares Obreros mediante autogestión.[3]

Estos trabajadores fueron los primeros en experimentar una educación alternativa en la formación de sus hijos.[4]

Destacó Blanco que sostenían sus escuelas mediante el descuento obligatorio de cuarenta centavos del salario que percibían.

Este Centro Escolar Obrero fue fundado en 1924 por un grupo de trabajadores mineros asociados al Club Movilizables No. 1. Aquellos trabajadores eran empleados por la Cerro de Pasco Copper Corporation y la negociación Puquio-Cocha de Lizandro Proaño. Funcionó en la antigua Casa Hacienda Pflücker, y solo obtuvo reconocimiento oficial del Ministerio de Justicia e Instrucción en 1926 y fue clausurado en noviembre de 1930. Blanco presentó fotografías del cuerpo docente en 1930, del personal de auxiliares y alumnos y de Ramón D. Azcurra, presidente de la Comisión Escolar Obrera. Estas imágenes permiten interpretar la participación de sus protagonistas y ubicarlos en el contexto histórico de la época.

Hasta aquí la información brindada resulta un testimonio de parte de Gamaniel Blanco. No obstante, lo que no informa, pero luego he investigado,[5] es que la labor de dichos maestros y trabajadores mineros fue una experiencia educativa marxista inédita en el Perú, que permitió operar cambios en la formación de los hijos de los trabajadores mineros. José Carlos Mariátegui compartió con los maestros de los Centros Escolares Obreros el texto Pedagogía proletaria, publicado por la ITE, que resumía los temas y las ideas expuestas durante las jornadas pedagógicas de Leipzig, en 1928.

Gamaniel Blanco, quizás, avizoró que esta experiencia educativa duraría poco tiempo debido a su constante confrontación con la poderosa transnacional norteamericana, la que, finalmente, presionó para la clausura de los Centros Escolares Obreros.

Esta experiencia educativa mereció todo el esfuerzo y sacrificios por parte de maestros y líderes mineros de Morococha. El autor (1930) indicó lo meritorio de su funcionamiento. Escribió:

El sostenimiento de estas escuelas, por la clase trabajadora, sin apoyo de ninguna otra entidad, es un timbre de honor y de orgullo para el elemento consciente. Su ejemplo debe ser imitado en todas partes. Loor y gloria a sus fundadores y bendición eterna a los que laboran por su sostenimiento. (p. 96)

Gamaniel Blanco finalizó esta sección con un llamamiento a que esta novedosa experiencia debía ser imitada por los trabajadores mineros de Malpaso, Goyllarisquizga, Cerro de Pasco y La Oroya.

Augusto Mateu Cueva, en Lampadas del minero (pp. 29-37), narra el funcionamiento de los Centros Escolares Obreros, muestra una opinión favorable por dicha experiencia. Ese mismo año, 1930, Augusto Mateu, siguiendo la propuesta de Gamaniel Blanco, trató de convertir una escuela fiscal de Goyllarisquizga en una Escuela Obrera administrada por sus trabajadores, experiencia que fue impedida por el prefecto de Junín y la maestra de dicha escuela.

Parte 6: Viabilidad

El autor registró las distancias de recorrido desde el distrito hacia Yauli y Ticlio, así como los puntos de referencia para la circulación vial, y mencionó que, al amparo de la redención vial, se construirá la carretera Morococha-Casapalca, que formará, después, la Carretera Central. Brindó, además, información sobre las llegadas y las salidas de trenes de Morococha a Ticlio, como el de Morococha a La Oroya, habida cuenta de que el servicio ferroviario se cubría de Lima a La Oroya y viceversa.

Parte 7: Otros aspectos

Blanco mencionó a los teatros y cinemas Reborí y Los Andes, donde se proyectaban películas traídas de la capital. Hizo también un reconocimiento del Estudio Fotográfico Pecho-Luna. Destacó la ausencia de un vocero periodístico digno de merecimiento en el distrito, y reconoció que un diario permite un vínculo comunicativo entre la población minera. Dejó pendiente muchos aspectos que deberían consignarse en la publicación, y, asimismo, dejó entrever que, en el futuro, la monografía debía incrementarse, hecho que no sucedió al fallecer este, en abril de 1931.

Parte 8: Visión histórica de la provincia de Yauli

En esta última parte, Blanco presentó una descripción de la evolución y cambios territoriales de la provincia de Yauli: indicó que, hasta 1839, perteneció a la provincia de Huarochirí y, en 1876, fue dividida en dos partes, al crearse el distrito de Chacapalpa, y ambas pasaron a ser parte de la provincia de Tarma, a la que perteneció hasta 1906, con sus cuatro distritos, y con Morococha, que se creó como el quinto distrito, en 1907, desde el que forma parte de la provincia de Junín. Además, hizo referencia a la contribución de su población a la causa patriótica que lideraron el general José de San Martín y su ministro Monteagudo contra las tropas realistas asentadas en su jurisdicción.

Epílogo

Entre septiembre de 2017 y febrero de 2018, la Casa de la Literatura Peruana realizó la exposición «Un Espíritu en Movimiento. Redes Culturales de la Revista Amauta» bajo la curaduría de Diana Amaya y Mauricio Delgado. De esta exhibición, me interesó la segunda sala, titulada: «Una Escuela Imaginada», en la que se destacó la participación e impulso de los trabajadores mineros en la creación y dirección de sus propias escuelas obreras.

La exposición descubre el interés del director de la revista Amauta, quien proporcionó literatura pedagógica entre líderes mineros y maestros del distrito de Morococha. Gamaniel Blanco mantuvo correspondencia con Mariátegui y ello se puede ver en la exposición de un inédito, en el cual Blanco y Palacios —directores de la revista Alborada, órgano de los Centros Escolares Obreros— le solicitan colaboración para uno de sus números.[6] En otra parte de la exposición, también emerge una carta de Blanco a Arroyo Posadas, en la que le expone los motivos sindicales y organizativos de los trabajadores mineros.[7] Aún existen manuscritos y un epistolario por descubrir entre los líderes mineros y José Carlos Mariátegui, tanto en archivos particulares como institucionales.

Esta edición facsimilar permitirá alcanzar información primaria de mano del insigne maestro de ideas socialistas que dirigió una importante experiencia educativa y el surgimiento de una escuela creada y dirigida por trabajadores mineros de Morococha.

Este esfuerzo por la impresión del facsímil es compartido con nuestro filósofo Joel Rojas Huaynates, que dirige Heraldos Editores, quien participa en la imperiosa necesidad  por poner este documento en manos de los estudiosos del pensamiento peruano, sobre todo, de la región central del país.

Es satisfacción personal cumplir uno de los anhelos de mi padre —el poeta autodidacta Víctor Mazzi Trujillo—, para que se imprimiese una edición facsimilar de este documento, que, con mucho celo y orgullo, preservaba en su biblioteca personal.

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Raimondi dell’Acqua, Antonio. (2006). El Perú. La sierra y la selva central: Morococha, Cerro de Pasco y Chanchamayo, vol. III. Lima: UNMSM.

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Spalding,  Karen.  (2012). El diario histórico  de Sebastián Franco de Melo: el levantamiento de Huarochirí de 1750. Lima: Centro Peruano de Estudios Culturales (CPEC).

Universidad Nacional del Altiplano [UNA]. (2015). Boletín Titikaka, n.o XXXIV.

[1] De forma paralela al estudio fotográfico Pecho-Luna, apareció otro fotógrafo importante: Sebastián Rodríguez. Sobre este último, Antmann (1981) realizó un estudio de su archivo fotográfico, cuyas imágenes estudiadas muestran parte de la vida minera en el distrito, desde 1928 hasta 1968. «Sus fotografías –señala Antmann (1981)– no solamente demuestran las condiciones materiales de un grupo humano, sino que también nos permiten apreciar sus actitudes hacia el mundo, expresadas en los gestos, poses y comportamientos adoptados por los personajes ante la cámara» (p. 121). Queda muy poco de este archivo, que constituye una memoria invaluable en el estudio histórico de Morococha. Informa Antmann (1981) que, en 1974, «la mayoría de sus negativos en placas de vidrio fueron destruidos y arrojados como cualquier desperdicio en un basural en la pampa de Morococha sin que nadie reparara en la pérdida de tan valioso testimonio» (p. 123).

[2] «José Carlos Mariátegui, fallecido en Lima el 16 de abril de 1930. El “Boletín Titikaka” contó en Mariátegui a uno de sus buenos amigos. En repetidas oportunidades, hízole objeto de su estimación. Esto explicaría el homenaje que, en nombre de los muchachos libres del departamento de Puno, rinde a su memoria, si no  fuera un deber continental hacerlo con la memria de uno de los paladines de la nueva conciencia, cuya vida es un desiderátum de energía, de heroísmo, y de sabiduría que honra a Indoamérica y presenta síntomas de su definición espiritual. Pero nuestro homenaje no se reduce a esta edición dedicada al compañero; tampoco fue ageno [sic] el «Boletín Titikaka» al homenaje que la juventud le rindió, por órgano de la Asociación de Estudiantes Indígenas, organizando, con la S. F. A., la conferencia que sobre el «Episodio Vanguardista de Indoamérica» ofreció Gamaliel Churata, oportunidad en la cual hizo un elogio proletario de Mariátegui». En: Boletín Titikaka (1930), No. XXXIV, p. 1.

[3] Emilio Pinelo, en Alborada, (1929), testimonia: «En Morococha Vieja hay dos Centros Escolares Obreros de ambos sexos, con sus respectivos directores, todos de notoria competencia y entusiastas en el arte de la enseñanza; tan es así que se nota, con dulce satisfacción, un adelanto intelectual en los alumnos y alumnas. El Centro Escolar Obrero de varones cuenta poco más o menos con 200 alumnos y el de mujeres con 150 alumnas, todas alegres y chaposas, ¡parecen gringas! Estos dos Centros Escolares Obreros están bajo la vigilancia y control de una Comisión Obrera Escolar, compuesta por caballeros conscientes y aun intelectuales, muy entusiastas y celosos en el cumplimiento de sus deberes, con un presidente o director integérrimo, para lograr el adelanto de la juventud estudiosa proporcionándoles los indispensables enseres o mobiliarios y útiles de enseñanza gratuitas. En una palabra, la Comisión Obrera Escolar despliega todas sus actividades y energía con el mayor interés en pro de la instrucción, sin distinguir: clase ni religión» (p. 6). Agradezco a Diana Amaya por brindarme la edición digital del texto.

[4] Véase, en Mazzi Huaycucho (2007), el testimonio de Víctor Mazzi Trujillo: «Buena parte de mi infancia transcurrió en el campamento minero de Natividad (Morococha), y la calle comercio de Morococha Nueva, entre el ruido de las compresoras y los días nevados. En 1929 ingresé al Centro Escolar Obrero que, por entonces, no recibía subvención del Estado ni de ninguna empresa minera, ya que solamente se mantenía en base a las aportaciones de los trabajadores. Allí hice el aprendizaje de mis primeras letras bajo el cuidado de los escritores y dirigentes sindicales Augusto Mateu Cueva y Gamaniel Blanco, quienes a la vez habían sido cofundadores, junto a Adrián Sovero y Ramón Azcurra, de la Sociedad Procultura Nacional. Pero en 1930, fueron presos y/o perseguidos por socialistas y por conducir la protesta del movimiento obrero que terminó con la masacre de los trabajadores en Malpaso y, como consecuencia de la represión, murió en 1931, Gamaniel Blanco con las entrañas destrozadas en la carceleta Guadalupe del Callao» (p. 236).

[5] Véase mi tesis de maestría: «La educación proletaria en los Centros Escolares Obreros de Morococha: 1924-1930» (2003).

[6] «Alborada» / Directores Gamaniel E. Blanco-César A. Palacios. Administrador Maximiliano Gutiérrez C. / Morococha, junio 30 de 1929 / Señor JOSÉ CARLOS MARIÁTEGUI / Muy señor nuestro: Conocedores de su espíritu dinámico y altruista, nos es altamente honroso dirigirnos a Ud. con el objeto primordial de poner en su conocimiento que, debiendo preparar un número extraordinario del Vocero Escolar «ALBORADA», en homenaje al 107 Aniversario Nacional, suplicámosle se digne honrarnos con su valiosa colaboración, acompañando, si no tuviera inconveniente su cliché para engalanar nuestras páginas. / Aprovechamos de esta oportunidad para ofrecer a Ud. nuestra singular consideración y respeto. / LOS DIRECTORES /.

[7] FEDERACIÓN DE TRABAJADORES DEL CENTRO / MOROCOCHA-PERÚ / 8 de noviembre de 1929.

Al camarada Moisés Arroyo Posadas. Jauja.

C:

Es un deber de idealismo el que me impele dirigirle esta a pesar de no tener el alto honor de conocerle personalmente, aun que fué [sic] mi deseo eso, en mi ultimo [sic] viaje a esa en compañía del compañero Adrián C. Sovero. Es [En] esta hora de la lucha por los sagrados principios de evolución social y regeneraciónde nuestra Raza Madre, me es por demás grato expresar a Ud. [mi agradecimiento] por la benévola comunicación dirigida al camarada Sovero. Yo, como uno de los mas [sic] humildes afiliados a la causa obrera de este asiento minero agradezco de corazón vuestra palabra de aliento, por que [sic] es un gran motivo para fortalecer alma, corazón y músculos y cerebro, para seguir adelante en la tarea emprendida, tras los reclamos de las causas obreras de este lugar. Ojala [sic] que nuestros ideales triunfen, en esta hora de lucha noble, para que así cantemos con orgullo, digno de nuestra generación, la canción de fraternidad, en que están empeñados todos los pueblos del Orbe.

La comisión representativa que se apersonó donde  el  Dr.[Abelardo]  Solís  la  componíamos  el compañero Sovero  y  el suscrito. Permanecimos en esa solamente el tiempo necesario para la entrevista; y es por eso que [sic] salimos de regreso lo mas [sic] pronto posible porque en esta nuestra presencia se hacía por demas [sic] urgente, por tener que dejar instalada la Federación de Trabajadores del Centro, trabajo que llevamos a cabo el dia [sic] domingo 3 de los corrientes, con un exito [sic] rotundo, porque el elemento femenino hizo honor a nuestra actuación, señalando un precedente de gran recuerdo, recuerdo que perdurará para siempre entre el elemento obrero de este lugar.

Hoy, en que nuestras labores están encaminadas ya por una senda de felicidad, auguro que el exito [sic] coronará nuestras aspiraciones, con el reconocimiento oficial de la Federación, por que [sic] así nos lo ha ofrecido el Dr. Alberto Salomon [sic], Senador por el Departamento [sic]. El ambiente de Morococha, en los actuales momentos, guarda la misma cultura de los días del paro, y eso es uno de los motivos porque estamos triunfando en la labor emprendida, a base de [sic] tantos abusos y escarnios cometidos con nuestra clase indígena de las profundidades mineras. Felizmente a raíz de la huelga, parece que el elemento trabajador ha comprendido lo que le toca y que, actuando colectivamente, se puede hacer una cosa con mayores resultados de éxito [sic]. En estos dias [sic] la labor que estamos realizando es por demás pesada, porque solamente un reducido grupo, de los que formamos el Personal Directivo [sic] de la Federación esta [sic] actuando con todo fervor, aunque han surgido de aquellos enemigos gratuitos que siempre les gusta hacer de su honor una especie de Mercado o Agencia Comercial [sic]. Mas esto no nos obliga sino a seguir trabajando en pos del ideal trazado, pese a quien pesare. Es nuestro deber.

Con los sentimientos de mi mejor consideración, estrechole mi humilde mano de camarada, augurando que nuestros ideales de noble simbolismo triunfen en no lejanos días.

Por la fraternidad de los Pueblos y por la Regeneración de nuestraRaza Madre [sic].

Humildemente, vuestro camarada. Gamaniel Blanco. Firma.

Perdone las faltas, por motivo del apuro en que me encuentro, con los asunto de la Secretaria [sic] de la Federación.

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Apuntes monográficos de Morococha. Estudio Preliminar. Parte 1



Apuntes monográficos de Morococha. Estudio Preliminar. Parte 1

Víctor Mazzi Huaycucho

Tenemos el agrado de presentar este texto que acompaña la publicación de la edición facsímil que los amigos de la editorial Heraldos Editores hicieron del texto de Gamaniel Blanco, Apuntes Monográficos de Morococha, el cual constituye un documento de gran valía para el estudio histórico de la tradición socialista en Perú. Agradecemos al autor que nos haya autorizado la publicación.

  • Gamaniel Blanco, Apuntes monográficos de Moroccha, Pequeño aporte para una monografía de la provincia de Yauli, Edición facsimilar, Estudio preliminar y edición de Víctor Mazzi Huaycucho, Lima, Perú, Heraldos Editores, 2021.

La presente edición representa un noble esfuerzo por poner en manos del público el texto de Gamaniel Enrique Blanco Murillo, publicado en 1930. Preservados dentro de la tradición familiar, el autor guardó amistad e ideales con José Mazzi Vargas, mi abuelo. Mi padre —escritor autodidacta— estudió en el Centro Escolar Obrero, institución educativa regentada por los trabajadores mineros, donde Blanco se desempeñaba como educador, y conservó los Apuntes monográficos de Morococha con sumo cuidado en su biblioteca personal, y, precisamente, esta tradición familiar ha hecho posible que la memoria de este insigne maestro no se pierda, y su obra nuevamente pueda leerse con esta edición facsimilar.

Alcides Marín fue el seudónimo literario utilizado por Gamaniel Enrique Blanco Murillo, autor del registro testimonial de una época convulsionada de la que fue partícipe: crisis económica mundial en octubre de 1929, consolidación de los capitales norteamericanos a través de la Cerro de Pasco Copper Corporation —una de las más poderosas transnacionales de la minería del siglo pasado—, fundación del Sindicato Minero de Morococha, constitución de la Federación de Mineros del Centro, cruento desenlace del Congreso Minero en La Oroya y masacre de trabajadores en Malpaso.

La historia del proletariado minero está ligada a la consolidación del proyecto socialista en el Perú, enarbolado por José Carlos Mariátegui, cuya meta fue la organización sindical y política del movimiento obrero peruano, y, en particular, del proletariado minero del Perú, cuyo epicentro fue el distrito de Morococha.

A lo largo de su evolución histórica, Morococha, durante la dominación colonial española, fue registrada como la Hacienda Mineral Tucto. En 1860 pasó a ser explotada por Carlos Pflücker y Pedro Iriarte, de los cuales el primero se quedó con toda la propiedad minera. Desde 1901, al amparo del nuevo Código de Minería, se iniciaron las adquisiciones de propiedades y concesiones mineras por parte de un «sindicato» de accionistas norteamericanos, que, en 1916, se convertirá en la Cerro de Pasco Copper Corporation.[1]  En 1971 esta compañía fue nacionalizada y convertida en Centromin Perú, y Morococha fue convertida en una unidad de producción de la empresa estatal.

Como parte de la política neoliberal del gobierno de Fujimori, en la década de 1990, fue rematada a la empresa extranjera Doe Run, y, posteriormente, ya en años recientes, fue subastada y entregada en concesión a la empresa Chinalco para el desarrollo de minería a tajo abierto, en el proyecto denominado «Toromocho», con lo que el distrito está siendo desplazado a otro espacio geográfico, y las casas y edificaciones, tanto en Morococha Vieja como en Morococha Nueva, se están demoliendo. Así, parte de la historia del sindicalismo peruano minero está por desaparecer.

Del autor

Gamaniel Enrique Blanco Murillo nació en la comunidad campesina de Vinchos, provincia de Daniel Alcides Carrión, en Cerro de Pasco. Según su partida registral —libro n.° 49, foja 397— de la Municipalidad Provincial de Pasco, su fecha de nacimiento fue el 3 de mayo de 1907.

Realizó sus estudios en el Liceo Cerreño y, después, en la Escuela Primaria 491, en Pasco. En 1912, a raíz del deceso de su madre, Juana Murillo, pasó a la tutela de su tío Vicente Blanco, cuyo rigor y formación intelectual formaron su autodidactismo, basado en la lectura y la escritura de textos periodísticos. De la Torre (2004) informa que, en 1920, se integró a los Boys Scouts de Cerro de Pasco, fundado por su maestro Julio Cárdenas, con los cuales realizó viajes por todo el departamento de Pasco. Sus inquietudes de juventud por registrar todo lo que observaba en sus distintos viajes por su tierra natal, Cerro de Pasco, lo introdujeron en el periodismo regional. A los 15 años, trabajó como tipógrafo y redactor del diario pasqueño El Minero, para luego ocupar el puesto de reportero y corrector editorial. Gustaba firmar sus artículos con el seudónimo «White», que, posteriormente, cambiará por el de «Alcides Marín».

En su juventud, integró distintos clubes sociales de Cerro de Pasco, y llegó a ser presidente del Club Juventud Apolo, además de ser socio del Club Sport Team Cerro, donde  fue  nombrado prosecretario en 1924. Ese mismo año fue miembro activo de la Sociedad de Obreros Billinghurst y de la Sociedad Daniel Alcides Carrión. Sus inquietudes sociales despertaron su activismo en favor de las reivindicaciones de los mineros de Pasco, y redactó artículos que describían la situación deplorable de las labores extractivas del mineral en socavones y minas.

Fue un entusiasta integrante de diversos clubes carnavalescos de Pasco, y compuso letras de mulizas y huainos que fueron musicalizados por Graciano Rixi. Esta participación lo muestra como un destacado compositor.

En 1925 participó como reportero durante un raid automovilístico que atravesó la cordillera de La Viuda, para demostrar la conveniencia de la apertura de una nueva red vial que uniera directamente Cerro de Pasco con Lima, pasando por Canta (Pérez Arauco, 1984).

En 1927 trabajó como preceptor en escuelas de Patarcocha, donde mostró una gran labor pedagógica con los niños, así como el rápido progreso que aquellos lograban en sus aprendizajes. Parte de esta formación se inició durante su participación en los Boy Scouts, experiencia que le serviría en su labor como maestro de escuela.

En 1928 residió en Morococha, donde laboró como maestro en los Centros Escolares Obreros. Ese mismo año, fundó el periódico El Martillo y, posteriormente, junto con César Augusto Palacios, Alborada, vocero oficial de los maestros de los Centros Escolares Obreros. También se desempeñó como corresponsal de Amauta y Labor,[2] así como de diarios de Cerro de Pasco, Huancayo, Tarma y Jauja. Cisneros y Suárez (1967) afirman que los artículos y notas que escribió para aquellos periódicos dan referencia de la evolución y maduración de sus ideales hacia el pensamiento y la acción socialistas.

Su labor pedagógica se desarrolló bajo el influjo de la Internacional de los Trabajadores de la Enseñanza ([ITE], 1930). Realizó una experiencia inédita en la educación peruana.[3] Inició, en 1928, sus indagaciones para publicar una monografía sobre el distrito minero de Morococha. En diciembre fue testigo de la inundación de galerías y socavones por el desborde de la laguna de Morococha, catástrofe en la que perecieron 32 trabajadores mineros. Redactó informes y artículos periodísticos en los que señaló las responsabilidades de funcionarios de la Cerro de Pasco Copper Corporation en esta tragedia (véanse: Anónimo [«Informador»], 1928; y Solís, 1929).

Junto con otros líderes mineros, como Augusto Mateu Cueva, Adrián C. Sovero y Ramón D. Azcurra, entre otros, en febrero de 1929, fundó la Sociedad de Pro Cultura Nacional, como órgano cultural para propender a la educación de los trabajadores mineros.

Dirigió la huelga minera del 10 de octubre de 1929, y logró el reconocimiento del Comité Central de Reclamos, que, después, se convirtió en la Federación de Trabajadores del Centro. Su labor sindical fue meritoria: influyó y dirigió los reclamos obreros sin ser un trabajador minero empleado por la compañía norteamericana, ya que fue un maestro de escuela con ideales organizativos y a favor de la educación de los trabajadores.

En 1930 desarrolló con mucho ahínco el trabajo educativo y sindical. Por un lado, está su labor de maestro experimentando nuevas metodologías pedagógicas con los hijos de los trabajadores mineros, y, por otro, la orientación y organización de los trabajadores bajo ideales socialistas (Mazzi Trujillo, 1961, 1976, 1991, 2006). En abril de 1930, al fallecer José Carlos Mariátegui, se adhirió al Partido Comunista y se convirtió en el líder más importante para la organización sindical minera de Morococha. En mayo de ese mismo año, fundó, junto con César Augusto Palacios, la revista Justicia, vocero del Comité Central de Reclamos.

El 2 de octubre del mismo año, se produjo un nuevo paro laboral, causado por el rechazo a los acuerdos laborales conseguidos el año anterior por parte de funcionarios de la compañía norteamericana. El conflicto fue resuelto en favor del Comité Central de Reclamos. Gamaniel Blanco desarrolló, junto con Augusto Mateu Cueva (1939, 1940, 1947, 1988), Adrián C. Sovero, Julio Portocarrero (1987) y Jorge del Prado (1983, 2010), el trabajo de consolidación de la organización sindical de trabajadores mineros de Yauli-La Oroya, Cerro de Pasco, Goyllarisquizga y Malpaso.

En noviembre participó como delegado pleno de la Federación de Trabajadores del Centro ante el Primer Plenum de la Confederación General de Trabajadores del Perú, desarrollado en el Teatro Municipal de Lima. Uno de los acuerdos tomados en este Pleno fue comisionarle la organización del Primer Congreso Minero en La Oroya, tarea que asumió con responsabilidad y persistencia.

Este Congreso Minero se inició el 8 de noviembre pese a la férrea oposición del directorio de la compañía norteamericana y por los sabotajes del gobierno de Luis Sánchez Cerro a través del prefecto de Junín, Jerónimo Santiváñez.

El Congreso fue interrumpido abruptamente el 11 de noviembre mediante el apresamiento de todos sus delegados mineros, quienes, en horas de la madrugada, fueron enviados a prisión en Lima. La población de La Oroya en respuesta a esta medida apresó a dos funcionarios de la compañía norteamericana y se declaró en huelga. El gobierno de Luis Sánchez Cerro retrocedió y concedió la libertad a los delegados mineros.

Durante el transcurso del conflicto, el prefecto precipitó la represión de los trabajadores de la hidroeléctrica de Malpaso que marchaban a recibirlos. En la refriega, murieron 23 obreros y 3 empleados de la compañía norteamericana. El Congreso Minero fue disuelto mediante la declaración del estado de sitio en los departamentos de Lima y Junín, por Decreto Ley N.o 6927, y la disolución de la Central General de Trabajadores del Perú (CGTP), por Decreto Ley N.o 6926. La emisión de estos dos decretos, en palabras del prefecto de Junín Santiváñez (1930), «produjo el aplanamiento general de la clase obrera» (p. 27). La masacre de Malpaso y la declaratoria del estado de sitio produjo el desmoronamiento de la organización sindical minera del Centro del Perú.

Clausurado el Congreso Minero, el directorio de la compañía norteamericana despidió a gran cantidad de trabajadores de Morococha, La Oroya, Goyllarisquizga y Malpaso. El régimen de Luis Sánchez Cerro desató una tenaz persecución y encarcelamiento de todos los líderes sindicales mineros. Gamaniel Blanco fue detenido el 15 de noviembre en Morococha, junto a Adrián C. Sovero, Ramón D. Azcurra y Miguel de la Mata, entre otros muchos. Fueron trasladados a la Carceleta de Guadalupe, en Lima, y luego a la colonia penal El Frontón (Callao).

Su carcelería en la isla le desencadenó una severa bronquitis. Cuando empeoró su salud y estuvo en estado agónico, fue trasladado al hospital Dos de Mayo, en Barrios Altos. Falleció el 16 de abril de 1931,[4] un año después de la muerte de José Carlos Mariátegui. Sus restos reposan en el cementerio Presbítero Maestro.

Obra escrita

Como intelectual comprometido con los ideales socialistas, el autor denotó una prosa y poesía de carácter social y denunció la condición pauperizada en la que se desenvolvían los trabajadores mineros.

Gamaniel Blanco ha escrito gran cantidad de ensayos y artículos, muchos inéditos y la mayoría desperdigados en diarios y revistas de la época. Cerna Bazán (1980) indica que es considerado autor de mulizas de protesta, tales como: Cuadro minero, Canciones  como recuerdos, La vida es  un carnaval, Ángel de puna y El hijo del Ande, temas que, como testimonia Víctor Mazzi Trujillo, fueron cantados y recitados por los estudiantes de los Centros Escolares Obreros.

Como dramaturgo, escribió la obra teatral Gloria a la madre, texto del cual solo existen fragmentos copiados por estudiantes del Centro Escolar, y que puso en escena con la participación de los hijos de los trabajadores. El guion expone sobre la situación de las mujeres pobres, esposas de mineros, llamadas «pallas», que la Cerro de Pasco Copper Corporation empleó para labores de pulverización, de manera artesanal, del mineral en superficie o «canchas», que se realizaba en las peores condiciones de trabajo y por el que se pagaba míseros salarios. A esta labor se le conocía también como «pallaqueo» o «chanqueo». Al poner en escena la cruda realidad social de las mujeres en las minas, buscó generar conciencia y compromiso entre sus lectores: los mismos trabajadores mineros.

No llegó a escribir sobre sus experiencias pedagógicas en el Centro Escolar Obrero, y esto puede evidenciarse en sus textos que publicó en la revista Alborada, donde explica algunos criterios originales para mejorar la enseñanza y el aprendizaje entre los hijos de los trabajadores mineros.

El único texto orgánico que llegó a publicar en vida fue Apuntes monográficos de Morococha, auspiciado por el tipógrafo Simón Camargo Moreno, autofinanciado mediante la venta de publicidad a comerciantes y artesanos del distrito y, también, por la venta de imagen en la página social de personalidades.

Durante las primeras décadas del siglo XX, existe la extendida tradición de elaborar monografías en distintas provincias del Perú, lo que se muestra en la persistente necesidad por registrar detalladamente la economía, historia, cultura y personalidades que caracterizan el espacio geográfico de convivencia. En la región central del Perú, existen monografías sobre distritos y provincias, todas bajo selección temática, que presenta lo relevante de la población, instituciones y tradiciones características.

Gamaniel Blanco, al redactar los Apuntes monográficos de Morococha, expresó que este constituye «un pequeño aporte» y caracterizó su realización como «apuntes», al entender estos como una primera aproximación al estudio del distrito minero. Concibió un futuro texto como un trabajo de gran envergadura, y se trazó como meta culminar la redacción sobre temas que recogió en diferentes archivos de la región, además de testimonios que recogió de boca de sus protagonistas. El tiempo que tardó en redactar la monografía lo compartió entre sus labores como maestro de los Centros Escolares Obreros, periodista, escritor y líder sindical.

A diferencia de los estudios geomorfológicos y metalúrgicos que consignan Raimondi (1861) y Jochamowitz (1908) sobre Morococha, los Apuntes monográficos viran la mirada hacia los trabajadores mineros y personajes representativos de la época. La información que recogió es confiable y objetiva: tomó testimonios, entrevistó a diferentes personalidades: trabajadores, autoridades y medianos empresarios residentes en el distrito. Elaboró un registro pormenorizado de organizaciones culturales y sociedades provinciales presentes en el distrito, y expuso un inventario de proyectos y anhelos de cada sociedad provincial. Asimismo, dejó expuesto el sistema salarial y las condiciones de trabajo que regían bajo la administración de la Cerro de Pasco Copper Corporation.

Una lectura más atenta de los Apuntes monográficos nos indicará que la preocupación del autor no es la compañía norteamericana, sino sus protagonistas creadores de riqueza: los trabajadores mineros, quienes son reivindicados y cobran notoriedad con sus anhelos de progreso personal y sus necesidades culturales y educativas.

Pensamiento

La evolución de las ideas del autor desemboca en su  adhesión al pensamiento socialista. El 20 de mayo de 1930, a instancias de la Tercera Internacional Comunista, el Partido Socialista del Perú, fundado por José Carlos Mariátegui cambió su denominación a Partido Comunista. Este cambio de nombre no varió los términos ideológicos y organizativos que Mariátegui había trazado con la finalidad de consolidar la organización sindical y política de los obreros peruanos.

Martínez  de  la Torre  (1974, t. 1) informa que, en julio de 1930, Jorge del Prado Chávez fue destacado a Morococha con la misión de consolidar la influencia del Partido Comunista entre los trabajadores mineros del distrito. A su arribo, descubrió que su existencia era pública y no exhibió ningún velo de secretismo. Gamaniel Blanco había desarrollado un formidable trabajo de propaganda y centralización organizativa entre los mineros, tal como se lee en una carta que escribió a Ricardo Martínez de la Torre.[5]

Esta referencia permite entender comunicación entre Mariátegui y nuestro líder minero. Blanco conoció el programa del Partido Socialista que había redactado Mariátegui (1980b) en 1928. Encontró resistencias y conflictos al momento de la defensa del legado de Mariátegui en la organización comunista. Eudocio Ravines, elegido nuevo secretario general, implantó la directiva de «clase contra clase», dentro de las propias filas. Esta consistió en desarrollar «luchas implacables» y «golpes despiadados», pues «quien no era un reaccionario declarado era un contrarrevolucionario en potencia». Privilegiaba el conflicto interno para el aislamiento, depuración y expulsión de supuestos enemigos. El discurso de Ravines siguió las directivas del Buró Sudamericano de la Tercera Internacional, que dirigía el argentino Victorio Codovilla, y se radicalizó en contra de los defensores del legado del Amauta, tildándolos de «mariateguistas».[6]

De distintas maneras, Blanco enfrentó la línea oficial de «desmariateguizar» el Partido Comunista. Puede evidenciarse tal postura en el testimonio que brinda Jorge del Prado sobre la acción de Blanco durante el paro minero del 10 de octubre de 1930. Alexander McHardy y William Skeen —funcionarios de la Cerro de Pasco Copper Corporation— agredieron a Adrián C. Sovero, rechazándolo como representante sindical. El agredido como líder del Comité Central de Reclamos inmediatamente paralizó todas las labores y, con los trabajadores, presionó e hizo apresar a dichos funcionarios, aun pese a la oposición del jefe policial del distrito, el sargento segundo Víctor Silva Sánchez. En la puerta de la comisaría, dicho policía intentó disolver a balazos la manifestación, pero fue reducido por los obreros, cuando —como testimonia Del Prado—:

En esos momentos, y ante mi misma admiración, [Gamaniel Blanco subió a la baranda de la comisaría y desde allí habló acertadamente de la lucha de clases y de la toma del poder. Explicó también lo que quería decir el comunismo, y el discurso terminó con vivas a la unión de los Soviets. Los obreros se entusiasmaron. (Martínez, 1974, tomo 4, p. 74)

Conjeturamos que el discurso de Gamaniel Blanco siguió una estructura discursiva basada en la literatura que circulaba entre los dirigentes comunistas de la época. Lo destacable fue que, en plena campaña de «desmariateguización», fuera Blanco quien reivindica el pensamiento y obra del Amauta, tal como se evidencia en su discurso, realizado horas después, en el patio de los Centros Escolares Obreros. Afirma Jorge del Prado (Martínez, 1974):

Blanco, enseguida, pronunció un discurso en el que recalcó su primero [sic], e hizo una gloria [sic] mención del camarada [José Carlos] Mariátegui, incitando a seguir fielmente su obra. Poseído aún de un gran porcentaje de lirismo e idealismo, recomendó sobre todo “lectura” e insinuó la idea de fundar la Biblioteca Obrera Mariátegui. (p. 75) [Las cursivas son nuestras].

El discurso indica adhesión al pensamiento mariateguiano, que es tomado como modelo por seguir mediante el estudio autodidáctico. Meses después, también se registró su intervención durante el Primer Plenum de la CGTP, realizado en Lima (La Crónica, 7 noviembre de 1930), donde se consigna lo siguiente:

El compañero Blanco, delegado de la Federación de Trabajadores Mineros del Centro, tomó la palabra enseguida, remarcando el sufrimiento y la explotación a que estaba sometido el trabajador minero directamente al imperialismo yanqui. Sus palabras fueron apoyadas con mueras a todos los imperialismos y se cantó, como al terminar otros discursos, «La Internacional» y otros himnos del trabajador. (p. 16)

La efervescencia sindical después del derrocamiento del gobierno de Augusto B. Leguía el 25 de agosto de 1930 y las libertades iniciales que otorgó el régimen del comandante Luis Sánchez Cerro muy pronto se quebraron, cuando directamente se confrontaron con los intereses económicos de la compañía norteamericana.

El Plenum de la CGTP dejó como tarea inmediata la realización del Primer Congreso Minero en La Oroya. El prefecto de Junín, Jerónimo Santiváñez (1930), vigiló el desarrollo del Congreso con mucho recelo y hostilidad. Sobre la intervención de Blanco ante el Congreso, resalta (1930) la anotación de sus informantes:

Gamaniel Blanco, delegado de Morococha, pero que no era obrero, se expresa más o menos así: «¡¡Es la época ya de que dejemos las palabrerías para escoger la acción. Solamente la lucha a muerte puede darnos nuestros verdaderos derechos; y, lejos de desempeñar el papel de llorones, cobijémonos bajo el amparo de la bandera roja y declaremos la guerra sin cuartel!!». Hace después una exaltada apología de José Carlos Mariátegui, llamándolo el Lenin Americano. La exaltación de Blanco llega hasta el extremo cuando dice: «sí queremos ser libres, debemos imitar a la Rusia», «Si queremos conquistar nuestros derechos, luchemos franca, resueltamente, sin temores, debiendo hacerlo en este instante». (p. 13)

El ímpetu político de Blanco se detuvo cuando fue encarcelado y falleció en 1931. En 1942 se constituyó una Comisión Pro Mausoleo y se le rindió homenaje como mártir del sindicalismo peruano. En la revista Garcilaso(de fecha 16 de abril de 1942), leemos la siguiente información:

Homenajes: A GAMANIEL BLANCO: Se llevó a cabo en el salón de actuaciones de la ANEIP [Asociación Nacional de Escritores e Intelectuales del Perú], con la presencia de numerosa concurrencia. Al abrirse la actuación, pronunció unas palabras iniciales el Dr. Luis E. Galván, después de lo cual el Sr. Guillermo Rouillon D. hizo la presentación del conferencista Sr. Augusto Mateu Cueva, quien, en una acertada disertación, elogió la figura del periodista y maestro desaparecido. / Luego hizo uso de la palabra el Sr. Justo Armando Cabello, presidente del Comité Pro Mausoleo. Finalmente, el Sr. Nicolás Barzola, delegado de los obreros del asiento minero de Morococha. (p. 47)

El pensamiento de Gamaniel Blanco requiere mayor valoración, considerando que los Apuntes monográficos de Morococha no circularon entre el público de su época y, sin embargo, para su edición, contó con la participación de escritores contemporáneos provenientes de Jauja, Huancayo y Cerro de Pasco, como Clodoaldo A. Espinosa Bravo (1967), por ejemplo. Paralelamente, la influencia del realismo proletario puede evidenciarse en las narrativas de Augusto Mateu Cueva, en su novela inédita: Cerro de Pasco Corporation y en sus impresos de poesía: Alborada (1939), Gualda y Rosicler (1940), Antena proletaria (1947) y Lampadas del minero (1988), y, así como en la novela de Miguel de la Mata Beraún: En la noche infinita (1965). Víctor Mazzi Trujillo, en su texto Poesía proletaria del Perú (1976), sitúa a Gamaniel Blanco como uno de los precursores más importantes de la literatura proletaria peruana, y el precursor de la canción de protesta de corte clasista en el Perú.

Queda pendiente, para el estudio de su pensamiento, compilar y publicar su obra completa, recuperando sus artículos desperdigados en diarios de la época, y rescatar su obra teatral: Gloria a la madre.

Referencias

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[1] Kruijt y Vellinga (1983, 1987) precisan que: “El sindicato de accionistas estuvo integrado por J. B. Higgin, S. Mc-Cune, Phoebe Hearts, H. Mc Le Tembly, H. G. Frick, D. S. Mills y J. P. Morgan” (p. 49 y 11, respectivamente).

[2] Véase mi texto: «Impacto de Amauta en la prensa minera de Morococha  (1926-1930)»  (2017a,  2017b).  En: Actas  Simposio Internacional  Revista Amauta. 90  años, pp.  155-172;  y  en:Utopía y Praxis Latinoamericana. Revista Internacional de Filosofía Iberoamericana  y Teoría Social (2017), pp. 89-99.

[3] Sobre esta inédita experiencia, véase el texto de mi autoría: Una experiencia alternativa en la educación peruana: los Centros Escolares Obreros de Morococha 1924-1930 (2007).

[4] Diario El Comercio (18 de abril de 1931, edición matutina): «Minutos antes de la una de la madrugada del jueves 16 [de abril de 1931], dejó de existir en el hospital Dos de Mayo –[…]– don Gamaniel E. Blanco, quien, desde hacía 5 meses, se encontraba detenido en la colonia penal El Frontón, acusado de actividades comunistas en el departamento de Junín. Los parientes del extinto nos han manifestado que este fue injustamente detenido, junto con varios líderes obreros, a raíz de ciertas actividades proletarias en  distintas ciudades  del  citado departamento, al  extraerlo violentamente de su puesto, que era el de director del Centro Escolar Obrero de Morococha, desde el cual –es cierto, nos han dicho– hizo campaña contra los yanquis. Asimismo, nos han expresado que, en la isla de El Frontón, contrajo, al poco tiempo de ser internado en ella, una grave afección pulmonar, sin que se le prestara ninguna atención médica durante el curso de su enfermedad y solo cuando estuvo en estado agónico se le remitió al hospital, en que falleció a consecuencia de lo avanzado de su mal; y, por último, que no es cierto que estuviese afiliado al Partido Comunista. El cadáver de Gamaniel E. Blanco fue sepultado ayer en el cementerio general de esta capital» (p. 7).

[5] Martínez de la Torre (1974), en Apuntes para una interpretación marxista de la historia  social del Perú, vol. 4, transcribe carta de Jorge del Prado sobre Gamaniel Blanco y Mariátegui: «También le comunico que, con gran sorpresa mía, nadie ignora aquí la existencia del P. [Partido]. Parece que José Carlos [Mariátegui] le dio a [Gamaniel] Blanco toda clase de detalles y, si mal no me acuerdo, hasta le entregó el manifiesto [del Partido]. [Gamaniel] Blanco, como buen pb [pequeño burgués], no pudo callar nada, y hoy tiene usted que todos lo saben, [y] creo que esto me ha de facilitar la labor, pues ya no tendré que andar con rodeos, ya que la cosa ha sido precipitada de ese modo. Lo malo es que, aunque conociendo su existencia, casi todos se muestren conformes de no pertenecer a él» (p. 29).

[6] La «desmariateguización» que proponía Ravines se puede explicar a partir de la idea que existió un conflicto insalvable entre Mariátegui y la III Internacional. La postura autónoma del Amauta respecto a sus directivas es referida por Alba (1954), cuando narra el encuentro entre Zinoviev y Ravines en 1927: «Cuenta Eudocio Ravines que, estando en Moscú, entrevistose con [Gregorio] Zinoviev –entonces aún jefe del Comintern–, y que el pelirrojo líder le encargó: “Salude de mi parte a Mariátegui. Dígale cuánto le agradezco lo que ha escrito sobre mí y otros camaradas. Mariátegui tiene una inteligencia brillante. No parece latinoamericano; no plagia, no copia, no repite como un loro cuanto dicen los  europeos”.  En  1924,  el  Amauta  escribió  el  artículo “Zinoviev y la Tercera Internacional”, en el que mostraba su adhesión al Comintern. Años después, Dora Mayer, con ironía, comentaba respecto al autonomismo mariateguiano y su sección Peruanicemos al Perú en la revista Mundial, desde la que «más que peruanizar al Perú, Mariátegui pretende sovietizar al Perú» (p. 59). [Las cursivas son nuestras].

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El marxismo hediondo. Notas para un estudio comparativo entre José Carlos Mariátegui y Rodolfo Kusch



El marxismo hediondo. Notas para un estudio comparativo entre José Carlos Mariátegui y Rodolfo Kusch

Miguel Mazzeo[1]

 

“La Revolución se apoya en la conciencia concreta que refleja las condiciones reales de los hombres, de los que están construyendo su profunda comunidad desde las verdades mínimas y colectivas de la tierra”.

León Rozitchner

Moral burguesa y revolución

En la historia de las ideas sociales latinoamericanas, sus momentos más lúcidos son aquellos en los que su inteligencia se subleva contra el vasallaje consagrado de las ideas europeas.

 

René Zavaleta Mercado

Clases sociales y conocimiento

En las décadas del 60 y del 70, en Argentina, es posible rastrear la presencia del Amauta peruano José Carlos Mariátegui (1894-1930) en la obra de Gunter Rodolfo Kusch, el filósofo y antropólogo nacido en Buenos Aires en el año 1922 y fallecido prematuramente en Maimará, en la provincia Jujuy, en el año 1979.

Kusch fue una figura significativa para el pensamiento americano, un auténtico exponente (y uno de los precursores) de la denominada filosofía americana. Una filosofía concebida desde el ámbito geocultural de Nuestra América, sin los constreñimientos característicos de la rígida estructura disciplinar vertical usualmente denominada “filosofía” y que, por lo tanto, se suele expresar en una verdadera praxis desdisciplinadora.

Una filosofía que se amasó y se sigue amasando como el barro y que puede valorar la subjetividad del saber para fundar una pertenencia, en lugar de priorizar la objetividad del conocer e instituir una gestión y un control del saber. Hablamos de un saber y una pertenencia que surgen del hecho de compartir experiencias con los otros y las otras (prójimos) y no del saber y la pertenencia que se derivan de la adhesión individual a algún sistema de símbolos abstractos. Se trata de una filosofía semánticamente subversiva, epistemológicamente rebelde, que ubica la reflexión en el devenir que intenta captar y no en un pensamiento prefabricado y omniabarcante.

Una filosofía que identifica y denuncia la proyección de las visiones coloniales en las ideas e imágenes que, a lo largo de quinientos años, nos hemos hecho de nosotros mismos y nosotras mismas. En efecto, la crítica radical y descarnada del “malinchismo” es uno de sus signos más distintivos.

Una filosofía que asume una agenda de preocupaciones no occidentales y que impugna el paradigma occidental que niega la capacidad de Nuestra América de producir pensamiento, la mirada ajena que nos invalida, la cultura encubridora, etcétera. 

Una filosofía que asedia a los lenguajes, a las filosofías y a las culturas oficiales que no reconocen la otredad societaria y cultural, en especial la otredad subalterna. 

Una filosofía con los pies en la tierra y necesariamente política dado que no puede soslayar la crítica a la relación neo-colonial, a la colonialidad del poder y a las diversas formas de injusticia cognitiva.

Una filosofía que, al decir de Leopoldo Zea, identifica como punto de partida “la pregunta por lo concreto, por lo peculiar, por lo original en América” y que también es capaz de reconocer “la conciencia de lo accidental” de la cultura y el ser de Nuestra América.[2]

Se trata de un pensamiento en situación que asume el peculiar significado de la modernidad para las clases subalternas y oprimidas de Nuestra América. Una teoría constitutivamente crítica y conveniente para cimentar la diversidad crítica, apta para fundamentar la historia más allá del régimen del capital. Un punto de vista “popular” que, al decir de Alcira Argumedo,

…recupera los relatos de las alteridades excluidas por las corrientes eurocéntricas [e] impone el reconocimiento del otro históricamente menospreciado, de los significados y tradiciones que alimentan la “visión de los vencidos”, “la otra cara de la conquista”. [Un punto de vista que] Considera que las concepciones de esos “bárbaros más fanáticamente hostiles a los extranjeros” contienen potenciales teóricos, emergentes de las experiencias vitales y de las expresiones culturales de un sujeto social heterogéneo, que encuentra sus puntos de unidad en una historia común de resistencias y desgarramientos, de sueños de dignidad y autonomía.[3] [Itálicas en el original].  

Una filosofía que no mixtifica a los hombres y a las mujeres, que no los y las desarraiga, que no les roba las palabras propias para imponerle otras ajenas.

Una filosofía apuntalada por la fundación o la reafirmación de una pertenencia, por una mística derivada de la vivencia de una autoconciencia, de una identidad cultural autónoma propia de Nuestra América (una identidad “plebeya” y “popular”) y de la experimentación de lo auténtico “en carne propia”. Una mística que el propio Kusch alentó en forma permanente. Esta condición, por sí sola, remite a un extenso campo de confluencias.

Sin lugar a dudas, la comparación entre Mariátegui y Kusch merece un trabajo de largo aliento. La presencia determinante de los pueblos indígenas de Nuestra América en las organizaciones populares y los movimientos sociales de fines del siglo XX y comienzos del siglo XXI obligan a una relectura de la obra de ambos pensadores. Una relectura que de cuenta de las nuevas situaciones y los aportes teóricos más recientes. En las últimas décadas los pueblos indígenas de Nuestra América han adquirido voz propia. El indigenismo ya no puede circunscribirse a las políticas de Estado y de “integración nacional” diseñadas por blancos o mestizos. Como planteaba el Subcomandante Marcos en la terceava estela de julio de 2003, el indígena rebelde viene a romper con los esquemas tradicionales y eurocéntricos del mirar y ser mirados. Al rebelarse caducan las figuras de los sacrificadores de humanos, los limosneros zaparrastrosos, los buenos salvajes tergiversados por la modernidad capitalista, los peones sumisos y las empleadas domésticas dóciles.[4]

Un conjunto de cosmovisiones, saberes, tradiciones, representaciones del tiempo, experiencias –en fin: praxis– de los pueblos indígenas de Nuestra América han comenzado a ser reconocidas como pilares (o, por lo menos, como insumos imprescindibles) de un modelo civilizatorio alternativo al modelo impuesto por el capital. Al mismo tiempo, la ciencia ya no señorea como el único paradigma del conocimiento verdadero y debe compartir su rango con otros saberes y con la arbitrariedad misma.[5]

Finalmente, como señala Florencia Kusch, el campo académico, otrora incapacitado para asimilar un pensamiento como el de Kusch, ha adquirido cierta porosidad frente a “temas tales como la perspectiva de la subalternidad, el discurso intercultural, el paradigma de la diversidad, la crisis de las ciencias sociales, el pensamiento situado y los estudios culturales”.[6] Consideramos que estos temas y enfoques no necesariamente garantizan la profundidad y aportan al desarrollo de las praxis emancipatorias de los pueblos, pero, por lo menos, permiten algunos contrabandos productivos.   

En ese aspecto, las obras de Mariátegui y Kusch resultan pioneras para pensar en otros modelos de racionalidad, otros modelos de eficiencia y otros modelos de conocimiento. Sus respectivos pensamientos se apartan de algunas dicotomías euro-modernas, tales como naturaleza-cultura o individuo-sociedad, al tiempo que nos abren las compuertas para un pensar profundo, un pensar sobre fundamentos. 

Vale aclarar, entonces, que aquí sólo pretendemos dar cuenta de una recepción argentina de Mariátegui muy peculiar, una recepción de fondo filosófico, y que, usualmente, no suele ser considerada.

Debemos tener presente que Kusch, a diferencia de Mariátegui que era un marxista “convicto y confeso”, se ubicó a distancia del marxismo. En buena medida porque Kusch tendía a reducir el marxismo a su versión más dogmática, economicista, determinista, evolucionista y estructuralista –que, hay que reconocerlo, era la versión dominante en los tiempos en los que produce toda su obra– y porque no tuvo en cuenta los aportes heréticos en el marco de la tradición marxista.

Consideramos que Kusch, aún conociendo la obra de Mariátegui, no llega a percibir la importancia de la “traducción” propuesta por el Amauta. Kusch, con razones justificadas o injustificadas, debate con el marxismo de la pulcritud –con el marxismo dogmático y eurocéntrico, con “el marxismo que comparte con el pensamiento burgués la certidumbre utilitarista”[7]–, pero no detecta la existencia (¡o la necesidad imperiosa!) de un marxismo que, recurriendo a una categoría kuscheana, podríamos denominar “hediondo”. Recurrimos al concepto de “marxismo hediondo” para designar a un marxismo inmerso en la realidad que debe interpretar/transformar, un marxismo que supera el temor de impregnarse del olor de esa realidad, el temor de ser nosotros mismos y nosotras mismas. Un marxismo abierto a las diversas formas del conocimiento.

La figura del hedor remite a unos modos no occidentales, no europeos y no burgueses de conocer. Unos modos que toman en cuenta el lado afectivo de las cosas. De ahí el sentido que se puede derivar de la situación, referida por Kusch, en la que el Inca Atahualpa huele la Biblia que le presenta el fraile Valverde. El mismo sentido que, posiblemente, podamos identificar en el horizonte político-gnoseológico asumido por Pier Paolo Pasolini (un “marxista visceral”) al colocarle un titulo como El olor de la india a su crónica de viaje por ese país. 

Hablamos de un marxismo contrapuesto al “marxismo pulcro” y que, por lo tanto, se alcanza en la lucha de clases más que en la academia; por eso no es, recurriendo a los términos que el propio Kusch utilizaba para caracterizar a  la pulcritud: “política pura y teórica” o “economía impecable”. Se trata de un marxismo que, al decir de Jean-Paul Sartre, exige llevar la dialéctica “hasta sus últimas consecuencias”.[8] Un marxismo que articula un “conocimiento objetivo” con “un saber hacer”, lo causal con lo seminal. Un marxismo que considera a la conciencia tanto en sus aspectos teóricos-predicativos (racionales) como en sus aspectos ante-predicativos (intuitivos), superando el positivismo y el cientificismo al que conduce la sobrevaloración del primer aspecto y el irracionalismo al que conduce la sobrevaloración del segundo. Un marxismo  que aporta al autoconocimiento de las clases subalternas y oprimidas.

Kusch, básicamente, rechazaba el componente cartesiano del marxismo, la actitud meramente intelectual frente al mundo, la herencia de los peores postulados de la modernidad y del iluminismo, y todo aquello que el marxismo compartía con el “humanismo burgués”: una concepción teleológica y determinista, ascendente y unidireccional del desarrollo histórico (la idea del progreso ininterrumpido, principalmente[9]), algunas tendencias a la cosificación del sujeto (presentes en las versiones más dogmáticas del marxismo) y una cultura anticontemplativa y, por ende, seriamente limitada para captar la belleza y la humanidad y altamente destructiva de la naturaleza.

Ese rechazo, aunque pueda ser analizado a la luz de un cuestionamiento indiscriminado de Kusch hacia las fuerzas europeizantes y las orientaciones extranjeras (o “portuarias”, o “cipayas”), de algún modo acerca algunos de sus planteos a la tradición irracionalista alemana, una de cuyas vertientes nutrió a corrientes conservadoras y, sobre todo, lo aleja de un análisis de clases (nos referimos a un análisis de clases heterodoxo, no dogmático), más que necesario, si no perdemos de vista que sus reflexiones parten de un sujeto periférico, pobre, explotado y oprimido.

Asimismo, estas posturas de Kusch explican parcialmente el carácter “populista”, cuando no abiertamente reaccionario, de una franja de  intelectuales (por lo general cercanos a la derecha peronista en las décadas del 70 y del 80, y cercanos al neoliberalismo en la década del 90) que asumieron la reivindicación del pensamiento de Kusch. Un pensamiento que decodificaron, en muchos casos, apelando a claves muy cercanas al oscurantismo místico; claves en donde el ensalzamiento del ser viviente abstracto operaba como mera coartada para denigrar al ser pensante concreto. De más está decir que esta situación también contribuyó delinear una figura inasimilable para el campo cultural marxista o de izquierda.    

Pero conceptos como “formación económico-social”, “plusvalía”, “lucha de clases” o “bloque histórico”, para mencionar sólo algunos conceptos de la tradición marxista en sentido amplio y a guisa de ejemplo, no necesariamente tienen que ser incompatibles con una penetración en el pensamiento andino o con el pensamiento seminal. Es más, creemos que de su articulación puede surgir un pensamiento original y emancipador.

Más allá de las influencias filosóficas evidentes, vale la pena el esfuerzo por hallar la médula del pensamiento de Kusch. Un pensamiento sumamente original, gestado en buena medida a partir del diálogo con el otro. Un diálogo que lleva a la comprensión del otro. El otro marginado y explotado. El otro hediondo. Los y las otras. Les otres. Se trata de un pensamiento original, irreductible a sus diversas fuentes teórico-filosóficas. Son absolutamente injustificadas, y además superficiales, las imágenes que presentan a Kusch como un “nazi” en las puertas de Tiahuanaco, un oscurantista místico o un precursor doméstico de la posmodernidad.[10] 

El pensamiento de Kusch, en un sentido general, expresa una crítica a la homogenización del mundo por medio de las relaciones mercantiles y un rechazo al reemplazo de las relaciones humanas por las relaciones de valor. Queda un déficit muy notorio cuando se asume esta crítica prescindiendo de Marx –o peor aun: en contra de Marx y con fundamentos abiertamente proburgueses–, cuando se renuncia a un pensamiento radicalmente crítico, que pone en evidencia las máscaras de lo real. 

De todas maneras, Kusch reconocía que Marx (al igual que Sigmund Freud) había logrado entrever una “conciencia del estar”, dado que el comunismo promovía una vuelta a la comunidad y al arraigo. Una vuelta que indefectiblemente implica una praxis tendiente a llenar el tiempo de relaciones, no de cosas. ¿Puede, entonces, reducirse el marxismo al mero despliegue de “otra versión” del “patio de las cosas”?

Asimismo, Kusch afirmaba que el ser (Occidente y el monólogo eurocéntrico, incluidos el socialismo y el marxismo), era fagocitable por el estar (la cultura indígena de Nuestra América). La “fagocitación”, como la “traducción” mariateguiana, opera como nexo entre el hedor y la pulcritud. Finalmente, para Kusch, el marxismo, al igual que el psicoanálisis, no sólo contenía un “saber científico” sino también un “saber de salvación”.[11] De este modo, la obra de Kusch deja abierta la posibilidad de asimilar el marxismo a un saber propio –un saber para vivir y no un saber para dominar– y a una geocultura nuestramericana. Una asimilación que implica una recreación y que Mariátegui, a su modo, propuso décadas antes.      

Por otra parte, a diferencia de Mariátegui, el análisis de Kusch se ubicaba en un plano metafísico-ontológico y simbólico, al tiempo que buscaba desentrañar el mecanismo intelectual indígena, los modos del pensar popular, recurriendo frecuentemente al método etnográfico.

La influencia de Martin Heidegger es determinante en su obra. Tiene peso como referencia de una rebelión filosófica contra la idea modernidad y de una estrategia de deconstrucción de las retóricas de la verdad. Esta rebelión y esta estrategia se constituyen en puntos de partida del pensamiento de Kusch. Aunque Kusch se diferencia de Heidegger en aspectos relevantes. Por ejemplo, podemos afirmar que la Ut-catha (“estar”, “estar sentado”, en aymara) se impone sobre “la casa del ser” heideggeriana, del mismo modo que el “vivir” (el “vivir nomás”) se impone sobre el “fundamento” con domicilio fijo. Asimismo,  Kusch, se ubicó en las antípodas de aquellos intelectuales que recurrieron al pensamiento de Heidegger para fundamentar el cinismo o para negar el sentido de todo compromiso social y político, sobre todo los de la generación posterior,  predominantemente “posmoderna”. 

También cabe destacar la influencia de pensadores como Jacques Derridá, Mircea Eliade, Claude Levi-Strauss, Emmanuel Levinas, Karl Jung, Paul Ricouer, Jean Paul Sartre, entre otros. Claro está, autores latinoamericanos imprescindibles le revelaron un pensar “de aquí”, desde el lejano cronista peruano de origen indio Juan Santa Cruz Pachacuti, hasta el mexicano Miguel León Portilla o el chileno Félix Schwartzmann, contemporáneos de Kusch. Entre los argentinos, no podemos dejar de mencionar a Carlos Astrada, Ezequiel Martínez Estrada y Bernardo Canal Feijóo. 

Posiblemente una de la figuras más cercanas a estas inquisiciones kuscheanas, aunque con perfiles asistemáticos y entonaciones mas literarias, haya sido Gamaliel Churata (1897-1969), poeta arequipeño que desarrolló su actividad en Puno y en La Paz, Bolivia; director de La Tea (1917-1919); cofundador de Gesta Bárbara (1917); colaborador, en la década del veinte, de la célebre revista Amauta; fundador de la “Generación Orkopata”, en 1925 y del Boletín Titikaka (1926-1930); autor de El pez de Oro (1957) entre otros textos. Un auténtico precursor –como Mariátegui, como Kusch– de la descolonización cultural. También, como ha señalado José Luís Ayala, un precursor del “realismo mágico”.[12]

La obra de Churata, entre barroquismos y oscuridades impenetrables, refleja un modo de pensar aymara, por lo general articulado con el pensamiento moderno. Churata identificará una tragedia americana, la del ser sin Ser. Decía Churata: “Por lo que si sólo se es estando y si para ser hay que estar, será forzoso que la vida constituya cierta naturaleza de estancia y ser vida será estar en un estar radicalmente biológico”.[13] Al mismo tiempo, Churata proponía una dialéctica diferente a la occidental. La operación principal de Churata y la de Kusch se asemejan: el rescate de la cosmovisión andina que precede al pensamiento filosófico, el reconocimiento de la vigencia de esa cosmovisión y de sus potencialidades para dar respuestas que, a diferencia de la filosofía occidental, aparecían como radicalmente humanas, respuestas “trascendentes”, pero también prácticas.[14] 

Pero en la obra de Kusch no hay referencias a Churata. Como tampoco hay referencias al poeta Manuel J. Castilla, que en la década del 50 publica De sólo estar;[15] o a Armando Tejada Gómez, autor de la letra de la canción “Fuego en Anymana”, que también habla de “estar de sólo estar”, de “estar en la raíz”, del “hombre que se busca en la eternidad”, del ser “pa’ [para] durar como el maíz”, etcétera.  

Retomando el eje de nuestro relato, sostenemos que, a pesar de las diferencias, algunas de las líneas directrices del proyecto hermenéutico-político del Amauta se le imponen a Kusch. Y si bien la presencia de Mariátegui no es siempre explícita en su obra (José María Arguedas aparece mucho más, o Luis Valcárcel, Uriel García, o Raúl Porrás Barrenechea, entre otros autores peruanos), hay algunas coincidencias que tienen como punto de partida, obviamente, el sustrato indigenista, pero también la crítica al eurocentrismo, a la idea de progreso, de causalidad, etc., en fin: la crítica a la razón. Más específicamente, la crítica a la barbarie de la razón, la crítica a la irracionalidad de lo racionalizado.   

En Indios, porteños y dioses, libro publicado en 1966, aunque basado en unas audiciones radiales de 1963, Kusch se refiere explícitamente a Mariátegui. Señala la dificultad a la hora de aplicar doctrinas en América y sostiene que América reclama una

…peculiar forma de ver y sentir al hombre que alienta en el indio y en el mestizo, eso que llamé en otra oportunidad el estar. Porque pertenecen a un mundo preindustrial, aún no enajenado en esa fácil exterioridad que brinda la vida en el burgo con sus objetos. Se mantienen aún en ese aspecto del hombre que encuentra dentro de sí el fin de su vida, su propia solución y su fuerza para modificarlo todo. Quizá Mariátegui consiguió aprehender el mismo aspecto de este problema, aunque le resultó muy difícil llevarlo adelante, en virtud del escaso instrumental que en su época había para entenderlo a fondo.[16]

¿Qué es lo que, en la perspectiva de Kusch, logró aprehender el Amauta?

Entre otros elementos, podemos destacar:

1) Un conjunto de elementos, dispersos y no siempre explícitos, aptos para una crítica de la ontología occidental y para la postulación de una universalidad “de aquí”, opuesta a la universalidad eurocéntrica (el particularismo europeo moderno) que sirvió para fundamentar la subordinación de los pueblos originarios de Nuestra América; y una esencialidad propia, no importada. Universalidad y esencialidad construidas con los materiales que usualmente fueron subalternizados y marginalizados por el paradigma monocultural del conocimiento. De este modo, Mariátegui y Kusch promueven la amplitud epistemológica y pueden ser considerados promotores de una justicia cognitiva global.

Mariátegui y Kusch nos recuerdan que Occidente es un accidente; un accidente aplastante, colonizador, pero un accidente al fin. Al decir de Jean-Paul Sartre: “Una abstracta formulación de universalidad que servía para encubrir prácticas más realistas”, un “club” que a partir de la resistencia de los pueblos indígenas, revelaba su debilidad: “no era ni más ni menos que una minoría”.[17] Ni cumbre, ni estadio elevado de la especie, ni consumación de una supuesta esencia. Su “excepcionalidad”, en algún sentido, es de baja intensidad, no debería sobredimensionarse. René Girard, se refería a lo moderno como  un dinamismo que arrastraba a Occidente, y con este a la humanidad toda, hacia un estado de indiferenciación relativa nunca antes conocido, hacia una especie de “no-cultura” o, lisa y llanamente, de “anticultura”.[18] 

Mariátegui y Kusch nos recuerdan que los pueblos de Nuestra América no son ni inmaduros ni embrionarios ni incompletos, sino densos y complejos. En contra de lo que pensaba el Conde de Kéyserling, Nuestra América no es un mundo natural que se halla en el tercer día de la creación. Dios –si se nos concede provisoriamente una hipótesis tan desmesurada– no creó al mundo “desigual y combinado”. Por lo tanto, los pueblos de Nuestra América tienen todo el derecho de ser criticados. Son merecedores de ese derecho. 

2) Una estrategia contraria a la de Occidente que Kusch definía como el mundo del ser, el horizonte del ser alguien, un mundo que prescinde de las fuerzas de la naturaleza, colocándose por encima o por debajo de la naturaleza y nunca dentro de ella, y que sustituye la religión y la vida por la técnica y los objetos. La crítica de Mariátegui a Occidente, a diferencia de la Kusch, se combina con una reivindicación de algunos de sus elementos más característicos, como ser un vínculo con la realidad en donde la voluntad y la creación juegan un papel central. Mariátegui no pierde de vista la cara rebelde de la modernidad, sus “momentos de verdad” (en términos de Theodor Adorno), su promesa de emancipación y confía en que el socialismo hará posible que esta promesa se cumpla.

En la faena constitutiva de un sujeto filosófico, cultural, social y político, Mariátegui no desdeña los elementos del acervo occidental que le resultan más idóneos, actualizando de algún modo la maniobra de Guaman Poma de Ayala respecto del cristianismo. Esta reivindicación remite a una resignificación de estos elementos en clave plebeya, no-burguesa. Mariátegui, a diferencia de Kusch, está más abierto a la posibilidad de que una pretensión universalista pueda ser el punto de partida para una resistencia “particular”. No recurre a la materialidad concreta de lo propio para renunciar a la universalidad. Nosotros creemos que se pueden pasar por alto algunos aspectos de la unidad de la historia del mundo pero no se puede pasar por alto la unidad de la historia del mundo. Mientras Mariátegui busca comprender las especificidades de esa historia, Kusch es más proclive a negarla.

Cabe señalar que, en muchos aspectos, la crítica de Kusch a Occidente peca de purista, telurista y maniquea. Por momentos olvida algo que él mismo se encargó de señalar con especial énfasis: el carácter fagocitable del ser. Pasa por alto la asincronía –la “diacronización de lo sincrónico”– del proceso histórico en Nuestra América, su carácter “desigual y combinado”. 

Por ejemplo: si bien resultan insoslayables las posturas obreristas y economicistas de la izquierda revolucionaria de Nuestra América en los años 60 y 70, si bien es innegable que algunas de sus concepciones de fondo la llevaron a plantear relaciones instrumentales con el campesinado-indígena, creemos que es del todo injustificada la caracterización que hace Kusch de Ernesto Che Guevara como una figura impermeable frente a Nuestra América, una figura rendida al esquematismo inherente a una cultura de objetos, marcada a fuego por el pensamiento europeo de efectos más eficaces en las clases altas y medias.

Lamentablemente Kusch soslayaba esa porción del Che (a nuestro juicio, la más significativa) que expresaba a las voces sofocadas por siglos y a la rebeldía propia de Nuestra América; el Che heredero de Simón Bolívar, José Martí, Emiliano Zapata, Augusto César Sandino y Mariátegui; el Che que, con su proyecto del hombre y la mujer nuevos, revivió el proyecto del hombre y la mujer matinales; el Che de los “rotos, cholos, gauchos, jíbaros”. 

Kusch también recurre a la poco feliz expresión “infiltración marxista” concebida como “elitismo de clases medias”, para el caso del peronismo.[19] Como si la porción del peronismo que no era de izquierda, revolucionaria o marxista, verbigracia: el peronismo de signo reformista o de derecha, pudiese ser considerado “enraizado”, comprensivo de lo autóctono y alejado del “patio de los objetos”. La pretensión de hallar en el peronismo ortodoxo de la década del 70 un “nuevo estilo del estar”, un núcleo proclive al sociobiocentrismo, implica una visión idealizada y sesgada.[20] Relegar al Che y a la generación de militantes inspirados en su figura al campo de la pulcritud resulta tan absurdo como sostener la imagen de una burocracia sindical peronista hedionda.

¿Puede considerarse al peronismo como una expresión histórica hedionda? Sólo utilizado la categoría de hedor en forma muy acotada, empobreciéndola conceptualmente. En todo caso creemos que es más lícito pensar al peronismo del tiempo de Kusch como un campo contradictorio donde lo pulcro y lo hediondo convivían en tensión. Corresponde reconocer, también, que Juan Domingo Perón se jugó abiertamente por la pulcritud. Las evidencias abundan y no tiene sentido extenderse en precisiones. Valgan como ejemplo los cuestionamientos casi desesperados de John William Cooke –un marxista hediondo del peronismo hediondo– al componente occidental y cristiano del peronismo (pulcro).[21]

Ocurre que el hedor del populismo es siempre superficial. Es el hedor que la pulcritud se arroja sobre sí misma, de a ratos y en cuenta gotas; se trata de una estrategia sofisticada del que domina y, al mismo, tiempo es un signo de su temor. Es una forma de mantener a raya a los hediondos y las hediondas revistiéndose de su olor. Es fingir la hediondez. El hedor del populismo incrementa su eficacia frente a las manifestaciones más puras (e impiadosas) de la pulcritud neocolonialista. Pero, en realidad, se trata de una puja entre dos pulcritudes.  

En el año 1988 algunos militantes peronistas “kuscheanos” sostuvieron que  Carlos Menem era la expresión del “peronismo hediondo”. Al año siguiente, como presidente de la República, impulsó el neoliberalismo en una de sus versiones más duras y crudas. En las últimas décadas conocimos aplicaciones similares, incluso más inconsistentes, de la categoría kuscheana del hedor.   Sin la pretensión de ahondar en estos aspectos, y reconociendo la complejidad de las articulaciones entre filosofía y política, no podemos dejar de señalar que el potencial emancipador que puede deducirse del plano más general de la  propuesta de Kusch no es directamente trasladable a otros planos.  

En sus juicios sobre el Che y sobre la izquierda, Kusch se muestra esquemático y lineal, y por momentos sobrevuela una especie de nostalgia  reaccionaria. Niega las complejidades de la asimilación del marxismo, o de cualquier producto del “pensamiento occidental”, a las realidades desiguales y combinadas. Descarta el instrumental que el marxismo aportaba y que, sin lugar a dudas, servía para sintetizar y enriquecer acervos culturales e identidades populares en Nuestra América. Pasa por alto alguna de las paradojas de la modernidad y la influencia de algunas corrientes de pensamiento europeo en las experiencias populares y revolucionarias de Nuestra América. La gran rebelión de Tupac Amaru, la revolución haitiana, Mariano Moreno, José G. Artigas, Simón Bolívar, José Martí, José Carlos Mariátegui (y el mismo Kusch), se explican, en parte, por esas influencias.      

3) En lugar de pensar en Nuestra América como continente vacante, como “tierra de nadie”, como “escenario”, como materia a la que dar forma, como lo “inferior”, Mariátegui esboza la idea de un dejarse someter por Nuestra América, de asumir su plan de vida. Idea que Kusch desarrollará en extenso. Esto es: Mariátegui y Kusch pensaron en los campos propicios (materiales, sociales, culturales, en fin, intersubjetivos) para que la universalidad emancipatoria a la que adherían no naufragara en Nuestra América. En este aspecto cabe destacar la relevancia de la noción mariateguiana de “elementos de socialismo práctico”.[22]

Más allá de los matices, Mariátegui y Kusch se niegan a ser espectadores de la modernidad. Invitan a intervenir en ella: modificándola, asimilándola en las combinaciones más impensadas.

4) Frente al racionalismo que negaba (o relegaba) a las entidades colectivas, Mariátegui y Kusch proponen la recuperación de la comunidad, la asociación entre “comunitarismo” y humanismo y la reivindicación de las pautas culturales igualitarias de los pueblos originarios de Nuestra América. La idea de “pueblo” reivindicada por Mariátegui y la que proponía Kusch, tienen como punto de partida a la “comunidad” y plantea la articulación de elementos clasistas y culturales. En relación al concepto de pueblo-comunidad, Enrique Dussel nos recuerda que:

Entre los aztecas el altépetl, y entre los mayas el Amaq, son las palabras que significan “comunidad”, el “pueblo” con una intensidad incluyente del “nosotros” desconocida por las experiencias moderno-occidentales. Por ello en América Latina, por influencias indígenas en todo el continente, la palabra “pueblo” significa algo más profundo que en las lenguas romances.[23]

Al igual que Mariátegui, Kusch identifica la supervivencia del “antiguo aliento comunitario  y colectivista”, en Bolivia, Perú y zonas del Norte Argentino,[24] Kusch se refiere al sistema del ayni, basado en la propiedad comunitaria de la tierra y en el trabajo colectivo, sin coacción ni contrato tácito y propone su “reactualización” bajo nuevas condiciones.[25]  En un artículo “Lo superficial y lo profundo en Martínez Estrada”, publicado en la revista Contorno, Nº 4, de diciembre de 1954, Kusch sostenía:

La historia tiene leyes extrañas y ¿quién sabe si el pasado telúrico americano no habrá de dar la pauta al presente que están viviendo subterráneamente los pueblos europeos? La experiencia de la solidaridad social, basada antiguamente en América en la silenciosa rigidez del hombre comprometido con la tierra, puede ser la base inmóvil y vital del mañana, porque sobre esa base de la comunidad y del amparo social quieren asentarse las masas.[26]

Consideramos que la “dirección”, el sentido general del planteo de Kusch, es claramente anticapitalista. En su núcleo mismo se destaca una racionalidad reproductiva del sujeto y de la naturaleza. Una racionalidad no lineal, ni formal, una racionalidad “con arreglo a valores” y que podríamos denominar “circular”.  

Se puede trazar una analogía entre la noción mariateguiana de elementos de socialismo práctico (y la consiguiente identificación “tendencias naturales” de los indígenas al “comunismo”) que Mariátegui propone en los Siete Ensayos y en otros trabajos[27] y lo que Kusch entendía como una alternativa al “desarrollo”, una estrategia liberadora a través de la “comprensión de la ley del objeto” o del “reestablecimiento del circuito de acción propio”.[28] En síntesis, afirmamos que ambos pensadores aportan un conjunto de elementos para reflexionar sobre las fuentes no liberales de la democracia y las fuentes no eurocéntricas del socialismo.

5) La noción de fagocitación de Kusch es perfectamente asimilable a la antropofagia y a la traducción mariateguianas, principalmente en el plano metodológico. Kusch definía a la fagocitación como “la absorción de las pulcras cosas de Occidente [el ser] por las cosas de América [el estar] […] a modo de equilibrio y reintegración de lo humano en estas tierras”.[29] La fagocitación, la antropofagia, o la traducción pueden considerarse operaciones traumáticas pero absolutamente necesarias para el arraigo. En ambos pensadores es la realidad (la realidad abigarrada, incoherente y avasallante de Nuestra América) la que dicta el método.    

6) En “El hombre y el mito”, un texto de 1925, Mariátegui decía:

Ni la razón ni la ciencia pueden satisfacer toda la necesidad de infinito que hay en el hombre” […] La crisis de la civilización burguesa apareció evidente desde el instante en que esta civilización constató la carencia de un mito” […] “La fuerza de los  revolucionarios no está en su ciencia; está en su fe, en su pasión, en su voluntad. Es una fuerza religiosa, mística, espiritual. Es la fuerza del mito.[30]

Al igual que Mariátegui, Kusch también destaca la importancia de la dimensión emocional-simbólica, “mística” o “sapiencial”, y plantea la necesidad de un mito. Dice en América profunda: “Lo que necesitamos aquí es un mito, que responda exclusivamente a una intuición de lo americano”.[31] Al mismo tiempo identifica las referencias a un núcleo ético-mítico por parte del pensamiento indígena-popular.

La dicotomía mito-historia ha perdido peso desde lo teórico y lo metodológico. Su carácter simplista hoy resulta evidente para muchos y muchas. Consideramos que en la actualidad, en Nuestra América, todo movimiento político emancipador, debe dar cuenta de las narrativas míticas de los pueblos y de sus identidades culturales (no nos referimos exclusivamente a los pueblos originarios), básicamente porque esas narrativas y esas identidades operan como el marco en el cual se desarrollan los núcleos de un pensamiento crítico sui-generis –usualmente negado por las narrativas eurocéntricas– y las instituciones comunales que son funcionales a un proyecto emancipador. Mito y rito constituyen formas de percibir el mundo de los pueblos de Nuestra América, remiten a lenguajes morales críticos, a saberes populares, a saberes resistentes. Lejos de toda “manipulación simbólica”, el mito es concebido por Mariategui y por Kusch como fruto de la acción y de la experiencia. A diferencia del utopismo abstracto, el mito tiene siempre una base en la realidad. 

Mariátegui y Kusch, cada uno a su modo, abjuraron de todo intento por “purificar” el pensamiento. Por el contrario, su profunda humanidad los llevó a inmiscuirse en los vericuetos del pensamiento mítico. Cabe la contraposición con las supuestas vanguardias que, en su afán de purificar el pensamiento, se convirtieron en máquinas inhumanas.

7) Mariátegui y Kusch ahondaron en la cuestión nacional y coincidieron en algunas perspectivas generales. Ambos se formularon la pregunta por el contenido de la Nación y cuestionaron a las identidades nacionales “oficiales” impuestas desde arriba y desde afuera: la nación sin pueblo (y en contra del pueblo) la nación en clave europeizante, racista, etc., la nación como ficción conceptual encubridora. Ambos veían en esas identidades la expresión de una universalidad ajena, opresora y colonizadora. Ambos apostaron a favor de que las clases subalternas y oprimidas funden su propia nación. Paralelamente, sin contraponer lo nacional a lo universal, se abocaron a una búsqueda de los cimientos de una universalidad propia.

8) Ambos fueron tildados en sus respectivas épocas, livianamente, de arcaizantes. Kusch, en buena medida, retoma la visión de la tradición de Mariátegui. Para ambos lo más “arcaico” podía ser lo más nuevo, en tanto catalizador que adelanta el futuro, es decir: el pasado podía desempeñarse con finalidades libertarias. Cada uno, a su manera reeditó la Paradoja de Bacon que establece que “al ser antiguo se viene a ser modernos”. La tradición, así concebida, adquiere en sentido dinámico. Asimismo, Kusch no se apartaba ni un ápice de Mariátegui cuando decía que la cultura no era sólo acervo, sino también “actitud”, y que podía “llenarse con elementos no tradicionales”.[32] Por su parte, Churata decía que “si no soy lo que he sido no tengo manera de ser”.[33]

De esta manera la cultura de los colonizados de Nuestra América deja de concebirse como el elemento estático frente al dinamismo de la cultura del colonizador. La cultura de los colonizados de Nuestra América presenta un dinamismo particular, incomprensible para la barbarie de la razón. 

Aquí cabe considerar los aportes “originarios” identificados por Orlando Fals Borda en la historia de Colombia y de Nuestra América: el aporte de los indígenas primarios, de los afro-descendientes cimarrones de los palenques y los quilombos, de los campesinos y artesanos hispanos antiseñoriales, y de los colonos pioneros internos. También debemos tener presente el concepto de “socialismo raizal”, elaborado por el pensador colombiano.[34]

9) Hay atisbos en Mariátegui de un pensamiento seminal, un pensamiento que supera las contradicciones ubicándolas en un plano trascendente, conjurándolas. Una cosmovisión donde todo lo que puebla el universo tiene vida (incluso la muerte). Nacer, crecer, morir, renacer; que para Mariátegui –en la línea de Miguel de Unamuno– significa “agonizar”, esto es: combatir. Y también auto-educarse partiendo de la experiencia de la propia agonía. Nacer, crecer, morir, renacer; que para Kusch significa “crecer para el fruto”, el verdadero horizonte del vivir.

En ambos tenemos un pensar-haciendo-crecer, es decir, un pensar germinativo, que Kusch consideraba fundamento del pensar popular de los pueblos originarios de Nuestra América. Un pensar que no era ni es un “presumir”.

10) Ambos recuperan la dimensión utópica como motor de los cambios sociales. No explican el cambio histórico sólo a partir de las contradicciones estructurales, reconocen el peso de la ideología, los valores, los afectos, etc. Pero además, ambos parten de una utopía que, desde el pasado, se proyecta y se actualiza en el futuro. 

De alguna manera, Mariátegui intuye el estar de América, entonces para él, el socialismo debía dar cuenta de ese estar, no podía ni debía ser una “superposición” más. Podría decirse entonces que el experimento de Mariátegui consistió en articular el estar con el ser, la cultura indígena enraizada con el proyecto universal de emancipación de la humanidad, el diablo con Cristo, la igualdad con la diferencia. Experimento sólo realizable en la periferia de Occidente, en un margen geopolítico y geo-cultural dónde no resulta descabellado ponerlo en contradicción consigo mismo, donde es factible una contramodernidad o lo que Kusch llamaba una racionalidad diferente, “profunda” o más “próxima a nuestros conflictos”.[35] Una “racionalidad reproductiva”, una “racionalidad integral”, que trascendía el núcleo de la racionalidad instrumental. 

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Filmografía:

Hombre bebiendo luz. Rodolfo Kusch un precursor del pensamiento continental autónomo. Documental realizado por Jorge Falcone. Buenos Aires, 2012.

[1] Profesor de Historia y Doctor en Ciencias Sociales. Profesor regular e investigador del Instituto de América Latina y el Caribe (IEALC) de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires (UBA) y en la Universidad de Lanús (UNLa). Escritor, autor de varios libros publicados en Argentina, Venezuela, Chile y Perú, entre otros: Piqueter@s. Breve historia de un movimiento popular argentino; ¿Qué (no) Hacer? Apuntes para una crítica de los regimenes emancipatorios; Introducción al poder popular (el sueño de una cosa); El socialismo enraizado. José Carlos Mariátegui: vigencia de su concepto de “socialismo práctico”; El Hereje, apuntes sobre John William Cooke; Marx populi. collage para repensar el marxismo y La comunidad (auto)organizada.        

[2] Zea, Leopoldo, La esencia de lo americano, Buenos Aires, Pleamar, 1971, pp. 15 y 16.

[3] Argumedo, Alcira, Los silencios y las voces en América Latina, Buenos Aires, Ediciones del pensamiento nacional, 2011, pp. 135 y 136. 

[4] Véase: Subcomandante Insurgente Marcos, “Chiapas: la terceava estela”, México, FZLN, 2003.  

[5] René Girard señalaba que el “angelismo científico procede de una profunda repugnancia de origen filosófico e incluso religioso a admitir que lo verdadero pueda coexistir con lo arbitrario, y tal vez incluso arraigarse en esta arbitrariedad”. Véase: Girard, René, La violencia y lo sagrado, Barcelona, Anagrama, 1995, p. 240.

[6] Kusch, Florencia, “El hedor y los márgenes: la militancia barrial (territorial)”. En: Tasat, Alejandro José y Pérez, Juan Pablo (coordinadores), El hedor de América. Reflexiones interdisciplinarias a 50 años de la “América Profunda” de Rodolfo Kusch, Buenos Aires, Centro Cultural de la Cooperación-EDUNTREF, 2013, p. 90.

[7] Caillé, Alan: “antiutilitarismo”. En: Cattani, Antonio D.; Coraggio, José L. y Laville, Jean-L., Diccionario de la otra economía, Buenos Aires, Universidad de General Sarmiento, Altamira, Clacso-coediciones, 2009, p. 32. 

[8] Sartre, Jean-Paul, “Prefacio” a: Fanon, Frantz, Los condenados de la tierra, México, Fondo de Cultura Económica, 2007, p. 23. Para Sartre, esta operación también implicaba un strip tease del humanismo occidental, del humanismo burgués o del pseudo-humanismo, que no era más que una “ideología mentirosa, la exquisita justificación del pillaje” (p. 23).  

[9] Vale aclarar que esta concepción del progreso teleológica, determinista, ascendente y unidireccional no dejaba de ser, en última instancia, una concepción emparentada con ideales y proyectos a largo plazo. Pero sucede que, en buena parte de Nuestra América y a lo largo de su historia “moderna”, las clases dominantes asumieron, en los hechos, el inmediatismo más rotundo que fue el correlato de las diversas formas de saqueo, desde las más directas hasta las más sutiles.   

[10] Finalmente, la crítica de la universalidad de la razón (científica) asume alguna forma de relativismo y, por lo tanto, quien la ejerce corre del riesgo de ser tildado de oscurantista o de posmoderno. Más allá de que, por lo general, haya sido el pensamiento universalista, “racional”, “verdadero”, el que ofició  (sobre todo a lo largo de la historia de Nuestra América) como el camino más directo a la barbarie. Luego, no hace falta ser posmoderno/a para  considerar de los condicionamientos culturales o lingüísticos.      

[11] Véase: Kusch, Rodolfo, América profunda. En: Kusch, Rodolfo, Obras completas, Tomo II, Rosario, Editorial Fundación Ross, 2007, p. 202, 204 y 205.

[12] Ayala, José Luís: “Churata en la cultura literaria universal”. En: Churata, Gamaliel, Resurrección de los muertos, Lima, Asamblea Nacional de Rectores, 2010, p. 847. 

[13] Churata, Gamaliel, Resurrección de los muertos, Lima, Asamblea Nacional de Rectores, 2010, p. 376.

[14] Churata hablará de “resurrección” de las culturas vencidas por el proceso de colonización.

[15] Véase: Santillán Güemes, Ricardo, “Rituales Hedientos. Anotaciones sobre temas de Rodolfo Kusch”. En: Tasat, Alejandro José y Pérez, Juan Pablo (coordinadores), op. cit., p. 50. El autor refiere al hecho de que Kusch y Castilla se conocieron personalmente y señala: “lo que nunca comprendí es por qué Gunter jamás cito a Manuel, que captó el estar desde otro lado”. (p. 51).       

[16] Kusch, Rodolfo, Indios, porteños y dioses. En: KUSCH, Rodolfo, Obras completas, Tomo I, Rosario, Editorial Fundación Ross, 2007, pp. 314 y 315.

[17] Sartre, Jean-Paul, “Prefacio” a: Fanon, Frantz, op. cit, p. 24. Sartre agregaba: “Lo que es peor: puesto que los otros se hacen hombres en contra nuestra, se demuestra que somos los enemigos del género humano; la elite descubre su verdadera naturaleza: la de una pandilla” (p. 24). 

[18] Girard, René, op. cit., p. 195. 

[19] Véase: Kusch, Rodolfo, El pensamiento indígena y popular en América, en: Kusch, Rodolfo, Obras completas, Tomo II, op. cit., p. 468 y 544 y Geocultura del hombre americano, en: Kusch, Rodolfo, Obras completas, Tomo III, Rosario, Editorial Fundación Ross, 2007, pp. 12 y 13. 

[20] Kusch, Rodolfo, La negación en el pensamiento popular, en: Kusch, Rodolfo, Obras completas, Tomo II, op. cit, p. 671.

[21] Véase especialmente: “Correspondencia Perón-Cooke”. En: Cooke, John William, Obras completas, Tomo II, (Eduardo L. Duhalde compilador), Buenos Aires, Colihue, 2008. 

[22] Véase: Mazzeo, Miguel, El socialismo enraizado. José Carlos Mariátegui: vigencia de su concepto de “socialismo práctico”, Lima, Fondo de Cultura Económica, 2012.

[23] Dussel, Enrique, 20 tesis de política, Caracas, Fundación Editorial el perro y la rana, 2010, p. 102.

[24] Kusch, Rodolfo, América profunda, op. cit., p. 188.

[25] Véase: Kusch, Rodolfo, El pensamiento indígena y popular en América, op. cit., pp. 414-423 y Esbozo, en: Kusch, Rodolfo, Obras completas, Tomo III, op. cit., p. 318.

[26] Kusch, Rodolfo, América Parda. Artículos y conferencias, en: Obras Completas, Tomo IV, Rosario, Editorial Fundación Ross, 2007, p. 218.

[27] Véase: Mariátegui, José Carlos, Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana, México, Serie Popular Era, 1979, pp. 17, 48, 58; también Peruanicemos el Perú, Lima, Empresa Editora Amauta, 1981, pp. 109-110, e Ideología y política, Lima, Empresa Editora Amauta, 1979, pp. 31, 48, 49, 62, 67, 82, 161, 196, 277, 

[28] Kusch, Rodolfo, Esbozo, op. cit, p. 324.

[29] Kusch, Rodolfo, América profunda, op. cit, p. 19 y p.195.

[30] Mariátegui, José Carlos, El alma matinal y otras estaciones del hombre de hoy, Lima, Empresa Editora Amauta, 1959, pp. 18,19 y 22.

[31] Ibidem, p. 162.

[32] Kusch, Rodolfo, Esbozo, op. cit, p. 252.

[33] Churata, Gamaliel, op. cit., p. 142.

[34] Véase: Fals Borda, Orlando, El socialismo raizal y la Gran Colombia bolivariana. Investigación acción-participativa, Caracas, Fundación Editorial El Perro y la Rana, 2008; y La subversión en Colombia. El cambio social en la historia, Bogotá, Fica-Cepa, 2008.  

[35] Kusch, Rodolfo, Geocultura del hombre americano, op. cit., p. 204.

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El periodismo programático de vanguardia de Mariátegui



El periodismo programático de vanguardia de Mariátegui

Carmen Susana Tornquist[1]

Traducción Victor Hugo Pacheco Chávez

Me gustaría compartir con ustedes un debate, que, más allá de su importancia en la historia del pensamiento social latino-americano, sigue siendo actual: el papel del periodismo en la construcción de un proyecto revolucionario. Mi objetivo es presentar la propuesta de Mariátegui, expuesta sobre todo en el proyecto de la Librería Minerva, y en la revista Amauta. Pero esto no lo puedo hacer sin antes esbozar lo que entiendo como periodismo programático de vanguardia y, también, con algún riesgo de ser redundante para algunos, un poco de la trayectoria de este que es considerado el primer marxista latinoamericano, pasando, rápidamente, por su conocido “exilio” en Europa. Destacaré, no sin antes explicar por qué, el énfasis en su contacto con el grupo (y revista) Clarté, a través de la figura de Henri Barbusse.

Es relativamente conocida la importancia de Mariátegui en la teoría marxista latinoamericana (y también en otras perspectivas que rechazan el eurocentrismo). Como señala Michael Löwy, Mariátegui consiguió escapar de la persistente polaridad teórica entre eurocentrismo y excepcionalmente latinoamericano (Löwy, 2001: 13), realizando una adaptación crítica del marxismo a la realidad latinoamericana. Este autor considera que:

La tentativa de la renovación revolucionaria del marxismo, a pesar de sus excesos voluntaristas, permite a Mariátegui librarse del evolucionismo stalinista, con su versión rígida y determinista de sucesión de etapas históricas, que el Comitern de finales de los años 20 estaba comenzando a diseminar por toda América Latina. (Löwy, 2006: 19)

De ahí, siguiendo la propuesta de Löwy, la centralidad de Mariátegui en la creación del marxismo latinoamericano, a quien se le atribuye una especie de “paternidad” (Pericás, 2010). Muchos autores caracterizan su obra como un marxismo heterodoxo y “abierto” (Bruckman, 2012) y atribuyen este dinamismo (y actualidad) a la puesta en práctica del método dialéctico. Es decir, al uso adecuado (en este sentido, ortodoxo) del método de análisis marxista para pensar las especificidades nacionales (o regionales y locales), incluyendo la necesidad de problematizar la cuestión indígena y situarla en el centro de un proyecto socialista.

Subrayo aquí la idea de heterodoxia, ya que aparecerá en la trayectoria de Mariátegui –sobre todo en los círculos marxistas o progresistas de su tiempo, después de su muerte— como categoría de acusación, o mientras que, para muchos de sus admiradores y seguidores declarados, es precisamente por eso que su obra sigue siendo actual. 

Editorialismo programático de vanguardia

La socióloga argentina Fernanda Beigel (2003) denomina editorialismo programático de vanguardia al conjunto de trabajos editoriales que fueron desarrollados, al inicio del siglo pasado, y que tuvieron como propósito realizar lo que Gramsci llamaría la “organización cultural”. Es decir, serían espacios públicos de alta divulgación en los cuales se expresaban debates sobre diferentes temas de la vida económica, social y artística, pautadas por propuestas de vanguardistas y socialistas.

Las innovaciones tecnológicas ocurridas ya a finales del siglo XIX habrían permitido, desde el punto de vista técnico-científico, la edición e impresión de revistas, boletines y periódicos, con posibilidades gráficas de reproducción de obras de arte, que fueron muy bien aprovechadas por editores latinoamericanos. Amauta, La sierra, Boletín Titikaka, en Perú, Repertorio Americano, en Costa Rica; O homem do povo, en Brasil; Martín Fierro, Babel, La revista de filosofía, Claridad, en Argentina; serían algunos de los ejemplos de este proceso. (Beigel, 2003b: 108) Las primeras décadas del siglo XX serían, pues, un hito importante, ya que en ellas se puso en escena una profusión de revistas culturales que ampliaron el acceso al arte, la cultura y el debate político, y junto a este proceso, se observa la constitución de un campo editorial identificado con perspectivas anticapitalistas, socialistas y anarquistas. Por lo tanto, utilizo, de aquí en adelante, la proposición de Fernanda Beigel:

Nuestra “bisagra” se desenvolvió en la disputa entre el orden oligárquico y una nueva sensibilidad, que tendía a identificarse –en un principio con bastante ambigüedad— con los sujetos emergentes y los proyectos sociales que se materializan en revistas culturales, asociaciones gremiales y los primeros partidos de masas durante la década del 20. El concepto de vanguardia que construimos en ese trabajo se liga de ese modo a la tradición del materialismo cultural en el sentido que diferencia las rupturas formales respecto a las prácticas que se desenvolvieron en un terreno estético-político y promovieron proyectos que trascendieran el gesto iconoclasta para dirigirse a desplazar el orden oligárquico. (Beigel, 2003a: 33)

Es importante destacar, como se observa en la cita anterior, la centralidad de la dimensión estética, bien como idea de que una nueva moral y una nueva sensibilidad deberían ser gestadas, justo en procesos de transformación económica y política más amplios. La experiencia de Amauta (centro de este trabajo) y de Clarté (también aquí referida) serían ejemplos paradigmáticos de este tipo de periodismo. Fernanda Beigel destaca también, la importancia del carácter colectivo de esos proyectos editoriales, alrededor de los cuales orbitaron varios intelectuales. La presencia de diversos puntos de vista y de perspectivas heterogéneas sobre asuntos similares (a través de polémicas, como veremos a través del artículo) será común en este periódico (y entre ellos).

El carácter ecléctico, que estaba presente en críticas hechas a su tiempo no debe, por lo tanto, descontextualizarse de esta perspectiva, y nos detendremos en este punto más adelante, centrándonos en el caso de Amauta, porque nos parece clave para pensar en el papel que puede tener el editorialismo programático –aun hoy, en condiciones técnicas— en la construcción de la teoría y de un proyecto revolucionario.[2]

Las influencias europeas[3] de Mariátegui

Como sabemos, Mariátegui inicio su carrera intelectual como periodista y como poeta, habiendo trabajado en los periódicos limeños El Tiempo y Nuestra Época, entre los años de 1915 y 1919, este último año enviado a Europa, donde también se dedicó a escribir artículos para los periódicos de su país natal. Su vocación periodística estaba indisolublemente ligada al proyecto de organización cultural y del activismo político que entabló desde su regreso a América, en 1922, permeado de la idea de que el socialismo americano no podría ser ni calco ni copia del socialismo europeo, un punto crucial que explica la actualidad e su pensamiento. Es importante destacar la famosa frase de Mariátegui acerca del descubrimiento de su americanidad, en suelo europeo, al mismo tiempo en que percibe la necesidad de ligar los avances civilizatorios de todo el orbe –independientemente de su origen— con las especificidades nacionales o regionales.

Sabemos también que Mariátegui publicó pocos libros, siendo el segundo de ellos, Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana. No obstante, la importancia de los Siete ensayos, y de su impacto (tardío) en el pensamiento latinoamericano, la mayor parte de su propuesta teórica y política está presente en sus artículos, publicados en varios periódicos que fueron compilados póstumamente. Pero también está presente, de forma mucho más contundente, en las dos tesis que él envió al I Congreso de la Internacional Comunista, realizado en Argentina, en 1929. Una de ellas se tituló Punto de vista Anti-imperialista, en la cual Mariátegui discrepa de las tesis que justificaban las alianzas con supuestos sectores nacionalistas de la burguesía latinoamericana para conformar frentes antiimperialistas, y El problema de las razas en Latinoamérica, donde trabaja con el mismo argumento expuesto en los Siete ensayos y en otros textos sobre el problema indígena, referente a la especificidad latinoamericana. Estas tesis, presentadas por compañeros del Partido Socialista peruano, recién creado, fueron rechazadas por los participantes del congreso, y durante décadas, obscurecidas en los medios marxistas ligados a los partidos comunistas. La historia de este “obscurecimiento” es bastante larga, y no es posible presentarla aquí, pero hay trabajos importantes que detallan todo el proceso, como los de Silvana Ferreyra (2009), y de Michael Löwy (2001), entre los más recientes. Se trata, por desgracias, de la propia ignorancia actual de Mariátegui en Brasil (Pericás, 2010).

No obstante de la importancia de estas tesis y de su obra cumbre (los Siete ensayos…) puede considerarse que Amauta fue la expresión más elaborada del proyecto editorial (y político) de Mariátegui. El proyecto de la revista, reacia a las perspectivas doctrinales que incluso fue objeto de debates de la época, como veremos más adelante, no puede verse aislado de las otras publicaciones en las que participó, en particular Labor(periódico de la Central General de Trabajadores Peruanos [CGTP]), así como la participación en las Universidades Populares Manuel González Prada y la revista Claridad, vinculada a éstas, la participación en la CGTP, en el partido socialista peruano, de la que también se deriva su participación en el Congreso de la Internacional, antes mencionado. Esto sin mencionar las tertulias celebradas en su propia casa, que rápidamente se convirtieron en un espacio cotidiano de debate y producción teórica colectiva, con fuerte repercusión en la elaboración de las tesis más importantes que el autor produjo.[4] El hilo conductor de sus reflexiones y de su praxis atraviesa todo este camino, incluso teniendo en cuenta la parte de su obra que él mismo querría obviar, y que calificó como la “edad de piedra”.

Estudiosos de la obra de José Carlos Mariátegui consideran que las principales influencias que recibió en su proceso de formación marxista que realizó en Italia, país en el que vivió entre los años de 1919 y 1922.[5] Las relaciones entre Gramsci y Mariátegui son bastante frágiles, pues los dos se encontraron probablemente en una sola ocasión (nada menos que en el Congreso de fundación del PCI). No obstante, la similitud de sus pensamientos debe ser reconocida. (Escorsim, 2005; y Ferreyra, 2007) Dicha similitud puede ser atribuida a diversos factores, entre los cuales, claramente se encuentra la coyuntura política y el contexto intelectual que compartieron. Sin embargo, aquí me detendré en otra publicación editada en Francia entre 1919 y 1930, que tuvo entre sus admiradores y suscriptores, la figura de Mariátegui. En mi opinión, esta revista también fue expresión del editorialismo programático de vanguardia, y, ejerció una gran influencia en el proyecto editorial mariateguiano de diversas maneras.

Clarté fue el nombre de un grupo, y también de una revista, editada en París, que circuló en los medios socialistas de Europa y de otros países, en menor grado, coordinada inicialmente por Henri Barbusse. Quienes conocen la trayectoria de Mariátegui tienen conocimiento de que cuando éste llega a Paris, y permanece ahí por unas semanas, entra en contacto con este señor, del cual leyó el libro El fuego, un romance de guerra, como se le conocía a esa literatura, de carácter pacifista e internacionalista, género común en el periodo posterior a la primera guerra mundial. Además de conocer la gráfica del primer número publicado de Clarté, que en sus inicios era un pequeño Boletín, Mariátegui estrechó sus lazos con Barbusse de forma decisiva con la visita, incluso cuando Barbusse se retiró de Clarté.

La publicación era el punto clave del grupo Clarté, alrededor del cual orbitaban una serie de eventos y debates, expresando así un proceso de automatización de la esfera cultural, como anota Fernanda Beigel. De forma discontinua y heterogénea. Clarté fue, así como Amauta, un proyecto estético-político, expresado de forma privilegiada en las innovaciones y creaciones civilizatorias en el ámbito estético, social y político. En las páginas de la revista (en el caso de Clarté, sobre todo en su formato de revista), dependiendo del periodo, la presencia de caricaturas, grabados y reproducciones de obras de arte es constante, no son sólo ilustraciones secundarias, sino imágenes cargadas de contenido. El uso de fotografías es también, bastante frecuente, en general asociado a las materias que tenían como objetivo a los lectores y lectoras de las verdades ocultas por la prensa burguesa, en especial, en lo referente al proceso revolucionario que se estaba dando en la Rusia Soviética, y después, en China, las cuales tuvieron un gran protagonismo a lo largo de la trayectoria de Clarté.

La presencia de grabados, dibujos, caricaturas y xilografías de artistas como George Grosz, Lucien Lafargue, Franz Messerel, Mela Mutter, y posteriormente de surrealistas como Picasso, atestiguan la centralidad que la vanguardia estética tenía en la revista, junto con las posibilidades concretas de su reproducción gráfica. Expresaron la feroz crítica que desde el principio la revista hizo del “patético” nacionalismo de los países europeos implicados en la Primera Guerra Mundial, así como del sector financiero, causante de tragedias consideradas contrarias al proceso de avance de la humanidad. La propuesta original de los clartistas era construir lo que llamaban una Internacional de pensamiento, que incluía la crítica contundente a la Gran Guerra, la creación de un internacionalismo proletario y la construcción de una sociedad basada en la ilustración y la razón, de la que el nombre Clarté es una expresión muy significativa. Esta idea, surgida del espíritu iluminista y racionalista, también sería utilizada por la revista para apoyar la revolución proletaria en curso en Rusia, vista como un avance civilizador que serviría de ejemplo a los países occidentales que habían retrocedido desde el punto de vista de la Razón, a costa de la tragedia de la Primera Guerra Mundial.

Clarté también promovía la traducción de obras de otros idiomas, especialmente del ruso, alemán e inglés,[6]de esta manera, como sus contemporáneas latinoamericanas, entre ellas Amauta, el contacto con otros editores o grupos políticamente afines con su propuesta, fue de gran importancia. Textos completos de Lenin, Trotski, Rosa Luxemburgo, entre otras personalidades, eran traducidos por entregas, en la revista, por intelectuales ligados al grupo miembros de su comité editorial, entre los cuales se puede destacar a Madeleine Marx, quién tradujo obras del alemán y del inglés, y a Victor Serge, quien tradujo del ruso[7]comentarios de otras revistas sobre libros, películas eventos políticos y artísticos, nacionales e internacionales. Entre estos eventos, cabe destacar el proceso revolucionario alemán, contexto en el cual ocurre el asesinato de Rosa Luxemburgo, y, desde su segundo número, en su boletín, el tema que ocupó mayor espacio en Clarté: la Revolución Soviética.

Clarté fue persistente publicando artículos que hablaban sobre las conquistas y hechos de la revolución soviética, además de varios artículos que analizaban este proceso. Publicó numerosos testimonios de viajeros cuya finalidad era contraponerse a los relatos anti soviéticos que formaban el repertorio del periodismo y del arte burgués del momento, al igual que, como por cierto, lo muestra Pericás, al analizar los textos de Mariátegui sobre la Revolución Rusa (Pericás, 2012: 9), además de promover campañas de solidaridad, a través de la recaudación de recursos económicos, que se recogían en diversos barrios y ciudades donde había actividades de los claretéistas, como se conocieron sus militantes. La revista se vendía en los quioscos y también se difundía en las reuniones que se celebraban bajo la responsabilidad de sus redactores o editores, que solían tener lugar en teatros o sindicatos, sobre todo en Francia, donde el grupo logró una amplia adhesión desde sus inicios.

La revista tenía columnas permanentes de crítica literaria, y como también editaba libros, a bajo costo, promovía de manera permanente su venta, ofreciendo paquetes promocionales. En momentos de mayores dificultades económicas, insertaron publicidad de otras librerías y editoriales, incluyendo promociones bastantes creativas y concursos literarios. Las obras marxistas, incluidas las del propio Marx, eran frecuentemente divulgadas en las páginas de la revista, expresando un espacio de circulación de estas obras durante la década de  1920.

Un aspecto bastante delicado que se le plantea inmediatamente a Clarté y también a Amauta será precisamente el alcance o amplitud de sus principios ideológicos, que llevó, en el caso de Clarté, a procesos de conflicto interno bastante fuertes, situados en torno a la figura de Barbusse, y que implica en un momento, una propuesta de fusión con el grupo de los surrealistas, en 1926, y, nos años más tarde, con el trostkismo, a partir de 1930 (La lucha de clases).

En el centro de estos conflictos se encontraban dos cuestiones: el grado de amplitud ideológica y la relación con las organizaciones políticas, especialmente con los partidos. Esta autonomía tanto de la política partidista como del mercado estaba presente en las experiencias que aquí analizamos. Algunas de las polémicas y desafíos estuvieron presentes en las propias páginas de las publicaciones periódicas, otras no se hicieron explicitas, como sugiere el historiador Alain Cuenot, que analiza las relaciones de Clarté con el Partido Comunista Francés (Cuenot, 2010). Estas cuestiones también estuvieron presentes en la experiencia de Amauta, y apuntan problemas complejos, presentes también en el campo socialista actual.

Amauta: punto central de un proyecto más amplio

Amauta fue publicada por primera vez en 1926. Antes de ello, Mariátegui ya había tenido experiencia como director de la revista Claridad, coordinada por Haya de la Torre, quien necesito de la ayuda de Mariátegui, para asumir las tareas de edición de la revista (cuya filiación a la revista francesa era explicita), debido a su exilio en México. Así, Mariátegui asume la coordinación de la revista en 1923, luego de su regreso a Perú, participando hasta el número siete, de la revista, como editor interino. Del total de los siete números, Mariátegui coordinó tres, lo cual es significativo, teniendo en cuenta la ruptura que ocurrirá, tiempo después, entre los dos compañeros, debido a las divergencias relacionadas con el frente antiimperialista y el análisis de la realidad peruana y latinoamericana que sustentaba tal propuesta.

Amauta formó parte de uno de los proyectos editoriales, capitaneados por Mariátegui, englobados en la librería Minerva, y que contó con el apoyo decisivo de hermano, que importó el equipo desde Europa, facilitando así, los trabajos de impresión de las publicaciones de Amauta y Labor.

Amauta era una revista de arte y política, dirigida a un amplió público, izquierdista, de orientación socialista. Trazó temas variados, y pretendió contribuir con la constitución de una nueva sensibilidad (relacionada a la idea que expone Fernanda Beigel, antes mencionada, como algo típico del editorialismo pragmático de vanguardia). Todavía es importante señalar que al mismo tiempo en que se editó Amauta, Mariátegui seguía colaborando como articulista de otras publicaciones importantes del Perú, en particular Mundial, en la cual publicaba varios artículos relevantes, y muchos de ellos en el tono de debate con otros intelectuales del momento, y, además inicia la publicación de Labor, quincenario de información e ideas, que tenía la intención de ser un periódico, destinado de modo particular a la clase obrera, organizada en 1929 en la CGTP, que el mismo ayudará a crear, en mayo de ese año. Labor, era considerado el complemento de Amauta, se llegaron a publicar diez números quincenales entre noviembre de 1928 y septiembre de 1929.[8] En Amauta se observa la publicación de artículos de carácter internacional, traducciones de texto, referencias a Clarté, artículos referentes al indigenismo, y también ilustraciones y grabados de artistas peruanos, mexicanos y europeos.

La primera edición de Amauta se publicó en septiembre de 1926, y contó desde sus comienzos con la participación decisiva de José Sabogal, representante del indigenismo estético, incluyendo una serie de otros y otras artistas que encontraron en Amauta un importante espacio de expresión y divulgación. Una revisión rápida del contenido de la revista, en su edición facsímil, publicada después de 1980, muestra el vigor de ese indigenismo estético, palpable en las páginas y en las portadas de Amauta.

La selección del nombre, Amauta, estaba ligada a la importancia que la presencia indígena tenía en las reflexiones de Mariátegui, y a la elección de la obra homónima de José Sabogal como insignia maestra, la cual se asociaba fácilmente a la figura de Mariátegui (El amauta, líder, en quechua).

La revista tuvo 30 números, y fue editada entre 1926 y 1930. La muerte prematura –pero no sorpresiva— de Mariátegui, en 1930, suspendió este valioso trabajo, demostrando la centralidad que su persona tenía en este proceso.

Mónica Bruckmann (2012), partiendo de la constatación de que el marxismo “abierto” de Mariátegui tuvo en Amauta una de sus mayores expresiones, hace un exhaustivo recuento de las materias que fueron publicadas en Amauta, haciendo una clasificación temática. Ella concluyó que los artículos de arte y literatura conforman el 41% de estos 30 números, el espacio de las reseñas ocupa 15%. Los demás temas no estuvieron tan representados en la revista, contrastando con el conjunto de la obra de Mariátegui, que dedicó mucha atención (a lo mejor de su sangre, como el gustaba decir), a temas políticos como la revolución, el internacionalismo, la organización sindical, las condiciones de vida de la clase trabajadora y de los indígenas. Así mismo, el indigenismo, tema central en la propuesta del socialismo indoamericano, por el cual Mariátegui fue conocido, como señalamos antes, ocupó apenas un 4% de las materias escritas en Amauta, no obstante, un análisis de las ilustraciones elevaría, ciertamente, este porcentaje.

En cuanto al arte, destaca el espacio concedido a la poesía (281 artículos) y a la literatura (254), seguido de la pintura (71) y el cine (41) (Bruckmann, 2012). Según la autora

La revista Amauta se destacó por la amplitud de su temática. El interés por dar contenido al estudio y debate sobre el mundo contemporáneo no encontró restricciones en ninguna disciplina del quehacer humano. Sus páginas acogen con igual interés y extensión artículos sobre los nuevos elementos del folklore peruano como escritos de filosofía y psicoanálisis. (Bruckmann, 2012: 65)

Como ya se ha subrayado, Mariátegui desempeñó un papel fundamental en la difusión directa del movimiento surrealista en América Latina, habiendo traducido, por ejemplo, la famosa encuesta sobre la sexualidad, que marcó una época por la (supuesta o presunta) audacia de sus cuestionamientos y supuestos, así como importantes artículos sobre el feminismo (La mujer y la política y Las reivindicaciones feministas) y sobre el psicoanálisis. Cabe destacar, como señala Sara Beatriz Guardia (2009), la notable presencia de autoras, poetas, artistas y escritoras en las páginas de Amauta y el diálogo con mujeres como Dora Mayer de Zuelen (mujer indigenista que escribe regularmente en Amauta) en el proceso de construcción de su proyecto político, estético y editorial.

Como se ha señalado anteriormente, la amplitud de los temas puestos en escena por el editorialismo de Mariátegui debe pensarse también en términos de un proyecto que va más allá de la propia revista Amauta. Formaba parte de un proyecto editorial y político mucho más amplio, que incluye el debate llevado a cabo en otras revistas del campo socialista o simplemente progresista (como Mundial y Variedades, donde Mariátegui escribía con bastante frecuencia), así como Labor, Claridad, en sus respectivas épocas, y también las demás participaciones de Mariátegui en el espacio político socialista, especialmente las situadas en el seno de las organizaciones sindicales y partidarias que ayudó a fundar. En este sentido, cabe destacar la importancia que tiene el prólogo del libro de Luis Valcárcel, Tempestad en los Andes,[9] en el que Mariátegui reitera la centralidad del indigenismo para pensar la realidad latinoamericana, y que fue enviado por el propio Mariátegui a los editores de La lutte de classes, a pesar de haber sido prácticamente despreciado por los editores de la revista sucesora de Clarté.[10]

Los impactos de la revolución rusa se dejaron sentir rápidamente también en el pensamiento de Mariátegui. El periodo en el que estuvo en Europa probablemente contribuyó a este proceso, y se manifestó claramente en artículos específicos dedicados al tema, como muestra el trabajo de Pericás (2012). Son prácticamente 50 artículos, reunidos por el autor brasileño, escritos por Mariátegui, directamente relacionados con la Rusia soviética. Algunos de ellos fueron escritas en suelo europeo; otros, en Perú, y publicados entre 1920 y 1929, en las revistas Mundial y Variedades (ambas publicadas en Lima), y en su libro de 1925, La escena contemporánea. Estos artículos atestiguan la importancia y el impacto que la revolución soviética tuvo en el Amauta, que fue inmediatamente compartido con sus lectores. Es importante destacar que la sorpresa de la revolución rusa, ocurrida en un país fuera del eje occidental y de los países centrales, promovió importantes sacudidas en la teoría marxista de la época, estando en la base de las reflexiones promovidas por los marxistas italianos, con los que Mariátegui convivió y se relacionó fuertemente:

La revista Amauta se constituyó en un espacio privilegiado de debate de los grandes temas que marcaran un momento histórico que a fines de los siglo XIX y principios del siglo XX se debatía entre el capitalismo como modo de producción hegemónico y el socialismo como proyecto revolucionario que sacudía las bases de la sociedad europea y encontraba en Rusia soviética su más claro ejemplo de viabilidad. (Bruckmann, 2012: 64)

A pesar de la positividad con la que hoy se acoge la apertura o el pluralismo temático e ideológico, hay que señalar que esta característica fue vista en su momento como un punto de debilidad ideológica y programática. Uno de los más destacados críticos contemporáneos a Mariátegui -y su interlocutor-, Luis Alberto Sánchez, críticó el lugar que Mariátegui otorgaba a la cuestión indígena (en la polémica antes citada sobre la excepcionalidad latinoamericana), lo que no le parecía en absoluto ajeno a Mariátegui, convencido como estaba de la centralidad de la cuestión indígena, tanto por su magnitud demográfica (tres cuartas partes de la población peruana es indígena, decía en sus textos, basándose en datos censales de finales del siglo XIX) como, más aún, por la persistencia de la tradición comunitaria del indígena, claramente expresada en el ayllu, forma comunal de producción indígena, que permanece desde los tiempos del Inca Tawantisuyo a pesar de las presiones del gamonalismo y la república.

Sánchez también cuestionó el eclecticismo de la revista Amauta, publicando artículos en los que criticaba la orientación ideológica excesivamente amplia y poco relacionada con los objetivos programáticos de la revista. Como fue el caso de un artículo publicado en la revista Mundial, al que Mariátegui respondió en Amauta, también en 1927, diciendo lo siguiente:

Amauta ha publicado artículos de índole diversa porque no es solo una revista de índole social, económica, política, etc., –sino también una revista de arte y literatura. La filiación o posición doctrinal no nos preocupan, fundamentalmente sino en el terreno doctrinal .En el terreno puramente artístico, literario, y científico, aceptamos la colaboración de artistas, literatos, técnicos, considerando solo su mérito respectivo, si no tiene una posición militante en otro campo ideológico.(…) Amauta tiene demasiada para inquietarse por La fortuita presencia de una Idea o un sentimiento heterodoxo en sus páginas. Es una revista de definición ideológica de concentración izquierdista, que asimila o elimina, seguramente, sin daño para su salud, cualquier elemento errante […] estamos todos los días dispuesto a confrontar nuestros puntos de vista con los afines y con los próximos. Amauta, por su parte, en cuanto concierne a os problemas peruanos, ha venido para inaugurar y organizar un debate, no para clausurarlo. Es un comienzo y no un fin. Yo, personalmente, traigo a este debate mis proposiciones. Trabajaré, por supuesto, porque prevalezcan, pero me conformaré con qué influyan – en la acción, en los hechos, prácticamente- en la medida de su coincidencia con el sentimiento de mi generación y con ritmo de la historia.[11]

En el mismo número, Mariátegui reflexiona sobre la función de la polémica y el debate en el proceso de construcción de un programa revolucionario, a partir de las críticas de Luis Alberto Sánchez:

Que se contrasten, que se confronten dos puntos de vista, no quiere decir que se los adopte. La crítica, el examen de una idea o hecho, requieren precisamente, esa confrontación, sin La cual ningún seguro criterio puede elaborarse. Las tendencias o los grupos renovadores no tienen todavía un programa cabalmente formulado ni uniformemente aceptado. Como he escrito, polemizando con Cesar Falcón, mi esfuerzo no tiende a imponer un criterio, sino a contribuir con su formación. Y debo recordar a (Luis Alberto) Sánchez, un programa no es anterior a un debate sino que posterior a él.[12]

Esta polémica, sobre lo que puede y debe ser un proyecto editorial revolucionario, me parece muy actual y, por tanto, objeto de nuestra atención.

Referencias

BEIGEL, Fernanda. El itinerário y La Brújula. El vanguardismo estético-politico de José Carlos Mariátegui. Editorial Biblios, Buenos Aires, 2003.

 

____ . “Las revistas culturales como documentos de la historia latinoamericana”. En: Utopia y práxis Latino americana. Universidad de Zulia, Maracaibo, Venezuela, año 8., n 20, marzo de 2003, p. 105-115.

 

BRUCKMAN, Mónica. “José Carlos Mariátegui, la Revista Amauta y el pensamiento marxista latino-americano”. En Comunicaçãoe Política. vol. 30, n.3, set.dez.2012, p.54-73.

 

CHANG-RODRIGUEZ, Eugenio. Poética e ideología en José Carlos Mariátegui. Madrid, José Porrúa Turanzas editores, 1983.

 

ESCORSIM, Leila. Mariátegui: vida e obra. São Paulo, Expressão Popular, 2005.

 

FERREYRA, Silvana, “José Carlos Mariátegui y la Internacional Comunista: Reconstrucción de un vínculo complejo”. Nuevo Topo: Revista de Historia y Pensamiento Crítico. Buenos Aires, abril-mayo de 2006, p 7-30.

 

GUARDIA, Sara Beatriz. José Carlos Mariátegui. Una visión de género. Lima, 2006.

 

LOWY, Michael. O marxismo na América latina. São Paulo, Fundação Perseu Abramo, 2001.

 

PARIS, Robert. “Un sorelismo ambiguo”. En: ARICÓ, José (org.) Mariátegui y los orígenes del marxismo en la américa latina. Ciudad de México, Siglo veintiuno 1978.

 

PERICÁS, Luis. José Carlos Mariátegui. Revolução russa. História, política e literatura. São Paulo, Expressão Popular, 2012.

 

____ .”José Carlos Mariátegui e o Brasil”. Estudos Avançados 24(68), 2010, p.335-362.

 

TAURO, Alberto. Labor, complemento de Amauta. Edición Facsímile, Lima, Empresa Editora Amauta, 1995

 

TORNQUIST, Carmen Susana. “Las relaciones entre Amauta y Clarté– anotaciones de pesquisa”. Utopia y práxis Latino americana. Universidad de Zulia, Maracaibo, Venezuela, año 22. No. 77, junio de 2017,

 

[1] Este texto se leyó en las Jornadas Bolivarianas organizadas por el IELA de la Universidad Federal de Santa Catarina, Brasil, en 2018. Esta es una versión corregida y actualizada.

[2] Los conflictos internos en la revista Clarté, por mucho tiempo, estuvieron relacionados a este aspecto, y situaron a Henri Barbusse en el centro de esta polémica, pero no abordaremos ese tema aquí.

[3] Utilizo aquí la noción de influencia, en el sentido que le da Robert Paris, al analizar la relación entre Mariáetgui y Sorel, es decir, como lección consciente y no como la palabra parece indicar en un primer instante, como la absorción osmótica y no reflexiva de ciertas ideas o autores.

[4] Chang Rodríguez (1978) relata, con detalle, algunas platicas que entabló Mariátegui, los primeros meses de 1928, con los indigenistas, con los líderes indígenas, que pasaban por Lima, para participar en el congreso. Platicas que se realizaron en su casa, por razones que estaban ligadas a la dificultad de locomoción de Mariátegui, que fueron decisivas en la elaboración del texto seminal y de mucha actualidad acerca del “problema del indio”, que hace parte de los Siete ensayos.

[5] Considerando, como dice Robert parís (1978), que la palabra influye en una especie de elección del sujeto y no algo que ocurría de manera osmótica, sin la intencionalidad de quien se deja influir.

[6] En los primeros años, eran frecuentes las referencias en artículos y anuncios a los cursos de esperanto, considerado como una lengua internacionalista que debían adoptar todos aquellos que se identificaban con la crítica al nacionalismo. Más tarde, el esperanto pareció dar paso a la valorización del ruso.

[7] Cada uno de los articulistas o colaboradores de la revista merecerían una exposición más detallada, para los fines de este artículo apenas doy algunas referencias.

[8] Véase la presentación de Alberto Tauro a Labor, edición facsímil, Lima, Perú, Editora Amauta, 1995.

[9] Este prólogo puede ser leído en Löwy, 2001.

[10] El editor en jefe Pierre Naville parece haber simplemente ignorado el envío del libro, acompañado de una carta escrita por Mariátegui (Tornquist, 2017).

[11] Mariátegui, “Polémica finita”, en Amauta, No. 7, marzo de 1927, p. 6.

[12] Mariátegui, “Intermezzo polémico”, en Amauta, No. 7, marzo de 1927 (cómo replica a Mundial, febrero de 1927), bajo el título de “Indigenismo y socialismo”.




Hacia una modernidad arcaica. Amauta, Mariátegui y la querella entorno al indigenismo




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Hacia una modernidad arcaica. Amauta, Mariátegui y la querella entorno al indigenismo.

Pamela Soto.

Antes que nada  me gustaría hacer algunos agradecimientos. Al autor, Claudio Berrios que generosamente me invitó a presentar su libro, permitiéndome con ello leerlo cuanto todavía estaba en imprenta. No puedo sino considerar este gesto como una acción de confianza intelectual que valoro.

A la Editorial Inubicalistas por apostar por publicar autores, que están abriendo discusiones acerca de problemas actuales para América Latina, y que me permite hacer referencia a la reciente publicación de “Contrapunto latinoamericano”.

Al Centro de Pensamiento Iberoamericano (CEPIB), que durante 10 años ha mantenido una discusión acerca de América Latina y los flujos intelectuales con Europa del que Mariátegui da cuenta, y que ha acompañado la trayectoria de una multiplicidad de investigadores nacionales, extranjeros, académicos, estudiantes de postgrado y pregrado. Transformando al CEPIB en un referente para la discusión continental y que Claudio Berrios grafica al inicio del texto indicando que las conversaciones con Gonzalo Jara al alero del CEPIB responden “al dialogo por una construcción de un pensamiento crítico en torno a Nuestra América”.

Me parece importante comenzar con estos agradecimientos debido a que en esta reseña se cruzan todos estos factores que dan cuenta de un proceso de investigación que surge desde la materialidad de la revisión de la Revista Amauta y sus repercusiones en la escena de su época y para la actualidad.

 En particular y a modo de presentación de este libro quisiera iniciar esta conversación a partir de los diversos ingresos que nos permite el texto y que lo hacen una lectura atractiva para una diversidad de lectores. Por eso dividiré esta reseña en dos grandes etapas, la primera que tiene como propósito invitar a diversos lectores a leer este texto, y en un segundo momento es presentarles desde mis inquietudes teóricas aquellas reflexiones que me motivó su lectura.

1.- Primero quisiera referirme a aquellos lectores que se están iniciando en los estudios latinoamericanos, y a ellos comentarles que este libro les entrega un ingreso a las discusiones de fines del siglo XIX y principios del siglo XX, en los cuales el proyecto civilista en el Perú ingresa en un proceso crítico, que ha tenido importante intentos por ser recuperado –proyecto civilista–, en particular en relación con la lectura de una modernidad hegemónica, que establece una descripción de los individuos abstractos, en los que los ideales europeos siguen siendo los perpetuados a partir de la hegemonía de una oligarquía dominante amparada en una fuerte tradición virreinal criolla, que concluye en una república que no logra asimilar la particularidad de los individuos que la constituyen. De esta discusión surge parte del nombre de este libro, que pretende impugnar lecturas como la de Vargas Llosa.

2.- En un segundo momento quisiera dirigirme a los lectores más avezados, que pueden encontrar en este texto una interesante descripción acerca de diversas formas de entender el indigenismo, considerando incluso la posición más utopistas. Éstas múltiples interpretaciones que el autor recoge de la revisión de la Revista Amauta permite señalar que la revista publicaba diversas aproximaciones al problema del indio, generando con ello un lugar para el intercambio y la confrontación de perspectivas. Osvaldo Fernández quién prologa el texto considera esta discusión que se origina desde Amauta como parte de “una nueva intelectualidad que desplaza a la generación civilista” (p.9), haciéndose parte de un debate que la organización de las República en América Latina pareciera había olvidado. No está demás señalar que, esta discusión “acerca del problema del indio” sigue siendo actual para nuestro continente; pensemos que en Chile aún estamos en pleno proceso de reconocimientos de pueblos originarios, por lo que conocer más de su cultura y formas de organización política es una tarea aún pendiente. Un ejemplo de esto es que recién en septiembre del año 2020, se reconoce oficialmente al pueblo Chango, lo que nos vuelve abrir como chilenos una memoria olvidada y a ocupanarnos de su recuperación, divulgación y conocimiento.

3.- Un tercer ingreso es para los lectores investigadores, pues este texto viene a aportar al campo teórico desarrollado en relación con Mariategui y su producción teórico-cultural desde los antecedentes previos a la Revista Amauta, así como también aborda su inicio y desarrollo, en particular desde la discusión acerca del indigenismo. Si se analiza la bibliografía que se declara, nos podemos encontrar con los textos más canónicos acerca de Mariátegui y la Revista Amauta, pero también en ella se referencia las investigaciones, más actuales en las que destaca el trabajo realizado por jóvenes investigadores peruanos y las investigaciones desarrolladas desde el CEPIB, mostrando precisamente la situación del estado del arte del campo. Además, los investigadores interesados en estas discusiones se encontrarán con un nutrido aparato crítico que acompaña al texto, y que da cuenta del preciosismo de la investigación que tenemos en frente, que por ejemplo en la nota 8 del capítulo I, nos permite distinguir entre los investigadores que han abordado el indigenismo desde “parámetros estéticos, mientras que otros desde el discurso político” (p. 39). Estableciendo distinciones que orientan futuras investigaciones, en tanto se enuncia el nombre de los principales cultores de ambas posiciones.

Luego de esta primera aproximación desde lo que pueden encontrar en este libro distintos lectores quisiera señalar desde el campo filosófico, cuáles han sido desde las discusiones teóricas que me ha permitido nutrir la lectura preliminar de este texto.

En mi caso particular he abordado el trabajo de Mariátegui a partir de los procesos de construcción de subjetividades colectivas, y este texto me ha permitido volver a retomar algunas discusiones como parte de una propuesta que transita desde la filosofía política, y que busca desde la materialidad del trabajo de revisión de archivo identificar prácticas o dinámicas de relación que se desprenden de las lógicas de trabajo y/u organización de las revistas. Por esta razón el trabajo concreto con los textos publicados en la revista, que recogen la polémica indigenista presentado en el segundo capítulo del texto, y que se encuentran referenciados con detalle en la bibliografía, permiten constatar que el conflicto para Mariátegui no es una categoría ajena a su praxis política y cultural, y que si bien pudo ser cuestionado por publicar en la revista un amplio espectro de autores, y por lo mismo apelar a una “mala diversidad”, es precisamente este gesto de apertura a la discusión aquello que permite sostener que el Amauta promueve la discusión desde un horizonte conflictivista, en que la tensión de fuerzas debe ser evidenciada. De ahí que el autor -Claudio Berrios- no duda en señalar ante la polémica indigenista que no condena su relación con las vanguardias europeas, sino que en ellas se juega la redefinición del propio indigenismo, como también el método de trabajo de la revista.

Un segundo elemento que parece con fuerza en el texto son las tensiones con la modernidad europea y en especial con la constitución de los estado-nación modernos, que en América Latina impactan de forma acrítica al punto de abandonar la discusión acerca de la nación, pues pareciera que el horizonte político es ajeno a los territorios en los que se ejerce. Berrios Cavieres señalará al respecto que “la guerra [del pacífico] dejó al descubierto un país que carecía de estructuras políticas y sociales propias de un Estado Moderno” (p. 31), mostrando que existía un estado fragmentado e inconexo, de modo que la discusión acerca de la Nación comienza a ser un imperativo y es ahí donde aparece la necesidad de pensar un proyecto de nación que considera las características propias del habitante del Perú, pues el proyecto civilista seguía pensando “en un Perú globalizado, acoplado a los nuevos mercados y prácticamente homogéneo” (p.16) que debía ser conducido hacia una modernidad liberal, en que con ello la sierra y la costa peruanas quedan marcadas y divididas fuertemente, lo que hacía pensar en dos Perú: “el de la costa, el cual ha vivido el desarrollo de un capitalismo industrial y financiero, apareciendo lentamente un proletariado capaz de organizarse […] por otro lado, el Perú de la sierra que representó el retraso en el plano económico y tecnológico” ( p.37).

Esta necesidad de repensar el proyecto político del Perú desde el problema del indio, también nos aproxima a pensar en una crítica radical también a la configuración de Estado. Este último punto para mi es de particular atención pues permite volver a cruzar las discusiones con autores europeos contemporáneos que hacen una lectura crítica al Estado-Nación moderno, para situarse en referentes medievales para la discusión, los que sin duda pueden enriquecerse, bifurcarse, discutirse o complementarse a partir de las formas de organización política de los pueblos latinoamericanos, que también tuvieron importantes pugnas por las hegemonías políticas y territoriales. Así como también grandes procesos imperiales que deben ser considerados desde sus particularidades para desmantelar las categorías políticas modernas tan como las hemos asimilado y mantenido operando. En particular hoy pienso en la democracia liberal como expresión unívoca y hegemónica de aquello que se entiende cuando se hace referencia a la democracia. En el libro Berrios Cavieres, siguiendo a Santiago Castro-Gómez, enuncia las tensiones, entre las promesas emancipadoras de las revolución francesa y como el capitalismo se apropia de ellas, para contextualizar la discusión en cómo Mariátegui, desde el marxismo, intenta conciliar los rasgos emancipadores presentes en los ideales de la modernidad y un proyecto de nación que integre a las comunidades indígenas (p.163), siendo los ayllus las agrupaciones sociales de base comunitaria y no individual, da la posibilidad para un proyecto nacional otro, y cuya fuerza no está en el individuo sino en el colectivo, cuestionando con ello las bases del contractualismo clásico y su decurso liberal.

Un tercer elemento que acompaña esta reflexión es el lugar de la Revista Amauta, pues a mi parecer uno de los grandes aciertos de Mariátegui es no separar lo político de lo cultural, pues precisamente en la discusión cultural acerca del indigenismos que nos propone y que llega a modificar su planteamiento para denominarlo como el problema del indio en el Perú, nos aproxima a una discusión no sólo más transversal, en relación con los actores que participan en ella, sino además en una discusión que considera que una transformación política sólo es posible si es acompañada por una transformación cultural; pues precisamente del mismo modo como la democracia no puede ser decretada, el problema del indio no será saldado sólo desde una enunciación, sino que debe ser discutida, apropiada, corporalizada y ese es el gran aporte que a mi entender una revista como Amauta viene a propiciar, pues no vamos tras la búsqueda de una utopía arcaica, sino tras los trazos de un diálogo que Mariátegui inaugura, pero como sabemos no ha finalizado, y que no sólo es la historia de las subalternidades, minorías o de los vencidos, sino también la posibilidad de reinterpretar y transformar epistemológica y políticamente nuestras vidas, que en si bien en ese momento aludía a la crítica a la III internacional que se basaba en una lucha, en una confrontación de clase contra clase; desde los aportes del Amauta se levanta la necesidad de incorporar a esta consigna la condición indígena, y que hoy podemos ampliarla a una lectura de interseccionalidad.

Con esta última reflexión concluyo mi invitación a que lean este cuidado libro que Claudio Berrios comparte con nosotros atizando con ello una discusión que sigue vive a lo largo de toda América Latina y que tan claramente queda expresada por las palabras de Aricó cuando indica que Amauta representa “un redescubrimiento de América” pues en sus páginas se confrontan “un acuciante proceso de búsqueda de la identidad nacional y continental” (p. 60).