Reseña de Venezuela crónica de José Roberto Duque

Ismael Hernández

  • José Roberto Duque. Venezuela crónica. Cómo fue que la historia nos trajo hasta aquí. Argentina, Tinta Limón, 2020. [https://tintalimon.com.ar/libro/venezuela-crónica/]

De todo el llamado ciclo progresista en América Latina, la revolución bolivariana de Venezuela es el más radical de todos los procesos, el que ha sorteado más obstáculos y, por ello mismo el más asediado. Sin temor a equivocarme, sostengo que la revolución Venezolana es el epicentro de la lucha de clases en el continente y donde se ha abierto la puerta para el socialismo luego de que la caída del muro de Berlín sepultara por una década las perspectivas de todo proyecto alternativo al capitalismo

A pesar de su importancia y proyección continental y mundial innegables, la izquierda mexicana sabe poco de Venezuela y se interesa poco sobre ella. En el 2006 la campaña de la derecha para asociar a AMLO con Chávez, y así satanizarlo, alcanzó tal nivel de estridencia que hasta el día de hoy Venezuela es una especie de tabú en la izquierda mexicana, sobre todo en la electoral: ya no digamos que muy pocos se atreven a reivindicar su revolución, la gran mayoría no quiere mi mencionarla. Si bien el gobierno de AMLO ha jugado un fundamental y discreto rol en el diálogo que hasta hace poco se llevaba a cabo en nuestro país entre el gobierno de Maduro y la oposición, Venezuela y su revolución siguen siendo asunto del que no se habla (aunque si se opere políticamente), tema que no es objeto de discusión abierta ni en MORENA ni en muchos movimientos sociales, como si no hubiera nada qué aprender de esa experiencia. Adicionalmente, luego de la muerte de Chávez y de la crisis económica que ha azotado al país (en gran medida provocada desde afuera), parece que Venezuela se ha vuelto en nuestra conciencia un agujero negro, solamente sabemos que allí las cosas van mal y no van a mejorar pronto.

Por ello es tan oportuno y valioso el libro de José Roberto Duque Venezuela crónica. Cómo fue que la historia nos trajo hasta aquí (Buenos Aires, Tinta limón, 2020). El título del libro es un hábil juego de palabras que contiene la doble intención del libro: por un lado es una crónica de la revolución y sus antecedentes, escrita en prosa ágil, amena y rigurosa; aunque ciertamente mucho más solemne que en otros trabajos donde nuestro autor derrocha ingenio y humor (tales como Cada quién su lengua y Vivir en frontera, ambos libros son parte de la Biblioteca Básica Temática que el presidente Chávez mando imprimir con tirajes de medio millón de ejemplares para su distribución gratuita).

José Roberto Duque es un periodista con una amplia trayectoria y, sin duda, uno de los grandes cronistas de la revolución venezolana desde abajo, desde la militancia y la convivencia con quienes diariamente luchan por construir el socialismo y a la vez resisten el bloqueo imperialista que intenta asfixiarlos. Y además, Duque es uno de los grandes escritores venezolanos vivos, autor de un libro ya clásico Salsa y control (1996), entre muchas otras obras de ficción. Por su compromiso, por su militancia diaria y por sus probadas dotes con la pluma nadie mejor que él para hacer el relato de la revolución venezolana y sus grandes hitos: el caracazo de 1989, la rebelión militar de 1992, el triunfo electoral de Chávez a finales de 1998, el efímero golpe de Estado en su contra en 2002, el sabotaje petrolero de finales del mismo año, el referendo revocatorio de 2004, las misiones sociales, la muerte de Chávez, el intento criminal de Obama y Trump por destruir la economía venezolana y la cotidiana resistencia que ha llevado a muchos venezolanos a hacer uso de todo su ingenio para sobrevivir. En pocos lugares el lector mexicano encontrará una crónica más fresca y mejor documentada sobre Venezuela que en este libro, sobre todo en lo que refiere a los años posteriores a la muerte de Chávez.

La intención inicial del autor era dar cuenta de los dramáticos sucesos del año 2019:

Esto era lo que se percibía en el ambiente: desde el día 10 de enero de 2019, al presidente Nicolás Maduro le gritaban los jerarcas de la administración Trump, desde la Casa Blanca y el Pentágono, que si no renunciaba al poder su destino habría de ser el exilio, la cárcel o la muerte violenta. La potencia política y militar más mortífera de la historia de la humanidad se había propuesto derrocar al gobierno de Venezuela en 2019, y no tenía reparo alguno en repetirlo varias veces al día. Una facción política informó que habría un nuevo presidente encargado o interino, y Estados Unidos y sus países satélites se apresuraron a reconocerlo.

A partir de ese momento ya tornó a ser inevitable que volvamos a pensar y analizar Venezuela en términos y en clave de guerra.

Creo que no hace falta explicar el significado y gravedad de lo anterior luego de ver lo que en años recientes hicieron los Estados Unidos en Irak, Afganistán, Libia y Siria; y ahora amenazaban con hacerlo con un país hermano. Por ello es tan válida para los venezolanos la pregunta que hace de subtítulo del libro: ¿Cómo fue que la historia nos trajo hasta aquí, hasta el punto de estar bajo amenaza de guerra de la mayor potencia militar de la historia?

Sin embargo, no se puede comprender el complejo presente venezolano, su lucha por un proyecto alternativo y sus dificultades, sin comprender su historia. Leyendo a Duque se confirma y asimila en toda su profundidad aquella frase de Marx: “Los hombres hacen su propia historia, pero no la hacen a su libre arbitrio, bajo circunstancias elegidas por ellos mismos, sino bajo aquellas circunstancias con que se encuentran directamente, que existen y les han sido legadas por el pasado”. Tal cual, eso es lo que sucede en Venezuela y lo que debemos tener presente para comprender y valorar su revolución. Los venezolanos intentan romper con el capitalismo en condiciones muy particulares que les han sido heredadas por la historia: con una industria petrolera que deformó toda la economía, que inhibió el desarrollo de cualquier otra industria, que provoco una migración del campo a las ciudades quizá nunca vista en ningún otro país (con la consecuencia obvia de que el abandono del campo provoca un déficit en la producción de alimentos), el crecimiento monstruoso de las ciudades con su estela de caos, delincuencia e informalidad y, entre muchas otras cosas, con una infraestructura (como la red eléctrica) centralizada y diseñada por los gringos (y por ello mismo vulnerable a su boicot).

En suma, dice Duque: “Somos como somos porque Venezuela funciona desde hace más de un siglo a partir del petróleo, mineral del que posee la segunda reserva más grande del planeta. También somos el país del hierro, el agua y ahora (además) el coltán, pero para efectos de nuestra búsqueda del origen cercano de nuestro diseño ciudadano, hablaremos en términos de lo que ha hecho con nuestra sociedad el hambre mundial de petróleo” (subrayado nuestro). Nosotros añadiríamos: y por la misma razón su revolución es como es, y quién no tome en cuenta este hecho y la juzgue desde la pureza de condiciones ideales y abstractas no solamente comete un error teórico, sino que comete un gran error político: negar su apoyo (al nivel que sea) a la primera revolución que contra viento y marea levantó la bandera del socialismo luego de la caída del Muro de Berlín, ni más ni menos.

La actual crisis venezolana, con toda su complejidad, es la expresión de un mal crónico, de una dolencia que comenzó 1917, cuando el hidrocarburo comenzó a explotarse en gran escala, la actual crisis es la metástasis de un acumulado de contradicciones y aberraciones históricas. La revolución intenta construir una sociedad diferente pero, como si fuera una reacción defensiva, ese mal crónico se agudiza. Así, en la actual situación venezolana se exacerban todas sus problemáticas añejas al mismo tiempo que se ensayan formas de construir una sociedad diferente. Quizá no haya en este momento mejor ejemplo histórico de cómo lo viejo no termina de morir y cómo lo nuevo no termina de nacer. El corazón y eje de ese proyecto alternativo llamado chavismo, la comuna, es espacio político-productivo que aspira, como en los sueños más radicales de Marx, a abolir la diferencia entre campo y ciudad, aspiración por demás osada en Venezuela, donde cerca del 90% de la población vive en ciudades y solamente el 10% en el campo y teniendo enfrente una urbe como Caracas, tan monstruosamente caótica, tan disfuncional y tan indefensa ante  la guerra de amplio espectro a la que está sometida por el imperialismo. Y no sólo es cuestión de anhelos utópicos: la guerra económica los orilla cada día a recuperar la producción de alimentos y regresar al campo, pero ahora con un proyecto libertario bajo el brazo, la comuna, corazón del socialismo del siglo XXI.

En suma, el lector mexicano que quiera conocer y comprender la revolución bolivariana de Venezuela con toda su complejidad, encontrará pocos textos tan útiles y amenos como el de José Roberto Duque, la crónica de la lucha por superar un mal crónico.