Utopía y ciencia cien años después

Presentamos este texto en homenaje a Giuseppe Prestipino, quien murió en septiembre de 2020. Fue publicado en 1980 en las páginas de la revista italiana Crítica Marxista. Nos parece que su publicación cumple con el reconocimiento de su intensa labor de rescate del pensamiento de Engels, de quien celebramos 200 años de su natalicio

Giuseppe Prestipino

[i]La celebración de un coloquio organizado en Berlín los días 14 y 15 de octubre de 1980 por el Instituto de Marxismo Leninismo de PSUA[ii], recordando el centenario del opúsculo engelsiano “La evolución del socialismo de la utopía a la ciencia”[iii], es propicio para reconsiderar históricamente las últimas aportaciones teóricas de Engels y su vínculo con la investigación marxista. De hecho, en la última década, los estudiosos son conscientes de dos aspectos de la elaboración de Marx que en el pasado habían permanecido en la sombra, descuidados o subestimados, como si se tratara de arbitrar interposiciones engelsianas, ajenas al argumento teórico más genuino del iniciador del “socialismo científico”. Las notas etnológicas de Marx sobre las características de las sociedades primitivas en la relación de continuidad evolutiva y discontinuidad histórico-dialéctica que las reúne con nosotros, por un lado, y, por otro, las reflexiones de Marx sobre la continuidad-discontinuidad en la historia de la tecnología y la las ciencias naturales aplicadas a la industria (reflexiones atestiguadas por la reciente publicación de los Manuscritos de 1861-1863 en la Mega) hacen justicia de muchas apresuradas opiniones.

Son temas que los intereses teóricos de Marx y Engels tienen en común más de lo que se creía y que adquieren un sabor particular de actualidad en el momento en el que se abre una nueva dimensión ecológica (relaciones ser humano-naturaleza, problema de necesidades y recursos, urgencia de tecnologías diferentes y «apropiadas») surge del estudio de los métodos de producción y de la demanda de programas de transformación social. Transformar la sociedad en un sentido revolucionario, superando el punto de vista capitalista, significa ahora también recuperar en cierta medida los equilibrios (y valores) propios de determinadas formas originales, o en todo caso precapitalistas, de convivencia humana y, al mismo tiempo, preparar innovaciones tecnológicas de vanguardia como alternativa a la hoy dominante (para preparar, por ejemplo, tecnologías siempre más orientadas a la informática y cada vez menos condicionadas por los altos costos energéticos); significa lograr una nueva «calidad de vida», como decimos ahora, más que el simple aumento cuantitativo propuesto usualmente por el modelo capitalista.

En su informe introductorio al Coloquio (dirigido sobre todo a resaltar la génesis del panfleto de Engels), Renate Merkel ha argumentado, entre otras cosas, con las refutaciones actuales del marxismo, observando que generalmente se mueven en dos direcciones opuestas: una, apuntando a una ciencia más rigurosa y perspicaz, cuestionan el retrato científico efectivo de la concepción marxista, ya que no habría podido prever los desarrollos reales de la sociedad industrializada; otros proponen la superioridad del momento utópico sobre la versión científica del socialismo y, de manera más general, respecto a las pretensiones de anticipación del desarrollo social basadas en la ciencia o el conocimiento racional. Es cierto que las dos tendencias opuestas generalmente traicionan sus fundamentos teóricos y se anulan entre sí (como sostiene Merkel); y sin embargo creemos que contienen un “núcleo racional”: la razón de un crecimiento cuantitativo de las fuerzas productivas (¿y de la población?) que Marx y Engels habían cambiado precisamente del modelo de desarrollo capitalista, sin embargo, nos satisface su diagnóstico de una sociedad capitalista en declive que opondría obstáculos o trabas a ese crecimiento cuantitativo y que, por tanto, sería reemplazada, en un futuro próximo, por nuevas y relaciones sociales, más adecuadas. En nuestra opinión, las nuevas relaciones sociales sólo se impondrán si son capaces de liberar novedosos poderes cualitativos de las fuerzas productivas (cuyo desarrollo no es menos “discontinuo” que el de las relaciones sociales); la progresiva selectividad de medios y fines ocupará ahora el lugar de su “crecimiento” o, mejor, podrá dirigirlo y orientarlo. Pero una “utopía” es el concepto de ruptura histórica que también interviene en la dinámica de la fuerza productiva, y es cierto que sólo el «socialismo científico» puede implicar de manera realista y efectiva una tal utopía revivida.

La primera revalorización marxista del socialismo utópico, sin embargo, se remonta a 1880-1883. Si comparamos el opúsculo divulgativo engelsiano de 1880 con las páginas del Manifiesto que en 1848 se centraron en los socialismos imperfectos (por así llamarlos), sentimos el abandono de un estilo de pensamiento característico de la fase juvenil de Marx y Engels: la “crítica”, o el rechazo, de los conceptos ajenos, desde una actitud excluyente y algo obsesiva, se transforma y se convierte en la implicación política de una más ecuánime reconstrucción “evolutiva” o histórica. Además, un cambio análogo, en comparación con los primeros escritos de Marx-Engels, se puede sentir en el folleto de 1886 sobre Feuerbach, o en el juicio que Engels expresa allí sobre la «filosofía clásica alemana» (y también sobre la menos clásica «ideológica alemana»).

Socialisme utopique et socialisme scientifique es el título de la primera edición, publicada en París en 1880 en francés y editada por Paul Lafargue: en ella los dos socialismos figuran como proyectos opuestos, pero también como momentos consecutivos. Aún más explícito es el título de la primera edición en lengua alemana, fechada en 1883, que introduce la palabra «evolución»: Die Enwichklung des Sozialismus von der Utopie zur Wissenschaft[iv]. Por tanto, nos parece que la diversidad del título debe estar vinculada, no tanto a la particular exigencia político-cultural que siente Engels en el contexto medioambiental alemán por su diversidad respecto al francés (según una hipótesis propuesta en el Kolloquium de Berlín), que a la incidencia de intervalo cronológico 1880-1883 en el que se acentúa el carácter de reconstrucción histórico-crítica que pretendía asumir el opúsculo.

Consideraciones similares sobresalientes sugieren el vínculo no unidireccional del folleto con el Anti Dühring por las variantes que introduce en la versión original del propio Anti Dühring, transmitiéndolas a ediciones posteriores o a las “intenciones” de las que serán portadoras en el posterior éxito de la obra. Este problema también surgió en el debate de Berlín, al margen de las numerosas contribuciones sobre la fortuna y la enorme difusión en diferentes países de La evolución del socialismo de la utopía a la ciencia [Del socialismo utópico al socialismo científico]. El Coloquio ha mantenido la fe en el propósito del Instituto, manteniéndose dentro de los límites de una (abierta) comparación de la investigación exegética y filológico-histórica, con la exclusión de aquellas manifestaciones rituales con fines político-propagandísticos que han acompañado, en el pasado, otras recreaciones de los clásicos en la RDA y en los países socialistas en general. Esta saludable corrección debe ser especialmente reconocida a Günder Heyden, Erich Kundel y Henricin Gemkos, director del Instituto y del organismo de investigación científica relacionado con él. Al fin y al cabo, la iniciativa se anunció como garantía del inicio del ambicioso proyecto del nuevo MEGA.

[i] Publicado con el título “Utopía e scienza cento anni dopo” en el número 6 de 1980 de la revista Crítica Marxista en Italia.

[ii] Se refiere al Partido Socialista Unificado Alemán, que gobernó la República Democrática Alemana hasta la disolución de aquel Estado en 1989.

[iii] Obra que en español se conoce por el popular nombre de “Del socialismo utópico al socialismo científico”.

[iv] La traducción sería “La evolución del socialismo, de la utopía a la ciencia”.