Una crítica al fetiche de la pureza del marxismo occidental*

Carlos L. Garrido

El marxismo occidental[i] adolece en gran medida del mismo síntoma que el Jay Gatsby de Scott Fitzgerald: la fijación de cada uno por la perfección y la pureza deja perpetuamente insatisfecho todo lo que dice desear. Por un lado, Jay busca volver a la pureza de su primer encuentro con Daisy, y en la imposibilidad de este regreso a la pureza, se pierde el potencial real para una relación. Por otro lado, los marxistas occidentales buscan una forma pura de socialismo, pero ante la imposibilidad de que surja tal pureza, pierden el potencial para impulsar o defender cualquier revolución socialista. La pureza de cada uno se encuentra con la realidad de que la realidad en sí misma nunca es pura: siempre contiene errores, negaciones, rupturas y divisiones.

Jay Gatsby no puede restablecerse oficialmente con Daisy en la medida en que ella admite haber amado a Tom Buchanan, su esposo, durante el tiempo intermedio antes de volver a conectarse con Jay. Esta imperfección, esta negación de la pureza, es inaceptable: Daisy debe decirle a Tom que nunca lo amó para restablecer la pureza de su primer encuentro. Sin pureza, no puede haber relación.

De manera similar, para los marxistas occidentales, los experimentos socialistas triunfantes de los siglos XX y XXI, en sus errores y ‘totalitarismos’, profanan la pureza en la santidad de su concepción del socialismo. La URSS debe ser rechazada, la guerra civil española defendida; Hay que condenar el socialismo cubano, pero ensalzar la revolución de 1959; Allende y Sankara son ídolos, Fidel y Kim Il-Sung tiranos, etc. Se puede apoyar lo que ha muerto en la pureza, lo que ha tenido que lidiar con los errores y presiones que surgen de las complejidades y contradicciones de la construcción del socialismo en la fase imperialista del capitalismo, eso hay que negarlo.

Como fue diagnosticado por el ensayo del comunista brasileño Jones Manoel, «El marxismo occidental ama la pureza y el martirio, pero no la revolución real», la fetichización de los marxistas occidentales de la pureza, los fracasos y la resistencia como un fin en sí mismo crea «una especie de orgasmo narcisista de derrota y pureza». El compañero Manoel señala acertadamente que el “marxismo occidental conserva la pureza de la teoría en detrimento de que nunca ha producido una revolución en ningún lugar de la faz de la Tierra”. Los marxistas occidentales celebran el surgimiento de un movimiento revolucionario; pero, cuando éste triunfa en la toma del poder, y por lo tanto frente a tomar las decisiones difíciles a las que lo obliga la realidad concreta del imperialismo, una burguesía nacional, el atraso económico, etc., ¡los marxistas occidentales huyen con gritos de traición! Para los marxistas occidentales, toda desviación práctica de su pureza es vista como una traición a la revolución y, por lo tanto, surgen los gritos de “capitalismo de Estado” y “autoritarismo”.

Manoel, reflexionando sobre la obra del Marxismo Occidental del difunto Domenico Losurdo, hace un excelente trabajo al proporcionar la carne para esta tesis. No obstante, él (al igual que Losurdo) concibe este lapsus teórico como “introducido de contrabando desde la cristiandad”. Argumentaré que, aunque el misticismo cristiano puede estar presente aquí, la raíz de la podredumbre no es el contrabando cristiano, sino la metafísica occidental (que precede al mismo misticismo cristiano). La raíz, en esencia, se encuentra en las categorías fijas que han permeado la filosofía occidental; en la concepción general de que la verdad está en lo inmutable, en lo permanente, en la sustancia; y sólo indirectamente en las formas místicas que esto ha tomado bajo la tradición cristiana. El diagnóstico que Engels dio a los marxistas reduccionistas en 1890 se aplica a los marxistas occidentales de hoy: “lo que les falta a todos estos señores es dialéctica”.

Parménides Contra Heráclito

Mientras que Manoel y Losurdo ven la raíz de esta fijación en la pureza en el cristianismo, es en los debates griegos clásicos sobre la cuestión del cambio, que tienen lugar unos 500 años antes de Cristo, donde surge esta fijación. Será necesario pintar a grandes rasgos la historia de la filosofía para explicar esta tesis.

La filosofía Heraclitana del flujo universal, que postula que “todo fluye y nada permanece; todo cede y nada queda fijo”, perdería la batalla contra la filosofía Parmenídea de la permanencia.[I]Parménides, quien sostenía que necia es la mente que piensa “que todo está en estado de movimiento y contramovimiento”, dominaría las concepciones de la verdad en el mundo antiguo, medieval, moderno y contemporáneo.[ii] Aunque varios aspectos del pensamiento de Heráclito se volverían influyentes en mentes dispersas, el aspecto dialéctico de su pensamiento nunca estaría centrado en ninguna época filosófica.

Platón, como el próximo mejor dialéctico del mundo antiguo, intentó reconciliar a Parménides y Heráclito. En el reino de las Formas reinaría la filosofía Parmenídea de la permanencia; en el ámbito físico, lo haría la filosofía Heraclitana del flujo. En su Fedón, Platón señalaría que el reino del mundo físico está cambiando y compuesto de opuestos concretos en una relación interpenetrativa, es decir, dialéctica, entre sí. En el reino de las «formas inmutables», sin embargo, «los opuestos esenciales nunca… admitirán la generación dentro o fuera de la otra».[iii] La verdad, en última instancia, está en el reino de las Formas, donde reinan “la pureza, la eternidad, la inmortalidad y la inmutabilidad”.[iv]Por lo tanto, aunque intenta proporcionar una síntesis de la filosofía de la permanencia y el cambio de Parménides y Heráclito, la filosofía de la pureza y la fijación que se encuentra en Parménides domina la concepción de Platón del reino de lo realmente real, es decir, el reino de las Formas o Idea.

Aristóteles, alumno de Platón, se alejaría un paso más de la filosofía Heraclitana del flujo. En Aristóteles tenemos un sistema metafísico que considera la ley de no contradicción como el principio más primario: “un mismo atributo no puede pertenecer y no pertenecer al mismo tiempo al mismo sujeto y en el mismo sentido”.[v] Además, en Aristóteles tenemos el desarrollo del primer sistema lógico de Occidente, una hazaña impresionante, pero sin embargo compuesta de categorías abstractas fijadas completamente indiferentes al contenido. La fijación que se encuentra en la lógica reflejaría la fijación y la pureza con que el Eidos (esencia) de las cosas sería tratada. Las formas, aunque no existen en un reino separado como en Platón, existen sin embargo con la misma rigidez. El pensamiento de las esencias, es decir, el pensamiento de lo que hace a una especie, un tipo de cosa, el tipo de cosa que es, permanecería en el ámbito de la ciencia dentro de este marco fijo aristotélico. Aunque la revolución científica del siglo XVI comienza a desgarrar el Aristotelismo que dominaba la filosofía escolástica predominante, sólo con la publicación de El origen de las especies de Darwin, el esencialismo Aristotélico recibiría su golpe decisivo. Este esencialismo, innegablemente, es una herencia de la filosofía Parmenídea de la permanencia.

La filosofía de Platón, en la forma de neoplatónicos como Plotino, sería increíblemente influyente en la formación del pensamiento cristiano, especialmente en Agustín de Hipona. El cristianismo permanecería con una base filosófica Platónica hasta el redescubrimiento de Aristóteles en los siglos XII-XIII y la síntesis de su filosofía con la doctrina cristiana a través de Tomás de Aquino. Siglos más tarde, el rechazo del aristotelismo por parte de la reforma protestante marcaría el regreso de Platón a la escena cristiana. En definitiva, el cristianismo que Manoel y Losurdo ven como raíz de la fetichización de la pureza en cada momento de su desenvolvimiento presupone la filosofía griega. Entonces, es justo ir más allá del cristianismo y hacer la pregunta crítica: “¿qué se presupone aquí”?: lo que encontramos es que en cada instancia, ya sea mediada por Platón o Aristóteles, hay una fijación epistémica y ontológica Parmenídea que postula lo eterno e inmutable como sinónimo de verdad, y lo perecedero y corpóreo como sinónimo de falso.

Hegel Contra Parménides

El espíritu de la dialéctica Heraclitana será reavivado por Georg Wilhelm Friedrich Hegel, quien argumentó que la filosofía finalmente llegó a ver “tierra” con Heráclito. En sus Discursos Sobre la Historia de la Filosofía, Hegel dice que “no hay proposición de Heráclito que no haya adoptado en mi Lógica.”[vi] Es en Heráclito, argumenta Hegel, donde “vemos la perfección del conocimiento hasta donde ha llegado”; pues, Heráclito “entiende lo absoluto como precisamente este proceso de la dialéctica.”[vii] La dialéctica de Heráclito entendía, como señala Hegel, que “sólo la verdad es como la unidad de los opuestos distintos y, más aún, de la pura oposición del ser y el no ser.”[vii] Esta unidad de puro ser y la nada es el punto de partida de la Ciencia de la Lógica de Hegel . Aquí, argumenta:

El ser [puro], lo inmediato indeterminado, es en realidad nada, y ni más ni menos que nada… El ser puro y la nada son, pues, lo mismo. Lo que es verdad no es ni el ser ni la nada, sino que el ser -no pasa sino que ha pasado- en la nada, y la nada en el ser.[ix]

En la medida en que el ser existe en estado de pureza, es indistinguible de la nada. El ser debe correr el riesgo de enfrentarse y detenerse con su contrario para ser. El ser sólo tiene lugar en la impureza, presente en la oscilación y la mediación del ser y la nada. Es decir, el ser sólo tiene lugar superado (aufhebung) en devenir como ser determinado, como “llegar a ser y dejar de ser.”[x] Por eso, en su Fenomenología del Espíritu, Hegel entiende que “Sustancia es el ser que es en verdad Sujeto.”[xi] La sustancia, cuya pureza contiene la joya de la corona de la Verdad para la filosofía occidental, solo puede ser en la medida en que se “haga otro” a sí mismo.[xii] Al igual que el Espíritu, la Sustancia, debe mirar el “negativo a la cara, y quedarse con él”.[xiii] 

Sólo en la medida en que algo puede auto-otrizarse, es decir, sólo en la medida en que una cosa puede proporcionarse inmanentemente una negación de sí misma y profanar su pureza luchando con lo impuro, pueden surgir las condiciones para la posibilidad de que realmente sea. Por lo tanto, la “verdad del ser” se “caracteriza como Devenir”; la verdad se gana “sólo cuando, en completo desmembramiento, se encuentra a sí misma.”[xiv]La pureza, el “[reducirse] de la muerte [para] mantenerse intacto por la devastación”, no tiene vida.[xv] Jay no puede estar con Daisy en la medida en que desea mantener la relación en pureza. Los marxistas occidentales nunca construirán el socialismo, ni encontrarán un socialismo que apoyar, en la medida en que esperan que el socialismo surja en las formas puras en las que existe en sus cabezas.

La paradoja de los marxistas occidentales

Habiendo cambiado nuestro enfoque del cristianismo a la epistemología-ontología fijada en la pureza de la filosofía occidental, ahora podemos ver la paradoja fundamental en el marxismo occidental: por un lado, con la esperanza de diferenciarse del marxismo “positivista” y “mecanicista” que surgido en la Unión Soviética, busca volver a Hegel en su lucha contra el “dogma ortodoxo”; por otro lado, aunque produjo trabajos notables sobre Hegel y la dialéctica, el lente interpretativo de los marxistas occidentales para mirar el mundo permanece con una rigidez Parmenídea y una forma Aristotélica de pensamiento binario. Los marxistas occidentales, aunque afirman ser los que reavivan el espíritu de Hegel en el marxismo, son mínimamente dialécticos cuando se trata del análisis del mundo concreto.

Son incapaces de comprender, como lo hizo Hegel, el papel necesario que juegan los «fracasos» aparentes como un momento en el despliegue de la verdad. Para Hegel, lo que es visto como “falso” es parte del “proceso de distinguir en general” y constituye un “momento esencial” de la Verdad.[xvi] El capullo (uno de los ejemplos favoritos de Hegel que reaparece constantemente en su trabajo) no se prueba como “falso” cuando surge la flor. En cambio, señala Hegel, cada uno sostiene una «necesidad mutua» como «momentos de una unidad orgánica.»[xviii] El socialismo no es “traicionado” cuando, enfrentándose a las presiones externas e internas del imperialismo y una clase burguesa nacional, se ve obligado a tomar más posiciones llamadas “autoritarias” para proteger la revolución. El socialismo no es “traicionado” ni transformado en “capitalismo de Estado” (en el sentido despectivo, no leninista) cuando frente a una economía atrasada, corre el riesgo de quedarse con su contrario y emprende un proceso de apertura al capital extranjero para desarrollar sus fuerzas productivas.

El momento “autoritario”, o el momento de “apertura al capital extranjero”, no son la negación absoluta [xviii] del socialismo –como los marxistas occidentales quieren hacerle creer– sino la negación parcial, es decir, la superación de las concepciones idealistas de una pureza socialista. Estos dos momentos se presentan donde aparecen como las negaciones históricamente necesarias para desarrollar el socialismo. Un tratamiento menos “autoritario” de los matones de Batista después de la revolución cubana habría abierto la ventana para que el imperialismo y las fuerzas contrarrevolucionarias nacionales derrocaran la revolución popular. Una China que no hubiera corrido el riesgo aterrador de la apertura no habría podido sacar a 800 millones de la pobreza (erradicando la pobreza extrema) y ser el faro de la construcción socialista y la resistencia antiimperialista en el mundo de hoy.

Hegel entendió que cada salto hacia una etapa cualitativamente nueva requería un largo proceso, consistente en varios momentos de “fracasos” y “éxitos”, para que esta nueva etapa madurara en su nueva forma. Usando como Espíritu la metáfora de un niño, dice:

Pero así como el primer soplo de un niño después de su larga y tranquila alimentación rompe la gradualidad del crecimiento meramente cuantitativo -hay un salto cualitativo, y el niño nace- así también el Espíritu en su formación madura lenta y tranquilamente en su nuevo forma, disolviendo poco a poco la estructura de su mundo anterior, cuyo estado tambaleante sólo es insinuado por síntomas aislados. [xix]

Los marxistas occidentales ignoran la necesidad del proceso. Esperan que el socialismo, como una etapa cualitativamente nueva de la historia humana, exista inmediatamente en la forma pura que concibieron en sus mentes. Esperan que un niño actúe como un adulto y se enojan cuando el niño es incapaz de recitar a Shakespeare y resolver ecuaciones algebraicas. Se olvidan de contextualizar cualquier deficiencia que puedan observar dentro de la etapa embrionaria en la que se encuentra el movimiento global hacia el socialismo. Se olvidan de que el mundo todavía está dominado por el imperialismo capitalista y esperan que los bolsillos de la resistencia socialista se limpien puramente de la influencia corruptora del viejo mundo. Se olvidan, como señaló Marx en su Crítica del programa de Gotha, que la sociedad socialista existe “tal como emerge de la sociedad capitalista que, por lo tanto, en todos los aspectos, económico, moral e intelectualmente, todavía está marcada con las marcas de nacimiento de la vieja sociedad de cuya matriz emerge.”[xx]

¿Dónde está Hegel, en un análisis concreto, para estos marxistas occidentales? La respuesta es simple, está muerto. Pero Hegel no muere sin venganza, ellos también están muertos a los ojos de Hegel. Su lente anti-dialéctico de interpretar el mundo material en general, y la lucha por el socialismo en particular, los deja en la posición sin vida que Hegel llamó Dogmatismo. Para Hegel,

El dogmatismo como forma de pensar, ya sea en el conocimiento ordinario o en el estudio de la filosofía, no es más que la opinión de que lo Verdadero consiste en una proposición que es un resultado fijo, o que se conoce inmediatamente.[xx]

Los dogmáticos marxistas occidentales fetichizan los binarios, lo inmediato (ya sea intuitivo o empírico) y lo puro. Para ellos, algo es, o socialismo (si es puro), o no socialismo (si es impuro). No pueden lidiar, al menos en la práctica, con el concepto de devenir, es decir, con la realidad de la construcción del socialismo. El socialismo debe construirse, es una empresa activa inmersa necesariamente en un mundo plagado de presiones, contradicciones y violencias imperialistas, tanto activas como pasivas. Los marxistas occidentales escribirán críticas espléndidas del fetiche del “hecho” del positivismo, pero en su propio análisis práctico de la construcción socialista en el mundo también castran los hechos de los factores que les permitieron existir.

Por lo tanto, Žižek, el marxista hegeliano más destacado de la actualidad, expresa sus críticas burguesas antidialécticas al socialismo en Cuba (así como a China y a casi todos los demás experimentos socialistas) dentro de un análisis cosificado que despoja a la realidad cubana de su contexto. Ignora las presiones históricas de ser una pequeña isla a 90 millas del imperio más grande del mundo; un imperio que ha pasado los últimos 60 años utilizando una plétora de técnicas, desde bloqueos condenados internacionalmente hasta ataques químicos, financiamiento del terrorismo y más de 600 atentados contra la vida de Fidel liderados por la CIA, para derrocar a la revolución cubana. Solo ignorando este contexto y cómo emerge puede Žižek llegar a la conclusión purista y antidialéctica, que la revolución fracasó y que la vida cotidiana de los cubanos se reduce a “la inercia, la miseria, el escapismo en las drogas, en el sexo, [y] los placeres”.

La panacea a los fetiches del marxismo occidental

En suma, ampliando el análisis del camarada Manoel, se puede ver que el fetiche de la pureza, junto a él encaprichamiento con los experimentos y luchas fallidas que, aunque nunca lograron la conquista del poder, se mantuvieron “puros”, se remontan a una concepción parmenídea de la Verdad como Permanencia Inmutable que ha permeado, en diferentes formas, a lo largo de los diversos momentos de la historia de la filosofía occidental.

Este fenómeno interpretativo puede denominarse como un pudre intelectual porque; 1) en algún momento, pudo haber sido un fruto fresco, una verdad genuina en un momento particular; 2) como todos los frutos que no se consumen, sobreviven a su momento de madurez y se pudren. Por lo tanto, las diversas formas que tomó la concepción parmenídea de la Verdad a lo largo de los diversos momentos que permeó podrían haber estado justificadas para esos momentos, pero hoy, después de lograr una comprensión científica adecuada del movimiento dialéctico en la naturaleza, las especies, la formación social humana y el pensamiento, la pureza Parmenídea ha sido derribada, se ha echado a perder, y esta muerte fertiliza el suelo para la autoconciencia dialéctica.

Aunque todos los teóricos siguen siendo sujetos de clase, atados al condicionamiento material e ideológico de su clase y punto de vista geográfico (en relación específicamente con el imperialismo), la panacea para el fetiche de la pureza de los marxistas occidentales es la dialéctica. La dialéctica no debe limitarse simplemente al ámbito teórico en el que se involucra. Si se queda en este reino puro, sufrirá el mismo destino que el socialismo tiene para ellos: la nada, la negación absoluta. La lógica dialéctica debe llevarse más allá del libro de texto y usarse como el marco interpretativo con el que analizamos el mundo en general y la construcción del socialismo en particular. Sólo entonces el marxismo occidental ganará la posibilidad de ser algo más que un nicho ‘radical’ de la academia occidental, enfocado solo en la estética y otras trivialidades donde la pureza puede mantenerse sin riesgo de profanación.   

*Este artículo se publicó primero en ingles en Midwestern Marx, donde subsecuentemente fue republicado en Delinking, Workers Today, Orinoco Tribune, Hampton Institute, Arkansas Worker, y traducido y publicado en italiano por la Associazione Svizerra-Cuba.

Citas.

[i] Por marxismo occidental me refiero específicamente a una amplia corriente en el marxismo que surge alrededor de un cuarto del siglo pasado como un rechazo a la Unión Soviética y al marxismo-leninismo. Es hoy, la forma dominante de ‘marxismo’ en la academia occidental. Encapsula todo, desde la escuela de Frankfurt, los marxistas franceses de los años 60 y 70, la Nueva Izquierda y las formas de humanismo marxista que surgen junto a estos. A menudo, expresan sus proyectos como un marxismo que “regresa a sus raíces hegelianas”, centrando el Marx de los Manuscritos Económicos y Filosóficos de 1844 y leyendo el Marx maduro solo a la luz de los proyectos del Marx más joven. Algunos de los principales teóricos de la actualidad incluyen a Jürgen Habermas, Slavoj Žižek, Alain Badiou, Kevin Anderson, etc. Aunque podría ser tentador referirse a este bloque como ‘marxistas no marxistas-leninistas’, recomendaría no hacerlo, ya que hay muchas corrientes marxistas en el sur global que, aunque beben de la fuente del marxismo-leninismo, no se consideran explícitamente marxista-leninistas, y, sin embargo, no caen en el mismo “fetiche de pureza” que caen los marxistas occidentales. Es importante tener en cuenta que una crítica de su «fetiche de pureza» no significa que piense que su trabajo es inútil y no debe leerse. Por el contrario, han sido capaces de hacer grandes avances teóricos en la tradición marxista. Sin embargo, su consistente falta de apoyo a los proyectos socialistas debe ser entendido de forma radical (entender sus raíces), y después, criticado y rectificado.

​[ii] Wheelwright, Phillip. The Presocratics. (The Odyssey Press, 1975). pp. 70.

[iii] Ibid., pp. 97.

[iv] Plato. “Phaedo” in The Harvard Classics. (P.F. Collier & Son Corporation, 1937). pp. 70, 90.

[v] Ibid., pp. 71.

[vi] Aristotle. “Metaphysics” In The Basic Works of Aristotle. (The Modern Library, 2001)., pp. 736.

[vii] Hegel, Georg Wilhelm Friedrich. Lectures on the History of Philosophy Vol I. (K. Paul, Trench, Trübner, & Company, 1892)., pp. 278.

[viii] Ibid., pp. 282, 278.

[ix] Ibid., pp. 282.

[x] ​Hegel, Georg Wilhelm Friedrich. Science of Logic. § 132-134.

[xi] Ibid., § 187

[xii] Hegel, Georg Wilhelm Friedrich. Phenomenology of Spirit. (Oxford University Press, 1977)., pp. 10.

[xiii] Ibid.

[xiv] pp. 19.

[xv] Hegel’s Lectures pp. 283 and Phenomenology pp. 19.

[xv] Phenomenology., pp. 19.

[xvi] Ibid., pp. 23.

[xvii] Ibid., pp. 2.

[xviii]  En la jerga de Hegel, ‘negación/negatividad absoluta’ se refiere a la segunda negación, es decir, la negación de la negación. No es así como lo estoy usando aquí. En cambio, lo que intento significar aquí con ‘negación absoluta’ es simplemente la aniquilación completa de la concepción original, en oposición al proceso de aufhebung, donde la cancelación es parcial y una parte de la antigua concepción es sostenida y elevada a la nueva en un ‘nivel’ más alto.

[xix] Phenomenology., pp.6.

[xx] Marx, Karl. “Critique of the Gotha Program” In Robert C. Tucker’s The Marx-Engels Reader. (W.W. Norton and Company, 1978)., pp. 529.

[xxi] Phenomenology., pp. 23.

Biografía del autor:

Carlos L. Garrido es un estudiante de posgrado cubanoamericano e instructor de filosofía en la Universidad del Sur de Illinois, Carbondale. Sus enfoques de investigación incluyen el marxismo, Hegel y el socialismo estadounidense de principios del siglo XIX. Su trabajo académico ha aparecido en Critical Sociology, The Journal of American Socialist Studies y Peace, Land, and Bread. Junto con varios editores de The Journal of American Socialist Studies, Carlos está trabajando actualmente en una antología en serie del socialismo estadounidense. Su trabajo popular teórico y político ha aparecido en Monthly Review Online, CovertAction Magazine, The International Magazine, The Marx-Engels Institute of Peru, Countercurrents, Janata Weekly, Hampton Institute, Orinoco Tribune, Workers Today,Delinking, Electronic Anarchy, Friends of Socialist China, Associazione Svizerra-Cuba, Arkansas Worker, y en Midwestern Marx, que cofundó y donde se desempeña como miembro del consejo editorial. Como analista político con un enfoque en América Latina (especialmente Cuba), ha sido entrevistado por Russia Today y ha aparecido en docenas de entrevistas de radio en los EE. UU. y alrededor del mundo.